Introducción.
Ernesto Guevara, que firmó como «Che» los billetes del Banco Nacional de Cuba, era un hombre joven, instruido, disciplinado y metódico. Fue capaz de analizar la trayectoria «militar» de la revolución cubana de 1956 a 1958. Y extrajo unas características de cómo se desarrolló así y por qué triunfó. Su error fue extrapolarlas a todos los lugares geográficos. Como si aquellas cualidades fueran unos principios ideológicos y militares fiables, contrastados y, sobre todo, inmutables.
Las características operativas del proceso político guerrillero cubano, sorprendentemente rápido, y fácil y poco cruento, fueron muy particulares. Porque aquél fue ayudado e impulsado por una insurrección urbana muy combativa. Que soportó el peso de la represión de los esbirros «batistianos». Guevara, guerrillero en la Sierra y extranjero, tomó esas características como los axiomas de actuación para un pueblo en armas. Sin dar valor ni utilidad a la lucha ciudadana, cívica y armada, de gran importancia histórica en Cuba. Y siguiendo las ideas de otros revolucionarios «ortodoxos», asiáticos y violentos, de la época, como Mao, Giap o Ho Chi Minh.
La experiencia guerrillera del Che en Bolivia. El autor aplica sus conocimientos socio militares asimétricos, lejos de Cuba.
No es recomendable intentar crear un foco guerrillero, usando las ideas de Guevara. En Ciencias Sociales la eficacia es una medida de la bondad de los métodos y principios aplicados. Así, hay que recordar cómo terminó ese señor «estratega y táctico» de la «guerrilla rural en un país subdesarrollado hispanoamericano». La lectura de su «Diario de Bolivia» nos permite aprender de una realidad ajena dolorosa, y progresivamente insalvable y asfixiante. Decía Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro, que el inteligente aprende también con la experiencia ajena. Conocemos la trayectoria guerrillera del Che en Bolivia. El Partido Comunista boliviano le dio la espalda (su secretario general, Mario Monje, le visitó). Porque el oportunismo es una cualidad muy comunista. El tan denostado Fulgencio Batista Zaldívar fue candidato a Presidente de la República de Cuba por el Partido Socialista Popular en 1940 (nombre de la Unión Revolucionaria Comunista, desde primeros de 1944). Asimismo, el Partido formó parte de su coalición gubernamental y tuvo varios ministros en su administración desde 1942 hasta 1944, entre ellos, Juan Marinello Vidaurreta. El Partido Comunista, en cualquier país y circunstancia, siempre justifica teóricamente sus actos. Diciendo que las condiciones objetivas para la acción de masas se dan o no se dan, según aquello del materialismo dialéctico. Abajo se verá cómo este método «científico», les llevó al desastre en la Grecia de la postguerra.
Y el grupo armado del Che se convirtió en un conjunto de «insurrectos errantes». Mao Zedong decía que eso era lo peor que le podía pasar a los irregulares revolucionarios en armas. Que necesitan establecerse en una zona más o menos aislada y protegida con cierta seguridad. Y que no pueden estar cambiando indefinidamente de refugio, agotándose infructuosa y rápidamente. Necesitan de las «bases» para poder extender su doctrina entre las masas populares, siempre con un cierto grado de coacción militar. Aunque sólo sea por su presencia armada activa. Y para poder conseguir de aquéllas apoyo logístico, refugio, información, ayuda personal y reclutas.
A su vez, las bases guerrilleras, sedentarias y casi fijas, se convierten en uno de los escasos objetivos militares «duros» que ofrecen los rebeldes a las fuerzas militares que los combaten. La destrucción de las bases guerrilleras del Partido comunista al norte de Grecia por los ejércitos griego y británico en 1949, supuso el final de una larga (desde 1946), dura y difícil insurrección armada en Grecia. Situadas en torno a las ciudades de Vitsi y Grammos, en la zona del triángulo de la frontera con Albania y Yugoslavia, por donde recibían los suministros y reclutas indispensables, se convirtieron simultáneamente en vitales y muy vulnerables para los comunistas. La insurrección quiso aprovechar la «fuerza social» de la «creciente» democrática antinazi.
Oportunidad, extensión y calidad de su doctrina militar asimétrica irregular.
A primeros de enero de 1959, en una consideración y síntesis del proceso guerrillero cubano, un Fidel Castro entusiasmado, definía categórico: «Sin entrenamiento, sin tácticas de guerra, logramos vencer a aquel Ejército…» «Ningún ejército profesional (de América) tendría fuerzas para contrarrestar las actividades de guerrilleros revolucionarios». «En cualquier otro escenario (geográfico), en las mismas condiciones políticas que las nuestras, las guerrillas son invencibles».
Con esto estableció las bases ideológico operativas de las guerrillas hispanoamericanas. Guevara desarrolló luego en «La Guerra de Guerrillas» esta tenue «teoría» militar irregular. La centró en dos sencillos postulados. Que él pretendía que la guerrilla cubana había demostrado absolutamente (irrefutablemente y sin desviación o diferencia). «Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército» En realidad, esto ha ocurrido en otras ocasiones a lo largo de la Historia. «No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución. El foco insurrecto puede crearlas y desarrollarlas». Su trágico final en Bolivia le daría la medida del carácter «relativo, local, específico y condicionado» de su principal «hallazgo».
