Breve Teoría Monetaria para Inteligentes.

La Plaga vesánica de las Monedas virtuales o Bitcoins.

La principal característica intrínseca de los bitcoins es que carecen del respaldo de valores o activos reales y tangibles. Como son el oro y la plata, metales preciosos y escasos, que respaldaban antiguamente el valor de las monedas nacionales. Como son los activos de las empresas, que dan su valor esencial, no el de mercado, que es una especulación controlable, a sus acciones y bonos y deudas. Como son las monedas actuales, que cuentan con el respaldo y las acciones financieras y jurídicas de los Bancos centrales, bien nacionales o supranacionales, como es el caso del Euro, para respaldar su valor y garantizar su seguridad intrínseca, frente a actuaciones codiciosas desmedidas de los especuladores internacionales sin escrúpulos.

 Resultado de imagen de Jesus and the Tiberius denarius Un denario de la época de Tiberio César.

Propiedades del dinero real.

Hay algunas propiedades esenciales del dinero, que perduran en él desde el inicio de su existencia como “intermediario del intercambio de bienes” de la Humanidad. El dinero es un depósito de valor y esta cualidad se deriva de su propiedad anteriormente citada. Todos los agentes económicos lo aceptaban como “instrumento cabal” en el intercambio de bienes y servicios. Porque su valor permanecía razonablemente en el tiempo y no había pérdida o merma en su posesión, mientras se adquiría el bien final deseado. El dinero es también, como corolario, la unidad del valor económico, ya que todos los bienes y servicios valen un múltiplo o un submúltiplo de la unidad monetaria. El dinero es, con ello, un medio de pago seguro y fiable. Y, como corolario, es un patrón de pagos diferidos o liberador de deudas entre deudores o receptores del dinero ajeno, para su uso por un tiempo convenido, y los prestatarios privados o profesionales.

Resultado de imagen de secure money Dinero Moderno.

Todo ello hace que el dinero contante y sonante, deba tener una naturaleza sólida y resistente, para que no afecte a la perdurabilidad de su valor en el tiempo razonable. Pero, además, el dinero ya superó hace mucho la barrera de los inconvenientes materiales de su guarda, trasiego y concentración para grandes pagos. Basándose en la confianza de todos en sus propiedades ya citadas y empleando los modernos medios digitales y telemáticos, el dinero ha transformado su expresión física hacia los apuntes contables en infinidad de formas. Permitiendo transacciones cuasi instantáneas en el tiempo y a cualquier distancia en el mundo, a cualquier inversor inteligente.

El dinero corrupto y espurio.

Lo anterior no ocurre con las llamadas monedas fake o virtuales o etéreas, ya que son esencialmente valores especulativos o de fortuna. Llamados precisamente, para facilitar esa función de inversión no productiva y de muy alto riesgo, a fluctuar en períodos de tiempo no conocidos. El carácter de pulsiones electromagnéticas fugaces que tienen esta monedas, sin soportes físicos aprehensibles, les permite unas altísimas velocidades de rotación de sus transacciones, que favorecen también su comportamiento de valores virtuales, especulativos, apetecibles y asequibles en alto grado.

La extensión y las operaciones de este dinero especulativo y degradado se alimentan y fomentan por la codicia de sus posibles tenedores. La codicia es una pasión desordenada, que busca la tenencia y el acaparamiento de toda clase de bienes deseables para el que la padece. Y esto es independiente de su verdadera necesidad y utilidad para el sujeto. A su vez, la codicia es soportada y nutrida por la vanidad del sujeto, que es otra pasión desordenada. Este carácter de ambas afecta más o menos gravemente a las potencias del alma, especialmente al entendimiento y a la voluntad. Creandose así una correlación perversa, que es de difícil resolución. Evidentemente, la persona inteligente y cabal domina en gran parte esas pasiones que esclavizan a los mortales.

Resultado de imagen de tulips bubble ¿Eclipsarán en su arrebato los bitcoins a la Tulip Mania?

Un ejemplo de estos valores especulativos, lo tenemos en la llamada Burbuja especulativa de los Tulipanes, gestada en la primera mitad del siglo XVII.

Ajena a las desolaciones y brutalidades de la verdadera primera Gran Guerra Europea (1618-1648), Holanda vivió entonces una época de crecimiento y apertura comercial. Y se sit como una de las grandes potencias europeas. En ese periodo de riqueza, las clases dirigentes holandesas encontraron en los tulipanes un objeto de ostentación y colección. El tulipán es una flor originaria de Turquía, cuya forma recuerda el gran turbante de los sultanes otomanos. En 1593, el botánico Carolus Clusius introdujo en Holanda los primeros tulipanes. Las clases nobles los coleccionaban y los convirtieron en un símbolo de riqueza.

Aunque por ser flores su negociación era veraniega, los holandeses idearon, para prolongarla, una especie de mercado de futuros del tulipán. Los productores ofrecían entregar un bulbo dado en la época en que floreciese y los compradores adquirían el derecho de entrega. Esto se convirtió en una especulación que se autoalimentaba. Charles Mackay en su libro «Delirios multitudinarios: la manía del tulipán y otros mercados enloquecidos» escribía que en 1635 se vendieron 40 bulbos por 100 mil florines, cuando el salario anual de un artesano era de 200 florines.

Resultado de imagen de tulips bubble Un cuadro de los precios de los tulipanes durante su «burbuja».

Poco a poco, el mercado fue atrayendo a las clases populares. El mercado de futuros y los nuevos y numerosos pequeños inversores terminó disparando los precios del tulipán. La posesión simple del tulipán se suplió por el mercado de compra y venta de derechos. Y, a veces, no se llegaba a tener físicamente el bulbo adquirido y ya se había de vendido con una jugosa rentabilidad añadida.

Pero, al ser un producto condicionado a los efectos de las condiciones climatológicas, y cuando las cosechas de 1637 fueron pobres, comenzaron las tensiones financiero especulativas. Las ventas de esa primavera no fueron buenas. Y, los más avezados e inteligentes empezaron a desconfiar de las garantías que se habían aportado para adquirir tulipanes. En un momento dado, se aceptó que su precio era muy excesivo y las órdenes de venta se sucedieron. Los acuerdos comerciales no se podían respetar y un incumplimiento de contrato siguió a otro. En la caída del valor del mercado, supuestamente real, quedaron atrapados miles de pequeños ahorradores. Aquella crisis económico financiera golpeó duro a la economía holandesa. Y generó un período de deflación, bajos salarios, ruinas familiares y cierre de negocios

La Bondad Terapeútica del Dinero seguro para una Economía quebrada.

Tras la II Guerra Mundial, hacia 1948, en la Alemania occidental se realizó la esperada reforma monetaria. La medida, sencilla e importante, consistió en reducir el volumen del dinero en circulación. Así, tras la inflación de los últimos años, los viejos reichsmarks se convirtieron en los nuevos deutschmarks, en la proporción de diez de los primeros por uno de los nuevos. Tanto los productores como los comerciantes esperaban esta medida, que facilitase y garantizase sus operaciones de producción, de compra y de venta.

Muy pronto, unido esto a la disciplina y la laboriosidad alemanas, las tiendas comenzaron a llenarse de artículos y los trabajadores ya contaban con medios de pago seguros y admitidos. Poco a poco, se fueron abandonando los controles de precios y el racionamiento, medidas artificiales destinadas a limitar la inflación y a repartir los pocos bienes disponibles, con medidas dirigistas, imperfectas e inflexibles.

Resultado de imagen de West Germany money reform  LA REFORMA MONETARIA DE ALEMANIA DEL OESTE (20 DE JUNIO DE 1948).

Y, el ciclo económico que hace que la gente reaccione en el manejo del dinero, contra su experiencia más adversa de depreciación e inflación, se presentó también en la Alemania occidental. Y este acontecer, junto con su experiencia espeluznante de 1923, con los retermarks de la República de Weimar, son el origen del empeño de Alemania en tener siempre una moneda, el marco o el euro, firme, a la que no devore la inflación y permita el desarrollo económico sano y sostenido.

Otras monedas fallidas y ruinosas para sus últimos tenedores.

El escocés John Law llegó a Francia en 1716. Su idea central era crear un banco que emitiese billetes a sus prestatarios contra la garantía de las propiedades rústicas del país. Esta idea simple y sencilla está en la base de numerosas formas posteriores de estafas a inversores codiciosos y poco inteligentes. Sus habilidades personales le permitieron conocer al Duque de Orleans, el Regente del Reino.

En esa época, la situación financiera de Francia era desastrosa. Los gastos del reino duplicaban los ingresos del Tesoro, cuyas arcas estaban vacías. Y los recaudadores de impuestos y sus colaboradores buscaban más bien su propio beneficio. Un decreto del 2 de mayo de 1716, concedió a Law el derecho a fundar un banco con un capital equivalente a 250 mil libras esterlinas. El Banco podía emitir billetes o cédulas, que cursó en forma de “préstamos al Estado”, su prestatario. El cual comenzó a emplearlos para sus múltiples e insoslayables pagos, con pleno valor y carácter liberatorio.

Resultado de imagen de Law's banque royal BILLETE DEL BANQUE ROYAL, RESPALDADO CON PLATA.

Como Francia había estado reduciendo el peso del metal precioso en sus monedas, los billetes de Law eran casi como una garantía contra la malversación y la prevaricación de la Administración del Reino. Y, ese “dinero aceptable” en una economía capaz latente produjo beneficios grandes e inesperados con la extensión de las transacciones por todo el cuerpo económico del país. Y el Banco de Law se convirtió en la “Banque Royal” del país.

El Regente del Rieno, encantado y muy poco inteligente, propuso una emisión adicional de los billetes de Law. Y éste pensó en desarrollar su idea original: crear una “Compañía” para explotar y llevar a Francia las grandes cantidades de oro, que se pensaba que existían en el subsuelo de Luisiana; y beneficiarse también del impulso que recibiría el comercio. A primeros de 1719, la nueva “Compañia de las Indias” obtuvo monopolios comerciales en los territorios de influencia francesa en la India, China y los mares del Sur. Y luego recibió el del tabaco, la recaudación de impuestos y el derecho a acuñar moneda metálica.

La respuesta de los potenciales inversores fue despoporcionada e inesperada en todos los aspectos. Las pasiones de la codicia y la vanidad eclipsaron a la inteligencia. Así, la bolsa de los títulos de la Compañia tuvo que trasladarse sucesivamente a un local mayor. Y el valor de los terrenos contiguos a ellos se disparó, ya que la gente quería estar junto al lugar de las operaciones. Los títulos subieron fabulosamente de precio. Las personas que invirtieron al principio unos cuantos miles, se encontraron dueños de millones a las pocas semanas. Parece ser que el término millonario surgió en Francia en esa atapa. Y la Compañía fue emitiendo más acciones, realizando nuevas OPAs vintage, a precios recrecidos, pero inferiores al mercado, a lo largo de ese año.

Resultado de imagen de john law   El honorable John Law.

Por su parte, Law era objeto de los mayores agradecimientos y distinciones. Fue ennoblecido con el título de duque de Arkansas y nombrado Interventor General de Francia el 5 de enero de 1719. El escocés, incluso, afrancesó su apellido con el más eufónico de Lass. El Banque Royal, mientras, iba aumentando sus préstamos y, por tanto, los billetes con los que los hacía. A finales de 1719, había en circulación unos 1200 millones de libras francesas de esos billetes en circulación por los canales financieros de la economía francesa. Y, lo que en un principio fue una bendición, nadie pensó que se podía convertir en un mortal empacho. Y comenzó a funcionar la ingeniería financiera de la época.

Se suponía que la venta de acciones del Banque generaba unos recursos propios, destinados a la explotación de las tierras ociosas de Luisiana. Pero, gracias a otro convenio con el duque de Orleans, ese capital iba destinado a dar más préstamos para pagar los gastos del gobierno francés. Sólo los intereses devengados por ellos podían ir destinados a la extracción de oro y éste formaría parte de las reservas fuertes del Banque. Todo esto generaba un torbellino de ciclos de compraventa de préstamos al Estado, emisión de billetes del Banque Royal y compra de sus acciones, que se autalimentaba y se aceleraba uniformemente “ad infinitum”. ¿O no…?

Al inicio de 1720, el príncipe de Conti, irritado porque no pudo adquirir una partida de acciones al precio que él estimó conveniente, envió al Banque Royal una gran cantidad de billetes, para ser cobrados en dinero real. Y se dice que se necesitaron 3 carretas para transportarlos. Law apeló al Regente, que ordenó al príncipe que devolviese una parte considerable del oro recibido por los billetes. La explotación de los recursos de Luisiana fracasó, las minas brillaron por su ausencia y todo el entramado financiero estafador se hundió. Un número creciente de personas, las más avezadas e inteligentes, reclamaban ante el Banque su dinero contante y sonante. Un día de julio de 1720, murieron 15 personas en el tumulto que se formaba periódicamente ante el Banque.

El Regente ocultó a Law, para salvarle la vida y le hizo salir del país. En Francia quedaron fortunas desaparecidas, una gran deflación, precios desplomados, negocios menguantes, un paro creciente y un recelo duradero contra todos los bancos.

LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL.

LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL EXPLICADA EN 1 MINUTO

La crisis financiera mundial explicada de manera sencilla con un caso

irreal, pero posible…

Érase que se era…

Heidi Merkozy es la propietaria de un bar en Berlín, que ha comprado con un préstamo bancario. Como es natural, quiere aumentar las ventas, y decide permitir que sus clientes, la mayoría de los cuales son alcohólicos en paro, beban hoy y paguen otro día. Va anotando en un cuaderno todo lo que consumen cada uno de sus clientes. Esta es una manera como otra cualquiera de concederles préstamos.
Pero en realidad, no le entra en la caja ningún dinero físico.

Muy
pronto, gracias al boca a boca, el bar de Heidi se empieza a llenar de más clientes.
Como
sus clientes no tienen que pagar al instante, Heidi Merkozy decide aumentar los beneficios subiendo el precio de la cerveza y del vino, que son las bebidas que sus clientes consumen en mayor cantidad. El margen de beneficios aumenta vertiginosamente.
E
s un margen de beneficios virtual, ficticio: porque la caja sigue estando vacía de ingresos contantes y sonantes.

Un empleado del banco más cercano, muy emprendedor, y que trabaja de director en la sección de servicio al cliente, se da cuenta de que las deudas de los clientes del bar son activos de alto valor, y decide aumentar la cantidad del préstamo a Heidi Merkozy. El empleado del banco no ve ninguna razón para preocuparse, ya que el préstamo bancario tiene como base para su devolución las deudas de los clientes del bar.
¿Véis la dimensión del futuro castillo de naipes?

En las oficinas del banco los directivos convierten estos activos bancarios en «bebida-bonos», «alco-bonos» y «vomita-bonos» bancarios. Estos bonos pasan a comercializarse y a cambiar de manos en el mercado financiero internacional. Nadie comprende en realidad qué significan los nombres tan raros de esos bonos; tampoco entienden qué garantía tienen estos bonos, ni siquiera si tienen alguna garantía o no. Pero como los precios siguen subiendo constantemente, el valor de los bonos sube también constantemente.

Bonos que físicamente se han alejado de Heidi Merkozy y de su sucursal. Y que, por tanto, han roto la relación normal y habitual entre el prestamista y el prestatario o deudor. Que suponía la vigilancia de los pagos de la deuda y sus intereses. Y que implicaba siempre la posibilidad de contener una sangría de impagos y de refinanciar o facilitar el pago de la deuda. Deuda que se contrae con los dineros de los depositantes del banco, ya que su capital o dinero propio es siempre una pequeña parte de su pasivo.
El castillo de naipes crece y crece y no para de crecer, pero todo es un camelo; no hay detrás solidez monetaria que lo sustente. Todo son «bonos», es decir, papelitos que «representan» tener valor siempre y cuando el castillo de naipes se sostenga.

