La Plaga vesánica de las Monedas virtuales o Bitcoins.
La principal característica intrínseca de los bitcoins es que carecen del respaldo de valores o activos reales y tangibles. Como son el oro y la plata, metales preciosos y escasos, que respaldaban antiguamente el valor de las monedas nacionales. Como son los activos de las empresas, que dan su valor esencial, no el de mercado, que es una especulación controlable, a sus acciones y bonos y deudas. Como son las monedas actuales, que cuentan con el respaldo y las acciones financieras y jurídicas de los Bancos centrales, bien nacionales o supranacionales, como es el caso del Euro, para respaldar su valor y garantizar su seguridad intrínseca, frente a actuaciones codiciosas desmedidas de los especuladores internacionales sin escrúpulos.
Un denario de la época de Tiberio César.
Propiedades del dinero real.
Hay algunas propiedades esenciales del dinero, que perduran en él desde el inicio de su existencia como “intermediario del intercambio de bienes” de la Humanidad. El dinero es un depósito de valor y esta cualidad se deriva de su propiedad anteriormente citada. Todos los agentes económicos lo aceptaban como “instrumento cabal” en el intercambio de bienes y servicios. Porque su valor permanecía razonablemente en el tiempo y no había pérdida o merma en su posesión, mientras se adquiría el bien final deseado. El dinero es también, como corolario, la unidad del valor económico, ya que todos los bienes y servicios valen un múltiplo o un submúltiplo de la unidad monetaria. El dinero es, con ello, un medio de pago seguro y fiable. Y, como corolario, es un patrón de pagos diferidos o liberador de deudas entre deudores o receptores del dinero ajeno, para su uso por un tiempo convenido, y los prestatarios privados o profesionales.
Dinero Moderno.
Todo ello hace que el dinero contante y sonante, deba tener una naturaleza sólida y resistente, para que no afecte a la perdurabilidad de su valor en el tiempo razonable. Pero, además, el dinero ya superó hace mucho la barrera de los inconvenientes materiales de su guarda, trasiego y concentración para grandes pagos. Basándose en la confianza de todos en sus propiedades ya citadas y empleando los modernos medios digitales y telemáticos, el dinero ha transformado su expresión física hacia los apuntes contables en infinidad de formas. Permitiendo transacciones cuasi instantáneas en el tiempo y a cualquier distancia en el mundo, a cualquier inversor inteligente.
El dinero corrupto y espurio.
Lo anterior no ocurre con las llamadas monedas fake o virtuales o etéreas, ya que son esencialmente valores especulativos o de fortuna. Llamados precisamente, para facilitar esa función de inversión no productiva y de muy alto riesgo, a fluctuar en períodos de tiempo no conocidos. El carácter de pulsiones electromagnéticas fugaces que tienen esta monedas, sin soportes físicos aprehensibles, les permite unas altísimas velocidades de rotación de sus transacciones, que favorecen también su comportamiento de valores virtuales, especulativos, apetecibles y asequibles en alto grado.
La extensión y las operaciones de este dinero especulativo y degradado se alimentan y fomentan por la codicia de sus posibles tenedores. La codicia es una pasión desordenada, que busca la tenencia y el acaparamiento de toda clase de bienes deseables para el que la padece. Y esto es independiente de su verdadera necesidad y utilidad para el sujeto. A su vez, la codicia es soportada y nutrida por la vanidad del sujeto, que es otra pasión desordenada. Este carácter de ambas afecta más o menos gravemente a las potencias del alma, especialmente al entendimiento y a la voluntad. Creandose así una correlación perversa, que es de difícil resolución. Evidentemente, la persona inteligente y cabal domina en gran parte esas pasiones que esclavizan a los mortales.
¿Eclipsarán en su arrebato los bitcoins a la Tulip Mania?
Un ejemplo de estos valores especulativos, lo tenemos en la llamada Burbuja especulativa de los Tulipanes, gestada en la primera mitad del siglo XVII.
Ajena a las desolaciones y brutalidades de la verdadera primera Gran Guerra Europea (1618-1648), Holanda vivió entonces una época de crecimiento y apertura comercial. Y se situó como una de las grandes potencias europeas. En ese periodo de riqueza, las clases dirigentes holandesas encontraron en los tulipanes un objeto de ostentación y colección. El tulipán es una flor originaria de Turquía, cuya forma recuerda el gran turbante de los sultanes otomanos. En 1593, el botánico Carolus Clusius introdujo en Holanda los primeros tulipanes. Las clases nobles los coleccionaban y los convirtieron en un símbolo de riqueza.
