LA CONVIVENCIA ENTRE LAS CIVILIZACIONES ISLÁMICA Y OCCIDENTAL

Presentamos la trayectoria vital de las civilizaciones musulmanas y occidentales, siguiendo sus contactos históricos, sus desencuentros y sus diferencias. No es fácil la convivencia entre civilizaciones contiguas. El carácter singular, exclusivista y expansivo de las civilizaciones no decadentes, hace que el contacto directo entre ellas, sea fuente de roces y choques y de amenazas de ellos. Pero terminaremos, enfocando y desarrollando los abundantes hitos y posibilidades que existen en el camino hacia la convivencia y el respeto mutuo, en la diversidad y la autoestima de ambas civilizaciones.

Origen, expansión y desarrollo del Islam

La Expansión del Islam hacia Occidente: las primeras Yihad militares.

En la época de Mahoma los estados antiguos del centro y sur de Arabia ya no existían. El poder en su territorio estaba dividido entre las tribus que lo poblaban. Pero la Marcha (la Hégira) de aquél con un puñado de seguidores, de La Meca a Medina en el año 622, inauguró una nueva era de transformación en el mundo y de expansión de la teocracia árabe islámica. En esa época, el poder en todo el Cercano y el Medio Orientes se repartía entre el Imperio persa de los Sasánidas y el Imperio de Bizancio, inmersos en intermitentes pugnas fronterizas. Unos pocos años más tarde, los árabes se habían apoderado del Imperio de los Sasánidas (año 644). Y habían constreñido las tierras de Bizancio en Asia, que alcanzaban antes Egipto, la Gran Siria y el norte de Mesopotamia, sólo al centro y oeste de Asia Menor (la Anatolia).

Paralelamente, van controlando el norte de África: en el 641 ocupan Egipto y se extendían rápidamente hasta Trípoli y las costas atlánticas del Magreb y de Ifrikia (en el 697). Por último, en el 711 invaden el reino visigodo de Hispania y en el 732 penetran en el reino de los francos. Aquí son derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers y son repelidos para siempre allende los Pirineos.

¿Cómo conseguían los árabes, dispersos, poco numerosos y tribales, el empuje, los medios y la constancia necesarios para emprender una Yihad, como propagación violenta e impuesta del Islam?

Tres fueron las causas que estimularon a unas tribus a emprender el camino de la conquista de amplias y lejanas tierras y pueblos, fuera de la península arábiga. La primera fue la razón religiosa. Como en toda comunidad religiosa primitiva, la Umma fue el centro de los mandatos y las bendiciones de Allah. Viviéndose colectivamente y con entusiasmo el cumplimiento de una doctrina monoteísta y sencilla. Esta religión exigía, además, un proselitismo militante y coactivo, continuo y expansivo, dirigido hacia los infieles y los hostiles fronterizos. La obligación de la Yihad era similar a los otros cinco preceptos o pilares del Islam, que se simbolizaban por una mano abierta. Así, el Corán, entregado a Mahoma en el nacimiento del Islam, tiene numerosos versículos o aleyas que demandan de sus fieles la lucha armada.

Por el lado más prosaico de los intereses mundanos, la extensión de las conquistas árabes, en su avance incontenible durante más de un siglo, trajo el control sobre los bienes y haciendas de los nuevos y numerosos súbditos y el poder político y militar sobre ellos. El dominio musulmán se establecía por la presencia de un gobernador con su guarnición militar, en cada ciudad o región conquistada. La relación de los nuevos súbditos con el régimen islámico se establecía y regulaba por el pago al gobernador de los tributos periódicos por el vasallaje impuesto y por profesar, de momento, una religión diferente. Este flujo de dinero importante y constante comenzó a llegar a los conquistadores, que establecieron diversos mecanismos bastante inteligentes para su reparto. La tercera razón, asequible a los nobles, jefes y más destacados musulmanes, fue el reparto de las cuotas de poder que engendraban el dominio, la defensa y la gobernanza de los nuevos territorios de dar-el-Islam. Así, fueron proliferando los emires, sheikhs y caides, ocupando y conformando la estructura política árabe de los territorios islamizados.

