(CONTINUACIÓN)
Los grandes Grupos religiosos del Islam: el Sunnismo y el Chiismo.
El sunnismo, que siguen más del 85% de todos los musulmanes actualmente, acepta como revelación de Allah el Corán y la tradición (la sunna) del Profeta. Ésta la forman sus hechos y sus comentarios o hadices, recogidos por los discípulos. El mayor o menor rigor en la selección y aceptación de esta tradición caracterizan a tres de sus escuelas teológicas, fundadas a caballo entre los siglos VIII y IX. La escuela más abierta y flexible, la chafií, fundada por el palestino al-Chafii, muerto en El Cairo en el 820 a la edad de 53 años, nos abre una puerta esperanzadora a la evolución moderna pacífica del Islam. Ella acepta también el consenso de los sabios de la comunidad islámica y el razonamiento analógico o qiijas, como vías correctas para la adaptación del Islam a todos los tiempos y lugares, desde su origen rural, analfabeto, pobre, medieval y rodeado de hostiles. Para ello parte del hadiz “Alá reconoce el bien en lo que los musulmanes han juzgado como tal”.
Existe una gran diferencia ideológica y práctica entre el sunnismo y el chiismo. Éste se siente perseguido por dos razones. La ortodoxia dinástica, ya que el cisma chií surge a partir del cuarto califa, Alí, primo, yerno y compañero del Profeta. Y la ideología que proclama y defiende, porque admite menos fuentes de revelación divina. Así, el chiismo asume históricamente una actitud fatalista, pasiva, incluso de sufrimiento físico por ello, a la espera del retorno del imam (califa) desaparecido Éste es el nombre que toman los guías político religiosos en el chiismo y que no tiene nada que ver con el imam o lector de las mezquitas sunníes. Aquél vendrá como al-Mahdi (el guiado por Alá), en un momento dado de la Historia, para hacer triunfar a la Umma (comunidad islámica universal) ortodoxa (casualmente, ellos). Pero modernamente también se han dado en el chiismo casos de acción insurgente violenta, incluso con cierto éxito e implantación popular, como en el Irán de Jomeini y en El Líbano con Hezbolla o partido de Alá.
El Homicidio. Características de los Suicidas. Su Empleo por los Fanáticos religiosos.
No es fácil hacer cometer suicidio a una persona normal, serena y preparada. El atentar contra un semejante es un acto violentísimo, para el que menos de un 5% de la población está “preparada” de modo natural o innato. Y esto no quiere decir que lo vayan a realizar. Sólo que están más capacitados naturalmente para actuar como personas armadas eficaces. Si a esto se une el instinto de supervivencia, poderoso e innato en todos los hombres, el suicidio inducido es algo que resulta extraño y difícil en general.
En general, en el 90% de los suicidios está presente algún componente mental distorsionado, afectado. Si las dificultades, privaciones y oprobios afectasen tanto a los hombres, como para empujarlos al suicidio, la Humanidad no hubiese sobrevivido a todas las penalidades y sinsabores que le han acompañado continuamente en el devenir de su historia. Nadie hubiera sobrevivido a los gulags, campos de exterminio y campos de reeducación levantados contra la Humanidad por los desquiciados y malvados de turno. Cuando una persona se suicida por un desengaño amoroso, por ejemplo, detrás tiene un cuadro mental de melancolía, debilidad, inmadurez y ansiedad, en un cóctel variable y fatal, que le desarma y le induce a ello.
Y no vale decir, en el relativismo actual, que es una “opción elegida”. Porque la gente se muere de infecciones, daños circulatorios, cánceres y accidentes, y no se elige esa muerte. Las sociedades modernas tienen en el suicidio una de las primeras causas no naturales de muerte. En España superan ya a las víctimas de los accidentes de vehículos. Sin embargo, salvo en algún país aislado, las sociedades miran para otro lado, rehuyendo la visión dolorosa y sin prestar la debida asistencia médica y psicológica a los afectados y a sus familias.
Para vencer las repugnancias naturales de los hombres para atentar contra otros o contra ellos mismos, hay que aplacar y neutralizar temporalmente los citados instintos humanos. Veamos algunas motivaciones empleadas para ello.
Una motivación “negativa” es la pérdida crónica de las necesidades básicas naturales: sustento, familia, seguridad, refugio y cobijo, expectativas y progreso razonable. Ella es un acicate efectivo para inducir al empleo de la violencia liberadora a una parte de la sociedad, especialmente a los jóvenes idealistas. La motivación “positiva” serían los premios económicos que distintas organizaciones radicales islámicas dan a las familias de los mártires. Y estos son tanto los caídos en combate como los suicidas.
