Breve Teoría Monetaria para Inteligentes.

La Plaga vesánica de las Monedas virtuales o Bitcoins.

La principal característica intrínseca de los bitcoins es que carecen del respaldo de valores o activos reales y tangibles. Como son el oro y la plata, metales preciosos y escasos, que respaldaban antiguamente el valor de las monedas nacionales. Como son los activos de las empresas, que dan su valor esencial, no el de mercado, que es una especulación controlable, a sus acciones y bonos y deudas. Como son las monedas actuales, que cuentan con el respaldo y las acciones financieras y jurídicas de los Bancos centrales, bien nacionales o supranacionales, como es el caso del Euro, para respaldar su valor y garantizar su seguridad intrínseca, frente a actuaciones codiciosas desmedidas de los especuladores internacionales sin escrúpulos.

 Resultado de imagen de Jesus and the Tiberius denarius Un denario de la época de Tiberio César.

Propiedades del dinero real.

Hay algunas propiedades esenciales del dinero, que perduran en él desde el inicio de su existencia como “intermediario del intercambio de bienes” de la Humanidad. El dinero es un depósito de valor y esta cualidad se deriva de su propiedad anteriormente citada. Todos los agentes económicos lo aceptaban como “instrumento cabal” en el intercambio de bienes y servicios. Porque su valor permanecía razonablemente en el tiempo y no había pérdida o merma en su posesión, mientras se adquiría el bien final deseado. El dinero es también, como corolario, la unidad del valor económico, ya que todos los bienes y servicios valen un múltiplo o un submúltiplo de la unidad monetaria. El dinero es, con ello, un medio de pago seguro y fiable. Y, como corolario, es un patrón de pagos diferidos o liberador de deudas entre deudores o receptores del dinero ajeno, para su uso por un tiempo convenido, y los prestatarios privados o profesionales.

Resultado de imagen de secure money Dinero Moderno.

Todo ello hace que el dinero contante y sonante, deba tener una naturaleza sólida y resistente, para que no afecte a la perdurabilidad de su valor en el tiempo razonable. Pero, además, el dinero ya superó hace mucho la barrera de los inconvenientes materiales de su guarda, trasiego y concentración para grandes pagos. Basándose en la confianza de todos en sus propiedades ya citadas y empleando los modernos medios digitales y telemáticos, el dinero ha transformado su expresión física hacia los apuntes contables en infinidad de formas. Permitiendo transacciones cuasi instantáneas en el tiempo y a cualquier distancia en el mundo, a cualquier inversor inteligente.

El dinero corrupto y espurio.

Lo anterior no ocurre con las llamadas monedas fake o virtuales o etéreas, ya que son esencialmente valores especulativos o de fortuna. Llamados precisamente, para facilitar esa función de inversión no productiva y de muy alto riesgo, a fluctuar en períodos de tiempo no conocidos. El carácter de pulsiones electromagnéticas fugaces que tienen esta monedas, sin soportes físicos aprehensibles, les permite unas altísimas velocidades de rotación de sus transacciones, que favorecen también su comportamiento de valores virtuales, especulativos, apetecibles y asequibles en alto grado.

La extensión y las operaciones de este dinero especulativo y degradado se alimentan y fomentan por la codicia de sus posibles tenedores. La codicia es una pasión desordenada, que busca la tenencia y el acaparamiento de toda clase de bienes deseables para el que la padece. Y esto es independiente de su verdadera necesidad y utilidad para el sujeto. A su vez, la codicia es soportada y nutrida por la vanidad del sujeto, que es otra pasión desordenada. Este carácter de ambas afecta más o menos gravemente a las potencias del alma, especialmente al entendimiento y a la voluntad. Creandose así una correlación perversa, que es de difícil resolución. Evidentemente, la persona inteligente y cabal domina en gran parte esas pasiones que esclavizan a los mortales.

Resultado de imagen de tulips bubble ¿Eclipsarán en su arrebato los bitcoins a la Tulip Mania?

Un ejemplo de estos valores especulativos, lo tenemos en la llamada Burbuja especulativa de los Tulipanes, gestada en la primera mitad del siglo XVII.

