El Materialismo Histórico en China
En el siglo XVIII, los misioneros jesuitas llegados a China (singularmente, Mateo Ricci), que profundizaron en su civilización y modos de vida, informaron a Roma en sus cartas, al estilo de lo que hiciera San Francisco Javier sobre la India, el Japón y otras tierras, de la existencia en el Reino del Medio de un régimen político basado en el gobierno absoluto de un emperador, a través de una burocracia jerarquizada, extensa e instruida. Pero este esquema, que resultaba idealizado y simple, benevolente y confuciano, no se cumplía en la realidad. Los emperadores chinos y aún sus dinastías eran derrocadas; la guerra intestina era intermitente y recurrente en su historia; la burocracia necesaria y poderosa era elitista y cerrada y caía endémicamente en el vicio de la corrupción, el engreimiento y la auto satisfacción por sus obras y servicios.
SHI HUANG TI, PRIMER EMPERADOR DE CHINA
Y es más, la raíz y la enjundia de este estilo chino de gobernanza, estar y poder permanece hoy en día. Por encima de la revolución china de los años 30 y 40; de la II guerra mundial y de la corta guerra civil (1946-1949), tras la ocupación japonesa de gran parte de su territorio oriental; del “gran salto adelante” económico social de primeros de los 50, empleando en la producción microacerías y fabriquitas, a cargo de innumerables grupos de vecinos no cualificados debidamente, intentando una “revolución industrial comunal” y de la “revolución cultural” de Mao Ze Dong. Ésta fue una reconducción ideológica radical del proceso revolucionario, prevenida y preconizada en la “revolución permanente” de Trotsky. Que fue, paradójicamente, a ojos de los comunistas chinos, un “revisionista condenado”. Todo esto dicho constituye una etapa, un intento, un episodio histórico más, que, por más revolucionarios y radicales que fueran, terminarían siendo deglutidos, absorbidos e incorporados en la civilización y la idiosincrasia chinas, al ser accesorios y pasajeros en el devenir de la larga historia del Reino del Medio.
Al igual que el emperador sólo aceptaba la sumisión leal de sus súbditos, los dirigentes comunistas no admiten la más mínima crítica de propios o foráneos. Ellos tienen el monopolio y la certeza “científica” de la interpretación materialista y dialéctica de los hechos sociales de la historia. Aunque corrigen continuamente su “rumbo” en largas bordadas al avance. Y la nomenclatura, el aparatichik, la burocracia del P. C. chino y del Estado son exclusivistas y lejanos a las negociaciones y a las opiniones diferentes, desviadas o divergentes. En lo que se refieren a su orientación, su poder colectivo y personal y las objeciones a sus decisiones tomadas. Es en este ámbito cerrado del “mandarinato” moderno donde también se dirimen las cuotas de poder y los intereses en juego de jefes, mandos y regiones.
MAO ZEDONG, PADRE DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA
Así, cuando existe una divergencia entre el pueblo y ellos, éstos no reflexionan y dialogan, sino que reprimen directamente las discrepancias que afloran. En 1989, el “aperturista” Deng Xian Ping envió al ejército a aplastar y dispersar la protesta civil estudiantil en la plaza de Tiananmen, de Pekín. Y Zhao Zuyang, fue cesado como primer secretario del P.C. chino, por plantear simplemente que se negociase en un primer momento con los estudiantes. Estos “incidentes” surgen continuamente por toda China y suman varios miles al año. Pero, de ellos apenas se habla, porque no se conocen. El régimen y su aparato represor se encargan de hacerlos invisibles, o sea, inexistentes. Esto entronca con el pasado político clásico chino. Así, cuando existe una dificultad, una reclamación, una desviación se acudía y se acude hoy a la autoridad superior. Y la actual Constitución reconoce este derecho de petición popular y social. Pero, hoy en día los peticionarios son fácilmente golpeados y encarcelados. Estos “incidentes” suelen ocurrir con las autoridades locales y regionales de los pueblos y empresas. Las cuales actúan dela misma forma que los gobernantes centrales y los altos cargos del Partido, que son sus mentores, maestros y ejemplos.