Siguiendo el camino hacia la psicología y el alma humana, la motivación religiosa es otro medio poderoso de convicción y arraigo. Los suicidas de la Yihad son catequizados metódica e intensamente. Los versículos coránicos relacionados con la Yihad, se los saben de memoria. El “ejemplo” de otros suicidas los rodea en su vida cotidiana, en forma de fotos, manuscritos, vídeos testimoniales y compañeros de destino. Sus predicadores, nos resistimos a llamarles imames, les aclaran sus dudas y les alientan a alcanzar prematuramente el Paraíso. Que está destinado especialmente a los mártires de la Yihad.
El suicida debe pasar desapercibido en el lugar elegido para el ataque, por su edad, género, aspecto y actitud. Debe también ocultar perfectamente su artefacto y su equipo. Para poder acercarse a su objetivo y hacer explotar aquél. Su pasaporte para el Jardín de las Huríes es llevarse con él al mayor número de enemigos muertos y mutilados. Así, los daños físicos que se ocasionan en torno al punto de explosión son “daños no buscados” o colaterales (los “collateral damages”, que copian algunos del inglés).
El Islam, sus Grupos religiosos y el Suicidio.
Lo que no le dicen sus mentores y correligionarios al suicida en formación, es que su estancia en el citado Paraíso no es eterna, sino indefinida. Allah no ha tenido a bien revelar su duración o final.
Por otro lado, sólo hay un versículo del Corán que prohíba expresamente el suicidio, sin extenderse demasiado: Sura, 4 aleya 33 (29) “…Oh, creyentes… no os matéis a vosotros mismos…”. Probablemente fue así por la repugnancia natural que las tribus sencillas y primitivas tienen en cometerlo. En las recomendaciones de higiene, que en su origen todas las religiones escritas dan a sus fieles, no había que insistir mucho para su prevención.
Un “ideólogo” de Al-Qaida, Abu Yahya al-Libi, desarrolló una teoría de base “religiosa” sobre el “daño no buscado”, referido a personas. Según ella, se permite a sus militantes matar musulmanes cuando esto es inevitable. Y a veces, más que cuando sea inevitable, cuando sea también útil. Así, en un mensaje donde asumieron la autoría de un ataque de agosto de 2009 en Bagdad, la organización deseó a los sunníes heridos una rápida recuperación y expresó su esperanza de que los muertos fueran aceptados por Dios también como ‘mártires’. Debido a que Al-Qaida tiene capacidades limitadas para atacar a sus enemigos occidentales, la organización mantiene su influencia y notoriedad atacando periódicamente en países con mayorías musulmanas. Entonces, si se examinan los ataques de 2007 y no se consideran los perpetrados en Irak y Afganistán, la proporción de no occidentales muertos por Al-Qaida sube a 99%. Este porcentaje fue del 96% en 2008. O sea que, entre 2006 y 2008, los no occidentales tenían 38 veces más probabilidades de morir por un ataque de Al-Qaida que los occidentales.
En estos años, son los seguidores de la Sunna, los que están utilizando el suicidio en la Yihad islámica. Lo emplean al-Qaida, los talibanes de Afganistán y Pakistán y los miembros de Hamas. Los chiíes del Hezbollah libanés y de Irán no lo utilizan habitualmente. Aunque en el ataque contra los cuarteles de las fuerzas occidentales en Beirut en octubre de 1983, que fue la presentación en sociedad de Hezbollah, los conductores de los camiones llenos de explosivos lanzados contra aquéllos, eran suicidas.
También los iraníes emplearon a sus milicias basijs en ataques frontales masivos contra las posiciones fijas reforzadas, defendidas con campos de minas, de los iraquíes durante la guerra de 1981 a 1989. Los basijs eran “milicias populares” de la República Islámica de Irán. Sin organización, método, disciplina ni demasiada instrucción militar. Pero estaban llenos de ansias religiosas y patrióticas. Los últimos en llegar a la revolución jomeiní, tenían que demostrar su fervor y militancia. En las ciudades también se habían convertido en un problema para las autoridades clericales chiíes, que canalizaron su impulso redentor hacia el frente enemigo.
