(CONTINUACIÓN)
Desde entonces, la oposición armada de la Novarussia (así autodenominan los separatistas prorrusos a su territorio de la cuenca del Donbass y zonas adyacentes), apoyada por los rusos con equipos militares (entremezclados con convoyes de supuesta ayuda humanitaria para la población civil de la región) y “grupos” de voluntarios internacionalistas, incluso veteranos chechenos prorrusos, y el gobierno central de Kiev, con el nuevo presidente Petró Poroshenko a la cabeza, han seguido una estrategia operativa del tira y afloja, del cachumbambé. Donde todo está bastante medido y razonablemente controlado, para ir avanzando cada parte por pasos medidos y contados, sin que se les desboque irreversiblemente el animal de la guerra abierta entre naciones y alianzas. Y así estamos y seguiremos por bastante tiempo.
Pero, no todas son bondades y ventajas en un régimen super presidencialista. El poder concentrado y decisivo tiene que ser administrado en pequeñas dosis, para no abusar, ni dañar, ni caer en la tentación de buscar su continuidad indefinida. El despotismo (que surge de la convicción podrida de los mandos de que han “salvado” a “su” patria), la corrupción y el clientelismo extendidos por los círculos del poder y sus aledaños, se vuelven manifiestos y consuetudinarios en la sociedad. La oposición política e ideológica, con sus críticas, actuaciones parlamentarias y protestas callejeras, puede volverse casi insoportable para quienes se concentran en planear, decidir y ejecutar en aras del pueblo, pero no con el pueblo. La cárcel y la confiscación de bienes son represalias de toda la vida, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, en la prehistoria, para los disidentes, díscolos y desobedientes y para todos los enemigos potenciales (imaginados o no) y reales del régimen. El magnate ruso Mijail Jodorkovski, de 50 años, surgido en la etapa de los capitalistas ventajistas y dueño de la petrolera Yukos, que tenía el monopolio de las ventas de crudo a China, fue detenido hace 10 años por financiar a la oposición política a Putin. Tras una dura condena en Siberia, acaba de ser indultado por el presidente.
Putin apuesta por la economia y la diplomacia en Hispanoamérica.
El presidente está utilizando todos los recursos y medios del mundo globalizado, para extender con sorpresa, habilidad, convencimiento y seguridad la influencia de Rusia por todo el mundo. Así, en agosto de 2.012 Rusia dejó de ser la única potencia fuera de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y se convirtió en el socio 156 de la institución, que media en los conflictos entre países y establece las normas básicas del comercio internacional. El equipo del presidente Putin apostó por la integración, para estar entre quienes formulan las reglas de juego y para tener instrumentos legales contra el proteccionismo, que frena las exportaciones rusas a la Unión Europea y a EE UU. El ministro de Desarrollo Económico, Andréi Beloúsov, declaró que la OMC da instrumentos contra los monopolios y los contratos desventajosos y facilita la participación en proyectos internacionales. Así, dijo, “da estabilidad al comercio exterior y hace previsibles las condiciones jurídicas de los operadores”.
El comercio moderno de armas y sistemas complejos rusos, su fabricación local en parte, la cesión temporal de equipos y repuestos mientras aquélla no está en marcha y la formación integral y continua de los usuarios es el camino decidido por Putin para aumentar la influencia y el arraigo de los rusos en Hispanoamérica. Una zona geopolítica que les está distante y es muy diferente de Rusia en civilización. Así, el viceministro de Defensa de Rusia Anatoly declaró que “Nuestra política externa, no es sólo para vender en el exterior productos y equipos terminados, sino ir a la producción conjunta y desarrollar la cooperación técnico-militar». Añadió que, “Estamos para ello ultimando varios documentos, incluyendo la protección de los derechos de propiedad intelectual. La preocupación es que compartiremos información reservada. Y la asociación estratégica implica un mayor volumen de la confianza, un mayor grado de cooperación, incluido el suministro de armas y equipos especiales sensibles, y esto requiere un cierto nivel de las relaciones entre los dos países «.
En esta línea, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, cerró la compra de baterías antiaéreas rusas por valor de mil millones de dólares a mediados de octubre de 2013. Su ministro de Defensa, Celso Amorim, que se entrevistó en Brasilia con su colega ruso Sergei Shoigu, comunicó que nada impide la participación de Brasil en el “proyecto del Sukhoi T-50”, que servirá como modelo a un “caza de quinta generación local”, que sería producido fuera de Rusia conjuntamente con la India. En la oferta rusa hecha por Sergei Shoigu, Brasil recibiría en arriendo aviones Sukhoi-35, para sustituir a los Mirages 2000, a retirar este mismo año, hasta que el modelo T-50 no alcance su capacidad operacional, que sería hacia el año 2016. El nuevo caza sólo sería comercializado desde Rusia al final de esta década. Los EEUU sólo tienen un avión de este tipo, el F-22, que resulta invisible al radar. También, Brasil está interesado en comprar material de defensa antiaérea capaz de proporcionar más seguridad al país durante el Mundial de Fútbol de Brasil 2014. El costo de esta operación se estima en $1 mil millones.