Sin embargo, aunque los precios siguen subiendo, un día un asesor de riesgos financieros que trabaja en el mismo banco (asesor al que, por cierto, despiden pronto a causa de su pesimismo) decide que ha llegado el momento de demandar a Heidi Merkozy el pago de su préstamo bancario; y Heidi, a su vez, exige a sus clientes el pago de las deudas contraídas con el bar.

Pero, claro está, los clientes no pueden pagar las deudas.

¡¡¡Porque siguen sin tener ni un céntimo!!! Han podido beber cada día en el bar porque «se comprometían» a pagar sus deudas, pero el dinero físico no existe.

Heidi no puede devolver sus préstamos bancarios y entra en bancarrota.

Y Heidi Merkozy pierde el bar.

Los «bebida-bonos» y los «alco-bonos» sufren una caída de un 95% de su valor. Los «vomito-bonos» van ligeramente mejor, ya que sólo caen un 80%.

Las compañías que proveen al bar de Heidi Merkozy, que le dieron largos plazos para los pagos y que también adquirieron bonos cuando su precio empezó a subir, se encuentran en una situación inédita. El proveedor de vinos entra en bancarrota, y el proveedor de cerveza tiene que vender el negocio a otra compañía de la competencia.
Porque los proveedores de vinos y cervezas también le fiaban a Heidi, creyendo que estaban seguros de que cobrarían con creces al cabo del tiempo. Como no han podido cobrar dado que el dinero no existe, la deuda de Heidi se los ha comido a ellos.

El gobierno interviene para salvar al banco, tras conversaciones entre el presidente del gobierno y los líderes de los otros partidos políticos.

Para poder financiar el rescate del banco, el gobierno introduce un nuevo impuesto muy elevado que pagarán los abstemios.

Que es lo que de verdad ha pasado. Con los impuestos de los ciudadanos inocentes, los gobiernos han tapado el agujero financiero creado por la estupidez de los bancos y la codicia o insensatez de los compradores.

LA CRISIS DEL EMPLEO Y LAS DEUDAS

En las naciones occidentales en “estado del bienestar”, las cosas van bien cuando el erario público atiende las necesidades de los funcionarios superfluos, haraganes o ineficaces, de los desempleados recostados en las subvenciones y de los pensionistas que cotizaron, según cálculos actuariales, por menos “valor” de lo que cobran. Y la “res economica” va mal cuando todos los funcionarios, todos los desempleados y todos los pensionistas tienen que arrimar sus faltriqueras, sus ahorros e inversiones, para apuntalar la ruina de los estados ineficaces, tendenciosos y, por tanto, tercos, y botarates.

La Crisis Anterior.

Las convulsiones de la crisis financiera de 2007 y 2008 amenazaron gravemente con destrozar los sistemas financieros nacionales. Éstos son los circuitos de generación y flujo del “dinero bancario”, que supone el 90% de la masa monetaria real útil en cada país. Circuitos que crean y mueven, como intermediarios entre los depositantes y los prestatarios de todas clases y tamaños, el dinero necesario para el funcionamiento normal de cualquier economía moderna. Y para su desarrollo sano y progresivo.

Sin la presencia de los bancos y cajas de ahorros, tendríamos que servirnos del trueque y de las mesas de los cambistas para realizar nuestras transacciones, adquiriendo lo que necesitamos y ofertando lo que tenemos de sobra: trabajo, bienes, cultivos, etc. Por eso no se podían dejar arruinar los sistemas bancarios. Lo que sí se podía hacer, especialmente con los bancos de inversión, es dejar caer alguno, doblemente como síntoma del mal y como castigo ejemplar. Éste fue el caso de Lehman Brothers.

Los bancos y sociedades inversoras no estaban debidamente controlados por las autoridades monetarias y políticas correspondientes. Porque no realizaban la clásica actividad bancaria comercial. Sino que se dedicaban a invertir el dinero de sus depositantes en sociedades (acciones) y otros activos (bonos simples y complicados o estructurados de mil modos, de deuda soberana (de los Tesoros) o de corporaciones). Los mayores beneficios y, por tanto, los mayores riesgos, los daban las deudas complicadas y poco respaldadas y las inversiones dudosas (donde los beneficios generados no cubrían consistentemente sus gastos de explotación y deudas).

El dejar hacer y que el mercado regule, corrija, premie y ponga a cada uno en su lugar, no vale aquí. Por mucho que lo digan los economistas neo conservadores o lo condenen los socialdemócratas.

Y no vale porque la “gasolina” que alimenta los motores de creación y flujo del dinero son nuestros depósitos. Los dineros que, salvo lo necesario para las transacciones inmediatas, pequeñas y diarias u oportunas (el pago al contado de una obra de arte puede ser ventajoso), todos entregamos a los bancos y cajas de ahorro. Y los entregamos para su fiel custodia y protección. Ésta es una premisa básica de todo el sistema bancario. Y de igual calidad y valor que la necesidad económica de su crédito suficiente. Y luego, sólo luego, en las cuentas vinculadas a los “money markets” y a plazo, para cobrar un magro interés por su uso por los bancos.

Y no tienen autoridad moral las condenas de los otros. Porque con el dinero público, muy poco eficientemente administrado, generan un “estado del bienestar” que tiende a costar y a crecer más de lo debido. La hipertrofia de la función pública, prolongada en múltiples autonomías sin embridar; el exceso del funcionariado en algunas áreas, a pesar de la automatización y la racionalización del trabajo burocrático; el clientelismo o la vinculación interesada de parte del pueblo con los políticos cercanos, mediante subvenciones e intercambio de favores; y la proliferación de altos cargos políticos y funcionariales, tienden a crecer por encima de las necesidades del pueblo y de la estructura racional y eficiente del Estado. Y a ocupar todo el elástico espacio público que les resulta accesible y no disputado.

¿Por qué se extendió por otros países su efecto pernicioso e imprevisto? Por la actividad voraz, miope y desmedida de determinadas sociedades financieras y bancarias, singularmente anglosajonas. En efecto, fue en los EEUU y Gran Bretaña donde primero y más grave y bruscamente se manifestaron sus efectos de ruina y quiebra de toda clase de instituciones financieras: bancos, financieras inmobiliarias y aseguradoras. Y por el efecto de seguimiento y contagio del mal que esas sociedades financieras, con sus “looks” corporativos y el dominio de nuevas “técnicas” de ingeniería financiera, ejercieron casi hipnóticamente en muchos otros bancos, fondos de inversión y de pensiones y aseguradoras de numerosos países occidentales. Porque la crisis casi se circunscribió al hemisferio occidental norte capitalista.

¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo. Realmente, no. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la detección y la corrección de inevitables desviaciones, de una manera continua, relativamente sencilla y muy ágil. Luego hay que dejar operar a los “agentes” económicos, que somos todos. Actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos “mercados” parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. Y, ¿por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir las actividades comunes generales, en nombre de todos, y por encima de personas y entidades privadas.

La Crisis del Empleo.

¿Por qué tenemos ahora tanto paro? Porque no producimos, vendemos y cobramos los suficientes bienes y servicios para emplearnos a todos. Esto es muy fácil de enunciar. Y aún de comprender. Pero es complicado de desarrollar. E incluso es contradictorio de explicar. Por las connotaciones ideológicas que, como filtros o lentes antepuestos, interponen muchas personas para observar un fenómeno tan evidente y próximo.

Hemos tenido una etapa de casi un lustro de crecimiento económico importante. El “motor” principal fue la construcción de viviendas. Él tomaba el dinero (la energía económica) de compradores y de bancos y cajas de ahorro prestamistas y, luego lo repartía a muchos trabajadores, promotores, intermediarios comerciales, notarios, instituciones públicas, fabricantes de electrodomésticos, decoradores, ladrilleros, cementeros, etc.

Otros “motores” importantes de la economía española, que hacían circular el dinero por ella, satisfaciendo “deseos”, no siempre eran “necesidades”, y pagando bienes y servicios recibidos, fueron el turismo y la industria. Los servicios de hostelería y los comercios entregan a varias decenas de millones de turistas, el “consumo” equivalente que realizarían varios millones de españoles y residentes en un año. También nosotros compramos y exportamos coches, bienes de equipo, ropa, calzado, electrodomésticos, alimentos, minerales, etc. fabricados u obtenidos aquí.

Por último, estos 3 “motores” de la energía económica, del dinero, alcanzaban a grandes sectores de la sociedad. Que luego seguirían llevándolo, transmitiéndolo, como “motores” auxiliares, a los demás sectores de segunda oportunidad. Desde barberos a vendedores de lotería, pasando por las comunicaciones, la agricultura, los comercios minoristas y las cadenas de distribución, el agua y las energías, y volviendo a alcanzar al Estado central, las autonomías y los municipios.

Ahora dicen que la economía es global. Siempre lo fue. Siempre hemos exportado coches ligeros, aceite, vinos, naranjas, productos de la huerta y flores. Y hemos recibido turistas. Hoy en día, lo que ocurre es que muchos millones de personas han accedido a un nivel de vida superior, de mayor poder de compra. Hay mucha mayor demanda y una oferta suficiente, sin cupos o contingentes, de gran variedad de artículos. Y, además, la velocidad de las transacciones externas e internas, incluyendo los flujos físicos de viajeros y mercancías, están facilitados por las comunicaciones de todo tipo, la falta de fronteras y aranceles, los acuerdos comerciales y las instituciones estatales y supranacionales.

Y no sólo tenemos que poner a funcionar los “motores” económicos de nuevo. Sino que tenemos que ser competentes en ello. Porque si no, nos empobreceremos colectivamente. Gran parte de lo que tengamos saldrá del país, para comprar bienes extranjeros. Por ejemplo, coches caros, de marca y grandes, electricidad y petróleo. ¿Por qué creen que Alemania contribuyó gustosa a los Fondos de Integración y de Desarrollo Regional europeos? Porque el mayor nivel de vida nos haría suspirar por los productos de calidad, solamente elaborados allí.

La Crisis de la Vivienda.

El problema de fondo del “motor” económico de la construcción era doble. Teníamos unos 25 millones de viviendas fabricadas y somos unos 45 millones de habitantes. ¿No parecen muchas casas? La reposición natural de aquéllas, para unos 50 años de vida útil media, exige unas 450 mil viviendas nuevas al año. Hemos estado levantando durante varios años hasta 700 mil casas por ejercicio. Ahora, dicen, hay un millón de casas sin vender. Así es difícil que arranque y habría que pensar si merece la pena al país, no a las constructoras, a las inmobiliarias, a los bancos y a las instituciones públicas, dedicar de nuevo importantes recursos a este sector saturado.

Además, el precio final de la vivienda elevaba en 3, 4 o 5 veces el coste real de su producción. Éste es uno de los fenómenos perversos de la economía libre sin regular. Cuando la demanda de un bien se tensa y en épocas de crecimiento económico y, por tanto, de una cierta inflación, los productores y los comercializadores de ese bien tienden a elevar su precio lo que pueden. ¿Qué buscan en el fondo? Aumentar su “participación” en el “pastel” total, que es el valor de la producción nacional o PIB. Cuando la economía es débil (por ejemplo, en los países en las etapas primeras del desarrollo) y esta actitud se generaliza entre los agentes económicos, aparece una inflación más o menos desbocada, recalcitrante y perniciosa. En España los entes públicos, por su parte, ganaban con las recalificaciones de los terrenos, con el IVA en cascada, con las transmisiones y plusvalías.

Una respuesta a las dificultades de subidas de precio de las viviendas fue el abaratamiento de los costes de producción por los constructores y los promotores. Esto se reflejó directa y permanentemente en la extendida disminución de las calidades de los materiales y de la capacidad profesional de la mano de obra empleada en la construcción. Y se aprecia en la aparición casi inevitable de las necesidades de reformas importantes en las viviendas, a partir de los 15 o 20 años de construidas.

La Crisis de Todas Nuestras Deudas.

Surge ahora una nueva crisis. Le llaman algunos otro tsunami económico, como podrían llamarle la réplica de un terremoto económico anterior. El núcleo de esta crisis es quizás más sencillo que el de la anterior. Pero su extensión es más amplia y profunda. Se trata de la crisis de las deudas.

En los años de bonanza anteriores, el crédito se extendió vertical (desde el ciudadano, pasando por las empresas, hasta el Estado central y periférico) y longitudinalmente (alcanzando a “todos” los agentes económicos). Todos estamos endeudados hasta las cejas. Aunque usted haya manejado sus dineros con seriedad y eficacia y no pidiera préstamos que le fueran difíciles de pagar y devolver, aún debe mucho. Porque su estado o su comunidad o su ayuntamiento deben con total seguridad.

Por ejemplo, el ayuntamiento de Madrid debe más de 7000 millones de euros; casi los 2000 euros por habitante; a pesar de ello, las obras de peatonalización de numerosas vías céntricas han continuado hasta hace poco y la torre de Colón se ha desplazado un poquito en su plaza; así, las pocas calles que han dejado para circular ahí están atascadas permanentemente y las nuevas calles peatonales, llenas de vehículos de reparto aparcados, que circulan entre los viandantes. Sin embargo, la Gran Vía madrileña nunca hubiese alcanzado su porte, importancia y monumentalidad, si no se hubiese dedicado doblemente, desde hace más de 100 años, al tránsito de vehículos y de peatones, en igualdad de derechos y usos. Otro dato municipal nacional, hemos gastado unos 13 mil millones de euros el año 2009 con el plan E de empleo nacional temporal (mientras duraran las obras). Para construir rotondas, aceras, polideportivos, etc., y anunciarlo a pie de obra con cartelería costosa y ostentosa.

Keynes preconizaba que se emplease el gasto público para generar empleos en la época de la Gran Depresión. Pero a Keynes, como a Clausewitz, se les cita sin leerlos, sin entenderlos y sacándolos de contexto. En aquella época de casi subdesarrollo en el mundo occidental, había muchas cosas útiles por hacer. Y el Estado se podía endeudar más, con tal de crear empleo. Y aquí tenemos muchas obras públicas donde se podría haber gastado mejor el dinero. O haberlo ahorrado para no tener que quitárselo a los funcionarios todos y a los pensionistas todos. Así, por fin, vía exacciones, tasas, multas e impuestos nos tienen que sacar el dinero necesario para pagar sus deudas “colectivas” y su catarata de intereses.

Incluso, durante los dos años citados de la crisis anterior, los estados occidentales echaron mano del gasto público para apoyar e impulsar sus economías nacionales. Y lo hicieron desde una posición individualizada y, generalmente, sin coordinación con sus “socios” extranjeros directos. Eso ocurrió entre los europeos y entre los EEUU y Europa. Y así, Alemania y Francia, que alcanzan el 45% del PIB de la zona euro, incumplieron durante dos años el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (base financiera de la moneda única), que limita al 3% el déficit nacional permanente aceptable sobre cada PIB. Su déficit superó el 5% y el 8% de su PIB, respectivamente. Ahora, que ya pueden embridar sus presupuestos, apremian a tirios y troyanos, más rezagados en sus resultados, para que con sus gastos desaforados, no perjudiquen el valor del euro.

A las cifras de deuda generadas por las instituciones públicas, se unen las deudas de las empresas y las deudas del personal. Las empresas, para crecer, usan el dinero bancario, con tal de que su “coste de uso” sea inferior al beneficio marginal logrado por esa inversión. Así emplean en su negocio más número recursos, que los generados en él. Esto, que es también muy fácil de enunciar, se pervierte en la práctica cuando se quiere crecer perversamente. Que es por encima de las oportunidades reales (no ilusiones codiciosas) y capacidades de generación de caja y beneficios. No quiero señalar a nadie. Las noticias con las que nos bombardean diariamente, les darán ejemplos evidentes de empresas en apuros por estas causas.

Propongo, para no extenderme más, que el inteligente lector extrapole al caso de nuestras deudas excesivas personales y familiares, el caso recién citado de las empresas temerarias y de sus empresarios faltones.

Los únicos Pocos que Visitaron las Cárceles: Estadounidenses de Oficio y Horca.

