LA RETIRADA DE LOS EEUU DE IRAK

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Una estratégica Marcha retrógrada hacia la Victoria final

El jueves 15 de diciembre de 2011 tuvo lugar en Bagdad la ceremonia de arriada y recogida de una bandera de los EEUU (símbolo de la Nación, una e indivisible, en el respeto a la Ley y a los derechos de todos los ciudadanos). Con ello se cerraban los fastos de la marcha oficial de las fuerzas militares de ese país en Irak. Tras cerca de 9 años de presencia allí, que costaron la muerte de más de 4800 militares aliados (casi 4500 estadounidenses), los EEUU dejan un Irak algo mejor de como lo encontraron. Pero también puede decirse que no dejan ninguna impronta, marchamo o huella permanentes en ese país. Que marcase o modelase la identidad sociocultural de Irak y que justificase tanta sangre (añadir unos 120 mil iraquíes muertos) y tanto tiempo y esfuerzo económico empeñado (estimado en más de un billón -un millar de millardos- de dólares).

Antecedentes sociales y militares de la guerra asimétrica de Irak.

Durante casi 400 años de dominio turco, el hoy Irak constituyó una de las regiones más atrasadas del Imperio. Estaba formado por tres provincias otomanas, centradas en torno a los centros administrativos y comerciales de Mosúl, Bagdad y Basora. Por el tratado de Sykes-Picot de 1916, ratificado por Churchill en El Cairo en 1922, se concedía a Francia la posesión de El Líbano y Siria, mientras que los británicos obtenían el control sobre Palestina e Irak. Ya en 1919, Arnold Wilson, el administrador civil británico en Bagdad, declaraba quela unión de las citadas ex-provincias turcas para formar una nación, era una receta para el desastre, porque implicaba que se obligaría a tres grupos étnico-religiosos muy distintos a trabajar juntos, siendo bien sabido que se odiaban mutuamente.

Las tensiones semipermanentes entre las tres comunidades se refrenaban y controlaban cuando en Bagdad existía un gobierno central fuerte y respetado. Esto equivale atemibleen lenguaje iraquí. A ello ayudaba la compartimentación geográfica, al estar principalmente localizados, los kurdos en el norte, los sunnitas en el centro del país, con poblaciones en el centro sur, y los chiíes en el centro sur y el sur, con barrios en Bagdad. La falta de una infraestructura viaria y la ausencia de grandes intereses comerciales, consecuencia del subdesarrollo económico, que impulsasen los trasvases de la población rural, colaboraba a mantener firmes los límites demográficos de las distintas tribus en los espacios antes citados.

Quizás a alguno le parezca excesivo pormenorizar ahora en las entrañas del régimen de Saddam. Pero tan pronto como el martes 20 de diciembre, cuando el polvo de la columna estadounidense en retirada a Kuwait aún no había terminado de posarse, ya las estructuras de poder de Irak se conmocionaban. En efecto, algunos de los conmilitones del primer ministro chií Nuri al-Maliki le acusaban ya depretender instaurar una dictadura en el mejor estilo de Sadam Hussein al-Tikriti. Y la violencia sectaria ha vuelto a salpimentar las ciudades de Irak, con una población no debidamente embridada o motivada por el gobierno central chií.

Saddam cumplió un papel integrador de la Gran Mesopotamia, el Irak moderno, durante casi 24 años, hasta abril de 2003. La lealtad de todos los árabes iraquíes estuvo de su lado durante la guerra con Irán de 1980 a 1988. Pero, a la usanza de casi todos los gobiernos islámicos, Saddam gobernaba como un déspota ilustrado moderno, reprimiendo y neutralizando o eliminando cualquier oposición interna, real o posible. Para pervivir y perdurar había que ser leal. Y esto se acreditaba continua y ampulosamente en los gestos, textos e iconografía empleados en el trato oficial y oficioso. El verdadero valor y sentido de las lealtades y los intereses, siempre relativos y aún oportunistas, de los iraquíes, reside en un complicado entramado de tribus y de clanes regionales y aún locales. Esta estructura social vetusta se aglutinaba y reforzaba en el régimen de Saddam con el clientelismo, la corrupción y el compromiso familiar o del clan, enhebrados por la superestructura socio política del laico y anticomunista partido Baaz.