Aunque por ser flores su negociación era veraniega, los holandeses idearon, para prolongarla, una especie de mercado de futuros del tulipán. Los productores ofrecían entregar un bulbo dado en la época en que floreciese y los compradores adquirían el derecho de entrega. Esto se convirtió en una especulación que se autoalimentaba. Charles Mackay en su libro «Delirios multitudinarios: la manía del tulipán y otros mercados enloquecidos» escribía que en 1635 se vendieron 40 bulbos por 100 mil florines, cuando el salario anual de un artesano era de 200 florines.
Un cuadro de los precios de los tulipanes durante su «burbuja».
Poco a poco, el mercado fue atrayendo a las clases populares. El mercado de futuros y los nuevos y numerosos pequeños inversores terminó disparando los precios del tulipán. La posesión simple del tulipán se suplió por el mercado de compra y venta de derechos. Y, a veces, no se llegaba a tener físicamente el bulbo adquirido y ya se había de vendido con una jugosa rentabilidad añadida.
Pero, al ser un producto condicionado a los efectos de las condiciones climatológicas, y cuando las cosechas de 1637 fueron pobres, comenzaron las tensiones financiero especulativas. Las ventas de esa primavera no fueron buenas. Y, los más avezados e inteligentes empezaron a desconfiar de las garantías que se habían aportado para adquirir tulipanes. En un momento dado, se aceptó que su precio era muy excesivo y las órdenes de venta se sucedieron. Los acuerdos comerciales no se podían respetar y un incumplimiento de contrato siguió a otro. En la caída del valor del mercado, supuestamente real, quedaron atrapados miles de pequeños ahorradores. Aquella crisis económico financiera golpeó duro a la economía holandesa. Y generó un período de deflación, bajos salarios, ruinas familiares y cierre de negocios
La Bondad Terapeútica del Dinero seguro para una Economía quebrada.
Tras la II Guerra Mundial, hacia 1948, en la Alemania occidental se realizó la esperada reforma monetaria. La medida, sencilla e importante, consistió en reducir el volumen del dinero en circulación. Así, tras la inflación de los últimos años, los viejos reichsmarks se convirtieron en los nuevos deutschmarks, en la proporción de diez de los primeros por uno de los nuevos. Tanto los productores como los comerciantes esperaban esta medida, que facilitase y garantizase sus operaciones de producción, de compra y de venta.
Muy pronto, unido esto a la disciplina y la laboriosidad alemanas, las tiendas comenzaron a llenarse de artículos y los trabajadores ya contaban con medios de pago seguros y admitidos. Poco a poco, se fueron abandonando los controles de precios y el racionamiento, medidas artificiales destinadas a limitar la inflación y a repartir los pocos bienes disponibles, con medidas dirigistas, imperfectas e inflexibles.
LA REFORMA MONETARIA DE ALEMANIA DEL OESTE (20 DE JUNIO DE 1948).
Y, el ciclo económico que hace que la gente reaccione en el manejo del dinero, contra su experiencia más adversa de depreciación e inflación, se presentó también en la Alemania occidental. Y este acontecer, junto con su experiencia espeluznante de 1923, con los retermarks de la República de Weimar, son el origen del empeño de Alemania en tener siempre una moneda, el marco o el euro, firme, a la que no devore la inflación y permita el desarrollo económico sano y sostenido.
Otras monedas fallidas y ruinosas para sus últimos tenedores.
El escocés John Law llegó a Francia en 1716. Su idea central era crear un banco que emitiese billetes a sus prestatarios contra la garantía de las propiedades rústicas del país. Esta idea simple y sencilla está en la base de numerosas formas posteriores de estafas a inversores codiciosos y poco inteligentes. Sus habilidades personales le permitieron conocer al Duque de Orleans, el Regente del Reino.
En esa época, la situación financiera de Francia era desastrosa. Los gastos del reino duplicaban los ingresos del Tesoro, cuyas arcas estaban vacías. Y los recaudadores de impuestos y sus colaboradores buscaban más bien su propio beneficio. Un decreto del 2 de mayo de 1716, concedió a Law el derecho a fundar un banco con un capital equivalente a 250 mil libras esterlinas. El Banco podía emitir billetes o cédulas, que cursó en forma de “préstamos al Estado”, su prestatario. El cual comenzó a emplearlos para sus múltiples e insoslayables pagos, con pleno valor y carácter liberatorio.