Bernnie Madoff. Es el más hábil y eficaz. En 1960 creó en los EEUU una firma de inversiones. Al crecer mucho, adquirió una estructura piramidal: pagaba buenos réditos con los capitales que iba recibiendo y que no se rescataban. Un ejemplo, para muchos, por su solvencia, seriedad y eficiencia. Periódicamente cerraba la entrada a nuevas inversiones. Esto hacía que sus babeantes clientes le suplicaran literalmente para que admitiese nuevas inversiones. Llegó a dilapidar y evaporar inversiones del orden de los 50 mil millones de dólares de bancos, grandes fortunas, aseguradoras y fondos. Debidamente reeducado y reinsertado socialmente, nos podría sustituir con ventaja a algunos de los ministros de Hacienda o de Economía que padecemos.

Raj Rajaratnam. Estableció una compleja trama de información privilegiada sobre la renta variable estadounidense. Compraba y recibía chivatazos sobre unas 20 “blue chips” de la bolsa neoyorquina, que usaba para realizar compras y ventas con su empresa de inversiones Galeon. Se le juzgará en octubre de este año, si se termina de instruir su proceso.

Allen Standford. En la línea de Madoff. Vendió por Suramérica unos 7000 millones de dólares en certificados de depósitos high yield. Su valor era nulo. Sus abogados quieren sacarlo de la cárcel, porque dicen que “no recuerda las conversiones, se quedó tuerto y ha enloquecido”.

Bernnie Ebbers. ¡El nombre de Bernardo me asusta! Ex presidente de WorldCom. Protagonizó la mayor quiebra de la burbuja de las telecoms a primeros de siglo. Cumple una sentencia de 25 años de cárcel.

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad. Por otro lado, las autoridades monetarias y aún estatales también se lo están exigiendo.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una “ilusión razonable”.

De la crisis económica mundial hay que salir fortaleciéndonos en nuestros valores y virtudes. Éstas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento y veneración del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos vivos que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

ESPAÑA FUERA DEL EURO.

Las Peticiones para que España esté fuera del Euro.

Desde que comenzó la falta de confianza en la capacidad económica de Grecia para superar su crisis económica, a primeros de febrero, se oyen voces de algunos sesudos economistas, abogando por esta “solución” para España. Y el respetado (¿es respetable?; ahora lo veremos) Wall Street Journal apuntaba el 24 de febrero la posibilidad de que España estuviera fuera del euro.

Según el diario, a España se le presentan tres alternativas: no hacer nada, emprender reformas serias (lo han intentado ya el jueves 25 los políticos reunidos con la comisión gubernamental) o abandonar el euro. El periódico señala que las dudas sobre la solvencia griega, se han extendido a los miembros más debilitados de la zona euro. Y que España será el próximo campo de batalla de las especulaciones internacionales y de los esfuerzos y ayudas de los demás copartícipes de la moneda única. Así, los resultados “podrían determinar si la moneda compartida por los 16 países europeos se mantiene o no”.

La posición del diario se esfuerza por presentarse condicional y posible, no próxima ni probable. Pero el Wall Street Journal no ha tenido pelos en la lengua ni escrúpulos para llenar un espacio con estas ideas perjudiciales y antieuropeas.

Las Justificaciones para que España pida estar fuera del Euro.

Una de las “buenas” razones que se aducen para que España esté fuera del euro, es que ahora la política económica de la Unión Europea está eso, unida. Y reside en el euro, a través de las acciones rectoras del Banco Central Europeo. Que debe velar, según su mandato, por los intereses de todos los países miembros. Pero, en la práctica, sigue muy de cerca los intereses de Alemania y Francia, que suponen más del 45% de la potencia comunitaria económica.

Y la política económica, con sus “cambios de valor de la moneda”, vía devaluación y revaluación y tipos de interés regulados, es de las más eficaces y rápidas en sus efectos, para actuar sobre las crisis económicas:

Para contener el valor de una deuda pública, pagadera en moneda nacional. Así, los alemanes, en los años 20 del pasado siglo, se liberaron del dogal de hierro que el Dictado de Versalles impuso a su economía. En forma de indemnizaciones de guerra que la ahogaban. Una forma más de humillación innecesaria, que creó el caldo de cultivo para el florecimiento del totalitarismo imperialista. En 1920, a fines de febrero, Hitler proclamó en una cervecería bávara, en Munich, los 25 puntos programáticos del Partido Obrero Alemán. Luego se revaluó fuertemente el marco, con una adecuada proporción de viejos y nuevos marcos para su cambio. Creando un nuevo Deutsche Mark, emitiendo una moneda seria, estable y con valor, necesaria para impulsar todas las transacciones económicas alemanas.

Para aumentar la competitividad industrial, comercial y de servicios y las exportaciones, ya que los precios comparativos en moneda nacional se vuelven ventajosos, por valer menos. Para frenar las importaciones, equilibrando las balanzas de pago de los países que las tienen deficitarias, que son la mayoría. Para favorecer las inversiones en general y el turismo extranjero en particular, que comprarán más baratos los bienes y servicios nacionales.

¿Qué es lo que no nos dicen, los que piden o aconsejan que España esté fuera del Euro?

El gran tema y problema mayor es que si se baja el valor de una moneda, se empobrecen todos sus tenedores y usuarios. Es decir, todos los moneda tenientes, el pueblo teniente. Y esa sería la única “causa” de España para estar fuera del Euro.

Este expolio sangrante se da por aceptable y hecho. Los llamados “profesionales” lo consideran un mal menor o, como mucho, un mal necesario. Pero su efecto es literalmente quitar el dinero, los ahorros (a través del menor valor de todas las cosas tasadas por aquél) del bolsillo, de la faltriquera, de los extractos financieros o económicos del pobre, de las clases medias ahorradoras, de los jubilados, de sus nacionales, en fin.

Este efecto equivale a una fuerte inflación impuesta desde la política por los gobernantes. En los años 20 del siglo XX, sufriendo una terrible inflación, el papel moneda alemán llegó a valer menos que el papel para las paredes. Y con los billetes millonarios en marcos empobrecidos, se empapelaron muchas casas alemanas durante un tiempo. En su futuro, recordando estos tremendos años, los alemanes apreciaron sobre todo el valor y la estabilidad de su moneda. Y esta idea firme está subyacente en toda la política monetaria del nuevo banco Central Europeo. Por eso Trichet tardó en introducir correctiva y anticipadamente un exceso de liquidez o una disminución del valor de uso del dinero (el tipo de interés), cuando en 2007 se vislumbraba la actual crisis económica sistémica.

¿Es lícito y moral Devaluar las Monedas, Empobreciendo sin Compensación a sus Usuarios?

El carácter distintivo de la teología católica hispana ha sido históricamente la exposición y la defensa del dogma y de la moral. Entre los siglos XIII y XVII, los estudios de teología moral estuvieron en paralelo con los de la teología dogmática. Nuestra teología, como tantas ciencias y artes, tuvo un florecimiento esplendoroso y superior durante los siglos XVI y XVII, que corresponden al período del Siglo de Oro español.

En un esfuerzo intelectual singular realizado por los escolásticos españoles, que trataban de conciliar y aunar la fe y la razón, partiendo de la filosofía tomista.

Pues bien, la escuela teológica escolástica de Salamanca estableció en esta última etapa que “con la inflación (o con la devaluación) se robaba el dinero del bolsillo del pobre”. Y que esto era tan grave y criminal, que “su evitación justificaba el magnicidio”. La muerte del poderoso que cometía esa injusticia, general y abusiva;

el “infame latrocinio”, que decía el Padre Juan de Mariana. Este mismo teólogo también añadía que “el excesivo gasto público es la causa esencial de la depreciación de la moneda”. Pedro Fernández de Navarrete enseñaba que “la moderación de los gastos públicos es el mejor medio para engrandecer el Reino”. Y Domingo de Soto escribía que “la moneda, al igual que las leyes, debe permanecer lo más fija posible”.

¿Por qué eran tan rigurosas estas opiniones teológicas? ¿Era debido a la tenebrosidad anímica que parecen envolver a esos tiempos de la Alta Edad Media?

No. Se trataba de que, con la devaluación o la inflación los gobernantes compensaban sobre todo el pueblo, sus errores, fallos, dilaciones, despilfarros, vaguedades y mezquindades en el cuidado y gestión de los negocios públicos. Y si la autoridad terrena procedía en último término de Dios, también sobre ella caía la responsabilidad de sus culpas en su ejercicio.

¿No os resultan estos temas, queridos lectores, muy modernos?

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad. Por otro lado, las autoridades monetarias y aún estatales también se lo están exigiendo.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una “ilusión razonable”.

De la crisis económica mundial hay que salir fortaleciéndonos en nuestros valores y virtudes. Éstas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento y veneración del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos vivos que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

LA CRISIS DE LAS MARCAS COMERCIALES

Introducción.

Las marcas comerciales tienen en estos momentos una gran dificultad para competir ventajosamente en los mercados. Y ello a pesar de que, de toda la vida, hemos buscado los productos de marca para adquirirlos. ¿De qué marca es esto? ¿Cuál es la marca? Eran preguntas con las que buscábamos la seguridad de una calidad, de una garantía de fabricación y de un servicio postventa, en nuestras adquisiciones de innumerables productos comerciales. ¿Por qué las marcas comerciales son ahora dejadas de lado en muchos casos? Esta crisis no financiera, sino comercial, que sufren los productos comerciales reconocidos, merece nuestra reflexión.

El público tiene en general muy poca fidelidad a marcas y productos comerciales, si no existe una diferencia observable y cualitativa, que los destaque y distinga. Veamos algunas cualidades de los productos comerciales. Y cuáles son su repercusión y efectividad para crear diferencia y valor añadido en los clientes.

Las Cualidades Intrínsecas de las Marcas Comerciales de los Productos y su Aportación Cualitativa a los Clientes.

La Imagen Conocida. Es una cualidad neutra. Es necesaria, pero no suficiente, para destacar en el mercado competitivo.

La Calidad Reconocida y Aceptada. No siempre es medible por los usuarios. Lo son, por ejemplo, la textura del grano y el sabor de Nescafé. En la leche normal, son casi imposible de apreciar las diferencias. Y, por tanto, seleccionar. ¿Tiene los suplementos vitamínicos o minerales que anuncia?

Para una cadena de distribución, la reputación cuidada y mantenida de algunas líneas de productos (cosmética, limpieza, vinos) extiende y amplía esa cualidad reputada a otras de sus líneas o referencias. Éstas deben de cumplir las expectativas transmitidas. Aquí la transmisión de la experiencia de uso entre el público es un parámetro decisivo. Para la cadena misma, ésta es la mejor inversión en conocimiento público y notoriedad.

Una Buena Distribución. Que esté a mano. Es una cualidad neutra y necesaria. Para las marcas de distribución, cada cadena tiene el interés de exponer y anunciar (en catálogos y en todas sus tiendas) sus productos. De ellos obtiene más ventajas comerciales: atrae al público a sus establecimientos, desplaza a su competencia industrial y comercial, le permite aumentar la facturación y le genera más beneficio industrial (fabricante) y comercial (como tienda).

Los Envases. Destacan sus cualidades de calidad, litografía, colores, información y accesibilidad limpia y cómoda para el cliente. Son la tarjeta de presentación de la marca. Pueden ser una cualidad diferencial importante, que compense bastante una diferencia de precio. En artículos de gran consumo y orientados a la gente joven, el envase bien logrado, atractivo y expresivo puede ser definitivo: los cereales Kellogs, aparte de su mejor sabor, conservación y textura, exhiben envases alegres, distintivos y favorecedores.

Las marcas de distribución o blancas deben tenerlos, al menos, dignos, igual de cómodos y fáciles en su uso (los derrames y las manchas al usuario son graves inconvenientes para su aceptación), de colores y litografía atractivos (aunque sean monocolores). Y con la información necesaria y la que desea encontrar el consumidor. Si tienen varios colores, en recuerdo de alguna marca, éstos no deben ser mortecinos. Porque esto se compara y se equipara directamente con una menor calidad.

Aportación Cualitativa al Cliente. Pocas marcas acreditadas aportan a los clientes algo que las diferencie de las marcas nuevas o de distribución. No existe fácilmente una clara distinción técnica. Que sería cara de obtener y difícil de igualar, como en el caso de las maquinillas Gillette, que van por delante en innovación y calidad.

A las marcas nuevas parece que siempre les cuesta trabajo hacerse con una cuota de mercado rentable. La razón no son las cualidades o la simpatía del público hacia las marcas existentes. El público no conoce aún las marcas nuevas. La inversión de lanzamiento, logística y comercialización es importante. Las cadenas de establecimientos no tienen ningún interés especia en promocionarlas: sus lineales son caros y escasos, ya que las referencias existentes y sus ventas son numerosísimas.

El Precio. Debe estar en línea con el mercado y con una tendencia al alza, en períodos económicos normales, suave. Los artículos de élite deben ser más caros que la media. El precio los destaca por su calidad, originalidad, prueba su exclusividad y garantiza su distinción social. Los gastos de distribución o comercialización (comisiones, rappeles y descuentos) y de propaganda de selección y exclusividad, tienen una alta participación en los costes totales de los productos caros selectos. El público lo quiere así…

Las cadenas de establecimientos y las tiendas ponen las distintas marcas en sus lineales y escaparates, porque son productos que se venden y que les dejan un margen adecuado. Esto va excluyendo del mercado a los más débiles, menos atractivos y menos conocidos.

La Publicidad. Busca el “recuerdo” y la notoriedad. Las campañas de publicidad son una relativa pérdida de recursos. Zara, por ejemplo, no hace publicidad sistemática y no carece de implantación, penetración y éxito nacional e internacional. Una excepción es que anuncien una nueva ventaja, un cambio en los productos o servicios, un precio temporal favorable, una inauguración.

El único efecto de la publicidad, para los productos de gran consumo y de precios controlado-limitados, probablemente sea “recordar” y “refrescar” su existencia a los consumidores. A un público abrumado y cansado por la información y los datos de muy diversas índoles y procedencias, esta “reaparición” de un deseo o de una necesidad, a través de un producto satisfactorio, es lo que hace que, con la campaña, aumenten temporalmente las ventas.

O sea, que las campañas podrían ser limitadas, recortadas y más selectivas y aligeradas, para conseguir los mismos efectos deseados. El estudio de esto y su análisis (Nielsen, etc.) suele estar en manos de las compañías de medios. Con lo cual, un análisis riguroso y objetivo es difícil, porque va directamente contra sus intereses vitales. Y siempre podrían esgrimir cualitativa y emocionalmente, el citado aumento de ventas. O de la notoriedad y el mantenimiento de las exclusivas, calidades excelentes y distinciones sociales para los artículos de élite, donde sí son imprescindibles.

Las Ofertas y los Regalos Periódicos. Buscan atraer y predisponer al cliente con la rebaja oportuna y el regalo apetecible. Son refuerzos de la notoriedad. Resultan interesantes los descuentos directos o para la siguiente compra (vale), los regalos atractivos (con creatividad) y de calidad (que no sean despreciables). No son buenos los regalos caros, al menos reiterados, porque le tocan a muy pocos y en rifas distantes. El crear premios importantes a la creatividad, la filantropía, etc. es útil para las marcas de élite.

Las muestras gratuitas sirven para dar a conocer el producto. Deben ir dirigidas a su clientela potencial. Wrigley, hace casi 60 años, dio a conocer sus chicles en EE.UU., con gran éxito, regalando muestras por todo el país. En cosmética y perfumería son casi necesarias: endulzan, en parte, la compra de otros productos, quizás de la competencia, hecha en la tienda. Así, las perfumerías demandan las muestras y los fabricantes transigen. Porque también así se dan a conocer directa y eficazmente a su clientela potencial, sin costes de publicidad o distribución. Es un ejemplo de una buena simbiosis comercial.

Cualidades Selectivas y Distintivas para los Clientes. Son la distinción, la elegancia, el refinamiento en su uso, la exclusividad y el lucimiento social.

Forman un conjunto de características distintivas importantísimo, que genera en gran medida las ventas de los productos suntuarios de toda clase de líneas: relojes, joyas de marca, coches, ropa y complementos.