Durante la Gran Guerra Patriótica de la URSS contra Alemania, un general estadounidense destacado en el Frente (un grupo de Ejércitos) comandado por Georgi Zhukov, le preguntó a éste cómo era que lanzaba su infantería campo a través por los campos de minas alemanes, para alcanzar el límite anterior de la posición de defensa alemana. Es de señalar que en la infantería eran alistados los hombres peor formados y entrenados del Ejército Rojo: los campesinos y los obreros poco cualificados. La artillería, los ingenieros, la caballería, los tanques y las escasas unidades motorizadas se llevaban a los escasos mejores hombres que había. Zhukov le explicó que las bajas que sufrían eran poco más o menos las mismas de un ataque a una posición preparada alemana…y se admitía que ése era el caso.
Los hombres eran en ambos casos auténticas “carnes de cañón”. Dos ejemplos de cómo los grandes de la tierra tiranizan a sus pueblos y de cómo los grandes, los oprimen. Sin diferencias en las ideologías y los tiempos.
Tan sensible contra el suicidio es el Islam que la segunda mayor “organización” islámica de Indonesia, llamada Myhammadiyah, ha prohibido fumar a sus 30 millones de afiliados. La razón es que el tabaco mata y que el Islam prohibe el suicidio. Indonesia, con más de 220 millones de habitantes, es el cuarto país más poblado del mundo. Es el país con mayor población musulmana, unos 200 millones, y también el tercer consumidor mundial de cigarrillos.
Las Acciones posibles contra la Yihad islámica desde el propio Islam.
Ante ese terrorismo (acciones de guerra contra objetivos generales, inocentes e indiscriminados) propio, el mundo islámico se paraliza y no sabe qué decir o hacer. Afirman sus portavoces e intelectuales que el Islam es paz y tolerancia. Pero esto no es totalmente cierto, como acabamos de ver. La mayoría de los musulmanes se distancian de los atentados por oportunismo, para proteger al Islam, preocupados por el creciente rechazo que sufre en Occidente. Pero, ¿cuándo intervienen en la polémica los ulemas o los muftíes? Casi nunca.
No se ha dado en el Islam una reflexión profunda sobre la oportunidad política y religiosa de la violencia. ¿Alguien conoce a pacifistas islámicos activos? No se trata de que reaccionen los intelectuales laicos musulmanes. Éstos no son operativos de la manera que conocemos en Occidente, ya que para un buen musulmán la política, la sociedad y la religión forman una trinidad única, excluyente e inseparable, establecida por Allah. Además, el fracaso social y político de los intelectuales laicos árabes quedó refrendado con el de las élites nacionalistas, izquierdistas y europeizadas, que impulsaron la independencia de las distintas naciones árabes tras la II guerra mundial.
El Islam tiene que asumir que la Yihad fue necesaria para la instauración y la defensa de la primitiva comunidad de creyentes. Estableciendo el Profeta el estado islámico a partir de la destrucción violenta de la jahiliyya (la barbarie existente anterior al Islam) árabe. Y aún pudo ser útil la Yihad para su rápida extensión por el mundo, por el estado existente de cultura y desarrollo de las civilizaciones medievales. Pero que su oportunidad histórica no existe actualmente. Y entonces debe ser reemplazado por “otro tipo de esfuerzo en el camino de Alá”, cuyo concepto ya existe en la sunna y que podría ser retomado y proclamado por los ulemas y los muftíes piadosos, que son los ideólogos del Islam verdadero y perenne. Y, por cierto, los mismos gozan de una independencia política, social y económica amplísima: son respetados y/o temidos por los gobiernos en sus respectivos países.
Ya desde el surgimiento de las 4 principales escuelas teológicas sunnies citadas, cobró fuerza el principio del esfuerzo de reflexión personal, el ichtihad, en el Islam. El ichtihad va a permitir el desarrollo de la cultura árabe, tanto en lo tocante a los aspectos civiles (ciencias, comercio, literatura, arte) como al enriquecimiento de su teología; es la base de jurisconsultos como al-Chafii. El ichtihad es fuente de lucidez, creatividad, enriquecimiento, progreso y paz en el camino del esfuerzo personal y colectivo hacia Dios (esto es el núcleo y la razón del Islam), cuando ya la Umma se ha extendido y multiplicado enormemente por el mundo.
Hacia el siglo XI (siglo V de la hégira o marcha a Medina), los teólogos cierran la puerta al ichtihad. El enfoque metodológico islámico se altera: a partir de entonces, se imita, se repite, se abusa de los compendios.