Es curioso que la guerra de Libia se esté desarrollando como una guerra de movimientos, al borde del océano de arena del Sahara. Hace casi 70 años, la guerra del desierto entre el Eje y los británicos también se desarrolló así. Decían que ésta era igual a la guerra naval. Con maniobras amplias, calculando y buscando el punto débil del enemigo en la inmensidad de la mar. Como a principios de los años 40, en la guerra de Libia se están dando también sucesivos movimientos de avance y de retroceso, del flujo y reflujo de las ganancias y las pérdidas de los contendiente. Otra coincidencia es que la guerra de Libia se produce en un teatro secundario para los estadounidenses (no cederían el mando de operaciones si no lo fuera) y la OTAN. Como lo fue la guerra del desierto para ambos rivales.
Ésta comenzó en junio de 1940, pero porque había soldados allí. Un ejército británico, con indios y australianos, protegía el canal de Suez en Egipto. Un ejército italiano ocupaba sus colonias de Libia, la Cirenaica y Tripolitania. Los italianos penetraron unos 100 Km. en Egipto. Pero se detuvieron y se fortificaron en Sidi Barani. Sus líneas de abastecimiento estaban al límite. En diciembre de 1940, el general O’ Connor contraatacó. En 2 días recuperó Sidi Barani y capturó a 38 mil italianos. Y continuó avanzando hacia el oeste. El 22 de enero ocupó Tobruk. Desde aquí lanzó una audaz ofensiva contra la retaguardia italiana, que también tensaría sus abastecimientos. La 6ª división de infantería australiana realizó la persecución frontal del enemigo a lo largo de la carretera costera a Bengasi. La 7ª división blindada británica lanzó una maniobra desbordante, cruzando el desierto para llegar primero Beda Fomm, a unos 90 Km. al sur de Bengasi,. Aquí su infantería estableció una fuerte posición de cerrojo, protegida en su flanco derecho por sus tanques. Los intentos italianos de ruptura hacia Sirte fueron puntuales y descoordinados. Rodeado, vapuleado y desmoralizado, el 10º ejército italiano se rindió. En apenas 2 meses, el 13º cuerpo de ejército mixto de O’Connor hizo 130 mil prisioneros y capturó cerca de 400 tanques, a cambio de la pérdida de unos 500 hombres.
El camino hasta Trípoli estaba abierto y el montaje italiano en el norte de África, quebrantado. Si los británicos hubiesen seguido atacando en esa primera mitad de 1941, habrían eliminado al Eje de África del Norte. Pero la decisión de enviar ayuda a Grecia, pospuso definitivamente cualquier idea al respecto. Libia era un teatro secundario para los aliados. Como lo fue siempre para el Führer Adolfo. Luego llegó el Afrika Korps, al mando del general Rommel, nombrado mariscal tras su toma temporal de Tobruk. Y casi recuperó, también de golpe, todo lo perdido por sus aliados, excepto el puerto de Tobruk. Porque a los altos mandos británicos del 8º ejercito se los habían llevado a otros destinos más importantes. Y continuaron los avances y retrocesos de ambos ejércitos por la Libia extensa, vacía y desértica.
Los Apoyos y las Fuerzas de Gaddafi.
Los comités de defensa de la Jamahariya, llamados los “Lejan Thorria”, son grupos locales de seguidores cualificados del movimiento musulmán populista de Gaddafi, antes citado. Conforman una especie de brazo semiarmado de su régimen, destinado a vigilar directamente a la población. Y son la base de la débil estructura política de Libia.
Libia no es una nación cohesionada y fraguada. La pueblan tribus del desierto, que, cuando se les mengue el petróleo, volverán a sus caravanas y jaimas. La Jamahariya es un movimiento social, religioso y militante. Las tribus de la zona de Sirte, algunas tribus libias nómadas, los tuaregs de Níger y Mali y las tribus negroides nómadas musulmanas, de la región fronteriza con El Chad, anexionada en 1975 a Libia, constituyen el entramado social de los partidarios de Gaddafi. Que siempre se vieron privilegiados y recompensados por el déspota libio.