Así, los productos de gran consumo, de uso amplio y extendido y a precios más ajustados a sus costes totales, carecen en gran parte de estas distinciones. Estas distinciones se señalan y se mantienen necesariamente en el público potencial, con una campaña de publicidad cuidada, destacable, intermitente, incisiva, costosa e indefinida.

Resumen.

Vemos que son pocas las marcas comerciales que pueden verdaderamente destacarse de sus competidoras, ante sus potenciales clientes. Y que la razón es la falta de cualidades y ventajas perceptibles por su mercado. Cuando posee una ventaja técnica destacable y favorable, la marca se encuentra en un nicho protegido, frente a rebajas de precio o de calidad de sus competidores. Por otra parte, en los productos de élite, las marcas se aprovechan del sentimiento de elegancia, exclusividad y distinción que subyace en sus potenciales pudientes usuarios. A la espera de ser aflorado, recogido y concretado en aquéllas. Y mediante una acción comercial de precio, información y calidad suficiente, que son puestas a la vista de todos para ser admiradas y deseadas, aunque no alcanzadas por todos.

El Empleo. ¿A Dónde se Fue? ¿Cómo Volverá?

Introducción.

¿Por qué tenemos ahora tanto paro? Porque no producimos, vendemos y cobramos los suficientes bienes y servicios para emplearnos a todos. Esto es muy fácil de enunciar. Y aún de comprender. Pero es complicado de desarrollar. E incluso es contradictorio de explicar. Por las connotaciones ideológicas que, como filtros o lentes antepuestos, interponen muchas personas para observar un fenómeno tan evidente y próximo.

Hemos tenido una etapa de casi un lustro de crecimiento económico importante. El “motor” principal fue la construcción de viviendas. Él tomaba el dinero (la energía económica) de compradores y de bancos y cajas de ahorro prestamistas y, luego lo repartía a muchos trabajadores, promotores, intermediarios comerciales, notarios, instituciones públicas, fabricantes de electrodomésticos, decoradores, ladrilleros, cementeros, etc.

Otros “motores” de la economía española, que hacían circular el dinero por ella, satisfaciendo “deseos”, que no “necesidades”, y pagando bienes y servicios recibidos, fueron el turismo y la industria. Los servicios de hostelería y los comercios entregan a varias decenas de millones de turistas, el “consumo” equivalente que realizarían varios millones de españoles y residentes en un año. También nosotros compramos y exportamos coches, bienes de equipo, ropa, calzado, electrodomésticos, alimentos, minerales, etc. fabricados u obtenidos aquí.

Por último, estos 3 “motores” de la energía económica, del dinero, alcanzaban a grandes sectores de la sociedad. Que luego seguirían llevándolo, transmitiendolo, como “motores” auxiliares, a los demás sectores de segunda oportunidad. Desde barberos a vendedores de lotería, pasando por las comunicaciones, la agricultura, los comercios minoristas y las cadenas de distribución, el agua y las energías, y volviendo a alcanzar al Estado central, las autonomías y los municipios.

Ahora dicen que la economía es global. Siempre lo fue. Siempre hemos exportado coches ligeros, aceite, vinos, naranjas, productos de la huerta y flores. Y hemos recibido turistas. Hoy en día, lo que ocurre es que muchos millones de personas han accedido a un nivel de vida superior, de mayor poder de compra. Hay mucha mayor demanda y una oferta suficiente, sin cupos o contingentes, de gran variedad de artículos. Y, además, la velocidad de las transacciones externas e internas, incluyendo los flujos físicos de viajeros y mercancías, están facilitados por las comunicaciones de todo tipo, la falta de fronteras y aranceles, los acuerdos comerciales y las instituciones estatales y supranacionales.

La Construcción. ¿Qué le Pasó?

El problema de fondo con el “motor” económico de la construcción era doble. Teníamos unos 25 millones de viviendas fabricadas y somos unos 45 millones de habitantes. ¿No parecen muchas casas? La reposición natural de aquéllas, para unos 50 años de vida útil media, exige unas 450 mil viviendas nuevas al año. Hemos estado levantando durante varios años hasta 700 mil casas por ejercicio.

Además, el precio final de la vivienda elevaba en 3, 4 o 5 veces el coste real de su producción. Éste es uno de los fenómenos perversos de la economía libre sin regular. Cuando la demanda de un bien se tensa y en épocas de crecimiento económico y, por tanto, de una cierta inflación, los productores y los comercializadores de ese bien tienden a elevar su precio lo que pueden. ¿Qué buscan en el fondo? Aumentar su “participación” en el “pastel” total, que es el valor de la producción nacional o PIB. Cuando la economía es débil (por ejemplo, en los países en los estadíos primeros del desarrollo) y esta actitud se generaliza entre los agentes económicos, aparece una inflación más o menos desbocada, recalcitrante y perniciosa. En España los entes públicos, por su parte, ganaban con las recalificaciones de los terrenos, con el IVA en cascada, con las transmisiones y plusvalías.

Una respuesta a las dificultades de subidas de precio de las viviendas fue el abaratamiento de los costes de producción por los constructores y los promotores. Esto se reflejó directa y permanentemente en la extendida disminución de las calidades de los materiales y de la capacidad profesional de la mano de obra empleada en la construcción. Y se aprecia en la aparición casi inevitable de las necesidades de reformas importantes en las viviendas, a partir de los 15 o 20 años de construidas.

Todo esto creó un freno brutal, un tope en el engranaje del “motor” principal de reparto del dinero. El elevado precio de los inmuebles, por encima de los valores razonables de costes y de la capacidad real de compra de los clientes, ayudó a colapsar literalmente un sistema de producción egoísta y sin previsión, ni profesionalidad cabal. Aquélla estaría en torno al 30% de sus rentas disponibles, normales y permanentes o razonablemente extrapoladas, por ascensos esperados, herencias próximas, ventas de activos, etc.

Desaparece el Empleo.

Por el fallo de los motores citados, más o menos súbita y aceleradamente, un montón de gente comienza a quedarse en paro. La consecuencia inmediata es la disminución drástica de su renta disponible. De su nivel de vida, que se expresa en nuestra sociedad por la adquisición casi inmediata de aquello que apetezca al ciudadano o consumidor. Incluso los bienes de consumo duradero, más caros, como casas, vehículos, viajes, mobiliario, pueden ser disfrutados también pronto. A través de su compra a crédito y en cómodos plazos, que es igual a muchos y, por tanto, elevando notablemente el coste total de los artículos para su comprador y los beneficios de los prestamistas del dinero. ¿Para qué ahorrar? Basta con extender el sueldo en el tiempo mediante el crédito.

A las personas en paro, se unen los que creen que su empleo o sus ingresos a comisión o variables pueden peligrar o reducirse próximamente. También disminuyen su consumo y aumentan sus reservas económicas. Incluso se dan cuenta de que pueden fácilmente prescindir de muchos gastos. Y de que esta racionalización del gasto o este ahorro, les permite pagar sin agobios algunos pagos aplazados o reunir dinero para realizar luego alguna compra puntual más importante.

A una menor demanda creciente y extensa, numerosas empresas de todos los tamaños y ramos tienen que disminuir su producción u oferta de bienes y servicios. Desde el taxista hasta el embotellador de refrescos. Es decir, tienen que utilizar menos sus factores de producción, que hay que comprar, para no generar bienes y servicios invendibles, sin demanda. Y una parte, a veces muy importante, de esos factores de producción son los empleados, que reclaman cada semana, cada quincena o cada mes sus salarios, variables y cotizaciones sociales. La mano de obra se convierte en un coste fijo (por tanto, inevitable) insoportable, cuando las ventas bajan de cierto umbral en cualquier empresa.

Sólo hay una empresa que no se frena, que no se para, aunque la sociedad y su complejo tejido económico lo esté pasando mal o muy mal. Son las instituciones públicas. Sus empleados tienen garantizadas su remuneración y las mejoras, vía impuestos y deuda pública, que colocan a las entidades financieras y al público ahorrador. Si no hay tanta actividad administrativa, no realizan aquéllas ajustes de plantilla o EREs. Bien, tendrán los empleados más tiempo ocioso o harán burocracia improductiva, realizando comprobaciones, inspecciones, expedientes, dictámenes, informes, para los archivos y, quizás, para su destrucción posterior. La posición de los jefes se manifiesta, garantiza y revalida por el tamaño de su sección o negociado.

El sencillo mecanismo antes citado y llevado a uno de sus límites, nos conduciría a una sociedad semiparada, sin consumo ni sueldos ni rentas, más pobre. Éste sería el extremo opuesto, también frenético, al que se tendía hasta finales de 2007, en la etapa del consumo desmedido, superfluo, innecesario y económicamente insostenible. La diferencia, el espacio entre ambos límites desquiciantes, lo ocupa el mayor o menor grado de confianza entre los agentes económicos. Derivado el primero de los excesos de prestamistas y prestatarios, de inversores, compradores y vendedores, acerca de la bondad de sus acciones económicas, informadas señaladamente por la codicia y la ambición desmedidas. Derivado el último del fallo en el efecto sostenedor, amplificador y multiplicador del consumo, la inversión y el ahorro ponderados y sinérgicos de la economía nacional.

Es necesario volver a poner en marcha los mecanismos. Y ésta es una acción múltiple, simultánea y protagonizada por casi todas las clases de agentes económicos. Que deberían actuar, imaginemos las diversas piezas alejadas de un rompecabezas, acercándose (la confianza) entre sí, a la vez y sin pausas, e interactuando (intercambiando bienes, servicios, factores de producción y medios de pago) para montar el rompecabezas de la economía. El dirigir, impulsar y alimentar esta acción sinérgica de todos y para todos, sería una función esencial y vital del Estado en estos momentos. Que justificaría su existencia, incluso para el más escéptico y librepensador.

Algunas Medidas Económicas para Resolver la Crisis.

Un problema es mantener controlada la inflación, que ahora aparece lejana y difusa. Es decir, que no suba el nivel general de precios. Éste incluye los costes de las energías, ahora depreciados. Pero también los de los alimentos y las tasas de los servicios públicos, mucho más alcistas y que, además, son casi imposibles de sustituir por otros bienes o servicios privados. Y evitar que se desboquen las ambiciones de los agentes económicos y que se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.

Hay también que estimular la Economía y evitar su frenazo más o menos brusco. Su detención total llevaría a lo contrario: a la deflación. Pero el exceso de liquidez a muy bajo precio que están aplicando los bancos centrales de muchos países, parece que aleja el peligro de esta última. Lo vemos en cómo se comportan las bolsas, a pesar e que los beneficios empresariales están contenidos, el consumo , deprimido y las perspectivas buenas, aún lejanas.

Esta actuación múltiple, doble en sus fines, forma un par de opuestos complementarios, no antagónicos. Son como el sistema nervioso vegetativo: con el simpático y el parasimpático. O las dos riendas de un coche de caballos.

Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas y cumplidas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique temporalmente a un sector de la población.

El gasto público debería contenerse. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes, las comunicaciones o la educación. Un corolario de lo anterior, aún difícil de conseguir, sería buscar o mantener un suave superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo. Cuyo pago, tarde o temprano, nos corresponderá a todos.

Y para rebajar los impuestos a las empresas, situadas en la primera fila de creación de empleo y generación de riqueza. Y favoreciendo, según los casos, los sectores más creativos, modernos o que utilicen más mano de obra por unidad de producción.

Hay un problema del que nadie quiere tratar en España. Tenemos del orden de los tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 30 o 35 años había del orden de 1 millón de empleados públicos. Y eso que no tenían los avances de la informática y de la domótica que tenemos hoy. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos bastante más del doble de funcionarios. Los partidos no hablan de esto, por los votos que suponen ellos y sus familias y porque los mandatarios también son funcionarios. Y los ciudadanos o votantes no lo comentan, ni lo discuten. Se achantan y pagan y pagan. Más de un tercio de la vida laboral (con su equivalente en ingresos brutos), los dedicamos a sostener un Estado pesado y complicado, que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, aplicado, creativo y eficiente.

Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, pilotos civiles, rentas del capital).

Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.

El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus distintos sectores productivos.

Es necesario que el Estado aborde seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están sus diversos “escalones”) los costes de aquéllos al consumidor final, debido a unas estructuras pesadas y excesivas.

Economía Fácil III.

Y Tercera Parte. 

(continuación)

Todo negocio debe contar con un período de iniciación, de arranque, cuya duración es variable en función del tipo de empresa, de su localización y de la situación económica. Y durante el cual se acumulan los gastos y las deudas, y los ingresos son relativamente escasos. He visto cerrar a algún comercio de barrio porque no pudo esperar a hacerse con una clientela y carecía de fondo financiero para mantenerse. En un comercio, la localización y la vía pública son fundamentales. A veces, incluso, las ventas son muy diferentes de una acera a otra en una calle comercial. Acabo de visitar una bisutería, que va a cerrar a los 5 meses de su apertura. Y situada en un callejón, a unos 50 ms. del centro de Madrid. Su público (el target) no pasaba por el callejón, lo orillaba a derecha e izquierda. Me dijeron que habían aprendido. 

También hay que considerar que hay sectores, mercados, rígidos y muy cerrados a la competencia de nuevos ofertantes. Por ejemplo, el transporte de larga y corta distancias cuenta con un enorme número de transportistas y agencias de transportes. Frente a una demanda concentrada en relativamente pocos grandes cargadores y cadenas de distribución o comerciales. Esto hace que los precios no se puedan formar libremente, que los transportistas sean, entre ellos, sus segundos peores enemigos y que los cargadores (o sus empleados!!!) abusen de su posición de dominio.

Sin embargo, un emprendedor inteligente y entusiasmado con su trabajo, logró superar con gran éxito, para ejemplo de todos, los contratiempos que le presentaron un sector tan duro y la burocracia administrativa. Juan Jesús Alegría, un empresario de Vitoria, con 47 años, quedó fuera del sector con la aprobación de la Ley de Ordenamiento del Transporte Terrestre. Juan Jesús no se arredró. Tras el lógico período de desorientación y dolor, sólo pensaba en cómo darle la vuelta a un negocio de familia, ya sin futuro. Por todas partes veía oportunidades y cambios, que él podía ofrecer a los potenciales y no atendidos usuarios de variantes elaboradas del transporte común. Pero no fue fácil la iniciación, el nuevo arranque del negocio. Su travesía por el desierto duró 3 años, en los que no vendió nada. En París tiene en marcha un autobús destinado a persuadir a los vecinos de que es bueno aprovechar bien el agua. Ganó el concurso frente a otras dos empresas francesas finalistas, ante un tribunal de adjudicación formado por doce mujeres. En Dubai diseñó un autobús para uso del sheik o jeque (el jefe), dotado de 12 plazas delanteras y una popa, donde se localizan los servicios particulares y lujosos para el mandatario y sus invitados. Tiene todo lo que puedan necesitar. Y envuelto en el lujo exquisito propio de un jeque petrolero. Cuando los dubatíes le sugerían 4 ideas, a Juan Jesús se le ocurrían otras 28 para el especial diseño.

Una falacia que debe tener siempre en cuenta el pequeño empresario es la llamada experiencia de la «mano de obra». Permítanme tratarla con un toque de ironía, suavizada por la broma. El humor es una de las «haches» que debe tener todo emprendedor individual. Las otras serían ser hábil (con cualidades para su función), hacendoso (trabajador y diligente en su oficio), humilde (conocedor de sus propias e inevitables limitaciones) y humano (justo con todos y compasivo con los desfavorecidos y los que reclaman su ayuda). La «mano de obra» suele blasonar de su experiencia laboral. Presentándola como un atributo. Que resulta mejorador y acrisolador de las propias cualidades, aprendidas e ignatas, a través del tiempo. Todo esto es cierto. El fallo está en el bagaje y la calidad de la experiencia esgrimida. La verdadera experiencia supone un aprender casi continuo con el estudio, en el oficio, en la vida. Así, realmente, la gran mayoría de los ofertantes de trabajo, lo que tienen son 2 o 3 o 5 años de experiencia, y 18, 22 o 27 años de repetición cómoda del oficio y de las relaciones adquiridas. En mi época, a esa experiencia mantenida en un oficio, se la premiaba y reconocía con los años de antigüedad. Ojo, con los experimentados.