La idea central de esta penetración comercial y sus perspectivas es que los EEUU jamás confiaron en los ejércitos hispanoamericanos, ni colaboraron en serio con ellos. El cliché aplicado, incluso después de la pomposa “Alianza para el Progreso” del presidente Kennedy, es que los ejércitos hispanoamericanos son «socios menores» del Pentágono. Y, esos ejércitos deben cumplir funciones policiales-militares locales: combatir la insurgencia, vigilar las fronteras, controlar el territorio. En la conferencia de ministros de Defensa de los países del Hemisferio Occidental celebrada en 2002 en Santiago de Chile, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de los EEUU, declaró: «Una de las principales amenazas para la seguridad nacional de los EEUU consiste en que los gobiernos “latinoamericanos” no pueden controlar su propio territorio, sobre todo los territorios alejados, fronterizos. De lo que se aprovechan los terroristas. Por eso, la tarea de cada país de América Latina radica en fortalecer el control de sus propias fronteras». Hasta ahora, el Pentágono ni siquiera se propone debatir con los militares hispanoamericanos la creación de un sistema de seguridad regional. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca no funciona cuando sería más importante: en los conflictos de intereses entre las “altas partes contratantes”, supuestamente iguales y asociadas. Esto quedó evidenciado en la Guerra de las Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña. En aquella ocasión, los EEUU y Chile apoyaron a Gran Bretaña. Rusia encontró así un nicho comercial e ideológico, descuidado por sus competidores más serios y cercanos, donde está presentando una oferta amplia, interesante y permanente para una colaboración abierta con sus clientes por un tiempo indefinido.
A primeros de octubre del 2.013 se informó que El Perú busca modernizar sus carros T-55, comprados en la época del general populista Velasco Alvarado, y ha expresado su interés por adquirir 110 carros T-90 y vehículos blindados BTR-80A, como parte del proyecto Nina Qarpay (Sembrando el Fuego). Esas compras podrían ascender a $700 millones. El ministro de Defensa ruso, Serguéi Lavrov, encabezará una delegación al Perú y Brasil para estrechar lazos en materia de cooperación técnico-militar. Los medios ruso señalaron que El Perú piensa invertir $2300 millones en la compra de equipo militar antes de que termine este año.
Casi todo esto supone un rearme normal, pues el material militar es muy anticuado en todos los principales países de Hispanoamérica. Fueron los EEUU los que iniciaron la competencia entre estados fronterizos con agravios: vendiendo sus armas obsoletas a precios simbólicos en la región suramericana tras la II guerra mundial. En los años 60, el proceso de equipamiento de esos ejércitos se escapaba a su control. Así, Argentina y Brasil crearon su propia industria militar y subían al poder regímenes militares nacionalistas y/o izquierdistas. Washington frenó entonces los suministros de armas modernas a Hispanoamérica, siendo sustituidos por fabricantes europeos. Por su parte, los EEUU entregan armas a Colombia, que mantiene un contencioso serio con Venezuela. Y lo hace en el Oriente Cercano que es un «punto muy caliente». Y en Georgia, donde existe un grave conflicto armado larvado. Rusia parece que reacciona más fríamente a los suministros estadounidenses en los países del espacio postsoviético, que como lo hacen los EEUU con los suministros rusos a Hispanoamérica. Esto parece deberse a dos causas cualitativamente diferentes: la primera es la omnipresencia de la Doctrina Monroe como parámetro de la política exterior estadounidense. La segunda sería puramente comercial: la pérdida de mercados ante competidores competentes y avispados.
El jefe del Ejército nicaragüense, Julio César Avilés, declaró a primeros de diciembre de 2013, que las autoridades visitaron varios astilleros en distintos países, incluyendo Rusia, para decidir la compra de los modernos navíos, necesarios para equipar a la pequeña Fuerza Naval de ese país. «Hay una necesidad real de comprar esos medios navales”, afirmó el alto jefe militar. Y agregó: «Estamos conociendo las diferentes embarcaciones existentes y viendo cuáles son las que más nos convienen». En efecto, 19 de noviembre pasado, la Corte Internacional de Justicia de La Haya le adjudicó a Nicaragua más de 90000 Kms2 en el mar Caribe, que antes estaban bajo la jurisdicción de Colombia. El gobierno colombiano no acata esa sentencia. Avilés explicó que la nueva zona marítima bajo soberanía nicaragüense, exige nuevos medios navales para asegurar su patrullaje. Para lo cual se necesitarían al menos cuatro embarcaciones de pequeño calado y otras cuatro de mayor calado. “Off the record” se ha informado que Rusia estaría preparando un primer envío a Nicaragua de cuatro patrulleras y dos lanchas equipadas con cañones antiaéreos, pero el dato no ha sido confirmado por Managua. Rusia y Nicaragua establecieron relaciones diplomáticas y comerciales a primeros de 2007, tras el retorno del presidente Daniel Ortega al poder.