Las tribus árabes originales del Islam recibían una parte de los tributos y de los saqueos de la conquista, aunque no participasen en algunas expediciones militares. Otra parte era entregada a los participantes de la yihad contra algún pueblo o región limítrofe del califato. Una parte importante era entregada a las autoridades de la Umma, centradas en el califato de Damasco o de Bagdad, y representadas regionalmente por sus emires o caides, para sufragar los gastos de la gobernabilidad y el mantenimiento del estado teocrático. De ésta, se derivaba una parte destinada a sufragar, equipar y formar las nuevas yihads hacia los territorios fronterizos a dar-el-Islam, que iban apareciendo. Por último estaba el zakat o la limosna canónica, entregada a los ulemas, que tenía como finalidad resolver y compensar a los musulmanes por las penalidades y los azares de la vida, con la aportación de su comunidad. Y que se repartía a los pobres, los impedidos y los enfermos, los huérfanos y las viudas de la Umma. Esto cerraba el proceso de reparto de la riqueza y el poder. Que amachambraba mundanamente las aspiraciones religiosas de los creyentes de la nueva fe.

Las principales Ramas del Islam y su Ideario político religioso.

El sunnismo, que siguen actualmente cerca del 90% de los musulmanes, acepta también como revelación de Alá la tradición o sunna del Profeta, que son sus hechos y sus comentarios o hadices. El mayor o menor rigor en la selección y aceptación de esta tradición caracterizan a tres de sus escuelas ideológicas, fundadas entre los siglos VIII y IX. Pero, la escuela más abierta y flexible, la chafií, fundada por el palestino al-Chafii, muerto en El Cairo en el 820 a la edad de 53 años, nos abre una puerta esperanzadora a la evolución pacífica del Islam. Ella acepta también el consenso de los sabios de la comunidad y el razonamiento analógico o qiijas, como vías correctas para la adaptación del Islam a todos los tiempos y lugares, desde su “origen rural, analfabeto, pobre, medieval y rodeado de hostiles”. Para ello parte del hadiz “Alá reconoce el bien en lo que los musulmanes han juzgado como tal”.

Existe una gran diferencia ideológica y práctica entre el sunnismo y el chiismo. Ëste se siente perseguido, en razón de la ortodoxia dinástica, el cisma chií surge a partir del cuarto califa, Alí, primo, yerno y compañero del Profeta, e ideológica (admite menos fuentes de revelación), que proclama y defiende. Así, asume históricamente una actitud fatalista, pasiva, incluso de sufrimiento físico por ello, a la espera del retorno del (califa) imam desaparecido (nombre que toman los guías político-religiosos en el chiismo). Éste vendrá como al-Mahdi (el guiado por Alá), en un momento dado de la Historia, para hacer triunfar a la Umma ortodoxa chiita. Pero también se han dado en el chiismo casos de acción insurgente, incluso con cierto éxito e implantación popular: como en el Irán de Jomeini, en El Líbano con Hezbolah o partido de Alá y su subsidiaria Hamas, de Palestina. Incluso, en el ataque contra los cuarteles de las fuerzas occidentales en Beirut en octubre de 1983, que fue la presentación en sociedad de Hezbollah, los conductores de los camiones llenos de explosivos lanzados contra aquéllos, eran suicidas.

Parece claro que el sunnismo está más preparado para tratar y aceptar la convivencia pacífica y las relaciones de todo tipo con otras religiones e ideologías políticas, al menos en determinados momentos y países. Y que con el chiismo es necesario negociar hoy en día desde una posición de más determinación y fortaleza.

Las Jerarquías religiosas del Islam.

En el Islam no existe un clero institucionalizado, universal y riguroso, formado de una manera expresa e igual en toda la Umma. Que responda de la ortodoxia y homogeneidad de las ideas, normas y dogmas. Tanto es así que la pertenencia oficial al Islam se logra por la pronunciación de la profesión de fe: “no hay más Dios (en árabe, Allah) que Dios y Mahoma es su Profeta”.

Los ulemas son los expertos estudiosos en la ley del Islam. Y los muftíes son los jurisconsultos encargados de interpretar la sharia o ley islámica civil y penal. Aunque ambas legislaciones están totalmente imbricadas. Ya que el Profeta, en sus tradiciones o sunna, se encargó por inspiración divina de dar normas para casi todas las ocasiones de la vida cotidiana árabe en el siglo VII. El consejo de ulemas es la máxima autoridad musulmana en cada país o región. Los más prestigiosos, por su formación, proceden de la Universidad de Al Azhar, de El Cairo. Los ulemas son también los encargados de custodiar, gestionar y repartir las limosnas canónicas, el Zakat, previstas por el Corán. Esto les da un enorme poder temporal sobre sus distintas comunidades. Que ningún poder político musulmán, incluso los socialistas laicos, se ha atrevido a discutir o a usurpar. Por ejemplo, incorporando el Zakat a los impuestos recaudados por el Estado.