El Ejército libio de unos 45 mil hombres estaba formado por una gran masa de tiradores o infantes, poco entrenados y motivados, de los que el tirano no se fiaba. Y hacía bien. Porque el grupo de militares desertores que dirigen a los grupos de milicianos, procede de la infantería. En él destacaban parte de las unidades de élite, incluidas las técnicas, que le daban armazón coherencia y capacidad de lucha.
El conglomerado armado, mimado e incondicional al dictador está centrado en la brigada motorizada 32, cuyo comisario político es Khamis o Jamis, el hijo de 28 años de Gaddafi, que estudiaba un máster en el Instituto de Empresa en Madrid. Un grupo de aquél lo forma la antigua Legión Árabe (años 70 y 80 del pasado siglo), hoy llamada Legión Islámica, que incorpora, en una base de soldados libios de élite, a numerosos “voluntarios” islámicos árabes y negros subsaharianos. Aquí se encuadrarían los llamados “mercenarios” de Gaddafi. De las “compañías” de la Legión forman parte los “francotiradores extranjeros”, que se les aparecen a los rebeldes como setas por su territorio. El otro núcleo del conglomerado militar lo forman las unidades técnicas destacadas del corto ejército libio, singularmente de tanques, de artillería y de aviación.
La policía civil libia forma un cuerpo policial y represor de carácter regional, con armamento personal y ligero, en manos de los gobernadores provinciales.
Las Fuerzas Rebeldes. No hay Cifras, ni vemos Movimientos de tropas. Salvo los Paseos de sus Pick Ups armados, a veces por unas Monedas.
El portavoz militar rebelde, coronel Ahmad Omar Bany, aseguró en una rueda de prensa a fines de marzo, que en Misrata o Misurata (según la fuente o el corresponsal, que a veces pone ambos nombres en la misma crónica, por si acaso) los rebeldes habían destruido 2 compañías de tanques. Lo cual es, al menos, dudoso. Por la protección de infantería con la que cuentan aquéllos y lo improbable de una incursión profunda en la ciudad, de más de un batallón de tanques en solitario. Los rebeldes, sin la algarada bravucona y calenturienta de Gaddafi, también elevan sus resultados parciales y dispersos, de cara a su retaguardia y a sus aliados aéreos. El reconocimiento del Comité Nacional rebelde, con 13 o 14 departamentos, por las potencias de la Coalición, es una condición necesaria y casi suficiente para obtener su ayuda en forma de abastecimientos militares y de préstamos blandos. E, incluso, para facilitar el envío de alguna unidad unidad militar terrestre africana o musulmana en apoyo al nuevo estado; por ejemplo, “voluntarios por la democracia” egipcios.
El sábado 26 de marzo, los rebeldes tomaron Ajdabyah y Brega. Y alcanzaron Raf Lanuf en la madrugada del 27. Su contraataque recorrió 200 Km. desde Bengasi. Si consiguieron avanzar tanto, fue porque no fueron emboscados ni encontraron resistencias enemigas. Según otro portavoz del Consejo Nacional, Shamsiddin Abdulmolah, el enemigo se retiraba a Raf Lanuf. En el último intento de continuar desde aquí hasta Bin Yawad, unos Km. al oeste, la caravana de milicianos fue emboscada y atacada con fuego de cohetes antitanques. Los primeros vehículos fueron volados y el resto retrocedió hasta la base de partida de Raf Lanuf.
Las comunicaciones en ambos sentidos de la línea de mando son precarias o inexistentes. Los grupos rebeldes actúan por intuición y astucia natural, con un mínimo de entrenamiento en las técnicas de armamento y tiro. Su formación es del orden de las 2 semanas, con charlas políticas en los ratos de ocio. Y no la reciben en tácticas o maniobras elaboradas. No existe una línea de mando única y firme, una vez que se desciende desde la autoridad del Consejo Nacional interino y desde los coroneles que dependen de él, al mando de las milicias. Su artillería pesada está compuesta por cañones sin retroceso de 105 mm., lanzadores de cohetes reactivos y el fuego de algunos tanques capturados, destinados a luchar como artillería.