Este estilo de gobernanza sería útil y plausible cuando los flujos sociales internos y externos de una sociedad estuviesen frenados por la compartimentación geográfica de los grupos, la ausencia de movimientos de personas por la carencia de vías y la escasez de medios y razones para ellos y la penuria de la información pública, trasladable generalmente sólo a viva voz. Pero en los tiempos modernos, esa gobernanza constreñidora hace que se pierdan la vivacidad y la audacia, la creatividad y la naturalidad en la gestión de la cosa pública. Y que los administradores se escondan bajos los papeles y las normas, actuando según una burocracia de cero defectos. Pero, los errores y deficiencias llevan a la generación de otros, porque éste es “el uso y el camino” elegidos. Porque, los errores pueden ser siempre empleados por algún superior o enemigo, siempre con algo de oportunismo y de conveniencia para un “grupo de colaboradores o compañeros”, para reprender, castigar, acusar o cesar. Se crea así una orquesta filarmónica falta de unidad, que puede funcionar con estruendo, pero sin interpretar las melodías.
Y se cae en la entronización de los jefes, que lleva a su exoneración de todos sus fallos, a la tolerancia de todos sus defectos y a la exaltación de todos sus pensamientos, decisiones y actos. En la ausencia de un verdadero contacto con la realidad, persiguen la acumulación de salvaguardias, distancias y privilegios en sus cargos y funciones. Buscando la necesidad de sentirse seguros, sin entender que la realidad es siempre más benigna y hóspita de lo que se teme. Se incurre en uno de los males político sociales que el presidente Mao señaló ya hace mucho y que, extraído de sus escritos originales, está resumido como cita en el Libro Rojo, verdadero catecismo marxista leninista de la Revolución Cultural china (1966-1976): “las tareas burocráticas aherrojantes suplantan la atención y dedicación al pueblo y a sus necesidades y opiniones, necesarias para realizar la verdadera revolución, basándose en un intercambio de pensamientos entre el pueblo y el Partido”. Ya que es la retroalimentación ideológica desde el pueblo a las autoridades, la que mantiene a éstas en el rumbo histórico correcto.
La actuación política en China.
La propia estructura y composición del P.C. chino revelan sus características elitistas y excluyentes. Administrativamente es un emulador del “madarinato” ilustrado y déspota de los tiempos imperiales. Apenas sus miembros son 92 millones de chinos en 2020. Pero su ubicuidad, penetración y alcance lo extienden como un “fluido social” por todos los rincones, sectores y recovecos de la sociedad china conducida. Esta “presencia total” engloba a los principales y más activos dirigentes del país, en todos los ámbitos y capas de la actuación social. Todo esto contrasta y se diferencia cualitativamente de la actitud en general de los P.C., en relación con su militancia comprometida: sus puertas están abiertas para todos los simpatizantes en todos los países donde no gobiernan. Que son la inmensa mayoría de ellos, exceptuando un puñado de añejas y ya caducas excepciones, reliquias de un pasado social y político superado desde finales del siglo XX. En estos países buscan alcanzar una “masa crítica” de presencia y actividad públicas, que es variable según las sociedades, pero que está entre el 10 y el 15% de su población. Y que les resulta necesaria para que las acciones de esas “ordenes militantes laicas” tengan notoriedad y trascendencia en su sociedad. Donde actuarían como su “levadura social revolucionaria”, hacia pensamientos y actitudes radicales. E incluso, al final del proceso, tomando las armas para rematar y suprimir a los gobiernos vaciados e inestables, cuando su debilidad institucional sea clara.
Por su parte, el presidente Xi Jinping ya excluyó cualquier deriva política del régimen comunista hacia las libertades modernas: “La democracia no es china”. Es decir, no existe la democracia china como tal sistema político. Sin embargo, las libertades económicas capitalistas las concedió el Partido: “Mantengamos la ideología, la orientación política y la estructura del Estado (y, por supuesto, del Partido). Y perfeccionemos el modo de producción y el reparto de los bienes y servicios obtenidos, abaratando los costes de los factores productivos en lo posible, buscando mejorar la productividad y la eficacia económicas, el volumen de producción y la riqueza y su extensión”.
PRESIDENTE XI JINPING, CREADOR DE LA CHINA GLOBAL.
