(CONTINUACIÓN)
Es fácil desdeñar la capacidad eficaz de estas alturas ocres con afloramientos rocosos y tachonados de matas muy bajas, casi desérticas, como bases de bandas guerrilleras activas. Pero hay que recordar que en modelos geográficos similares se libraron las guerras apaches del suroeste de los EEUU y el norte de México. Durante largo tiempo, entre 1860 y 1872, las bandas apaches, a veces de sólo unas pocas decenas de guerreros, llevando con ellos en ocasiones la impedimenta de sus familias y sus escasas pertenencias indispensables, mantuvieron frustradas a brigadas enteras de la caballería e infantería estadounidenses. Que fueron incapaces a viva fuerza, de localizarlos, cercarlos y darles caza. Dirigidos los escasos apaches (la dureza del territorio no sostenía grandes poblaciones) por jefes de guerra u hombres espirituales como Ulzana, Cochise, Mangas Coloradas, Victorio, Nana y Jerónimo (con Nache como jefe de guerra), mantuvieron en jaque a sus enemigos hasta finales de 1872. Entonces, en la segunda parte de esa guerra étnica de colonización, hasta el año 1886, los cambios tácticos introducidos en el US Army, especialmente por el general Crook, que adaptaron sus grandes unidades regulares a una guerra contra guerrillera, casi contra “bandidaje”, permitieron acorralarlos, desgastarlos, desesperarlos y sojuzgarlos definitivamente.
En el interior de esta inmensa zona supranacional, los clanes nómadas de comerciantes, de conductores de subsaharianos hacia los países mediterráneos y de pastores que avanzan en una lenta transhumancia por el desierto, apoyándose en los oasis para proseguir con seguridad, constituyen también islas “refugios temporales” para las bandas yihadistas. Que pueden incorporarse durante algunas etapas a las marchas por el desierto de los grupos nativos. Los yihadistas se superponen y se camuflan como pueden con el resto de los habitantes de los ínfimos poblados, muchos de ellos de raza negra, y de los transeuntes, que a veces van formando grupos organizados de subsaharianos, que se dirigen a los países islámicos del Mediterráneo, en este inmenso territorio disponible.
Pero, como les ocurre al aceite y al agua, sólo se mezclan en una “emulsión” mientras se les agita. Luego, la mayor parte del tiempo, son inmiscibles por su naturaleza química, íntima. Algunos jefes de bandas, según se ha dicho rápidamente, han llevado a cabo alianzas matrimoniales con los clanes locales. Pero esto puede ser una deducción más o una excepción, no una realidad. Ya que los vínculos sociales de estos yihadistas seminómadas son lábiles, no rentables, inconsistentes y peligrosos. Y los matrimonios sin provecho no forman parte de la idiosincrasia de los clanes bereberes. Estas tribus fronterizas semi independientes fomentan una relativa endogamia. Con ella buscan aislar, proteger, mantener o fomentar su idiosincrasia, su influencia y su patrimonio. Pero, sin que sea biológicamente perjudicial su uso. Como sería entre los miembros de una misma familia o clan pequeño o cercano. Los matrimonios no sólo suponen y conllevan intercambios de individuos entre las familias de los contrayentes. Producen también intercambios y flujos de regalos, visitas, relaciones y parcelas de poder. En unas sociedades poco evolucionadas y residentes en un medio difícil y, a veces, rodeadas temporalmente de hostiles o de “extraños”, las relaciones matrimoniales producen un “ingreso”, unos aumentos de posiciones sociales, influencias y bienes, que son muy apreciados en aquéllas.
El problema para la Europa unida.
Este “santuario yihadista” desparramado sitúa a sus bandas cerca del bajo vientre de Europa mediterránea, a la distancia de sólo uno de los países islámicos mediterráneos. Pero tras la malhadada “primavera árabe” de primeros del 2011, todos los países islámicos quedaron alterados, cuando no han sido conmocionados gravemente. Hay cuatro países musulmanes que circundan por el norte esa zona geográfica de refugio de radicales irredentos e irrecuperables. Túnez está aún por encontrar su camino socio político, que se bifurca peligrosamente entre el radicalismo y una democracia imperfecta. Marruecos tiene un alto peligro potencial de radicalización o subversión islamista, al no satisfacer las concesiones del Rey a las aspiraciones crecientes de sus masas, más o menos impulsadas por islámicos y políticos,. Argelia es por ahora la sociedad más estabilizada y resistente de esa zona geoestratégica frente al peligro radical musulmán; que la amenace, bien por la vía de las urnas o por una subversión injertada y subvencionada. Mauritania, que carece de instituciones fuertes y de un buen ejército y su territorio es extenso y poco poblado; es el primer candidato a sufrir un asalto yihadista deliberado, fuera de su hinterland impreciso actual. Pero una incursión de objetivo limitado nunca busca, ni puede lograr, una permanencia duradera en su objetivo físico, aunque a los occidentales les alarmen estas demostraciones de “comandos de un solo uso”.