El gran error político estratégico de Saddam fue intentar resarcirse por su papel auto asumido degendarme sunní del Golfo Pérsico(conteniendo las ansias proselitistas radicales y expansivas del clero chií iraní), incorporando Kuwait a Irak por la fuerza en agosto de 1990. Se le puso en su lugar en la guerra de 1991, ya no se volvió a confiar internacionalmente en él y quedó proscrito. Por último, en abril de 2003 se le derrocó en una segunda guerra, para eliminar las armas de destrucción masiva que presumiblemente tenía. Aunque nadie habló de la capacidad real que podría tener para emplearlas: un arma de ese tipo necesita un vector protegido y de alcance suficiente para llegar a dañar a su objetivo. El no encontrarlas significó un fracaso más de los correspondientes servicios de inteligencia militares y para militares. Como lo es el que no hayan detectado la muerte del camarada Gran Líder Kim Jong-il, ya el sábado 18 de diciembre. Sin duda, un ejemplo palmario del “hombre nuevo” de la izquierdona más retrograda, sectaria, dinástica y antigualla internacional.

En aras de esto se sacrificó su capacidad para mantener unido, sin revueltas y funcionando a Irak. Pero hasta 2007 no encontraron los iraquíes y los estadounidenses una fórmula sustitutiva razonablemente eficaz. Ya que el problema creado con la falta de autoridad en Irak, se enconó y magnificó en una larga y dolorosa guerra de guerrillas multipolarizada, con el aumento del tiempo de ocupación foránea ineficaz.

El desarrollo de la ocupación estadounidense y aliada en Irak.

La guerra de 2003, iniciada el 20 de marzo, fue corta, precisa y muy asimétrica. Era un ejército de masas, fuertemente centralizado, aunque estuviera dotado de material y equipo modernos, el que se enfrentaba a un ejército de tercera generación, altamente tecnificado. Si al menos las divisiones iraquíes de los primeros escalones hubiesen tenido suficiente libertad de acción e iniciativa, habrían puesto en algunos aprietos tácticos a las divisiones estadounidenses de ciertos cuerpos de ejército, en su avance con los flancos expuestos y en columnas laxas. Tras la guerra, ganada el 15 de abril, los EEUU, con más de 250 mil tropas sobre el terreno, no saben qué hacer. Y se convierten bastante bruscamente de “liberadores” en fuerzas infieles de ocupación. Y es en estos primeros 4 años de ocupación, cuando se producen la mayor parte de las bajas de civiles y de combatientes irregulares iraquíes y de los aliados en esta guerra.

Los insurrectos iraquíes llegaron a constituir para primeros de 2007 una miscelánea extraña y no miscible. Que sólo permitía las colaboraciones espasmódicas, principalmente logísticas, entre ellos. Las facciones o grupos presentes eran: a) Grupos de al-Qaida con carácter cuasi autónomo, coordinados entonces por Abu Ayyub al-Masri. b) Baazistas (el partido tenía milicias que Saddam activó militarmente poco antes del ataque) y antiguos miembros leales de su ejército y administración. c) La red de resistencia nacional sunní, llamada “ahl al-thiga”, de la que se conocía muy poco, integrada principalmente por ex-miembros de la administración y del ejército anteriores y contrarios al ex-presidente. Que fueron despedidos con sabiduría excesiva por el estadounidense tecnócrata, metido a político, el cuestionable Paul Bremer. Sin mediar para ello ningún cargo o proceso penal contra los depurados tan abruptamente. A la que se unieron después patriotas y religiosos iraquíes y jóvenes desempleados, todos irritados ante la prolongación de la ocupación y el buen hacer de las fuerzas de la coalición. d) Las milicias socio religiosas locales y regionales de sunníes y chiíes. Una de las más renombradas era el Ejército del Mahdi, con menos de ocho mil hombres armados de muy variada y pobre formación militar, del clérigo chií Muqtad al-Sadr. e) Voluntarios islámicos de varios países, que formaron la principal cantera de los terroristas suicidas voluntarios, generalmente sunníes. f) Grupos locales de jefes de clanes y señores de la guerra, haciendo valer sus derechos político económicos. Por ejemplo, en la primavera del 2004, el gobernador iraquí de al-Qadisiya, más extensa que Extremadura y con unos 800 mil habitantes, donde estaban nuestras bases de Diwaniya, su capital, desertó y formó una banda de unos 40 seguidores, para hacer valer sus derechos. g) Miembros activos de las agencias de inteligencia de, al menos, Siria e Irán. h) También se detectaron bandas de criminales comunes.