Guevara dedicó gran parte de las cuarenta mil palabras de ese libro, al estudio de los hombres que formaban las guerrillas y a dar consejos sobre la vida en el monte. Pero la obra es muy poco extensa en el estudio de las tácticas y estrategias guerrilleras. Más abajo verán Uds. las razones. En cuanto a la importancia, extensión y calidad sus «propuestas» técnicas, sólo tenemos que observar cualquier foto, incluso de hace algunas décadas, de rebeldes armados en algún país inquieto del mundo. Suelen estar sucios, desaliñados y sonrientes, en proporción inversa a su disciplina y conocimientos militares. Y todos portan generalmente un fusil de asalto y un lanzacohetes antitanque. Que suelen ser un AK-47 y un RPG-2 o RPG-7, ambos de diseño soviético. Guevara habla de un «lanzagranadas» ideado por las guerrillas cubanas. Su propulsor es un cartucho de caza, sin perdigones, al que se ajusta una varilla de madera. En su extremo libre lleva una pequeña lata con pólvora y metralla, provista de una mecha de tiempo. Se dispara con una escopeta recortada. Las armas de los «barbudos» cubanos eran Springfields modelo 1903 cal. 3006, algunas carabinas M-1 estadounidenses y San Cristóbal dominicanas calibre .30 corto, algunas ametralladoras Thompson modelo 1928 calibre .45 y algunos Garand calibre .3006 semiautomáticos. Un examen superficial del Field Manual Improvised Ammunition Devices estadounidense, nos dará abundantes y mejores ideas para usar en un medio rebelde «asimétrico» poco desarrollado, hostil y sin logística de apoyo.
Los hechos de los que Guevara sacó sus conclusiones: El desarrollo de la insurrección contra la usurpación del Poder político por Batista, con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
En la lucha violenta contra Batista, hubo dos manifestaciones radicalmente diferentes en su concepción, técnicas, tácticas y estrategias: la guerrilla rural y los comandos urbanos de «acción y sabotaje» del «26 de julio». Allá en la Sierra, Fidel, con una guerrilla militarmente insignificante, se convirtió desde 1957 en el símbolo permanente de la resistencia contra Batista. Manteniéndose en su poco accesible «base de convocatoria», con un magnetismo único, fue orientando a la opinión pública cubana hacia su opción política y, en esos momentos, amorfa ideológicamente.
Los grupos urbanos presentaron contra el régimen una batalla discontinua, oportuna y peligrosa, empleando 3 técnicas diferentes: atentados, sabotajes y bombas. El precio a pagar por estas operaciones era alto. Se luchó en inferioridad de fuerzas, dentro de poblaciones totalmente dominadas por los hombres de Batista, que no perdieron su aplastante control hasta el mismo 1 de enero de 1959. Y si la Policía no fue capaz siempre de hacer una eficaz tarea preventiva, sí siguió la estrategia de no dejar sin respuesta ningún revés. Y no se andaba con miramientos a la hora de seleccionar y aplicar la represión. Veamos un ejemplo de cada una.
El lunes 23 de diciembre de 1957 fue «ejecutado» por un comando del «26 de julio» el coronel Fermín Cowley, jefe del distrito militar de Holguín, en una ferretería de la ciudad, al norte de la provincia de Oriente. Era responsable directo de la masacre de los expedicionarios del «Corinthia» y de una sangrienta represión contra miembros urbanos del Movimiento, llevada a cabo en las Navidades anteriores, a raíz de la invasión fidelista desde Méjico en el «Granma».
El martes 28 de mayo de ese año tuvo lugar la destrucción de un importante nudo de conducción de energía eléctrica, en la céntrica calle Suárez de La Habana. Con lo que, extensas zonas de la capital estuvieron sin luz hasta 3 días.
Todas las noches, a las 21 horas, en la fortaleza de La Cabaña, se disparaba un cañonazo de salva, para indicar a los habaneros una hora exacta y facilitar el ajuste de los relojes. Era una útil costumbre, conservada desde la época colonial. A lo largo de 1957 y 1958 era frecuente oír 5, 10 «cañonazos de las nueve», en el período que va desde las nueve menos cinco a las nueve y cinco, en el que todos estaban más o menos pendientes de la señal horaria. Siempre se procuró que esos «petardos» no causaran daños personales.
El intento revolucionario del «26 de Julio» urbano y democrático: la fallida huelga general de abril de 1958.
Los coordinadores de la huelga general revolucionaria fueron Faustino Pérez, delegado nacional del Movimiento «26 de Julio» y Manuel Ray, jefe de la Resistencia Cívica. La organización de la misma quedó a cargo de los comités de huelga, integrados jerárquicamente desde el nivel local al nacional. Estaban constituidos por miembros de las 2 organizaciones citadas, más un representante de los trabajadores, miembro del Frente Obrero Nacional (FON) fidelista. La realización de la huelga quedó a cargo de los grupos de «acción y sabotaje» del «26 de Julio». Las instrucciones a la población, transmitidas en proclamas, octavillas y emisiones radiofónicas, demandaban una participación activa, incluso violenta, del pueblo en la huelga.
(continuará)