(continuación)
O Una Estratégica Marcha Retrógrada hacia la Victoria final.
Uno de los problemas estratégicos estadounidenses es su repugnancia civil y militar a pagar el “precio de sangre” necesario para actuar militarmente, con contundencia, decisión y eficacia en los niveles de sección, pelotón, equipo o team y hombre, en una guerra irregular. Precio de sangre que es inevitable en cualquier guerra. Y que es menor de lo que la “percepción sesgada por el temor” vaticina y amenaza. Porque tratándose de una “guerra de guerrillas” (le llaman ahora pomposamente de “cuarta generación” o asimétrica), contra rebeldes armados, el “precio de sangre” nunca será tan alto como en una guerra de tercera generación, contra un ejército moderno, tecnificado y mecanizado, que maneje bien la estrategia operativa. Un corolario de esa repugnancia es su aversión al riesgo militar. Lo que deja en manos de las unidades de élite, en operaciones de “muerde y huye” sobre objetivos concretos y puntuales y en acciones de destrucción o de captura y extracción de rehenes, las acciones de contra insurgencia militares. Y es lo que explica el uso extensivo y frecuente, para la exploración, el seguimiento de objetivos y la acción violenta sobre éstos, de los “drones” o aviones no tripulados, cada vez más mortíferos, protegidos, capaces y de mayor alcance útil. Lo que le viene de perlas a su conglomerado industrial militar nacional. Drones, como el RQ-70 Sentinel, de la Lockheed Martin, que se les caen cuando falla su electrónica o cuando ésta es atacada con contramedidas y pulsiones electromagnéticas (contra estas últimas, ni el flamante Eurofighter está preparado) o interferencias inesperadas.
Tampoco los estadounidenses tuvieron un compromiso permanente e indefinido, el marchamo del buen aliado, con el régimen político iraquí. Que es conglomerado de intereses religiosos, tribales y personales, aglutinado por el poder que hoy detentan y se reparten. Tampoco se puede “impregnar” en su totalidad y sin más, una democracia inorgánica occidental en un país musulmán con una estructura social antigua y firme. Sin principios y formas liberales en su idiosincrasia (esto no se adquiere con unas inyecciones de “liberalismo forte”), los dirigentes y jefes populares utilizarán los nuevos mecanismos de poder que se les ofrezcan para aumentar su influencia y beneficio, en una sociedad supuestamente moderna y libre. Aquí, el principio de fondo es que una democracia islámica, basada en la Umma, el Corán, la sunna del Profeta y la Sharia, no es igual a una democracia liberal. Un corolario importante de esto es la falta de cercanía y de compromiso de los EEUU con el pueblo iraquí. Que percibe a los “extranjeros infieles armados” en su territorio, como algo temporal, relativo, ajeno, dañino y superpuesto a sus intereses y necesidades cotidianas, familiares, tribales, culturales y religiosas, por este orden.
¿Por qué no han intentado interpretar y encausar una “democracia islámica”, basada en el “Islam popular”, las distintas etnias y la cultura enraizada en los clanes y las tribus regionales? Porque quieren resultados a corto. Y el ritmo atemporal y firme de la vida de las tribus, los desconcierta y enerva. Les falta el celo por la labor anónima, firme y prolongada. De servicio a los demás, esos que siempre distinguen entre el mercenario advenedizo y el amigo. Tareas abnegadas, tanto militares como socio económicas, que sólo pueden ser promovidas y animadas por el que posee una sana “moral nacional”. Capaz ésta de desarrollar, desde su fortaleza interior, aquélla “amistad cívica” de la que hablaba Aristóteles en su “Ética”. Al menos, con sus adelantos, dineros y medios académicos, podían haber estudiado y señalado un “camino sociológico” a seguir por el pueblo. Y, aunque no hubiesen llegado a recoger fruto alguno, se hubiesen podido marchar con dignidad y el respeto ajeno, dejando una impronta de amigo confiable. Han hurgado en las heridas sociales, han lastimado más y han curado poco. Por fin, se van, dejando a los iraquíes frente a un destino difícil, que ellos han ayudado a pergeñar.