Los imames o capellanes son los encargados de presidir la oración en las mezquitas. Se colocan para ello frente al nicho indicativo, situado en la pared que da hacia el oeste (La Meca) y mirando a los fieles. Por último estaría el muecín o sacristán, que avisa cinco veces al día, desde antes del amanecer hasta bien entrada la noche, subido en el minarete, para que los fieles hagan sus oraciones de adoración y de aceptación y entrega a la voluntad de Dios. La formación de los imames es totalmente dispar dentro de un país y no necesariamente profunda. En este sentido, es necesario conseguir en razón de la paz y la convivencia, que los ulemas de los distintos países definan, vigilen y controlen la calidad de la formación de los imames. Y la exclusión de sus nobles funciones, de los advenedizos que, sirviéndose de la dirección de la oración, predican ideologías fanáticas, desviadas, sin futuro real y criminales a los fieles.

La reacción europea ante las amenazas imperiales del Islam

Occidente se vuelve a Oriente: la Época de las Cruzadas. Aparece en 1360 el Imperio Otomano Osmanlí en Bursa, en rápida expansión.

Las Cruzadas fueron empresas militares y religiosas, impulsadas por la Iglesia con exhortaciones, oraciones e indulgencias, y realizadas por voluntarios de toda la Cristiandad. Buscaban recuperar para ella el dominio sobre los Santos Lugares de Jesucristo en Palestina, de manos del Islam expansivo e infiel. Éste los ocupó en el año 635 y fue poniendo sucesivamente trabas al peregrinaje individual y colectivo de los cristianos. Entre 1096 y 1270 se llevaron a cabo ocho cruzadas. La Primera Cruzada fue la de más vistosidad y éxito. El 15 de julio de 1099 sus cruzados ocuparon Jerusalén. Que se convirtió en la sede del primer rey, Godofredo de Bouillon. En 1291, con la toma de San Juan de Acre, principal posición cristiana en Palestina a lo largo de un siglo, por los musulmanes del califato de Bagdad, quedó definitivamente liquidado el Reino de Jerusalén. Y perdido el principal objetivo estratégico de la Europa cristiana desde 200 años atrás.

No siempre las cruzadas fueron bien organizadas por las sociedades feudales de la época. Y, en ocasiones, las rivalidades mundanas entre ellas afectaron al discurrir e, incluso, al éxito de las sucesivas expediciones. La necesidad logística de cruzar por los territorios del Imperio de Bizancio, separado de la Iglesia el 24 de julio de 1054 por el Cisma de Oriente del patriarca Miguel I Cerulario, trajo también enfrentamientos muy cruentos con los cristianos ortodoxos grecos. El hecho de que las cruzadas se estructurasen con los nobles, sus gentilhombres y sus huestes, debilitó progresivamente el poder de aquellos en sus territorios de procedencia. Así, las ciudades y los reyes no participantes en las expediciones militares, pudieron ir ganando privilegios y extensiones de poder, a costa de los príncipes y de los señores ausentes. Esto impulsó el comercio en Europa y marcó el inicio de la decadencia continental del feudalismo.

Pero no acabó con las Cruzadas la pugna entre las civilizaciones europeas y musulmanes. Pronto tomó el relevo de los árabes, el imperio Osmanlí de los turcos, tras la toma por Mohamed (Mehmet, en turco) II, el Conquistador, de Constantinopla en 1453. Fecha que, junto con el descubrimiento de América 39 años más tarde, muchos historiadores toman como período de inicio de la Edad Moderna.

