(FINAL)
China penetra en Hispanoamérica.
A algo más del doble de la distancia de China con África, se encuentra el enorme continente de la América Hispana, las Américas del Centro y Sur. China tampoco la descuida, con sus atenciones, viajes de autoridades, fomento del comercio mutuo, asesoramientos, distintas líneas de créditos e inversiones estratégicas. Después de los EEUU, unidos a ella por la geografía, la civilización y relaciones de 2 siglos, China es hoy el segundo socio comercial de Hispanoamérica y su tercer gran inversor nacional. La América Hispana ha sido tradicionalmente una gran exportadora de toda clase de materias primas y semielaboradas y China es una gran fábrica global de multitud de manufacturas de consumo personal e industrial y de bienes de equipo y de tecnologías cada vez más avanzadas y desarrolladas. El interés por las relaciones bilaterales es mutuo y la lejanía geográfica protege al continente y a sus países de cualquier influencia política impuesta o avasalladora.
Así, los intercambios comerciales entre China e Hispanoamérica han pasado de los $12500 millones en el año 2000 a los $260.000 millones del 2013. Por otra parte, las inversiones directas chinas en el continente hispano eran de unos $83000 millones a primeros de 2014. Y pueden seguir creciendo fácilmente, ya que sólo suponían un 13% del total de las inversiones externas de China. El inmenso capital libre de China, producto de los superavits de sus balanzas comerciales con casi todo el mundo, no sólo les sirve para comprar estratégicamente bonos del Tesoro de los EEUU, de los que es su principal tenedor, sosteniendo así las deudas públicas estadounidenses. Sino que también los créditos chinos otorgados a los países hispanos más o menos hostiles a los EEUU (Cuba, Venezuela, Argentina) evitan su estrangulación económico financiera. Pero los convierten en “socios cautivos” de China, gracias a ese “trato especial”” y a la no existencia de temores o fricciones con ellos.
China acumula ya casi cuatro billones de dólares en reservas internacionales, que suponen unas cuatro veces el tamaño de la economía española. Ese “capital libre” chino es en su mayor parte una especie de “flujo de caja libre” (free cash flow), dispuesto para su uso e inversión “en oportunidades y en toda clase de sectores” (consumo, defensa, infraestructuras, créditos, expansión exterior) que decidan el Gobierno y el Partido Comunista chinos. La presencia china en las zonas geopolíticas de antigua “exclusividad e influencia” de los EEUU, les deniega a éstos “espacios de maniobra y de extensión” geoestratégicas. Y obliga a los EEUU a mejorar los términos de atención, calidad y reciprocidad en sus relaciones con Hispanoamérica. Además, estas “aperturas político comerciales de rápida consolidación y con gran vitalidad” promovidas por China, favorecen la aparición y creación de un “espacio geoestratégico multipolar” en el mundo. Que es buscado por China en su estrategia nacional y que va en detrimento y aherrojamiento de las potencias hegemónicas del siglo XX.
En julio de 2014 el presidente Xi Jinping realizó una visita a sus principales socios económicos y amigos políticos de Iberoamérica: Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba. Apenas un año antes, tras su subida al poder en marzo de 2013, hizo su primer periplo por el continente americano, visitando en esa ocasión a México, Costa Rica y Trinidad y Tobago, para encontrarse finalmente con el presidente Barack Obama en California. Está clara la mayor importancia y significación de este segundo viaje de Xi Jinping al continente hispanoamericano. Allí firmó unos 100 acuerdos bilaterales con sus anfitriones, valorados en cerca de $13500 millones, en asuntos mineros, turísticos, de infraestructuras terrestres y satélites de comunicaciones.
También se reunió con los mandatarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (la CELAC), a los que Xi Jiping ofreció su “Plan 1+3+6”, basado en unos “intercambios generales beneficiosos mutuos”. Este plan económico estratégico pretende, mediante acuerdos bilaterales, fomentar el “crecimiento sostenible y mutuo” (el 1). Empleando para ello 3 grandes medios: la inversión, los créditos y el comercio. Los cuales se aplicarán en 6 áreas sensibles y decisivas de las economías nacionales: la minería y la energía, la agricultura, la industria, las infraestructuras, como multiplicadoras de las actividades económicas y la innovación científica y las tecnologías de la información, como sectores de vanguardia del adelanto científico y económico. Xi Jinping ofreció también la creación inmediata de un “foro de cooperación” de China con Hispanoamérica, cuya primera reunión se celebraría en Pekín. De momento, China se comprometió a otorgar una línea de créditos preferenciales a estos países para infraestructuras (entre 2015 y 2019) por unos $29.500 millones.
Brasil es el principal socio económico de China en el continente iberoamericano. Son dos subcontinentes en desarrollo, activos y pujantes, que convergen en sus intereses económicos. Brasil es también el primero del llamado grupo de los BRICS, que incluye a ambas naciones, junto con Rusia, India y Suráfrica. Durante la visita de Xi Jinping, este grupo de países emergentes de gran desarrollo económico y de creciente importancia internacional, crearon en la ciudad de Fortaleza el “Nuevo Banco del Desarrollo”, para financiar sus proyectos y necesidades económicas. Dejando al margen de ello al FMI y al Banco Mundial, establecidos y sostenidos por las viejas economías desarrolladas de los EEUU y de la Unión Europea. China le compra a Brasil, petróleo, gas natural y minerales y de la selvicultura, madera, e invierte en infraestructuras civiles y en la instalación de líneas de ferrocarril. En 2013, sus transacciones bilaterales ascendieron a los $89.500 millones.
Otros datos de las principales transacciones chinas con los países hispanoamericanos referidos al año 2013, son: de Chile importó minerales, especialmente de cobre, y pulpa de papel (un semielaborado) por $35.000 millones; a Argentina le compró petróleo y soja e invirtió en la construcción de 2 presas hidroeléctricas y en trenes, hasta unos $14.750 millones; de México importó petróleo y productos alimenticios (carne y pescado) por unos $39.800 millones; a Venezuela le compró petróleo, le facilitó créditos para infraestructuras y le cedió tecnología industrial y de satélites de comunicaciones, totalizando unos $19.150 millones; al Perú le compró minerales y fruas e invirtió en instalaciones mineras, hasta cerca de los $16.000 millones.
En Cuba, China apenas tiene interés. Sólo hay una razón principal para ello y las otras que se puedan aducir son simples orlas o derivadas de ella: China, como buen capitalista y hábil negociante, tiene la mala costumbre de cobrar por los bienes y servicios que vende y por la totalidad de la deuda vencida. Y Cuba, tras más de medio siglo de “socialismo práctico y férreo”, aún no es capaz de generar recursos para pagar lo que compra o para producir bienes atractivos para posibles compradores. Así, China presta billones de dólares a los EEUU. Pero presta muy pocos millones a la “Cuba de los Castro”. A pesar de la “solidaridad entre los pueblos”, el “internacionalismo proletario” y otras espesuras ideológicas que esgrimían juntos hasta hace pocos lustros contra los imperialistas yanquis y los europeos occidentales burgueses.