Los objetivos de la estrategia nacional estadounidenses son ahora más políticos que militares en el Asia Central islámica. “Esta ha sido una década difícil para nuestro país. …(ahora) podemos alegrarnos de saber que la presión de las guerras está cediendo”, decía Obama. Se admite que los estadounidenses no son capaces de “dejar un Afganistán o un Irak perfecto”. Tampoco la democracia occidental es perfecta. Pero es comparativamente el menos injusto de los sistemas políticos conocidos. Y, debidamente regulado por el juego de los poderes públicos y la probidad de sus agentes, fue el que permitió el advenimiento de las clases medias, numerosas, educadas, laboriosas y progresistas. Que son el “humus primigenio” de las sociedades adelantadas modernas, que desarrollan y utilizan todos sus recursos y materiales en la seguridad, la prosperidad y el desarrollo humanos.
Un problema no menor de la gran estrategia de los estadounidenses es que carecen de un “liderazgo socio militar proyectado”, de una figura dirigente que les ofrezca iniciativa, esfuerzo, sudor y lágrimas para defender por unos años decisivos, una causa que sea aceptada por la mayoría del pueblo estadounidense. Se actuó en Irak para derrocar al régimen tiránico de Saddam y para traer una verdadera democracia inorgánica al país. Esto último no está conseguido, ni garantizado. Y la doctrina Bush estableció, quizás sin ser explicada ni aceptada, que esas “asymmetrical wars” (irregulares y con bajo nivel de equipamiento militar) se sostenían y eran necesarias, para alejar de los territorios estadounidense y de sus aliados, las amenazas del terrorismo foráneo fundamentalista de cualquier origen, religión o ideología.
Los Resultados y los Designios para Irak.
Con unos deficits fiscal y exterior desbocados, es necesario para los EEUU ahorrar en recursos militares, para dedicarlos “a construir una nación aquí, en casa”. Así, bajan cualitativamente el listón del terror exterior, poniendo a la Red (al-Qaida) como único enemigo violento no nacional. La “red” terrorista islamista internacionalista, sin territorio propio, con sus jefes operativos conocidos, huidos y no deseados como huéspedes en ningún país normal, es un objetivo más asequible, adaptable y manejable para sus fuerzas y medios de incursión rápida puntual.
La mayoría chií de Irak basculará ahora sus intereses socio religiosos hacia su correligionario el Irán teocrático, heredero de la “revolución permanente” jomeini. Un Irán que, aunque su estructura de poder esté anquilosada y aún fracturada entre aperturistas y tradicionalistas, se cohesiona internamente siempre ante las amenazas de intervención exteriores. Irán a podido esperar la caída del fruto maduro iraquí en sus manos. Irán es ahora el ganador de toda la aventura estadounidense, que conmocionó y dio la vuelta a toda la región geostratégica del Oriente Próximo y Medio. E Irán ha asistido a todo el doloroso proceso sin apenas desgaste físico o moral. Y, con sus 74 millones de habitantes, es un referente a respetar en el Oriente Medio musulmán.. Irak e Irán tienen al oeste a su vecina Siria, cuya estructura gubernamental de poder, singularmente las élites político militares (papá Hafez al-Assad era general y jefe de la aviación, un arma técnica) proceden de la rama alauita de los chiíies. Pero ninguna de las dos naciones va a apostar por el oftalmólogo Bashar al-Assad, porque no tiene futuro creíble y su capital social está dilapidado ya.
En la lucha por el control de los movimientos rebeldes nacionales de la Primavera Árabe, los chiíes han conseguido ya una alianza implícita de sus países, a la que se uniría El Líbano de Hezbolá, patrocinado por Irán y la Siria alauita. Los sunníes del resto de los países árabes aún tienen que hacer muchos esfuerzos, para lograr una unificación de los intereses políticos globales. Por más que la Arabia Saudí los apoye y aliente en algunos casos.
Queda un problema social fundamental por resolver en Irak. Conseguir que los sunníes no se sientan ahora nuevamente desplazados y perjudicados. Y empujados o tentados, según la intensidad de esos sentimientos, ha reanudar su rebelión armada. Y esto puede ocurrir por la falta de las generosas pagas estadounidenses y por la conculcación de sus derechos. Cosa ésta que, el régimen mayoritario chií puede, con mezquindad y estrechez de miras, llevar a cabo. Un fomento de la rebelión que también están intentado los grupos más radicales y al-Qaida. Aplicándose en la cadena intermitente de atentados en el país contra personas e intereses gubernamentales y tribus chíies. Esto llevaría a una fractura grave del país. Que está muy alejada de las amplias y prometedoras posibilidades de una cierta unidad nacional, que brindaría el establecimiento de un país federado, integrado por las tres grandes etnias o sociedades religiosas. Y tomando como primer ejemplo, la estructura administrativa creada por los kurdos al norte del país durante estos últimos años.