El 17 de enero de 1781, el brigadier estadounidense Daniel Morgan, de 45 años, se enfrentó en Cowpens, en una pequeña batalla sin trascendencia operativa, con las fuerzas regulares británicas del teniente coronel Banastre Tarleton, de 27 años. Ambos contaban con unos contingentes similares. Pero la mitad del millar largo de hombres de Morgan pertenecían a las milicias territoriales. El choque con los regulares británicos las desharía, ya que las bayonetas caladas en formación cerrada aterrorizaban a los milicianos. Éstos, sin embargo, eran buenos tiradores y estaban acostumbrados a la caza, manteniendo una gran iniciativa personal. Sólo los 200 milicianos de Virginia habían recibido entrenamiento de regulares. Y junto a los Continentales de Delaware, Maryland y Virginia, podrían formar parte de una línea de infantería, para resistir el asalto de los más de 1000 regulares británicos. Morgan no llegó a una deducción muy reflexiva, ni planificó demasiado. Se guió simplemente por su instinto y experiencia y utilizó a sus hombres sucesivamente, según sus cualidades. Y tuvo en cuenta el comportamiento de Tarleton con los rebeldes en otras ocasiones, pensando en ir desgastando a los británicos. En Cowpens actuó un enemigo capaz, impulsivo y soberbio. Que era un ejemplo de la arrogancia del mando. Éste es uno de los mejores caracteres para enfrentársele en una diialéctica de voluntades. Mostrándole convincentemente un cebo y una debilidad, estos “mandos invencibles” se crecen y se empeñan a fondo, mental y tácticamente, hasta el sumidero.
Antecedentes de la Batalla de Cowpens.
La misión dada a Daniel Morgan por el general Nathanael Greene, comandante del Departamento Sur del Ejército Continental, era tan simple como amplia y vaga. Y tenía un alto grado de interpretación, de adaptación y de posibilidades de uso de sus escasos y dispares recursos. “Su fuerza y todas las que se le puedan unir, operarán al oeste del río Catawba, tanto defensiva como ofensivamente, según su prudencia y discreción, actuando con todo cuidado y precaución para evitar sorpresas y tropiezos con el enemigo. Su objetivo es proteger esa zona del país, elevar el espíritu de sus habitantes y molestar (hostigar) en ella al enemigo”. Morgan, que ya había luchado en las guerras indias y francesas de los últimos tiempos de las Colonias, fue puesto por George Washington en 1777 al mando de una fuerza escogida ligera de 500 infantes con rifles, que fueron conocidos como los “Tiradores de Morgan”. Esta unidad jugó un papel principal en la victoria estadounidense de Saratoga, que fue un punto de inflexión de la Guerra de Independencia. El cargo del brigadier general Morgan era el de Comandante del Departamento del Suroeste. Aunque sus fuerzas iniciales fueran sólo unos 300 infantes regulares de Maryland, Delaware y Virginia, bajo el mando del teniente coronel John Howard, unos 200 milicianos de Virginia, comandados por el major (comandante) Frank Triplett y unos 80 dragones al mando del teniente coronel William Washington (primo segundo de George Washington).
Por su parte, el comandante británico del territorio, Lord Cornwallis, planeaba regresar a Carolina del Norte y conducir la invasión pospuesta tras su derrota en King’s Mountain. Y la fuerza al mando de Morgan era una amenaza imprecisa sobre su flanco izquierdo. Para derrotarla y proteger el fuerte británico en Ninety Six, que su inteligencia le indicó erróneamente que Morgan iba a atacar, Corwallis llamó al teniente coronel Banastre Tarleton al oeste del Catawba. Las tropas de Tarleton eran la “fuerza de tareas” llamada la Legión Británica, una unidad combinada de infantería y caballería, formada por algunas de las mejores tropas británicas en las Carolinas. La Legión había ganado importantes victorias en Monck’s Corner y en Fishing Creek. Pero Tarleton había adquirido una fama odiosa e irrevocable de cruel y despiadado entre los “patriotas” tras la batalla de Waxhaws, cuando permitió a sus hombres masacrar a los soldados rebeldes que se les habían rendido. Tarleton le pidió a Cornwallis más regulares y se lanzó tras Morgan con una fuerza reforzada, buscando acorralarle en el río Broad.
Los Preparativos de la Batalla.