Al carecer de una consistente capacidad operativa, que les permita lograr y defender un objetivo estratégico, la trascendencia verdadera de sus acciones tácticas aisladas es limitada. Pueden desestabilizar a regímenes centroafricanos débiles, como lograron en enero de 2013 con el de Malí. Mediante numerosas acciones puntuales móviles en un territorio fuera del alcance de fuerzas regulares motivadas, entrenadas, decididas y comprometidas con la misión de erradicarlos. O, en el de países donde su ejército sea sólo un proyecto o un resto del mismo.
Pero la rápida, valiente, en solitario y decisiva actuación estratégica de las FFAA de Francia, les llevó a enfrentarse en combates regulares con un ejército moderno y padeciendo una muy mala correlación de fuerzas. Para defender sus posiciones fijas y alternativas en poblados del territorio donde supuestamente se habían asentado: el Azawad. Y desde donde se atrevieron a avanzar en varias puntas de ataque hacia Bamako: una actuación operativa fallida.
A partir de los 90, el objetivo yihadista estratégico general se vuelve contra Occidente. Su objetivo actual es golpear a cualquier gobierno, de cualquier origen y sociedad, con tal de que los “objetivos posibles” les sean asequibles. Puesto que el califato radical y agresivo de Dar al–Islam no existe hoy en día y no se pueden integrar en él para su “defensa”. Los grupos yihadistas del África noroccidental (sus nombres están repetidamente en los medios) tienen una gran descentralización operativa, por la universalidad de la Umma, que trasciende la idea de nación o raza, a través de una religión totalizadora. Y les facilita hombres de lugares lejanos para luchar en sus “causas”. Pero que también les impide conseguir objetivos estratégicos consistentes. Aunque sus acciones puntuales sean importantes, dolorosas, temibles.
Así, estos revolucionarios radicales intransigentes en el África noroccidental han fracasado en incorporarse activa y firmemente a un grupo social amplio, que dé cobertura e impulso permanente a su “movimiento socio religioso imperialista”. Los activistas más alienados, y los del África noroccidental lo son, se van aislando poco a poco de la sociedad en la que “viven” (al menos, emocional e ideológicamente). Y lo hacen en aras de sus métodos violentos, siempre repudiados por la mayoría de las poblaciones humanas, a los que sacrifican todo, por conseguir la eficacia en la acción. Siguen para prepararse un proceso de segregación, purificación, consagración y radicalización. Esta “catequesis de la violencia” les permite llegar anímicamente a la muerte gloriosa y en paz, e, incluso a la actuación sin retorno, en la realización de sus acciones puntuales.
La actuación de contención de Europa en la zona geoestratégica.
Según los datos facilitados por el proyecto ACLED para la localización y el fechado de incidentes armados en la zona, entre noviembre de 2018 y finales de marzo del siguiente año, fueron muertas más de 2150 personas en el Sahel, como resultado de más de 700 ataques yihadistas. Cerca de la mitad de las víctimas se produjeron en Burkina Faso y Malí. Los principales grupos yihadistas presentes en la zona son el Estado Islámico del Sahel, una franquicia del hoy decrépito y desarbolado Estado Islámico de Irak y Levante y el denominado Jama’at Nusrat al-Islam wal Muslim, una especie de conglomerado de bandas y pandillas de salafistas yihadistas, que alcanza hasta Argelia y el sur de Túnez.
Son cuatro las iniciativas de “acción y seguridad” desplegados en la zona bajo los auspicios y la legalidad de la ONU y la UE. Está la operación francesa Barkhane, lanzada en 2014, que cuenta con 4500 soldados desplegados. Hay varias tareas de entrenamiento y adecuación enviadas por la Unión Europea, para la capacitación de las fuerzas armadas nacionales.
Y, luego está la fuerza conjunta y regional del G-5, creada por la Unión Africana en 2017 con los países de la zona, apoyada por la UE, sobre todo, por Francia, contando con 5000 hombres desplegados. Están también implicados en las tareas de combate y patrullaje otros países más lejanos, como Marruecos, Argelia, los EEUU y Arabia Saudita. Aunque las esperanzas de éxito son grandes, las distintas visiones operativas en este abanico de participantes e interesados en la FC-G5, le traen problemas a su despliegues y activación.
(FINAL)