La Guerra de Afganistán, Hoy

La ministra Chacón suele centrar sus argumentaciones para solicitar al Congreso su autorización para incrementar el contingente español en la ISAF, en que “a más hombres, más rápidamente acabarían sus tareas y su compromiso en Afganistán y más pronto regresarían todos”. Si se tratase simplemente de realizar múltiples tareas civiles y educativas, en localizaciones diferentes, es posible. Y con tal de que la Tabla de Tareas, ordenando los trabajos y midiendo sus tiempos, no impidiese los trabajos en paralelo, ni apretujara a los hombres, neutralizando sus esfuerzos. Pero se trata de realizar una parte de las labores cívicas económicas necesarias en una guerra contra una insurrección armada, creciente, desparramada y decidida. Y los hitos en el tiempo de la insurrección los marcan los avances en las labores militares, a cargo de otros ejércitos en presencia más comprometidos con ellas.

Introducción.

Para efectuar una campaña eficaz contra los rebeldes irregulares en Afganistán, es necesario establecer: la estrategia política, incluyendo alianzas nacionales y extranjeras firmes y estables; la estrategia militar, incluyendo los medios a su disposición y quiénes y cuándo los aportarán y mantendrán; y las prioridades y marcos de acción de los esfuerzos cívicos y bélicos de la guerra irregular.

¿Se busca la derrota total y efectiva de los talibanes? ¿Están de acuerdo el presidente Karsai y los otros miembros y apoyos del gobierno afgano? ¿O prefieren algunos un acercamiento a los grupos más moderados de los talibanes? Que realmente son los que ven en el diálogo una forma de avanzar en sus planes últimos. La ideología islámica radical imprime carácter. Es muy dudoso que, quienes la tienen por su misión y razón de ser y, además, estén ganando posiciones, influencia y adeptos civiles, deseen negociar sinceramente, algo que no sea el cómo y el cuándo de la rendición enemiga y la marcha de su país de los militares extranjeros invasores infieles. Por último, ¿ha servido la Jirga o asamblea de notables afganos convocada en mayo por el recientemente reelegido Karsai, para un acercamiento nacional?

La actuación de los ejércitos regulares en presencia.

Las unidades tácticas de los ejércitos aliados (la ISAF y los EE.UU.) en Afganistán son los batallones y regimientos. Con las fuerzas de un batallón intentan barrer una zona supuestamente insurrecta siguiendo un sentido y dirección, en cuyo límite opuesto han desplegado un cerrojo. Con un regimiento suelen intentar ya una operación de cerco y aniquilación en una zona enemiga dada, separada de lugares y aldeas civiles. No parece que esto sea suficiente ni eficaz. La prueba es que cada vez más, la insurgencia se pasea por donde quiere. Y los soldados occidentales se protegen en sus acuartelamientos. O patrullan reiteradamente, sin eficacia contra guerrillera, por ciertos lugares acotados, dicen que para evitar bajas civiles. Tienen los guerrilleros montañeses unas armas naturales de las que carecen los soldados europeos actuales: la motivación, la paciencia, la calma, la agudeza de los sentidos, la resistencia física, la autosuficiencia y la sobriedad.

Por su parte, al ejército afgano le falta instrucción, experiencia, espíritu de cuerpo e interés combativo. Pero es nativo, no ocupante, y no parte de cero. Y con la habilidad y profesionalidad de sus mandos y asesores extranjeros, puede adelantar etapas rápidamente. El coste a pagar mientras tanto es el tiempo, prolongado en una lucha interna dolorosa, sangrienta y costosa.

Los talibán o talibanes.

Los talibanes y al-Qaida forman dos movimientos organizados verticalmente y desde abajo a arriba. La cercanía ideológica y geográfica les permite colaborar tácticamente. Su estructura hace que sus células no sepan exactamente cuáles son los jefes superiores. Sólo saben dónde tienen que ir para recibir apoyo o para enviar o recibir información o para comunicarse con otra célula “pareja”. Las direcciones de estos movimientos actúan por excepción, no por presencia o por acción deliberada. Esto les permite operar bastante bien sin la intervención de sus altos mandos. La muerte de algunos altos jefes en un bombardeo estadounidense, afectaría poco a su efectividad, a sus niveles actuales de actuación militar irregular.