A primeros de 2007, el general de 4 estrellas David Petraeus, con su cambio de estrategia político militar, comienza a pacificar el país. Se acerca a los insurrectos sunníes, mencionados en los apartados B, C y D y a sus tribus. Éstas eran ignoradas hasta entonces, por constituirreliquias sociales superadas por la democracia inorgánica, que no las necesitaba. Y los incorpora, en un gran esfuerzo social, a la vida del país. Las bandas de insurrectos son convertidas enmilicias de auto defensatribales regionales, patrocinadas por los EEUU, saltándose la cadena de mando política y militar iraquí. Su misión será principalmente controlar y sofocar en sus áreas demográficas, las acciones de los insurrectos citados en A y E, es decir, al-Qaida y sus recidivas terroristas. Y los sunníes, que habían rehuido siempre su participación en la política nacional, son convencidos de las ventajas de también hacerlo. Es el famosoDespertar Sunní. Y desde 2008, los muertos militares y civiles de la guerra irregular caen en picado y se mantienen controlados durante otros 4 años.

Este giro fundamental le brindó un respiro profundo a Obama. Y le permitiómaquillarsu retirada militar del país ante su opinión pública. La situación social está relativamente tranquila y el poder político queda en manos de un régimen bastante representativo del pueblo. Pero, como dijo el secretario de Defensa Leon Panetta en la ceremonia de retirada en Bagdad,Irak va a ser puesto a prueba (ahora) por el terrorismo y por las dificultades económicas y sociales no resueltas.

El lastre socio político militar de los estadounidenses en la guerra de guerrillas de Irak.

Para ellos, el dinero es una cuestión estratégica secundaria y fácil de dar. Y siempre ha sido así. En la II guerra mundial sufragaron en parte los esfuerzos de guerra de las otras naciones aliadas. En Irak compraron desde 2007 a clanes sunníes, con soldadas y contribuciones a fondo perdido. Para alejarlos de Al-Qaida y de la rebelión promovida por el Partido Baaz y por los funcionarios y militares iraquíes. En Vietnam apuntalaron durante años el régimen del Sur, incapaz de entusiasmar y arrastrar a su pueblo a la defensa firme y comprometida de un régimen libre nacionalista democrático (con todos sus defectos de gestación y parto), sobre el que pesó la incapacidad y la falta de probidad de sus políticos. Pero con dinero se compran voluntades, mientras fluye la liquidez. Pero nunca se adquieren lealtades, ni amistades, ni simpatizantes. Y ahora, el pueblo estadounidense, plagado con la adherente y compleja crisis económica, con la falta de mando político eficaz, con los costes de las guerras contra el terror (se habla de más $1,6 billones gastados hasta ahora en Irak y Afganistán), está cansado de las acciones exteriores y lo refleja continuamente en las encuestas. Como en los viejos tiempos, en otras crisis, un país que es casi un continente, se repliega hacia él mismo.

(CONTINUARÁ)

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