El Estado como agente económico es regulador de actividades varias, modificador de las rentas disponibles, cobrador de impuestos y tasas y prestador de los servicios públicos.    

El Estado es la institución que se supone debe controlar y regir, en nombre de todos y por encima de personas y entidades privadas, en los temas y cosas comunes, generales y públicos. Una misión esencial de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación económica práctico, justo, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de inevitables desviaciones. Sea a través del Banco nacional, las comisiones nacionales de los mercados, etc. Y de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego, tienen que dejar actuar a los agentes económicos. Que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos mercados «parciales»: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, de trabajo, etc.

Una función, ya antigua, del Estado era actuar subsidiariamente (para reforzar o sustituir) y por excepción, como empresario. Actuaba en las áreas económicas deprimidas o importantes para el país. En aquéllas en que la iniciativa privada no lo hacía, generalmente por falta de rentabilidad o de recursos suficientes. En España esta actuación dio lugar a la creación del Instituto Nacional de Industria (el INI), verdadero holding estatal y el primer empresario de España, por su extensión y medios.

Tenemos en España unos tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 35 años había del orden de 1 millón de empleados públicos. Y no tenían los avances actuales de la informática y de la domótica. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos bastante más del doble de funcionarios. Desgraciadamente, además, el trabajo de los funcionarios, ejecutando «funciones» antiguas y nuevas mediante «documentos» externos e internos, soportados en ordenador, papel, fotos, etc., tiende a ocupar todo su tiempo «disponible». Y que no es necesariamente todo su horario «oficial».

Hay que mantener y costear a los ayuntamientos, a las comunidades autónomas y a la administración central, que forman el Estado. Los dineros para satisfacer sus múltiples necesidades, los recauda el Estado de los impuestos directos e indirectos, de sus rentas del Patrimonio nacional, de nuestras multas y recargos, de la colocación de la deuda pública a diferentes plazos (que ya pagaremos más tarde), del beneficio del Banco nacional y de las tasas por servicios. Esto, sin contar los ingresos de la Seguridad Social nacional. Cerca del 40% de nuestra vida (los pensionistas también pagan), la dedicamos a sostener un complejo Estado. Que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, ejemplar, sensato, creativo y eficiente de la «cosa pública» y sus dineros. Aunque se llame a sí misma y con mayúscula, como dando ejemplo y diciendo, más allá de mí, nada, la Administración.

Con los impuestos directos, que son progresivos o crecientes en función del aumento de la base imponible, el Estado recauda más de los de rentas más altas o más pudientes. Con ello modifica su renta disponible, rebajándola progresivamente. Los organismos públicos nos cobran tasas, a precios fijados por ellos, por los permisos, actuaciones y servicios públicos que nos prestan. Los permisos de circulación de vehículos y de obras, los costes de los documentos de identidad o de conducción, las tasas de basuras y de vados en aceras, son algunos ejemplos. Sus precios suelen ser más alto de lo debido. Porque también constituyen un impuesto indirecto. Porque lo pagan inevitablemente todos los usuarios, ciudadanos y habitantes.

Periódicamente se pone de moda referirse a John Maynard Keynes, el economista de la Gran Depresión. Y es porque, en los ciclos económicos largos, a la fase próspera de los 7 años de vacas gordas, le sucede, desde los tiempos del Faraón, la fase deprimida de los 7 años de vacas flacas. Que, además, en los sueños del faraón del libro de José, se comían algunas de las vacas gordas, desandando parte del avance logrado. Keynes propuso, para reactivar la economía deprimida, aumentar el gasto de las instituciones públicas. Pero en el contexto en el que se encontraba la economía de su época, aún había muchas cosas útiles y oportunas por hacer. Se podían realizar numerosas obras públicas necesarias, nuevas, no repetidas: carreteras, autopistas, vías férreas, presas, puentes, aeropuertos, urbanización de zonas a desarrollar, etc. Esto es lo que están haciendo ahora en China, para mantener un ritmo «razonable» y suficiente (para crear empleo) del 6-8% de crecimiento anual, cuando sus mercados exteriores flaquean. Habiendo sido China, durante el último lustro, la fábrica polivalente del mundo. El estado totalitario chino está aplicando correctamente a Keynes, promoviendo un desarrollo sostenido, a través de la construcción de toda clase de infraestructuras y mercados internos, entre otras acciones y apoyos. Y sirviéndose de sus propios medios de pago (sus reservas de divisas y activos realizables son incontables) para financiarse sin inflación.

El problema surge cuando aplicamos a Keynes en un estado moderno desarrollado. La oportunidad y la conveniencia de las obras públicas en general que realiza el Estado u otros organismos públicos, porque no son incumbencia de nadie, pero benefician a todos son su novedad, singularidad y utilidad. Veamos un ejemplo de una actuación inversa y perversa. Es normal que en los distintos países, a lo largo de la historia, se vaya construyendo sobre los restos destruidos dejados por los antecesores. En Madrid, no. El firme profundo y de calidad del primer tramo de la calle Alcalá, se está levantando. Y está dejando al descubierto el adoquinado de hace más de 60 años, que lleva engarzadas las vías del tranvía, que circuló por aquí entre 1871 y 1972. La calle Fuencarral está prácticamente levantada entre gran Vía hasta casi llegar al Tribunal de Cuentas. Lo mismo ocurre con calles transversales como Pérez Galdós o San Onofre. Simultáneamente en la Puerta del Sol, bajo el anuncio del Tío Pepe, se rompen aceras y placas de granito de casi 2 m. de profundidad para acceder a las canalizaciones de las «utilities». ¿Son necesarias estas obras «sobre obras» para reordenar el tráfico de la zona? ¿Aportan novedad, diferencia y utilidad a los ciudadanos? ¿Qué ganamos con pagar temporalmente «peonadas» a un grupo de personas, si su calidad temporal y su competitividad siguen siendo bajas?

Ésta es una gestión demasiado frecuente de las instituciones públicas modernas: miopes, electoralistas, despilfarradoras, prepotentes (porque sí), poco útiles. Que deberíamos poder evitar.

Economía para Principiantes Inteligentes II.

Segunda Parte

La banca es el soporte de las finanzas y un impulsor de la economía de su país.

Esas funciones son las que hacen que ningún Estado se pueda permitir la quiebra de su banca comercial y de inversión. Tal como veremos en la descripción de su funcionamiento y de sus posibles problemas. Llamamos «banca» al sistema bancario de un sistema económico integrado. Y, «bancos» al conjunto de los organismos especializados públicos y privados de aquél.

La banca recibe depósitos de todas clases del público: a la vista, de ahorros, a plazos. E incluso emite cédulas o bonos con su garantía, que vende a grandes instituciones, empresas e inversores. También los bancos se prestan «efectivo» entre ellos. Y acuden al Banco central de sus sistemas, para pedir fondos a distintos plazos. Todo este dinero, la banca se lo «debe» al público en general. Por ello las partidas que lo representan figuran en el «pasivo» de sus balances. Por el uso de ese dinero, los bancos pagan unos intereses a sus depositarios (más bien poco) o a sus prestamistas y «bonistas» (algo más). En este «pasivo» se integran también los fondos propios de la banca. Que siempre son una fracción pequeña de aquél (en torno a un 10%), representados por sus acciones y beneficios no distribuidos, y que pertenecen a sus accionistas.

Una parte de aquel dinero, la banca lo conserva «inmóvil» en sus ventanillas, cajas fuertes y en otros bancos, formando su tesorería y algo de sus reservas. Supongamos que los bancos mantienen como «efectivo» una de cada 6 unidades monetarias recibidas. Las otras 5 unidades de dinero las prestan a diferentes plazos y precios a sus «clientes de crédito» o prestatarios: empresas, organismos públicos, bancos y personas, tanto nacionales como extranjeros. Incluso compran bonos y pagarés de empresas, y sus acciones y las ampliaciones de capital. Los prestatarios las usan para sus necesidades y decisiones de inversión, tesorería, circulante y compras al consumo a corto y largo plazo. Las cuales suelen estar por encima de sus posibilidades de reunir medios de pago propios.

Una parte del dinero prestado retorna a los bancos, en forma de depósitos nuevos de sus prestatarios. Porque nadie utiliza inmediatamente todo el dinero recibido. Manteniendo sólo a mano la cantidad de efectivo necesario para los pagos menores inmediatos. Ni tampoco lo esconde en casa o en la empresa, salvo en períodos sociales catastróficos. Esto va a generar más reservas y nuevo efectivo disponible para prestar o invertir a la banca. En los libros de Economía general, demuestran que manteniendo aquella reserva de 1 unidad monetaria de cada 6 recibidas, el conjunto de los bancos puede llegar a dar a crédito hasta 6 unidades monetarias. Así, los bancos «multiplican» el crédito posible a la sociedad. A la que sirven y de la que se benefician, con su actividad de intermediarios financieros. Pero, cuando la banca tiene que atender pagos y vende activos para ello, el conjunto de éstos se contraen también en la proporción 6 a 1. Una retirada forzada, continua, excesiva y urgente de efectivo en las ventanillas bancarias: reduce muy exageradamente el dinero prestado por los bancos a la sociedad; pone en peligro su propio funcionamiento libre, independiente e individual; obliga a la rápida liquidación de activos bancarios, no siempre en las mejores condiciones de precio; y envía «ondas de conmoción» por todo el sistema financiero, que destruyen la confianza entre los agentes económicos. La virtud que sostiene e impulsa los depósitos y los créditos. Ésta es la razón de que las quiebras bancarias deban ser evitadas por la sociedad a toda costa. Y que la falta de liquidez de un banco, por sus malas inversiones o cesiones de crédito, sea cualitativamente más importante que los apuros financieros de cualquier otra sociedad o persona, dentro de una nación. Otra cosa es la demanda inevitable y rigurosa de responsabilidades a los malos gestores bancarios y a los negligentes reguladores de los organismos oficiales nacionales.

Aquellos préstamos en general forman, junto con su magro efectivo, el «activo» de un banco. La parte de su balance que él puede utilizar inmediatamente, exigir, realizar o vender a otros en los mercados secundarios o interbancarios. Es muy importante que estos activos sean seguros, cobrables en su momento, buenos. Ya que si ocurre una retirada anómala «puntual» de dinero por parte de sus depositarios o se le presenta una oportunidad buena de inversión o de préstamo, el banco tiene que conseguir el dinero contante, liquidando una parte de estos «activos» o pagando con activos sanos.

¿Por qué se degradan los «activos»? Todos son teóricamente buenos cuando se conceden. Los bancos «ortodoxos» vigilan y controlan los sucesivos pagos parciales de sus prestatarios, por el principal y sus intereses, a sus vencimientos. Pero he aquí que surgieron los «ingenieros» financieros, que Bill Clinton en 1998 realizó una importante desregulación de las prácticas financieras y que Greenspan actuó como un irresponsable botarate titulado. En efecto, en abril de 2000 subió innecesariamente al 6% el interés legal básico. Pero la recesión ya estaba incoándose y la crisis de las empresas de telecomunicaciones e informáticas, en marcha. Y luego lo tuvo que bajar, quizás demasiado, para estimular la economía. Y la FED facilitó las cesiones de efectivo a los bancos estadounidenses. Hubo entonces gran liquidez en el sistema bancario y a precios bajos, por bastante tiempo. Muchos bancos, quizás demasiados, comenzaron a «titulizar» sus préstamos. Convirtiéndolos en bonos a medio plazo. Y vendieron esos títulos de activos a otros bancos y a fondos de inversión o de pensiones, de su país y de allende los mares. Que buscaban ganar más que invirtiendo en las letras o bonos del Tesoro de sus países, porque la rentabilidad va en función directa del riesgo. Y que tenían exceso de liquidez para invertir.

Esto se complicó con las comunicaciones «on line«, con las transacciones internacionales, con el desconocimiento del alcance real de unos títulos generados en ultramar y con las diferencias de tipos de interés entre naciones y grupos de naciones. Y se mezcló perniciosa y malévolamente con factores exógenos, foráneos al sistema financiero: surgieron y se desbocaron entonces la codicia, el miedo y el egoísmo. Que perturban, contaminan y degeneran el sistema financiero. Pero desde y con las personas y no por su funcionamiento cabal y siempre limitado a su ámbito natural.

Muchos bancos e instituciones de inversión no saben bien la calidad de los activos que tienen (lo sabrán cuando madure su cobro). Tendrían que desenredar una complicada madeja de cesiones e intercambios de activos, de alambicada creación. Destinada en parte a ocultar culpas y orígenes espurios y vergonzantes. Y esto ocurrió básicamente porque se rompió la relación habitual entre prestamista y prestatario. Éste, por la cuenta que le tiene, si se tiene que quedar con el préstamo, como activo de su balance, ya lo dará a quien razonablemente pueda pagarle. Y se preocupará también de seguir el curso de sus pagos hasta la liquidación final. Y como la situación financiera perturbada se complica y se tensa más, los posibles morosos, los más al límite de su capacidad financiera, se convierten fácilmente en fallidos reales. Y el torbellino continúa alimentándose, extendiéndose y perjudicándonos a todos. Porque el miedo y la desconfianza son los demonios del anticrédito y de la depresión económica.

Los fondos de inversión son una de las inversiones principales de las familias y particulares. En España los bancos son los principales gestores de los fondos de inversión. Los fondos son entidades de inversión que compran activos (pagarés, bonos, acciones) de diversas empresas y organismos públicos, locales, regionales, nacionales e internacionales. Y lo hacen con el dinero de muchos partícipes. Que así se benefician de una inversión grande y variada, dentro de la clase de fondo que han elegido: monetario, renta fija, acciones, mixto, internacionales. Y que antes sólo se podían permitir los que aportaban individualmente grandes cantidades de dinero. Una enorme ventaja de los fondos de inversión en España es que los traspasos de los partícipes entre fondos y los beneficios que generan su actividad, compras y ventas de activos y cobro de intereses y dividendos, están exentos de pagar impuestos por dichos partícipes, mientras no los vendan.

Se supone que los gestores de los fondos son personas formadas para ello, que están informadas continua y suficientemente y que cuentan con los instrumentos de análisis y gestión de cartera más modernos y eficaces y con personal suficiente para su labor. Pues, no. Aquí reside el fallo de los fondos de inversión en general: fallan en mayor o menor grado alguna o todas las características citadas. Otra deficiencia, de cara al comprador de participaciones, es que su sucursal bancaria, a la que se le exige por su central unos determinados resultados, intentará meterle por los ojos diferentes fondos. Esto dependerá de la campaña que esté realizando su banco y no tendrá en cuenta el perfil real de inversor del potencial comprador o cliente. En general, en la sucursal sólo te respetarán si detectan que tú sabes lo suficiente, para pararles amigablemente los pies a los asesores vendedores interesados. De ahí, en parte, la utilidad de este artículo y de esta advertencia. Yo pasé por esto. Y tuve que empaparme de ciencia económica para controlarlos. Decía Bismark, el Canciller (primer ministro) alemán, que el inteligente aprendía con la experiencia ajena.

Las cajas de ahorros y montes de piedad surgen en España localmente, a veces de la mano de un clérigo emprendedor y compasivo. Su función era económica, financiera y humanista. Recogía y protegía los «menguos» ahorros de los vecinos, lo que sobraba en las faltriqueras. Daba pequeños créditos a otros. Admitiendo como prenda de pago sus escasas joyas – heredadas o de boda -, cuberterías, bandejas, ajuares y ropas. Estos dineros servían para pagar contribuciones, deudas, fiestas y lutos familiares, reparaciones, puntuales en el quehacer y vivir cotidianos. La caja los conocía a todos y actuaba como un discreto y profesional intermediario financiero entre los «prestamistas» depositantes y los prestatarios, satisfaciéndolos a todos. Tampoco es que con estas transacciones se fueran a enriquecer las entidades locales. Sólo las cajas asentadas en capitales de comercio, ganados e industria fueron prosperando. Pero, en general, el sistema funcionaba suficiente y firmemente y las cajas mantuvieron su actividad durante siglos, requerida y apreciada por su colectividad de paisanos clientes.