Los insurrectos, por la fuerza y por su popularidad, en una mezcla variable y siniestra, son capaces de mezclarse y diluirse con la población civil pashtún y esconderse seguros en casas, zulos, cuevas, etc. Aunque una parte de la población esté a su lado, la coacción ejercida por insurrectos armados existe siempre. Si el ejército afgano es capaz de proteger permanentemente un barrio o población de los ataques o de la presencia de los hostiles irregulares, puede también ir progresivamente exigiendo la lealtad nacional debida a sus habitantes. Lo que es inadmisible es que se someta intermitentemente a la presión militar de uno y otro bando a las poblaciones civiles locales, exigiéndoles una lealtad que no les ofrece seguridad.

Los pueblos montañeses pashtunes son numerosos, pequeños y diseminados por las amplias zonas a ambos lados de la frontera entre Afganistán y Pakistán. En ellos se pueden camuflar un pequeño grupo de talibanes “regulares”, a la espera de que pase de largo una creciente militar. Aparte, los talibanes gozan de un sistema complicado de cuevas naturales en varios niveles, reforzado por túneles de comunicación, dotados de zonas ampliadas para la espera y el almacenaje de bienes de todas clases. Este sistema es utilizado para facilitar el tránsito entre Afganistán y Pakistán, sin tener que utilizar los pasos fronterizos o desfiladeros más habituales y conocidos, como “etapas” del trayecto completo. Y como refugio temporal cuando los aliados llevan a cabo operaciones de búsqueda de rebeldes o de represalia, sobre las zonas pashtunes donde han sido más activos. Los talibanes son de la etnia pashtún. Sólo los distinguen de las tribus locales, su mayor fervor y proselitismo religioso y su actual actividad militar. Parte de los lugareños con los que se encuentran los soldados en sus patrullas y registros, son talibanes “a tiempo parcial” y simpatizantes. Dos o tres hombres de un grupo de nativos que transitan por un camino rural, pueden ser una escuadra de talibanes moviéndose de un lado a otro. Su logística es tan parca, que es frecuente, en zonas muy batidas por los soldados, que los guerrilleros transiten desarmados. Y que sean armados de nuevo por los grupos locales a los que acceden, tras su viaje. Los talibanes no dejan fácilmente una “huella operativa” detectable por los sensores y artilugios electrónicos modernos.

La clave operativa de los talibanes reside en sus innumerables jefecillos locales, con sus pequeñas bandas de guerrilleros. Ellos son los responsables de intimidar, aleccionar, asustar, atacar y ocupar más o menos temporalmente algunos de los numerosos poblados y caseríos. Según el grado de presión que deban ejercer sobre los lugareños para que les informen, les escondan y les ayuden. Evidentemente su elemental grado de desarrollo operativo mantiene al movimiento en la defensiva estratégica. Sin poder disputar a ninguno de los ejércitos presentes en esas áreas ningún territorio o pueblo. Sin poder realizar otras acciones más allá de las emboscadas, los ataques a pequeñas unidades enemigas aisladas, el hostigamiento por el fuego a media distancia, el secuestro, incursiones aisladas de corta duración y el minado de caminos y veredas. Concentrados ideológicamente en la conversión a su movimiento, a sus células semi nómadas, de los pashtunes más afines o cercanos. En un grado mucho menor y menos extenso, actúan las células de al-Qaida en Afganistán.

La propaganda constituye un objetivo estratégico básico de los insurrectos, con el que colaboran entusiasmados los medios y las agencias occidentales. Cualquier ataque rebelde con éxito es inmediatamente retransmitido al mundo. Esto debilitará siempre la voluntad de permanencia de los EE.UU. y sus aliados. Sus “grunts”, llamados por sus casas, quieren regresar, para gozar del consumo variado y superfluo y las vacaciones exóticas.

Los insurgentes saben que la lucha no acabará simplemente porque las fuerzas de los aliados se retiren. Esto hace que algunos grupos de este mosaico variopinto, preocupados por las consecuencias graves e imprevisibles de que se instaure luego un caos social, puedan ser atraídos a dejar las armas con arreglos políticos y civiles. Por otro lado hay que explicar y convencer al pueblo que la mejor forma para que cese la presencia militar extranjera, es la desaparición de la rebelión talibán. Las mejoras continuas en comercio, servicios, suministro de energías están teniendo efectos positivos y deben ser expuestas enfáticamente por la administración nacional. Recíprocamente, su destrucción o sabotaje por los rebeldes debe ser siempre capitalizado en su contra por los medios y agentes del estado afgano.

La lucha contra la insurgencia irregular en Afganistán.