El ex ministro del Interior de Gaddafi, uno de los primeros gobernantes y diplomáticos libios en abandonar su régimen, nombrado ya general, Abdelfatah Yunes, es ahora el jefe del Estado Mayor del nuevo Ejército Nacional libio. Aglutinando e incorporando a parte de los milicianos actuales y a los militares, generalmente infantes, que desertaron en los primeros momentos, tiene una gran tarea por delante. Para conseguir equipar, motivar, enseñar y entrenar al futuro Ejército de la Libertad, partiendo de cero.
La Operatividad del Ejército Libio.
Gaddafi tiene desplegadas sus fuerzas por diversas ciudades o puntos fuertes de su defensa estática sin cesión de terreno, situados en el centro y el oeste del país. Ello le resta numerosas unidades para las maniobras más productivas y arriesgadas: la de atacar las ciudades rebeldes, arrollando sus avanzadas de combate, situadas a decenas de Km. de sus bases, con la amenaza de los aviones de la Coalición de dejarlas aisladas e inermes. Aquéllos no sólo establecen un espacio aéreo sin aviones de la Jamahariya. Sino que, excediendo el mandato de la ONU, atacan sus tanques, sus lanzacohetes reactivos y sus baterías y las pequeñas columnas de camiones de transporte de tropas o de suministro.
Las unidades militares de Gaddafi actúan por compañías (+) a cargo de un “comandante”. Son “grupos de combate” ad hoc, que se forman de acuerdo con las misiones encomendadas, con fuerzas cedidas temporalmente por sus batallones y brigadas. Su técnica principal es el empleo del fuego directo pesado de apoyo de uno o dos carros o de una batería, para asustar y ahuyentar a los milicianos. Los 5 “batallones” o grupos de artillería se dispersan por baterías en las columnas de marcha y en posiciones fortificadas en las ciudades ocupadas. La artillería reactiva, destinada a convertir un blanco de superficie en zona de destrucción, carece de sentido en esta guerra de moscas y moscones. Salvo que se destine a arrasar un barrio “enemigo”.
El campo de batalla libio está especialmente “vacío”. Ambos enemigos pululan en “grupos de combate” por su inmensidad, abrazándose a las llanuras costeras. Aquí están las vías más firmes, que brindan rapidez, seguridad, consistencia y abastecimiento a los movimientos. Esto facilita el ocultamiento de las maniobras de pequeñas unidades y el desempeñarse en el combate a voluntad. Las incursiones más o menos profundas e imprevistas sobre el enemigo son posibles, si se cuenta con una cierta organización y una mínima logística. Tienen objetivos limitados: como son el expolio de un barrio enemigo; su desmoralización y la de su soporte popular; arrasar u hostigar una base o posición o un arsenal; reforzar con hombres y armas una posición propia aislada, etc.
Las unidades de exploración funcionan mejor en el ejército. Son realmente vanguardias con capacidad de combate, para levantar y alejar a los rebeldes de sus controles improvisados y mal guarnecidos, situados en la extensa zona de seguridad que rodea a las ciudades alzadas. Se mueven usando generalmente vehículos ligeros, tipo pickups, y pueden montar algún cañón sin retroceso.
Una táctica usada por los hombres de Gaddafi son las emboscadas. A su empleo se prestan la bisoñez y el entusiasmo de los milicianos y la vaciedad del teatro de operaciones. Así, utilizan mucho para ello grupos de tiradores libres, tipo escuadra o pelotón, provistos también de lanzacohetes portátiles, que se infiltran en los poblados rebeldes. O que se emboscan, dominando un cruce de carreteras o las entradas y salidas de un poblado. Operan a distancias de no más de 200 ms. y tienen una ametralladora ligera como principal apoyo de fuego tenso de sus hombres. Más de una caravana de pick ups con milicianos llenos de fervor patriótico, ha sido emboscada, destruidos varios de sus vehículos y rechazada en su avance carretera adelante.