BILLETE DEL BANQUE ROYAL, RESPALDADO CON PLATA.
Como Francia había estado reduciendo el peso del metal precioso en sus monedas, los billetes de Law eran casi como una garantía contra la malversación y la prevaricación de la Administración del Reino. Y, ese “dinero aceptable” en una economía capaz latente produjo beneficios grandes e inesperados con la extensión de las transacciones por todo el cuerpo económico del país. Y el Banco de Law se convirtió en la “Banque Royal” del país.
El Regente del Rieno, encantado y muy poco inteligente, propuso una emisión adicional de los billetes de Law. Y éste pensó en desarrollar su idea original: crear una “Compañía” para explotar y llevar a Francia las grandes cantidades de oro, que se pensaba que existían en el subsuelo de Luisiana; y beneficiarse también del impulso que recibiría el comercio. A primeros de 1719, la nueva “Compañia de las Indias” obtuvo monopolios comerciales en los territorios de influencia francesa en la India, China y los mares del Sur. Y luego recibió el del tabaco, la recaudación de impuestos y el derecho a acuñar moneda metálica.
La respuesta de los potenciales inversores fue despoporcionada e inesperada en todos los aspectos. Las pasiones de la codicia y la vanidad eclipsaron a la inteligencia. Así, la bolsa de los títulos de la Compañia tuvo que trasladarse sucesivamente a un local mayor. Y el valor de los terrenos contiguos a ellos se disparó, ya que la gente quería estar junto al lugar de las operaciones. Los títulos subieron fabulosamente de precio. Las personas que invirtieron al principio unos cuantos miles, se encontraron dueños de millones a las pocas semanas. Parece ser que el término millonario surgió en Francia en esa atapa. Y la Compañía fue emitiendo más acciones, realizando nuevas OPAs vintage, a precios recrecidos, pero inferiores al mercado, a lo largo de ese año.
El honorable John Law.
Por su parte, Law era objeto de los mayores agradecimientos y distinciones. Fue ennoblecido con el título de duque de Arkansas y nombrado Interventor General de Francia el 5 de enero de 1719. El escocés, incluso, afrancesó su apellido con el más eufónico de Lass. El Banque Royal, mientras, iba aumentando sus préstamos y, por tanto, los billetes con los que los hacía. A finales de 1719, había en circulación unos 1200 millones de libras francesas de esos billetes en circulación por los canales financieros de la economía francesa. Y, lo que en un principio fue una bendición, nadie pensó que se podía convertir en un mortal empacho. Y comenzó a funcionar la ingeniería financiera de la época.
Se suponía que la venta de acciones del Banque generaba unos recursos propios, destinados a la explotación de las tierras ociosas de Luisiana. Pero, gracias a otro convenio con el duque de Orleans, ese capital iba destinado a dar más préstamos para pagar los gastos del gobierno francés. Sólo los intereses devengados por ellos podían ir destinados a la extracción de oro y éste formaría parte de las reservas fuertes del Banque. Todo esto generaba un torbellino de ciclos de compraventa de préstamos al Estado, emisión de billetes del Banque Royal y compra de sus acciones, que se autalimentaba y se aceleraba uniformemente “ad infinitum”. ¿O no…?
Al inicio de 1720, el príncipe de Conti, irritado porque no pudo adquirir una partida de acciones al precio que él estimó conveniente, envió al Banque Royal una gran cantidad de billetes, para ser cobrados en dinero real. Y se dice que se necesitaron 3 carretas para transportarlos. Law apeló al Regente, que ordenó al príncipe que devolviese una parte considerable del oro recibido por los billetes. La explotación de los recursos de Luisiana fracasó, las minas brillaron por su ausencia y todo el entramado financiero estafador se hundió. Un número creciente de personas, las más avezadas e inteligentes, reclamaban ante el Banque su dinero contante y sonante. Un día de julio de 1720, murieron 15 personas en el tumulto que se formaba periódicamente ante el Banque.
El Regente ocultó a Law, para salvarle la vida y le hizo salir del país. En Francia quedaron fortunas desaparecidas, una gran deflación, precios desplomados, negocios menguantes, un paro creciente y un recelo duradero contra todos los bancos.