El expansionismo y el poderío de la Sublime Puerta eran evidentes: Por el mar era un vecino incómodo y rapiñador del Mediterráneo occidental cristiano, apoyado en sus franquiciados y conmilitones, los piratas y corsarios musulmanes norteafricanos. Por tierra ocupaba los Balcanes cristianos y amenazaba con engullirse parte del antiguo Imperio Romano Germánico de Occidente. El único hombre que vio clara la situación creada por el peligro turco, desde el primer momento, fue el papa San Pío V. Hasta Felipe II de las Españas tardó mucho en convencerse de la necesidad de afrontar este peligro de frente. Y de asestar a los turcos un golpe importante, sin existir previamente una directa provocación turca o un “casus belli”. Las capitulaciones para constituir la Liga Santa con España y Venecia se demorarían hasta el 25 de mayo de 1571, debido a la disparidad de intereses y proyectos. Francia se desmarcó de ella, por su envidia y odio a la supremacía española. Por fin, la escuadra española estuvo preparada el 5 de septiembre. El 15 de septiembre, Don Juan de Austria ordenó la salida de la flota aliada hacia los mares turcos. Y el 26 fondeó en Corfú, mientras una flotilla exploraba la zona. Lepanto quedaba a la entrada del golfo de Corinto, en pleno territorio otomano. El domingo 7 de octubre tuvo lugar la batalla naval que alejó definitivamente del Mediterráneo occidental y central los afanes imperialistas de los otomanos.

Sin embargo, desde el inicio de la Yihad militar por los árabes, en el siglo VII, los santos lugares originales del Islam en la península de Arabia, siempre estuvieron en las manos políticas y religiosas de sus fieles, bien los árabes o los turcos otomanos.

La reacción defensiva moderna en el Islam

El papel de la Yihad o esfuerzo en el camino de Alá. Sus dos conceptos: el militar o colectivo y el esfuerzo personal de purificación y superación. Sus papeles, oportunidades e intervenciones históricas. El terrorismo, el Islam y la Yihad en el mundo contemporáneo.

La Yihad, como guerra santa, el esfuerzo de sangre en el sendero de Alá, va dirigida contra aquellos que amenazan la Umma. Estos pueden ser tanto los infieles hostiles externos, como los no musulmanes que conviven en dar el-Islam, las tierras donde la Umma domina políticamente, y que han roto su “pacto de protección” con ella. A éste tienen derecho teórico los judíos y los cristianos, como gentes citadas en el Corán y que detentan algunos de los libros considerados también como proféticos por el Islam. Se considera a la Yihad una obligación prácticamente igual a uno de los llamados Cinco Pilares del Islam.

El Islam tiene que asumir que la Yihad militar fue necesaria para la instauración y la defensa de la primitiva comunidad de creyentes. Cuando el Profeta estableció el Estado islámico a partir de la destrucción violenta de la jahiliyya árabe o la barbarie existente anterior al Islam. Y aún pudo ser útil la Yihad para su RÁPIDA extensión por el mundo. Cuando lo permitía el estado existente de cultura, relaciones internacionales y desarrollo de las civilizaciones medievales. Pero que su oportunidad histórica no existe actualmente y entonces debe ser reemplazada por “otro tipo de esfuerzo en el camino de Alá”. Cuyo concepto ya existe en la sunna y que podría ser retomado y proclamado por los ulemas y los muftíes piadosos, que son los ideólogos del Islam verdadero y perenne. Y, por cierto, los mismos gozan de una independencia política, social y económica amplísima. Son respetados y/o temidos por los gobiernos en sus respectivos países, y son los que administran el zakat o las limosnas canónicas.

Ya desde el surgimiento de las 4 principales escuelas ideológicas sunnies citadas, cobró fuerza el principio del esfuerzo de reflexión personal, el ichtihad, en el Islam. El ichtihad permitió el desarrollo de la cultura árabe, tanto en lo tocante a los aspectos civiles (ciencias, comercio, literatura, arte) como al enriquecimiento de su teología. El ichtihad es fuente de lucidez, creatividad, progreso, enriquecimiento y paz en el camino del esfuerzo personal y colectivo hacia Dios (esto es el núcleo y la razón del Islam), cuando ya la Umma se había extendido y multiplicado enormemente por el mundo. Hacia el siglo XI (siglo V de la hégira o marcha a Medina), los estudiosos cierran la puerta al ichtihad. El enfoque metodológico islámico se altera. Y a partir de entonces, se imita, se repite, se abusa de los compendios en los estudios del Islam.

Ante el terrorismo (acciones de guerra contra objetivos generales, inocentes e indiscriminados) en su nombre, el mundo islámico se paraliza y no sabe qué decir o hacer. Afirman los portavoces e intelectuales que el Islam es paz y tolerancia. Pero esto no es totalmente cierto, como vimos antes. La mayoría de los musulmanes se distancian de los atentados por oportunismo, para proteger al Islam, preocupados por el creciente rechazo que sufre en Occidente.