Antes del ataque de la Coalición, el ejército de la Jamahariya avanzaba sobre los puestos rebeldes, nunca reforzados o desplegados defensivamente. Tras un golpe de fuego, avanzaban en línea laxa sobre los rebeldes. A veces, otra sección realizaba un movimiento de flanqueo del puesto, más o menos visible. Esto era suficiente para hacer retroceder a los milicianos unos Km. hacia su retaguardia. Hasta que encontraban una aldea o unas dunas, que les brindaban un mínimo de descanso y cobijo.
A la vista del esfuerzo aéreo de la Coalición, dando cobertura aérea a los rebeldes e interdicción a los movimientos de la Jamahariya, el ejército de ésta sigue una técnica de siempre, para anular la potencia “adquirida” enemiga de fuego pesado preciso y suficiente. Simplemente, pegarse a las posiciones urbanas de aquéllos. Y utilizar las viviendas, sin desplazar a sus moradores, para protegerse, detenerse, reagruparse, abastecerse y avanzar, cruzando las paredes y los patios interiores. Hasta alcanzar las posiciones rebeldes principales, en edificios singulares (gubernamentales, mezquitas), avenidas, cruces de calles y plazas. En su despliegue y avance van cubiertos en todas direcciones por los tiradores libres. Que, con sus disparos repetidos y más precisos, turban y suelen levantan a los milicianos novatos de sus sucesivas posiciones de defensa en aquéllos puntos fuertes. El avance dentro de una población es lento, espasmódico, con retrocesos y ofreciendo flancos expuestos no aprovechados por el enemigo. El ejército no tiene suficientes hombres para enviar un batallón de infantería reforzado con sus apoyos de fuego directo e indirecto, ingenieros, seguridad y servicios varios, para seguir en fuerza 3 o 4 líneas de avance a lo largo de un sector amplio de calles.
Previsiones del Desenlace.
La base social de Gaddafi es limitada y menguante, salvo que la guerra dé un giro de 180º. La base social de los rebeldes es extensa por todo el país y creciente. Éstos están unidos por razones de política social. Y están separados por diferencias de etnias y tribus y aún regionales, del este y el oeste de Libia. Hace décadas que se habla de las diferencias existentes entre la Cirenaica y la Tripolitania. Por razones de parentescos, intereses y territorios lejanos entre sí. Sin un Estado central fuerte y unificador, que Gaddafi nunca se ocupó de crear, la unidad nacional es difícil. Y más cuando los derechos de todos empiecen a exigirse.
Gaddafi era un Mahdi, un elegido por Allah. Por eso se quejaba, en sus primeras apariciones en las televisiones, que él no podía renunciar a nada, que él no era un presidente o un jefe de gobierno. Su meta vital era llevar a término un movimiento de unidad panárabe. La Jamahariya fue su partida. Su problema, que sólo contó en estos 40 años con 3 o 4 millones de libios. Era una nación muy pequeña entre 340 millones de árabes. La paz ganó mucho con esta deficiencia demográfica suya. Porque los elegidos imponen, exigen y oprimen, en aras de sus ideas fijas, casi siempre en sus apariciones en la Historia.
El compromiso de la Coalición, ya la OTAN, es irreversible y suficiente, si mantienen la interdicción terrestre a los movimientos de las fuerzas de Gaddafi. La toma por los rebeldes de las ciudades refugios de Gaddafi será difícil y costosa. Porque una de las formas de lucha más exigentes con los infantes es la lucha en los poblados, ante un enemigo bien armado, acorralado y mejor entrenado. Las fuerzas milicianas son novatas y sin armamento pesado. Y no se trata de facilitárselo, sino que su manejo exige una especialización profesional que exige un tiempo de formación que no tienen.