Según se informó en la primera semana de diciembre de 2.013, Uruguay compró armamento ruso para sus fuerzas de seguridad por valor de $1 millón. Se trataba de fusiles y ametralladoras de última generación, además de otras armas pequeñas y livianas, sus municiones y tres vehículos blindados GAZ-2330 Tigre, con instrumentos de alta sofisticación. Llama la atención tanto el origen como el tipo de material elegidos por las autoridades policiales uruguayas en virtud, entre otros factores, de la función táctica de dicho armamento. Los vehículos Tigre son aptos para combates contra armas pesadas y ése no sería un escenario que enfrentaría la policía uruguaya en la actualidad. El crimen organizado de Uruguay no habría llegado a ese nivel de equipamiento. La empresa comercializadora de dicho material es Rosoboronexport y la estrella serían los 500 fusiles automáticos Kalashnikcov AK 103, utilizado en la actualidad por el ejército ruso. Uruguay ya había adquirido 48 vehículos blindados Vodnik y 60 camiones de trasporte militar de Rusia aprovechando una deuda comercial heredada por Montevideo de la entonces Unión Soviética. Uruguay fue el primer cliente de exportación del Vodnik. El acuerdo de cooperación militar ruso-uruguayo data de la Administración del Presidente Jorge Batlle y prevé la obtención de suministros de armamentos y cursos de formación y capacitación militar, que incluyen compartir información “cualificada”. El acuerdo bilateral permitiría también la eventual instalación de fábricas de armas rusas en el Uruguay. El presupuesto militar del Uruguay es del 2% del PBI y ocupa el octavo lugar en los gastos militares hispanoamericanos con un monto aproximado de 380 millones de dólares.
En 2.011, Moscú vendió material militar en Hispanoamérica por un valor de $11 mil millones. Los principales clientes fueron, en orden de importancia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Nicaragua, Cuba, Perú, Guatemala y Uruguay. Durante la última década, la exportación rusa de armamento y técnica militar se multiplicó por cuatro. Pero, la dirección de Rosoboronexport, la principal corporación rusa encargada de la exportación de armamento, cree que en 2.013 las ventas alcanzaron una “cresta”. Según los planes estratégicos de la corporación hasta el año 2.020, la exportación de armamento desde 2.013 hasta 2.016 al subcontinente se mantendrá al nivel de los $13000 millones al año. “El mercado mundial está cambiando, pero sin cambios drásticos. No contamos con que haya mejoras durante estos años. No esperamos que vaya a haber caídas, aunque tampoco podemos asegurar que podamos registrar subidas”, declaraba el secretario de prensa de Rosoboronexport.
El país con mayor volumen de compras es Venezuela que, en los últimos seis años ha gastado unos $11.000 millones. Además, Perú, Colombia y Brasil han adquirido helicópteros rusos. El 37% de las ventas de 2.012, que ascendieron a poco menos de $13000 millones, correspondieron a helicópteros, aviones y equipos aéreos. Además de las ventas de material, hay programas de formación en varios países y se prepara la creación de un centro para reparar helicópteros. En 2.013, se comercializaron unos 130 helicópteros militares, cifra muy lejana de las 12 unidades que se lograron en 2.001, con una cartera de pedidos de este segmento para varios años. Por otra parte, el volumen de exportación de armamento integral era hace sólo diez años de $5.000 millones. Así, el volumen total de ventas casi se ha triplicado en una década y, en estos momentos, Rusia es la segunda potencia vendedora en Hispanoamérica, por detrás de los EEUU.
Según Rosoboronexport, “uno de los principales objetivos del plan estratégico es ampliar la lista de servicios ofrecidos”. La corporación planea ampliar su participación en la cooperación internacional para el desarrollo, producción y venta de producción militar. Para ello se prevé otorgar a las principales organizaciones asociadas a Rosoboronexport el derecho a ofrecer un servicio directo postventa de la tecnología militar suministrada a clientes extranjeros. Entre los planes de la corporación se encuentra “reforzar los vínculos con empresas del sector industrial militar, así como estimular el trabajo de investigación científica y desarrollo para crear nuevos modelos de armamento, desarrollar programas de modernización y de reutilización del armamento ya suministrado”. Pero ésta no es una opinión unánime. El Instituto de Análisis Político y Militar opina que “con la ampliación de servicios en las ofertas, no se logrará aumentar el volumen de exportación en los próximos tres años: esto llevaría, al menos, 10 años”. Añadiendo que “Venezuela se volverá próximamente menos atractiva, porque en este país pronto podría tener lugar un colapso financiero y un posible cambio de gobierno”.
FINAL.