Con el paso del tiempo económico, uniformemente acelerado, estas prácticas quedaron insuficientes. Las cajas se fueron transformando en una banca mediana local y regional moderna. En los años 90 tuvieron un proceso de concentración y modernización, que buscaba darles una dimensión adecuada y una gestión mecanizada y experta. Cerca de la mitad de las entidades existentes desaparecieron, por absorción o por fusión de 2 o más preexistentes en una nueva. Por otra parte, su carácter local y regional se convirtió en su peor enemigo durante los últimos 25 años. En los sistemas de administración de las cajas se alojaron los políticos locales y autonómicos. Las cajas resultaban demasiado importantes (generaban dinero) y atractivas como para dejarlas sin su intervención y control. Hay infinidad de ayuntamientos y 17 autonomías voraces en España. Contribuyen, como hacía el Estado central que les ha transferido competencias, al bien común. Pero su aportación distintiva y costosa, es diferenciarse, en general, del resto de las entidades públicas y aún alejarse de la unión nacional española. Sesgadas políticamente, las cajas concentraron sus préstamos y, por tanto, sus riesgos, en actividades atractivas para aquéllos. Con ello pusieron en peligro el dinero de sus depositantes, el cobro de sus préstamos y las finanzas del Estado. Ya que éste tiene que acudir con sus activos, detrayéndolos de otras necesidades o aumentando su deuda pública, en su rescate. La financiación excesiva de constructoras e inmobiliarias, de industrias y comercios regionales sin viabilidad económica, de aeropuertos regionales o de parques de diversión, los préstamos a particulares, generalmente hipotecarios, por encima de sus capacidades de pago, etc. fueron algunas de sus acciones más dudosas. Con esto se cierra un círculo virtuoso y, luego, viciado. Un sistema que fue viable, útil y, sobre todo, humano y protector, durante largas décadas, fracasa cuando aparca su estilo financiero. Y se moderniza y se potencia, concentrándose. Y se especializa en atender necesidades y demandas más políticas que sociales reales.

Las empresas privadas, como generadoras de empleo, innovación, riqueza y progreso económico y social.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas personales y familiares son los pequeños y medianos centros de creación, producción y trabajo en las economías nacionales. Son impulsores natos del tejido económico del país. Porque en ellas las facetas burocráticas y de seguimiento, son superadas en acción e importancia por la actividad específica, el entusiasmo, la creatividad y la iniciativa empresariales. Su actuación se extiende a casi todos los ámbitos económicos. Exceptuando, quizás, a la industria pesada, las comunicaciones, aguas y energías y las cadenas comerciales y de distribución. El empresario individual encuentra fácilmente un área, un sector, una variante, un aspecto de una actividad económica, que él podría atender, mejorar, fomentar. E, incluso, iniciar.

Las empresas tienen que vender o servir. O sea, satisfacer a su cliente en referencia y cantidad, tiempo y lugar. Esto se simplifica mucho si se trata de vender un periódico, hacer corte de pelo o recibir un depósito de dinero. En épocas económicas malas y de gran competencia es difícil conseguir nuevos clientes. Por eso, hemos de procurar mantener los clientes conseguidos. El buen trato, sella la permanencia, siempre lábil, de nuestra relación con el cliente. Y se basa en: informarle proactiva y continuamente de las contingencias vividas por su pedido, aceptado por nosotros. Y en ser razonablemente atentos y solícitos con él. El colmo, no siempre posible para el empresario individual, sería poder colaborar con algún cliente, siquiera puntualmente, en el desarrollo de nuevas ventajas mutuas de sus productos.

La logística tiene gran importancia para el producto físico que vendemos. La logística va más allá del simple camión de reparto y el almacén de productos terminados. Su actividad se extiende por un sistema integral informatizado de dirección, control y seguimiento de los pedidos, hasta su entrega; el transporte de larga distancia, por carga completa y el de reparto, llegando al cliente final; la red de almacenes regionales de apoyo a mayoristas y detallistas, con sus medios de manipulación de productos. Tanto los almacenes regionales como los transportes, pueden ser gestionados por terceros especializados; la lucha aquí por la eficacia del servicio suele ser una tarea permanente y difícil para los empleados propios. No es lo mismo repartir por un país 100 mil toneladas de aceites lubricantes envasados, donde prima el peso y el volumen de las cargas, y cuyos destinatarios finales son los talleres de coches, las estaciones de servicio y las grandes superficies comerciales. Que entregar artículos de joyería fina o piezas importantes y caras, como cigüeñales de motor o artículos de odontología, todos de gran valor individual; donde los productos pueden estar almacenados centralizadamente e importa menos el coste de reparto a los pocos clientes.

Es muy difícil que un empresario emprendedor cuente de partida con el suficiente efectivo libre, para montar, abrir y hacer funcionar su negocio. Lo tienen más fácil, a través del apoyo familiar y de su entorno social, algunos comerciantes, intermediarios y pequeños transportistas. El empresario necesita de recursos externos para establecer y poner a funcionar su negocio. Y estos recursos externos fluyen de la banca. Que recoge los ahorros y las tesorerías de muchos depositantes anónimos, con la garantía de su devolución a su plazo. Y los pone a disposición de sus prestatarios de inversiones viables y de préstamos retornables. Los tipos de interés, el valor de uso del dinero en distintos casos, son fundamentales para la viabilidad y el desarrollo de las empresas. Teniendo en cuenta que el funcionamiento de la banca (su intermediación entre depositantes y prestatarios) pone un límite inferior, marcado por la eficacia bancaria, al coste del dinero prestado. La liquidez, el dinero libre en un momento dado en el sistema financiero, facilita más o menos acceder a él.

Todo negocio debe contar con un período de iniciación, de arranque, cuya duración es variable en función del tipo de empresa, de su localización y de la situación económica. Y durante el cual se acumulan los gastos y las deudas, y los ingresos son relativamente escasos. He visto cerrar a algún comercio de barrio porque no pudo esperar a hacerse con una clientela y carecía de fondo financiero para mantenerse. En un comercio, la localización y la vía pública son fundamentales. A veces, incluso, las ventas son muy diferentes de una acera a otra en una calle comercial. Acabo de visitar una bisutería, que va a cerrar a los 5 meses de su apertura. Y situada en un callejón, a unos 50 ms. del centro de Madrid. Su público (el target) no pasaba por el callejón, lo orillaba a derecha e izquierda. Me dijeron que habían aprendido.

(CONTINUARÁ)

   

Economía Fácil.

Introducción.

Es muy conocida la serie estadounidense de libros de divulgación, en encuadernación blanda, denominada «… for dummies». Para torpes. Nunca me gustó su título. Aunque no sé si resulta en inglés tan peyorativo como en español. Son libros populares para iniciación sobre la materia titulada. Que es presentada de un modo didáctico, gráfico, suficiente y asequible. 

Yo creo que todas las personas son suficientemente inteligentes para comprender un problema que les afecte personalmente, troceado suficientemente. Y para resolverlo, con tal de disponer, además, de los medios externos necesarios para ello. De los que el primero es la información suficiente y de calidad, actualizada y continua. Todos somos suficientemente inteligentes, para afrontar y satisfacer nuestras necesidades y deseos personales. Con tal de que poseamos los necesarios interés, motivación, capacidad de análisis y síntesis, voluntad, tiempo y paciencia.

Hemos dado 6 capacidades necesarias para desenvolvernos en la vida. Sólo una entronca con el intelecto cognitivo. Muchas veces, con el tonto (esto es lo que quieren decir con «torpe») lo que ocurre es que no está motivado o no tiene tiempo o paciencia.

Esto se podría llamar también Economía para Principiantes Inteligentes. Porque pretendo que los rudimentos que voy a presentar, les sirvan a mis lectores para conocer, pensar y deducir según sus necesidades e interés. Y extrapolar esos conocimentos hacia otras áreas de la Economía .

La utilidad de conocer los fundamentos de la Economía.

¿Por qué vamos a preocuparnos de la Economía? ¿No estamos viendo cómo se derrumban imperios duraderos y fraudulentos como el de Bernard Maddoff, con 50000 millones de dólares de inversiones ajenas disipadas? ¿No vemos las dificultades financieras de gigantescos emporios industriales transnacionales, como la General Motors?. Como fruto de dedicar durante años, miles de millones de dólares a los planes de pensiones de sus empleados, según acuerdos pactados en los años de ventas fáciles y cuantiosas. ¿No vemos las rápidas casi bancarrotas de países emergentes del este de Europa? ¿No vemos las dificultades de la banca de Estados Unidos y Gran Bretaña, debido a prácticas bancarias temerarias, que pusieron en peligro la garantía del dinero de sus depositantes? Pues, a pesar de todo ello, aún funciona la economía. Aún mantenemos casi todo el crecimiento mundial acumulado, logrado en varios lustros. Aún están los almacenes llenos y seguimos produciendo innumerables bienes y servicios. Y aún el 90% del público de los países desarrollados cobra sus pensiones, subsidios, beneficios y sueldos.

Se trata de entender y dominar las ideas básicas que sustentan la economía, en tanto arte ciencia social omnipresente en las vidas y las actividades de los hombres modernos, especialmente los urbanos y los más integrados en el tejido social. Evidentemente, están los cálculos econométricos de sus variables y los intentos de demostrar, con fórmulas matemáticas encadenadas, las leyes económicas enunciadas o vislumbradas por los economistas. Esto lo dejamos para los especialistas.

Los detallistas suelen tener una «medida» para enumerar y controlar los distintos tipos de productos que guardan en sus almacenes y tiendas. Es la referencia. Que se suele expresar, según la nomenclatura que se use por un código de barras, más universal, o un código alfanumérico más particular. Así, 10 tipos y tallas de unos pantalones de hombre, supondrían 10 referencias. Podemos tomar una tribu del Amazonas, como representante de una humanidad rudimentaria, recolectora, cazadora y cultivadora. Las referencias utilizadas por ella apenas alcanzarían el millar. Si contamos las referencias que la economía moderna, organizada, especializada, extensa y compleja, facilita o pone a la disposición de los habitantes de una gran ciudad, como Madrid o Nueva York, su número llega al orden de los diez mil millones. Así, la más dramática diferencia entre aquella tribu y los parisinos no son sus ingresos per cápita, una vez homologados. Si no la diferencia de variedad de la oferta al consumo general, de 10 millones de veces mayor.

Esta oferta sólo la puede aportar una economía libre y bien regulada por leyes y normas adecuadas, desarrollada, competitiva y flexible. Sin los excesos generados por directivos dominados por los deseos desordenados de codicia y poder. O los de una economía aherrojada por normas teóricas y seudocientíficas institucionalizadas, que ahoguen la iniciativa, el riesgo, el entusiasmo y la sana ambición de los hombres y familias de trabajar en su propio provecho y, así, prosperar.

Los Pilares de la Economía Personal o Doméstica.

La economía familiar o individual se asienta y se desarrolla en un intercambio amplio y diverso de ingresos y gastos, compras y ventas, y acumulación o decremento de riquezas, con los distintos agentes económicos externos a ella. Estos agentes son el Estado, los empleadores o empresarios, el sistema financiero y los agentes privados compradores y vendedores de bienes y servicios de todas clases.

Los ingresos proceden de los sueldos de los miembros familiares integrados y trabajadores, de sus subsidios, pensiones o indemnizaciones, de las rentas recibidas por el uso cedido temporalmente de sus posesiones y bienes (incluso, el dinero), y de las ventas de sus posesiones y depósitos de riqueza. Estos ingresos se materializan temporalmente en efectivo y en cuentas a la vista en alguna entidad financiera. Y cumplirán luego su función de «medios de pago» aceptados en las transacciones económicas externas.

Con el dinero recibido y en reserva, adquirimos comprando:

bienes de consumo (alimentos, vestido, cultura, diversión, transportes, comunicaciones, agua, energías, reparaciones de bienes duraderos),

bienes de consumo duradero (electrodomésticos, mobiliario, vehículos),

bienes de inversión (talleres y herramientas profesionales, furgonetas, equipos de bricolaje),

bienes financieros (depósitos financieros a plazo, deuda pública y de empresas, acciones, fondos de inversión, planes de pensiones y préstamos a familiares y amigos) y mantenemos una pequeña reserva de dinero en efectivo para los pagos cómodos estimados a corto y medio plazo,

y «depósitos de valor». Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener indefinidamente. Y aún usar sin abusos, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas o localizadas, mejor con las dos cualidades), las joyas, las colecciones varias y las monedas antiguas (a su verdadero valor), las reservas de dinero importantes y sin destino previsto (en épocas de inflación moderada), los coches de alta gama y de marca apreciada, son bienes utilizados como «depósitos» de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra o una colección de sellos demasiado popular.

Hemos dado las clases de bienes en orden creciente a su resguardo temporal y al mantenimiento de su valor. Así, el valor de los bienes de consumo inmediato y duradero se disipará brusca e intensamente una vez adquiridos. El de los de consumo inmediato desaparece con la satisfacción de su necesidad de uso. El de los de consumo duradero, que tienen un mercado corto, disperso, imprevisible y no siempre conocido, sufre por ello una alta depreciación, desproporcionada al servicio que aún pueden prestar. Los bienes de inversión ya comienzan a ser resistentes al deterioro y a la pérdida de valor, a través de la amortización, que es obligatoria contablemente. Los bienes financieros y los depósitos de valor están resguardados razonablemente (hay robos, incendios, crisis financieras, parientes catastróficos, malas inversiones y compras) contra el tiempo, la polilla y la pérdida de valor económico.

Aquí entran en escena los seguros de todas clases. Para la mayoría de la gente, hay varios tipos de seguros que son un bien de consumo necesario. Los seguros nos defienden y nos garantizan contra el riesgo, la posibilidad, de daño o pérdida del objeto asegurado. Ojo, si hay certeza de daño no hay tal riesgo, hay seguridad en sufrirlo. Y, por tanto, no hay riesgo a asegurable. Los de vida y orfandad, operaciones y hospitalización, pueden ser muy necesarios para las personas jóvenes que comienzan su vida profesional. Los de robo, daños propios y a terceros, de incendios, son necesarios en cuanto se tenga un patrimonio que proteger y preservar. Porque no tenemos o el capital, o el tiempo (por la edad), o la oportunidad (por la singularidad o la antigüedad del bien), o varias de esas condiciones, para llegar a recuperar un bien esquilmado, dañado o perdido. Suele ser necesario identificar y valorar con precisión los bienes importantes individuales a asegurar. También es posible que las primas exigidas al tomador del seguro sean tan altas, que no le interese suscribir el seguro, sino «asegurarse» él mismo. Por otro lado, las compañías de seguros son negocios financieros rentables. Su «utilización» por el tomador del seguro, en forma de indemnizaciones frecuentes, no les da los beneficios que esperan recibir. Por eso conviene pensar que los seguros son, muchas veces, bienes de consumo precautorio y para un solo uso, el importante y total.

Cuando tomamos dinero ajeno prestado, tenemos que pagar por su «uso», además de devolverlo en el tiempo acordado. En general, cuando hacemos una inversión provechosa, es útil recibir dinero ajeno adicional para ella. Esto nos permitirá expandirnos y aumentar nuestro patrimonio personal y empresarial, por encima de nuestras posibilidades de auto crecimiento. Al inicio de nuestras actividades, éste es más bien raquítico. Aquí debemos explotar el crédito personal y potencial que tengamos y podamos generar en otros cercanos: banca, familia, amigos y empresa. Cuando pedimos un crédito para un bien de consumo, simplemente lo estamos pagando más caro. Y ese «diferencial de carestía» es el precio que tenemos que pagar por adelantar su uso, disfrute y posesión en el tiempo. Siempre debemos sopesar si este tipo de compra es necesaria u oportuna.

Las Casas y Oficinas Familiares.