Al abrazar las formas del capitalismo especializadas en la creación de bienes y sin aplicar la regulación central necesaria, esto ha traído derivas erróneas o perversas en las asignaciones de los medios y el reparto de los bienes producidos. Quizás estimular esas actividades capitalistas y controlarlas simultáneamente, sea más un “objeto” de filosofía social y suponga pedir demasiado a unos dirigentes no conocedores, ni experimentados en los temas. Así, se han creado unas clases económicas media y alta, que forman una nueva base social activa y potente del Partido. Se prospera con el Partido y nunca sin el Partido. Porque sus miembros confían entre sí y la pertenencia a él les da un sello de garantía y lealtad a las grandes líneas o parámetros diseñados y trazados desde la cúpula dirigente. Que pertenecen tanto a los pensamientos y las acciones generales, como a los ámbitos más prosaicos de la actividad económica capitalista y la dirección y la gestión de sectores y empresas. Ellos quieren ser comunistas ricos y disfrutar de bienes de consumo inmediato y duradero en propiedad y exclusivos. Es un camino que sirve, siempre hay uno, para distinguirse y destacar por encima de los demás, especialmente de los conocidos, vecinos y parientes.
Pero la enorme inflación de precios de los activos inmobiliarios, creada por una demanda excesiva y/o especulativa, frente a una oferta limitada por las ubicaciones deseadas y/o preferentes y la superficie disponible, tiene que llevar a la depreciación de esos “depósitos de valor y ahorro”. Ajustándolos a su valor real más moderado. Pero, numerosos chinos han prosperado mucho al invertir sus ahorros en la construcción urbana. Además, puede que ésta no sea la única desviación alcista de precios que se esté gestando en otros “depósitos de valor”, la bolsa, por ejemplo. Y es posible que la inmensa mayoría de los chinos toleren el dogal político, aliviado por los consuelos consumistas. Pero les escocerá enormemente la pérdida de gran parte de sus ahorros y de sus expectativas de progreso y riqueza. Decía Maquiavelo que los hombres toleraban mejor la pérdida violenta de su padre que la de sus bienes (ruina, confiscación). Curiosamente, un régimen teóricamente comunista y que consideraba a la URSS de los años 60 y 70 como “desviacionista” del marxismo leninismo y de la tradición revolucionaria pura, caerá, por orillarlos, en las desviaciones cíclicas inevitables del capitalismo más rancio. A las que la gran Europa ya embridó, desde hace 80 años, creando y afinando paulatinamente un cuerpo de doctrina económica de naturaleza socio liberal, con el que las eludía, aliviaba y superaba con eficacia y rapidez.
LOS CREADORES DE LA TEORÍA DEL MATERIALISMO HISTÓRICO.
Pero, al modificar radical y bruscamente las relaciones entre los agentes productivos (trabajo, capital, gerencia y cuadros y administración) se tienen que modificar también las relaciones sociales previas entre ellos. En efecto, el conocimiento y la aplicación de las modernas tecnologías de todos los campos en las fabricaciones de multitud de bienes, llevan al aumento cualitativo de la capacitación y la formación de los productores. Los cuales reclamarán, más pronto que tarde, el reconocimiento por el Estado chino de diversos derechos ciudadanos, aún no contemplados o en ciernes. La concentración en sus manos y en los mandos de las fábricas de crecientes cantidades de activos (ahorros, participaciones, bienes de consumo duradero, conocimiento esencial) les llevará a exigir a éstos nuevas vías y formas de participación en la vida pública china. Actuando así, como diría Mao, “una necesidad demandada del pueblo hacia el Partido y los gobernantes”.
Todo esto creará contradicciones entre las nuevas capas o “subclases” sociales así formadas, quebrando y alejando así la unidad monolítica idealizada del pueblo y el Partido en el Estado. Contradicciones que no necesariamente tienen que llegar a ser antagónicas, a resolver por la acción violenta entre los rivales. Pero que sí exigirán su “resolución” dialéctica y, por tanto, llevarán a la aparición de un nuevo equilibrio social estable. En el que los “sectores” más retrógrados, inmovilistas, parásitos o burocráticos tendrán que dar paso a: una administración sensible, flexible y eficaz en amplio sentido; un control diferente de las gerencias y los mandos de las empresas y servicios; una gestión sectorial e individual progresivamente diferente de los mismos; a un sistema de acceso a esos puestos citados, basado en la capacidad, la eficiencia periódicamente medida y los méritos; y a una mayor y más libre participación de los productores de todo tipo en las áreas sociales a desarrollar: educación, recreo, viajes, consumo, protección social, sanidad y acceso a la vida pública. Y esto es el materialismo histórico en acción…