En la fría y húmeda mañana del viernes 16 de enero de 1781, los regulares de Morgan salieron de su campamento nocturno en Burrs Mill hacia el río Broad. Los rebeldes se encontraban en Carolina del Sur, cerca de su frontera con Carolina del Norte. En ambas Carolinas los estadounidenses habían sufrido varios reveses el año anterior: en el sitio de Charleston tuvieron que rendir un “ejército” y perdieron otro en la battalla de Camden. Y gran parte de Carolina del Sur estaba en manos británicas, al mando de Lord Cornwallis. La columna avanzaba siguiendo caminos y cañadas, enmarcados por matas bajas aún deshojadas, al oeste del río Catawba. Daniel Morgan se sabía seguido por las fuerzas británicas de Tarleton, situadas detrás a tan sólo 4 horas de marcha. Los sucesivos informes de sus exploradores de caballería, que mantenían el contacto visual con los exploradores y la vanguardia enemiga, confirmaban que esa “distancia en tiempo” no cambiaba. Pero el brigadier Morgan pensaba que podría reducirse mucho esa noche, si Tarleton, como era su costumbre, decidía continuar la persecución durante parte de ella, para caer al alba sobre los “rebeldes”. El peligro principal era ser alcanzados por los 300 dragones de Tarleton durante el cruce del Broad, que fluía entonces muy crecido y dificultaba aún más su paso. A media tarde, los estadounidenses estaban a unos 16 Km. del río y sólo quedaban unas 4 horas de la luz lánguida del invierno. Ya no podrían realizar el cruce ese día. Morgan supo de la existencia de un terreno abierto de pastos, salpicado de árboles, a medio camino del río. Era el Pastizal (Cowpens) de Hannah, donde los granjeros locales soltaban libremente a su ganado. Morgan decidió dirigirse a él y tomar su decisión, después de realizar una exploración visual y saber el parecer de sus jefes. Esa noche, además, recibiría el apoyo solicitado al coronel Andrew Pickens, jefe de las milicias de Carolina y Georgia, que estaban también al sur del Broad y que se dirigían a su encuentro.
Al final de la tarde, las fuerzas regulares rebeldes alcanzaron por su lado suroeste el pastizal, situado a unos 8 Km. al sur del río. Se trataba de un terreno suavemente ondulado o llano, provisto de pequeñas manchas dispersas de nogales, pinos o encinas. Al carecer de matorrales bajos, la alta hierba natural proveía de buenos pastos a los ganados. Morgan y sus jefes pudieron apreciar así el terreno de defensa desde las vistas que tendrían los británicos. El terreno frente a ellos ascendía hasta una larga cresta que lo cerraba, situada a unos 375 ms. de distancia y a no más de 20 ms de desnivel con esa base. Más allá de aquélla, parcialmente tapados por la pendiente posterior, se destacaban a la derecha 2 cerros cercanos. Era un terreno favorable para la caballería, donde Tarleton podría mover a su gusto a sus dragones, para maniobrar, amagar, atacar o rematar la faena de su infantería regular. Por ello, era de esperar que los británicos no rehuirían un combate presentado en él. Morgan decidió enfrentarse allí a los británicos. Estableciendo en ese gran trozo de pradera una posición de defensa en profundidad, con la reserva de sus dragones para rechazar ataques a sus flancos expuestos y utilizando a sus hombres según sus cualidades y posibilidades reales.
Uno de los medios del mando para vencer la “pereza de combate” de los hombres, es utilizar siempre a las fuerzas según sus capacidades reales. Y dejando que las fases del “ciclo de acción y de recuperación” se cumplan siempre. Por ejemplo, unas “milicias nacionales” no podían ser nunca la punta de lanza de una ruptura, ni operar permanente y agresivamente lejos de sus bases de apoyo. Pero sí podían defender posiciones establecidas, “reductos”, contra unidades profesionales e incluso llegar a contrachocarlas localmente con éxito, si estaban bien dirigidas. Sus objetivos debían ser simples, fáciles e, incluso, escalonados. De tal manera que no fuesen barridas por una capacidad de combate enemiga superior y pudieran cumplirlos. Y que las gratificaciones por las sucesivas etapas conseguidas, les mantuviesen y les reforzasen su moral y su confianza en ellas mismas.
Esa noche se le unieron unos 600 milicianos estatales y locales del Coronel Pickens. Morgan establece con los milicianos una primera línea de tiradores expertos dispersos para el hostigamiento, situada en el inicio de la suave pendiente. Y otra segunda línea, en formación cerrada, a unos 135 ms. más atrás, para recibir a los primeros. A los hombres de ambas líneas sólo les pide que realicen dos disparos deliberados cada uno. Permitiéndoles entonces la retirada a retaguardia, junto a los dos cerros cercanos, deslizándose por su flanco izquierdo, sin esperar al temido choque con los británicos. Morgan les aleja de las bayonetas y aprovecha su capacidad de atrición por el fuego a muchas decenas de yardas sobre blancos, incluso pequeños. Tampoco se olvida de estimular su instinto de supervivencia. Les recuerda que si la carga de la infantería enemiga triunfa, la persecución y su aniquilamiento son casi inevitables: tienen a su espalda el río Broad y los británicos cuentan con una mayoría de caballería regular de 3 a 1. La tercera línea de Morgan, su única línea de regulares, es desplegada un poco abajo de la cresta militar. Su lado derecho lo forman los milicianos virginianos de Triplett y el centro y el lado izquierdo de ella, los forman la infantería Continental, con Howard al mando de toda la línea. Los estadounidenses descansaron esa noche aproximadamente en sus puestos. Y sus mandos directos y el propio Daniel Morgan se acercaron a ellos con interés, para animarlos y despejar sus dudas. Al amanecer, tomaron allí el desayuno.
(CONTINUARÁ)