Las guerras contra los irregulares armados son por naturaleza largas, dolorosas y difíciles. El carácter prolongado, por el lado rebelde, se origina de la necesidad de que una fuerza “popular”, partiendo casi de la nada, se desarrolle y se extienda y llegue a derrotar moral o militarmente a un ejército regular propio o de ocupación. A su vez, el carácter prolongado por el bando oficial y regular se debe a que una rebelión más o menos popular y extensa, delata una importante fractura en la estructura y en la convivencia de la sociedad que las sufre. Y su reparación y recuperación son largas y costosas. Las dificultades y los crueles males surgen por el elevado componente civil que participa en ellas. Son guerras localizadas en el patio de casa, en la retaguardia propia u ocupada. Aquí no hay frentes a establecer y retaguardias operativas acogedoras, protectoras y abastecedoras. Lo que hay son grupos de enemigos, de apoyo logístico y de información de éstos y de simpatizantes de ellos, integrados según el distinto coraje personal de sus miembros, y todos ellos extendidos y asentados por un territorio sin límites ni retaguardias clásicas.

Los aspectos operativos de la guerra afgana contra los rebeldes irregulares deben centrarse en la lucha por la movilidad y la iniciativa. Para conseguir fuerzas suficientes y mantener la iniciativa, los ejércitos aliados y afgano deben concentrarse en la defensa de sus objetivos estratégicos y de sus comunicaciones. La defensa de poblaciones menores, especialmente fuera de las zonas pashtunes, debe recaer en unidades locales de auto defensa y de policía, apoyadas por unidades militares móviles, que patrullen por todo un sector amenazado.

Las fuerzas contrainsurgentes tienen varias misiones que cumplir simultáneamente. Deben defender sus bases, cuarteles y reductos. Y no simplemente limitarse a las labores de guarnición y espera. Que son de las tareas que más erosionan y carcomen la iniciativa, la disposición combativa y la motivación de las fuerzas regulares en este tipo de lucha. Deben perseguir sistemática y continuamente a las bandas, especialmente sus bases y unidades mayores o concentraciones de bandas. El fuego aéreo no es más que una parte del plan de fuegos de apoyo de las operaciones de ataque, hostigamiento y cerco y aniquilación de las fuerzas terrestres regulares y especiales. Deben defender las instalaciones vitales para el esfuerzo contrainsurgente, especialmente sus comunicaciones terrestres. No es necesario aferrarse a nudos de comunicaciones, puentes, túneles y a los Km. de vías, sino protegerlos activamente. Deben ganar progresiva y firmemente el apoyo de la población afgana. Unido a este acercamiento, están las verdaderas “bases” regulares (no son las grandonas, “seguras” y aislantes), cercanas o insertadas en los pueblos y aldeas. Como posiciones seguras que protegen a los civiles y trabajan con y para ellos. Y desde las que se expande y asegura el territorio afgano arrebatado a la influencia de los rebeldes armados.

Veamos sucintamente la posible distribución de las bases militares en función de la actividad enemiga. En las zonas más favorables a los talibanes, los puestos militares deben ser sólidos y resistentes, pocos y con mayor guarnición. En estas áreas deben predominar la exploración de las bandas y las mayores operaciones ofensivas contra ellos, sobre sus bases, concentraciones, refugios y pasos.

En las zonas donde los rebeldes intentan asentarse, progresar y llegar a dominar a los civiles, partiendo de las zonas pashtunes del este y del sureste de Afganistán, los puestos serán más numerosos y con menos tropas. Éstas son las zonas más lábiles, de guerra más irregular, de encuentros (la emboscada lo es) más frecuentes. Aquí se decide, primero, el avance y el progreso y, finalmente, el triunfo de uno de los dos contendientes. Las comunicaciones enemigas y los núcleos rebeldes en estas áreas son los objetivos operativos de las fuerzas leales, junto con la defensa de las poblaciones. Apoyándose, en parte, en fuerzas de autodefensa locales, reforzadas por patrullas militares muy móviles, incluso helitransportadas. Asegurada la defensa de un área en estas zonas, es posible exigir lealtad a la población protegida, y comenzar las labores de apoyo económico y de rearme cívico nacionales.

En las áreas más leales o neutrales y pacíficas es necesario ensayar las técnicas y los métodos de acercamiento sincero y efectivo a la población afgana. Las fuerzas nativas de autodefensa, apoyadas por patrullas militares móviles, a cargo de una zona manejable, deben soportar aquí el peso de mantener su propia seguridad. En esta zona pueden localizarse las reservas helitransportadas y mecanizadas suficientes, para ser enviadas en operaciones de apoyo o de ataque a las otras 2 clases de zonas operativas. También las brigadas de apoyo económico y de rearme cívico, pueden tener aquí sus almacenes y barracones centrales.

(CONTINUARÁ)

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