No se ha dado en el Islam una reflexión profunda sobre la oportunidad política y religiosa de la violencia. ¿Alguien conoce a pacifistas islámicos activos? No se trata de que reaccionen los intelectuales laicos musulmanes. Éstos no son operativos de la manera que conocemos en Occidente. Ya que para un buen musulmán la política, la sociedad y la religión forman una trinidad única, excluyente e inseparable, establecida por Alá. Porque así fue la Umma original, la sociedad islámica primigenia. Además, el fracaso social y político de los intelectuales laicos árabes quedó refrendado con el de las élites nacionalistas, izquierdistas y europeizadas, que impulsaron la independencia de las distintas naciones árabes tras la II Guerra Mundial.

El radicalismo violento musulmán moderno: ejemplarizado en al-Qaida y sus franquicias y los talibanes afgano pakistaníes.

Los insurgentes radicales islámicos se dedicaron entre los años 60 y 80 a atacar a los que calificaban de gobiernos musulmanes corruptos y falsos, socialistas u occidentalizados. A partir de los 90, su objetivo estratégico principal es Occidente.

Sus características operativas son:

Su brutalidad innecesaria e indiscriminada, que los descalifica ante su religión. En efecto, desprecian y desacatan numerosas aleyas (versículos del Corán) morales importantes, sin que Allah las hubiese cambiado para ellos. Sura 2, aleya 100, “Nosotros no abrogamos ningún versículo de este libro, ni haremos borrar uno solo de tu memoria, sin reemplazarlo por otro igual o mejor”. Por ello, hay una ausencia absoluta de ulemas y muftíes formados, venerables y piadosos a su lado.

Su gran descentralización operativa por la universalidad de la Umma, que trasciende la idea de nación o raza. Pero que les impide conseguir objetivos estratégicos consistentes. Aunque sus acciones puntuales sean importantes, dolorosas y temibles. Su objetivo de golpear a cualquier gobierno, puesto que el califato radical y agresivo en dar el -Islam, no existe hoy en día.

Su fracaso en incorporarse activa y firmemente a un grupo social amplio, que dé cobertura e impulso permanente a su movimiento. Los activistas más alienados se suelen ir aislando progresivamente de la sociedad (al menos, emocional e ideológicamente), aunque “vivan” dentro de ella. Y ello en razón de sus métodos violentos, a los que sacrifican todo por la eficacia y la contundencia en sus ataques. Siguen un proceso de segregación, purificación (en sus improvisados ritos no ortodoxos ayunan, emplean agua de lugares sagrados y banderolas verdes con inscripciones de las aleyas que les favorecen), consagración y radicalización, hasta llegar a la muerte e incluso al suicidio en sus acciones puntuales.

Los terroristas islámicos están en muchos lugares profundamente divididos ideológica y estratégicamente. Aunque las bandas rivales puedan ocasionalmente brindarse apoyo, refugio, información o suministros. La franja de Gaza es dominada desde hace años por Hamas, grupo radical fundamentalista palestino de orientación sunní, en rivalidad directa y violenta con el gobierno palestino de al-Fatah en la Cisjordania. En Gaza, dos organizaciones sucursales de al-Qaida, Ansar al-Sunna y Ansar al-Islam, unos grupúsculos irrisorios, se enfrentan también violentamente a Hamas por la influencia sobre sus habitantes. Los talibanes pakistaníes, principalmente el grupo Tehrik e-Taliban y los independentistas cachemires, realizan periódicamente atentados contra la minoría chií del país. En Irak, al-Qaida se dedica a atacar a los chiíes que acuden en peregrinación desde país y de Irán a los actos anuales de esta religión en sus lugares sagrados de Samarra, Nayaf y Kerbala. También lo hacían los radicales sunníes iraquíes (antiguos funcionarios del Baas y ex miembros de las fuerzas armadas, generalmente depurados sin procesos ni juicios, y grupos regionales tribales). Ellos estaban en rebeldía contra los gobiernos de mayoría chií antes del llamado “despertar sunní”. Promovido por el general David Petraeus, que los transformó en milicias nacionales de autodefensa.

Su afán de publicidad, con el que Occidente colabora.

(CONTINUARÁ)

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