Ajena a las desolaciones y brutalidades de la verdadera primera Gran Guerra Europea (1618-1648), Holanda vivió entonces una época de crecimiento y apertura comercial. Y se sit como una de las grandes potencias europeas. En ese periodo de riqueza, las clases dirigentes holandesas encontraron en los tulipanes un objeto de ostentación y colección. El tulipán es una flor originaria de Turquía, cuya forma recuerda el gran turbante de los sultanes otomanos. En 1593, el botánico Carolus Clusius introdujo en Holanda los primeros tulipanes. Las clases nobles los coleccionaban y los convirtieron en un símbolo de riqueza.

Aunque por ser flores su negociación era veraniega, los holandeses idearon, para prolongarla, una especie de mercado de futuros del tulipán. Los productores ofrecían entregar un bulbo dado en la época en que floreciese y los compradores adquirían el derecho de entrega. Esto se convirtió en una especulación que se autoalimentaba. Charles Mackay en su libro «Delirios multitudinarios: la manía del tulipán y otros mercados enloquecidos» escribía que en 1635 se vendieron 40 bulbos por 100 mil florines, cuando el salario anual de un artesano era de 200 florines.

Resultado de imagen de tulips bubble Un cuadro de los precios de los tulipanes durante su «burbuja».

Poco a poco, el mercado fue atrayendo a las clases populares. El mercado de futuros y los nuevos y numerosos pequeños inversores terminó disparando los precios del tulipán. La posesión simple del tulipán se suplió por el mercado de compra y venta de derechos. Y, a veces, no se llegaba a tener físicamente el bulbo adquirido y ya se había de vendido con una jugosa rentabilidad añadida.

Pero, al ser un producto condicionado a los efectos de las condiciones climatológicas, y cuando las cosechas de 1637 fueron pobres, comenzaron las tensiones financiero especulativas. Las ventas de esa primavera no fueron buenas. Y, los más avezados e inteligentes empezaron a desconfiar de las garantías que se habían aportado para adquirir tulipanes. En un momento dado, se aceptó que su precio era muy excesivo y las órdenes de venta se sucedieron. Los acuerdos comerciales no se podían respetar y un incumplimiento de contrato siguió a otro. En la caída del valor del mercado, supuestamente real, quedaron atrapados miles de pequeños ahorradores. Aquella crisis económico financiera golpeó duro a la economía holandesa. Y generó un período de deflación, bajos salarios, ruinas familiares y cierre de negocios

La Bondad Terapeútica del Dinero seguro para una Economía quebrada.

Tras la II Guerra Mundial, hacia 1948, en la Alemania occidental se realizó la esperada reforma monetaria. La medida, sencilla e importante, consistió en reducir el volumen del dinero en circulación. Así, tras la inflación de los últimos años, los viejos reichsmarks se convirtieron en los nuevos deutschmarks, en la proporción de diez de los primeros por uno de los nuevos. Tanto los productores como los comerciantes esperaban esta medida, que facilitase y garantizase sus operaciones de producción, de compra y de venta.

Muy pronto, unido esto a la disciplina y la laboriosidad alemanas, las tiendas comenzaron a llenarse de artículos y los trabajadores ya contaban con medios de pago seguros y admitidos. Poco a poco, se fueron abandonando los controles de precios y el racionamiento, medidas artificiales destinadas a limitar la inflación y a repartir los pocos bienes disponibles, con medidas dirigistas, imperfectas e inflexibles.

Resultado de imagen de West Germany money reform  LA REFORMA MONETARIA DE ALEMANIA DEL OESTE (20 DE JUNIO DE 1948).

Y, el ciclo económico que hace que la gente reaccione en el manejo del dinero, contra su experiencia más adversa de depreciación e inflación, se presentó también en la Alemania occidental. Y este acontecer, junto con su experiencia espeluznante de 1923, con los retermarks de la República de Weimar, son el origen del empeño de Alemania en tener siempre una moneda, el marco o el euro, firme, a la que no devore la inflación y permita el desarrollo económico sano y sostenido.

Otras monedas fallidas y ruinosas para sus últimos tenedores.

El escocés John Law llegó a Francia en 1716. Su idea central era crear un banco que emitiese billetes a sus prestatarios contra la garantía de las propiedades rústicas del país. Esta idea simple y sencilla está en la base de numerosas formas posteriores de estafas a inversores codiciosos y poco inteligentes. Sus habilidades personales le permitieron conocer al Duque de Orleans, el Regente del Reino.