Para las personas y las familias, las viviendas suelen ser su inversión principal. Merecen por ello unas líneas. En España existen unas 2,5 millones de casas en alquiler. Se necesitaría un «parque» de entre 6,5 y 8 millones de viviendas ofertadas disponibles, para que su presencia generara una fuerte tendencia bajista en los precios de las casas. Que buscara el equilibrio de precios del mercado inmobiliario a nivel nacional. Entonces, no bajan lo suficiente porque la mayor actividad de compra se realizó a los más altos precios (en los últimos años) y por la tendencia a «no perder» dinero del público.

Las casas y oficinas de las «ciudades activas» son demandadas en función de su actividad. Ésta la realizan las administraciones públicas, las centrales y delegaciones de las empresas, los comercios y los centros financieros, sociales y culturales. Como su suelo y su expansión están limitados, tendrán una demanda creciente permanente los locales y viviendas de las zonas céntricas. El ruido, la contaminación y la falta de espacios libres suelen desmotivar a una parte de la población, a residir en la «almendra» más central o concentrada. Las zonas periféricas de aquéllas son más abundantes y extensas, con el aumento de la distancia a ellas. Las viviendas en estas zonas tendrán demanda en función de los accesos rápidos (la distancia es factor secundario) a los núcleos de actividad urbana y fabril. Siendo el tiempo empleado y la comodidad los factores condicionantes. Y en función de las facilidades de vida, en forma de urbanización, servicios diversos, red de viales y acceso a bienes de consumo inmediato, que en ellas se tenga. Aquí pueden verse cogidos financieramente, los promotores e inversores particulares que sólo valoren la presencia de los bloques de casas. Sin apreciar los bienes que les dan a aquéllos atractivo, comodidad y distinción. Y que son los que deben aportar la verdadera apetencia por ellos de sus habitantes.

Las casas de los pueblos y ciudades pequeñas, o con áreas de influencia pobres y, sobre todo, con comunicaciones difíciles, tienden a infrautilizarse y a despreciarse. Sus precios, también menores, son estables, con tendencia a la baja.

Las casas en las costas y zonas de descanso tienden a demandarse por los extranjeros y como segundas residencias de los españoles, por encima de las necesidades demográficas. Hay áreas sobre urbanizadas, en cantidad. Los inversores particulares pueden encontrarse con la falta de demanda en las fases de crisis y depresión del ciclo de la construcción (dura unos 14 años). Y con la inmovilización de los recursos invertidos, o con su recuperación con pérdidas a corto medio plazo.

 

Economía Fácil.

En breves días aparecerá este artículo. La economía tiene su lenguaje peculiar. Con el que continuamente se expresan y fluyen ideas y sugerencias al gran público. Pero, su expresión ideológica, no la econométrica, es ambigua. Dos «profesionales» diferentes pueden defender con argumentos sólidos, una posición y la opuesta. Y quedarse tan tranquilos. Manteniéndose dueños de su peculiar saber.

Quizás ésta sea la razón de que las acciones anticrisis de los gobiernos, se basen sencilla y simplemente en dar dinero abundante y barato a las instituciones financieras y grandes empresas nacionales en apuros. Este dinero vendrá de más deuda pública, de recortes de impuestos o de ahorro público, según los flujos que decidan los que mandan. Y en esperar que la «mano invisible», la gran Madre económica, que todo lo guía y arregla, se ponga a funcionar.

Quizás esto sea cierto en gran parte. Una economía nacional funciona a pesar de sus «profesionales». Que, además, raramente se hacen ricos sólo con sus «carreras». Espero que estas pinceladas ayuden a los que, como yo, en algún momento dado nos vemos confundidos y dirigidos por los «profesionales». «Profesionales» demasiado preocupados en colocarnos una y otra vez el producto del mes.

 

LA ACCIÓN PARA TIEMPOS DE CRISIS

Presentaremos sucesivamente un «recorrido» por los tiempos de crisis que estamos viviendo. Que nos tienen desorientados, por no percibir claramente dónde está la salida o cómo superarlos. Daremos luego una lista de medidas asépticas, técnicas, para superar los tiempos de crisis económica. Unas pueden gustar más que otras. Algunos gobiernos débiles e incapaces, ni siquiera pueden considerar algunas.

Por último, tocaremos el aspecto humano, donde residen los valores y las virtudes del hombre. Creemos que los tiempos de crisis se han generado económicamente. Pero su duración y profundidad se debe al virus de la desconfianza entre los agentes económicos, y al del pesimismo y la astenia anímica. Que se han enquistado firmemente en los hombres, impidiendo su superación y salir reforzados y experimentados. La simple penicilina de la liquidez y un bajo valor del dinero no es condición suficiente para alcanzarlos en el interior del alma humana.

Causas, Orígenes y Mecanismos Económicos de la Crisis.

Los tiempos de crisis no se han presentado solos. ¿Se deben los tiempos de crisis a una deficiencia estructural del capitalismo moderno? Que se manifestaría periódicamente, nunca igual, y con más o menos fuerza y extensión en cada ciclo económico. El fallo del sistema lo producen las conductas desordenadas, egoístas y codiciosas o descuidadas y prevaricadoras de muchos empresarios y mandos de las sociedades.

Los culpables de los actuales tiempos de crisis son un número importante de banqueros de muchas naciones, junto con las autoridades de éstas. Su profesionalidad es dudosa, imperfecta e ineficaz. Son imprevisores, necios y ávidos y ciegos de dinero y poder. En una amalgama siniestra y delictiva, generada en un «caos nacido de sí mismo». Las autoridades son responsables de no haber establecido un marco de vigilancia y regulación del entramado financiero moderno, cada vez más sofisticado y complejo. Que sea adecuado a una actividad tan evidente, importante y vital para las economías modernas, como es la garantía razonable de los depósitos de los clientes y la generación del crédito bancario suficiente para la economía.

¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo. Realmente, no. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de inevitables desviaciones, de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego hay que dejar actuar a los «agentes» económicos, que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos «mercados» parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. Y, ¿por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir las actividades comunes generales, en nombre de todos, y por encima de personas y entidades privadas.

La gestión bancaria es vital para cualquier economía moderna. ¿A alguien le gustaría que su dinero entregado en depósito a una institución financiera, sea prestado a un insolvente? Que sea cedido a uno sin patrimonio o nóminas y que difícilmente pueda devolver lo que recibe. Esa garantía de custodia, tan deseada por los depositantes, la dan los bancos autorizados. No los chiringuitos o los estafadores financieros. ¿Alguien necesita dinero para una inversión nueva o para aumentar su negocio? Ese dinero, recibido y reunido de muchos pequeños depositantes anónimos, se lo prestan los bancos. Con tal de que la actividad que propone pueda llegar a ser viable económicamente en un plazo razonable. ¿Alguien necesita dinero para un préstamo al consumo o para una hipoteca? El banco se lo presta, con tal de que sus ingresos futuros razonables le permitan hacer atender a los pagos sucesivos del préstamo y sus intereses, hasta su liquidación final. Esta intermediación bancaria suministra «medios de pago» a los agentes económicos que los necesitan, para permitir las «transacciones» económicas de una sociedad, facilitando e impulsando su funcionamiento, crecimiento y prosperidad.

La razón fundamental de la aparición de las hipotecas de difícil cobro en los EEUU fue la ruptura de la relación normal y continua entre el prestamista y el prestatario. Para poder crecer más, algunos bancos «titulizaron» parte de sus préstamos. Primero fue con los mejores préstamos, al menos en apariencia. Convirtieron en bonos o deuda a medio plazo, los préstamos que daban. Y cedieron esos bonos por dinero a otros bancos o instituciones financieras, con exceso de liquidez y ganas de invertir. Y, por tanto, dispuestos a pagar un poco más. Al ver lo fácil que parecía el proceso, donde todos ganaban y se encontraban con más medios de pago o inversión, se felicitaron de su inteligencia y habilidad.

El proceso aumentó y, sobre todo, se extendió, incluso allende los mares. A ello ayudaron, como no, los malabarismos de la ingeniería financiera. Y se degradó, al perderse la vigilancia y el control del prestatario, sobre cuyos pagos puntuales hasta la liquidación del préstamo, residían la viabilidad y la honestidad de la transacción «titulizada» y vendida. Y esos polvos contaminantes, trajeron estos barrizales económicos, que nos percuden a todos, en los que nadie sabe bien lo que vale ahora lo que compró o conserva en sus activos.

Luego tenemos las cajas de ahorros, también llamadas antes «montes de piedad». Su función, en una época en que los bancos eran los negocios de familias pudientes financieras, era ayudar a los menos favorecidos en sus periódicas necesidades económicas. Pronto los verdaderos pobres o inopes fueron desapareciendo. Ya casi todos tenemos un «patrimonio» o algo permanente que podemos perder. Surgen las cajas de ahorros, superpuestas al «negocio» filantrópico de los montes de piedad. La ausencia, muy relativa, de interés económico directo, las lleva a ser tuteladas y protegidas por los estados, las regiones y los municipios. Sus beneficios van destinados, en parte, a servicios y ayudas sociales de las comunidades donde están establecidas. Pero la presencia política en sus consejos de administración las contamina indefectiblemente. Son centros de poder económico que se comparten y reparten por las autoridades y los partidos. El negocio inmobiliario, que funciona últimamente a puro crédito (los «promotores» trabajan con dinero ajeno), es un flujo principal de ingresos para las administraciones públicas, por las recalificaciones de los suelos, de rústico o industrial a urbano (urbanizable), por los impuestos sobre la propiedad o IBI, etc. Y las cajas financian ampliamente el negocio inmobiliario. El problema es que lo hacen con los depósitos a la vista de sus clientes de pasivo (con vencimiento a corto plazo). Y que las inmobiliarias necesitan financiación a medio y largo plazo. Cuando las ventas de casas caen, y tenían que caer porque hay construidas más de 26 millones de viviendas en España, las inmobiliarias necesitan renegociar sus deudas, buscando demorar más aún en el tiempo los pagos parciales a las cajas. Y esta financiación asimétrica cruje, arrastrando a las cajas más imprudentes a una endeblez financiera muy preocupante.

Algunas medidas económicas para resolver la crisis.

Un problema es contener la inflación, que ahora aparece lejana y difusa. Es decir, que no suba el nivel general de precios. Éste incluye los costes de las energías, ahora depreciados. Pero también los de los alimentos y las tasas de los servicios públicos, mucho más alcistas, además son casi imposibles de sustituir por otros bienes o servicios privados. Y evitar que se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.

Hay también que estimular la Economía y evitar su frenazo más o menos brusco. Su detención total llevaría a lo contrario: a la deflación. Pero el exceso de liquidez a muy bajo precio que están aplicando los bancos centrales de muchos países, parece que aleja el peligro de esta última.

Esta actuación múltiple, doble en sus fines, forma un par de opuestos complementarios, no antagónicos. Son como el sistema nervioso vegetativo: con el simpático y el parasimpático. O las dos riendas de un coche de caballos.

Damos algunas medidas posibles. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique temporalmente a un sector de la población.

El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes, las comunicaciones o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un suave superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.

O para rebajar los impuestos a las empresas, situadas en la primera fila de creación de empleo y generación de riqueza. Y favoreciendo, según los casos, los sectores más creativos, modernos o que utilicen más mano de obra por unidad de producción.

Hay un problema del que nadie quiere tratar en España. Tenemos del orden de tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 30 o 35 años había del orden de 1 millón largo de empleados públicos. Y eso que no tenían los avances de la informática y de la domótica que tenemos hoy. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos más del doble de funcionarios. Los partidos no hablan de esto, por los votos que suponen ellos y sus familias y porque los mandatarios también son funcionarios. Y los ciudadanos (votantes) no lo comentan, ni discuten, se achantan y pagan y pagan. Más de un tercio de la vida laboral, los dedicamos a sostener un Estado, que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, creativo y eficiente.

Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, pilotos civiles, rentas personales del capital).

Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.

El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus distintos sectores productivos.

Es necesario que el Estado aborde seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están sus diversos «escalones») los costes de aquéllos al consumidor final, debido a unas estructuras pesadas y excesivas.

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente desde septiembre de 2008, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una «ilusión razonable».

De la crisis económica mundial hay que salir apoyados en nuestros valores y virtudes. Éstas son las «bondades y cualidades» humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las «cualidades y bondades» humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Ya que son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos reales que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

 

 

 

 

  

   

    

  

 

 

 

 

LOS ACTIVOS TÓXICOS.

¿Cómo se convierte en un activo tóxico, un préstamo al consumo o un crédito hipotecario? ¿Cuál es el papel de los activos tóxicos en la aparición y el desarrollo de la crisis económica? No nos gusta el término “activo tóxico”, porque no son mcrobios patógenos, ni son un veneno natural o químico. Los llamamos mejor activos financieros perjudicados, depreciados o devaluados.

Un Ciclo Financiero Teórico Elemental.
Los bancos reciben múltiples depósitos y prestan el efectivo recibido a sus distintos prestatarios: instituciones, empresas y particulares. Una parte de esos préstamos retorna de nuevo al banco, en forma de nuevos depósitos. Ya que nadie guarda el dinero en casa o en la empresa o en el negociado estatal o provincial, salvo para los pagos inmediatos de menor cuantía o en los casos de catástrofe social real o amenazadora.
Se supone que los bancos vigilan y controlan los sucesivos pagos parciales de sus prestatarios, por el principal y sus intereses, a sus vencimientos. Pero he aquí que surgen los “ingenieros” financieros, que Bill Clinton en 1998 realiza una importante desregulación de las prácticas financieras y que Greenspan es un irresponsable botarate titulado. En efecto, en Abril de 2000 sube innecesariamente al 6% el interés legal básico. Cuando la recesión estaba incoándose y la crisis de las empresas de telecomunicaciones e informáticas, en marcha. Y luego lo tiene que bajar, quizás demasiado, para estimular la economía. Y la FED facilita las cesiones de liquidez a los bancos estadounidenses. Hay entonces liquidez en el sistema y a precios bajos, por bastante tiempo.

Los Nuevos Caminos Financieros, Incontrolados y Perturbadores.
Muchos bancos, quizás demasiados, comienzan a “titulizar” sus préstamos. Convirtiéndolos en bonos a medio plazo. Y venden esos títulos de activos a otros bancos y a fondos de inversión o de pensiones, de su país y de allende los mares. Que buscan ganar más que invirtiendo en las letras o bonos del Tesoro de sus países o en préstamos sencillos.
Complique todo esto con las rápidas comunicaciones “on line”, con las transacciones internacionales, con el desconocimiento del alcance real de unos títulos generados en ultramar y con las diferencias de tipos de interés entre naciones y grupos de naciones. Mézclelo perniciosa y malévolamente con factores exógenos, foráneos al sistema financiero: las “pasiones” o apetitos desordenados o deseos desorbitados. Que son difíciles de conocer y de controlar por los hombres. Surgen y se desbocan entonces la codicia, el miedo y el egoísmo. Que perturban, contaminan y degeneran el sistema financiero. Pero desde las personas y no por su funcionamiento cabal y limitado a su ámbito natural.
Y tenemos entonces un problema grande, en forma de un caos nacido de sí mismo. Donde nadie sabe bien la calidad de los activos que tiene. Tendría, para ello, que desenredar una complicada madeja de cesiones e intercambios de activos, de alambicada creación. Destinada en parte a ocultar culpas y posibles orígenes espurios y vergonzantes de los activos. Y esto ocurre básicamente porque se rompió la relación habitual entre prestamista y prestatario. Éste, por la cuenta que le tiene, si se tiene que quedar con el préstamo, como activo de su balance, ya lo dará a quien razonablemente pueda pagarle. Y se preocupará también de seguir el curso de sus pagos hasta la liquidación final. Y como la situación financiera perturbada se complica y se tensa, los posibles morosos, los más al límite de su capacidad financiera, se convierten fácilmente en fallidos reales. Y el torbellino continúa alimentándose, extendiéndose y perjudicándonos a todos.

Algunos Resultados Empresariales Fantásticos.

El asunto, el quid era captar y acaparar poder, influencia y crecimiento inorgánico. Éste es aquél que es externo a la actividad empresarial interna, propia. Y surgen los despropósitos. Como que empresas de la construcción se hagan con paquetes importantes de acciones de empresas petrolíferas (Pepsol) o de electricidad (Endesa, Fenosa, Iberdrola). O que compren en una sola vez empresas de su ramo, con su tamaño o mayores; como la orden pública de adquisición (OPA) de Martinsa por el 100% de Fadesa, a 35 E por acción (el precio era lo de menos, había préstamos bancarios en abudancia). Que dejó libre, tranquilo y muchimillonario al empresario inmobiliario ortodoxo gallego Jove, a su hija y a sus familias. 

LA ECONOMÍA EN ACCIÓN.

La Maldita Inflación.
 

Introducción. ¿A quiénes afecta?

La inflación es el aumento del precio de un bien, materia prima o intermedia, servicio cualquiera, cuando aquél no se corresponde con un aumento proporcional de su valor real, de su cantidad o de su utilidad. El bien no recibe un aumento de su valor añadido, que justifique la subida del precio. No te dan más cantidad, ni dura más, ni es más bonito el producto, ni te atienden mejor que antes los camareros.
Con tu dinero total, sueldos o pensiones, rentas del capital (dividendos y cupones de los bonos y letras del tesoro), plusvalías de ventas, alquileres como casero, comprarás menos bienes y servicios totales. La inflación agrede y empobrece a todos. Y lo hace especialmente con las capas sociales más débiles o desfavorecidas: los pensionistas, los perceptores de subsidios sociales (parados, mayores de 52 años, etc.), los rentistas de más edad, etc.
La inflación se ceba con todos aquéllos que por su “actividad o no actividad”, según se mire, no pueden trasladar a los otros los mayores costes de los bienes que producen o de sus derechos adquiridos. La actividad de un militar, de un cura, de un campesino no les ayuda a que puedan, en tanto agentes económicos, aumentar los precios de los productos o bienes (seguridad nacional, paz y salvación del alma, productos alimenticios perecederos) que nos ofrecen a los demás. La no actividad de las clases pasivas, los que cobran pensiones o subsidios, pagados con la actividad económica de las otras personas, frena mucho cualquier aumento de éstos. La razón es que esas pensiones proceden de un reparto generacional. Las pensiones de los que ya no trabajan las pagan las nuevas generaciones. Por eso hacen falta muchos trabajadores en activo. Porque con las cotizaciones de varios se paga una pensión y la asistencia sanitaria de ese grupo pequeño imaginario.
Las cotizaciones a la SS pueden llegar a ser como un impuesto social añadido, que pagaríamos todos, trabajadores y empresas. Ya que haber cotizado durante todo nuestro período laboral, no nos garantiza que cuando nos jubilemos, disfrutaremos indefinidamente de la pensión que nos correspondería. Se podría tener un régimen de capitalización. Con las aportaciones que realmente cotizara cada cual durante su vida laboral, crear un ahorro y añadirle su crecimiento económico progresivo hasta la jubilación. Un gran problema es quién gestionaría el mantenimiento y el crecimiento de esos ahorros cuantiosos de tanta gente. El Estado es reconocido como un no óptimo administrador y gestor de bienes.

Solamente el Japón mantuvo durante un tiempo un sistema de pensiones basado en la capitalización. Durante su crisis financiero inmobiliaria de los años 90, contra la cual sigue luchando, tuvo que abandonar el método: sus tipos de interés (que marcan lo que pagan por los ahorros) eran muy bajos o cero y la deflación existente contrajo la actividad económica y, por tanto, las cotizaciones aportadas al sistema. Cortados severamente los dos grifos de ingresos, el sistema ya no se sostenía.
Ese régimen de capitalización es el que hoy llevan a cabo los suscriptores y beneficiarios de los planes de pensiones, como complemento casi indispensable del régimen oficial de reparto.
El nivel general de precios como una medida más ilustrativa de la inflación.
El nivel general de precios engloba el valor (o coste) de todos los bienes y servicios producidos (incluyendo agua, energías y comunicaciones varias) y de los factores de producción (trabajo, capital y tierras, tecnología, financiación, materias primas y productos auxiliares, gerencia y administración, investigación y desarrollo, comercialización y logística).
El precio de mi trabajo, de un kilo de arroz, de un corte de pelo, de una entrada a espectáculos, de un litro de gasóleo, todo está representado en él. El nivel general de precios mide mi “participación”, mi “cupo”, en el reparto general de la producción de una sociedad.
Los gobernantes nos dicen que, en unos meses, la inflación se moderará. Y tienen seguramente razón. Es probable que los precios dejen de subir agudamente, por moderación de la demanda y porque los tramos iniciales de la curva de precios alcistas son más pendientes. Entonces, la inflación comparada, con un mes o trimestre o año anterior, se frenará mucho. ¿Han desaparecido así nuestros problemas de empobrecimiento?
El nuevo “nivel general de precios” alcanzado, que mide lo que con mi sueldo o rentas puedo comprar, me dice que he perdido poder de compra y, lo peor, que esa pérdida se mantiene.
Y aún hay un efecto más perverso de la subida de la inflación o del nivel de precios. Que ocurre invariablemente en épocas de inflación alta o con tensiones alcistas de cierta importancia o extendidas a muchos productos. Pero que también puede ocurrir en momentos de cambio de las monedas o de su paridad con otras. Es un fenómeno emocional, permanente y general. Todo el mundo quiere entonces aprovechar el momento económico para aumentar su “trozo” del pastel, su “parte” en el reparto de la renta total generada.
Sólo un ejemplo claro, cercano y vivido por todos: la instauración del “euro” como moneda común de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Y su efecto general sobre los precios previos en monedas nacionales, de forma casi inmediata o muy rápida y sin aumento del valor real de los productos ofrecidos.
¿Cuál es la razón de que actuemos así? La ambición es uno de los estímulos personales necesarios para la actividad económica. El no fomentarla sanamente llevó a la bancarrota a los países comunistas. Nadie trabaja colectivamente por amor al prójimo. Pero cuando la ambición se desboca y se exacerba, se vuelve mala e incluso, al final, contraproducente hasta para su autor. Aparece entonces una codicia, más o menos ciega, rapaz e insaciable, que arrambla con todo lo que puede. A la que es muy fácil encontrarle personalmente razones para ejercerla: “los demás hacen lo mismo”; “si no lo cojo yo, otro lo hará”; “estoy perdiendo dinero”, etc. Incluso algo tan manido como “es el pan de mis hijos”. Como si no necesitaran ellos más calorías que un niño.
 

El mecanismo económico de la aparición de la inflación. La economía en acción…
¿Cuál es el mecanismo directo de la inflación? El mismo que el del funcionamiento normal de la economía. Sólo que aquí va recalentado, pasado de vueltas. Como iría un motor de un automóvil al que le pidiéramos más revoluciones de las que puede dar con su diseño. Con el dinero a disposición, compramos toda clase de bienes, productos intermedios y servicios, tanto nosotros como el Estado y las empresas. Los vendedores, que reciben el dinero, de las compras e impuestos, a su vez compran salarios, bienes y servicios. Una parte se deposita en cuentas más o menos a la vista, tanto temporalmente como parte de una reserva de futuro. Y vuelta a empezar. Esto sería un ciclo elemental e ilustrativo de la actividad económica.
El número de veces que esto se repite, con el dinero a disposición, el M2 (véase más abajo su composición en medios de pagos), indica la velocidad de circulación del dinero en un período dado. La velocidad por el M2, daría el valor total de los bienes y servicios de todo tipo producidos por una sociedad en ese período, el famoso Producto Interior Bruto. Si a éste le quitamos las amortizaciones que hay que hacer para recuperar un capital invertido, al final de la vida de un bien de producción, tenemos el producto interior neto. Si un camionero no va amortizando (ahorrando) parte de lo que gana transportando cosas, al final de la vida de su camión se encontrará sin vehículo y no podrá continuar su profesión de autónomo. La amortización de los bienes de capital es una obligación legal y vital de todos sus poseedores.
Cuando el número de transacciones es proporcionalmente grande, cuando la velocidad de circulación o el M2 son altos, los agentes económicos (personas, empresas, estado) tendemos a elevar los precios, por la alta demanda de nuestros trabajos, bienes y servicios que detectamos en el mercado. Cuando este fenómeno es razonable y proporcional, la economía se ve estimulada. La tendencia a una suave inflación es buena, deseable e inevitable. Cuando aparecen las desviaciones y aún perversiones indicadas en la Segunda parte de estos párrafos sobre la inflación, es cuando todo se degrada y cuando surgen los peligros para la buena economía de todos.
     

Algunas medidas para destruir el fenómeno de “precios crecientes sin valor añadido”. Más sobre la economía en acción…
El problema es contener la inflación, que no suba el nivel general de precios y que no se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.
Daremos algunas medidas a tomar, durante el menor tiempo posible. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique a un sector de la población.
El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.
Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, almirantes, pilotos civiles).
Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.
El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus sectores productivos.
Es necesario que el Estado seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Desde las carnes y pescados, pasando por la llamada distribución comercial, a los combustibles a granel. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están) los costes al consumidor final de aquéllos, debido a sus estructuras pesadas y sucesivas. Hay que dejar ganar a cada uno, en función de su aporte al valor añadido del producto. Es decir, cuando perfecciona el servicio a su «cliente» (puede ser al siguiente escalón intermediario) al entregarle en cantidad, calidad, número de artículos, ayuda en la descarga, control de su proceso de distribución y momento de entrega deseados y solicitados.

LA CRISIS ECONÓMICA DE 2007. ¿Dónde nos trajo la economía en acción…


Veamos qué pasa:
Tenemos un exceso de liquidez y el valor de uso del dinero (oficialmente, los tipos de interés) en mínimos en EEUU y bajo en Europa. Pero esto no nos resuelve las cosas.
Cuando se descubrieron las minas de Potosí, y gracias a las patatas se podía alimentar debidamente a los indígenas que las explotaban, llenamos de plata a Europa. El dinero era contante y sonante en esa época y se llevaba en faltriqueras y talegos. Pero ese exceso de dinero no se podía absorber ni utilizar con unas transacciones muy limitadas. Los medios de producción y la tecnología no evolucionaban tanto. Y se producía artesanalmente. Por ello no se necesitaba tanta financiación de capital ni de consumo. Y tampoco había ni tantos soldados ni tantas guerras, aunque alguno lo crea, donde gastar en muchas soldadas (incluso, fuera del país).
Entonces, todos los precios de los bienes se dispararon escandalosamente. Y el valor de la plata (el real), convertido en bien abundante, innecesario, superfluo y aún escupiscible, bajó. La economía es dolorosa e implacablemente la gran niveladora. Y eso que era entonces primitiva, artesana, desestructurada y su medio de pago, pesado y de valor intrínseco. Como la nivelación le duele a la mayoría, le achacan que no tiene corazón, que hay que regularla, que no se entiende.
Por eso baja sin parar el dólar y sube sin parar el petróleo. Eso pasa cuando solamente se tiran billetes verdes desde el helicóptero. La crisis de ahora es financiera y de la credibilidad o confianza (el respeto perdido) de sus instituciones. El consumo en general (bienes de equipo, de consumo y depósitos de valor) se contrae, que es lo mismo práctica y cuantitativamente que cuando no se producía. No tenemos relativamente tantas transacciones buscadas, para todo el circulante que hay. China tiene cerca de los 2 billones de dólares en deuda pública, dólares y bonos de empresas norteamericanas; todo realizable en un corto tiempo. Hace poco dije que Bernanke estaba limitando demasiado sus opciones, al bajar muy rápidamente los tipos de interés, el valor de uso oficial del dinero. En el 2000 fue la crisis de las telecos: de los chiringuitos de telecomunicaciones e industrias proveedoras.
A Bernanke le llaman el del helicóptero porque cuando estaba en la University (ésa es su experiencia profesional) dijo que para dar liquidez al sistema financiero, si hacía falta, él tiraba billetes desde un helicóptero. Esto es lo moderno y tecnológico del sistema financiero actual, el helicóptero.
Pues ahora, como entonces, hace falta purgar los excesos y destruir a los incapaces de competir y producir rentablemente. Esto es la fiebre y los dolores de la lucha contra la infección espúrea. Para producir rentable y permanentemente hay que hacerlo siempre bien.
Y nuestros bancos parecen haber hecho muy bien sus deberes en este caso. Sin usar nuestros ahorros en financiar a gentes que no pueden devolver sus préstamos, por su precariedad económica o la inviabilidad de sus proyectos. Esto es la perversión de un sistema financiero. Pero como esos préstamos se dan a mayores intereses, los malos banqueros caen en su concesión fácilmente. Más que banqueros son bancarios, de ventanilla y de pacotilla.
Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Alguien dirá que con los cereales, la leche, está actuando una inflación de demanda, que es la responsable de las subidas elevadas. ¿Saben que las patatas producen por unidad de superficie 4 veces la cantidad de carbohidratos, de alimento energético, de los cereales? El problema con las patatas es que son muy dependientes de la industria química. Y esto no es muy ecológico. Sus enfermedades tienen que ser vencidas con pesticidas y fungicidas. No tenemos variedades resistentes a sus enfermedades. Pero sí se pueden utilizar como biomasa, como materia prima para los biocombustibles, los recortes de podas en general, las cáscaras de frutos de todas clases, las basuras orgánicas, etc. Todo aquello que, conteniendo celulosa o almidones, podamos hidrolizar a hidratos de carbono simples. Y luego fermentarlos controladamente a alcoholes. Hemos empezado torpemente a emplear alimentos para producir combustibles. Haciéndole la competencia por su uso al sustento de las personas.

LA BOLSA O LA VIDA. La economía en acción casi pura…
Un conocido bolsista, banquero de profesión, me preguntaba hace días que cómo veía la cosa.
Creo que en estos momentos los soportes (mínimos actuales, que fueron las últimas resistencias al alza en su día) de las principales bolsas a medio y largo plazo están rotos. Y los valores buscan nuevos soportes imposibles y escuálidos, derivados de las resistencias de más antaño. Por ello se acabó la esperanza de una recuperación relativa pronta, seguida de una estabilización de trayectoria lateral. Hasta que se aclarasen los fundamentales estadounidenses y los resultados trimestrales de sus principales empresas.
Le dije al bolsista: «Hace unos meses hablábamos de lo bien que había manejado Botín la compra de ABN y la venta inmediata del Antoneveta. Pues bien el banco es el mismo, el presidente, también y los resultados son firmes para varios trimestres.» Y cómo está la acción…
Creo que se están exagerando las pérdidas, como antes se exageraron muchas subidas. Pero esto es, el mercado en acción…, nunca mejor dicho.
Cuando MacArthur estaba casi de virrey estadounidense en el Japón ocupado, le trajeron la queja de que una dama de vida airada, que se presentó para representante en la Dieta, había sido elegida. MacArthur señaló: «Hay que pensar que la señorita tendrá otras cualidades. Pero, en todo caso, esto es la democracia en acción…»
Salud, suerte y calma.

LOS TIPOS Y LA LIQUIDEZ. LA INVERSIÓN Y EL CONSUMO. Uno de los principales mecanismos de la economía en acción.

Se está diciendo que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto, a la espera de que el soso y bobo de Trichet haga lo mismo. Pues no.
Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el liston de los costes financieros, me puedo entrampar mejor o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una «medida relativa» del valor (oficial) de los medios de pago obligatoriamente aceptados.
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (circa 8% PIB) o el cuasidinero: depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a alrededor del 11-12% en los últimos meses) y los tipos están que se vierten (ojo, una gran parte de la financiación española es externa). ¿Qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar, sin un marco regulador asegurado.

Hay 25 millones de casas construídas. Contando los emigrantes somos 44 millones de personas viviendo en España. ¿faltan muchas más? Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. ¿De verdad que la construcción tiene que ser el motor de la economía? ¿Y no pueden serlo la inversión productiva, el consumo responsable de bienes y servicios, la tecnología y la formación especializada, la expansión exterior de las empresas competitivas y la exportación de bienes, servicios y asesoramiento y tecnología nacional?

A TRABAJAR, SEÑORES.