En esa época, la situación financiera de Francia era desastrosa. Los gastos del reino duplicaban los ingresos del Tesoro, cuyas arcas estaban vacías. Y los recaudadores de impuestos y sus colaboradores buscaban más bien su propio beneficio. Un decreto del 2 de mayo de 1716, concedió a Law el derecho a fundar un banco con un capital equivalente a 250 mil libras esterlinas. El Banco podía emitir billetes o cédulas, que cursó en forma de “préstamos al Estado”, su prestatario. El cual comenzó a emplearlos para sus múltiples e insoslayables pagos, con pleno valor y carácter liberatorio.

Resultado de imagen de Law's banque royal BILLETE DEL BANQUE ROYAL, RESPALDADO CON PLATA.

Como Francia había estado reduciendo el peso del metal precioso en sus monedas, los billetes de Law eran casi como una garantía contra la malversación y la prevaricación de la Administración del Reino. Y, ese “dinero aceptable” en una economía capaz latente produjo beneficios grandes e inesperados con la extensión de las transacciones por todo el cuerpo económico del país. Y el Banco de Law se convirtió en la “Banque Royal” del país.

El Regente del Rieno, encantado y muy poco inteligente, propuso una emisión adicional de los billetes de Law. Y éste pensó en desarrollar su idea original: crear una “Compañía” para explotar y llevar a Francia las grandes cantidades de oro, que se pensaba que existían en el subsuelo de Luisiana; y beneficiarse también del impulso que recibiría el comercio. A primeros de 1719, la nueva “Compañia de las Indias” obtuvo monopolios comerciales en los territorios de influencia francesa en la India, China y los mares del Sur. Y luego recibió el del tabaco, la recaudación de impuestos y el derecho a acuñar moneda metálica.

La respuesta de los potenciales inversores fue despoporcionada e inesperada en todos los aspectos. Las pasiones de la codicia y la vanidad eclipsaron a la inteligencia. Así, la bolsa de los títulos de la Compañia tuvo que trasladarse sucesivamente a un local mayor. Y el valor de los terrenos contiguos a ellos se disparó, ya que la gente quería estar junto al lugar de las operaciones. Los títulos subieron fabulosamente de precio. Las personas que invirtieron al principio unos cuantos miles, se encontraron dueños de millones a las pocas semanas. Parece ser que el término millonario surgió en Francia en esa atapa. Y la Compañía fue emitiendo más acciones, realizando nuevas OPAs vintage, a precios recrecidos, pero inferiores al mercado, a lo largo de ese año.

Resultado de imagen de john law   El honorable John Law.

Por su parte, Law era objeto de los mayores agradecimientos y distinciones. Fue ennoblecido con el título de duque de Arkansas y nombrado Interventor General de Francia el 5 de enero de 1719. El escocés, incluso, afrancesó su apellido con el más eufónico de Lass. El Banque Royal, mientras, iba aumentando sus préstamos y, por tanto, los billetes con los que los hacía. A finales de 1719, había en circulación unos 1200 millones de libras francesas de esos billetes en circulación por los canales financieros de la economía francesa. Y, lo que en un principio fue una bendición, nadie pensó que se podía convertir en un mortal empacho. Y comenzó a funcionar la ingeniería financiera de la época.

Se suponía que la venta de acciones del Banque generaba unos recursos propios, destinados a la explotación de las tierras ociosas de Luisiana. Pero, gracias a otro convenio con el duque de Orleans, ese capital iba destinado a dar más préstamos para pagar los gastos del gobierno francés. Sólo los intereses devengados por ellos podían ir destinados a la extracción de oro y éste formaría parte de las reservas fuertes del Banque. Todo esto generaba un torbellino de ciclos de compraventa de préstamos al Estado, emisión de billetes del Banque Royal y compra de sus acciones, que se autalimentaba y se aceleraba uniformemente “ad infinitum”. ¿O no…?

Al inicio de 1720, el príncipe de Conti, irritado porque no pudo adquirir una partida de acciones al precio que él estimó conveniente, envió al Banque Royal una gran cantidad de billetes, para ser cobrados en dinero real. Y se dice que se necesitaron 3 carretas para transportarlos. Law apeló al Regente, que ordenó al príncipe que devolviese una parte considerable del oro recibido por los billetes. La explotación de los recursos de Luisiana fracasó, las minas brillaron por su ausencia y todo el entramado financiero estafador se hundió. Un número creciente de personas, las más avezadas e inteligentes, reclamaban ante el Banque su dinero contante y sonante. Un día de julio de 1720, murieron 15 personas en el tumulto que se formaba periódicamente ante el Banque.

El Regente ocultó a Law, para salvarle la vida y le hizo salir del país. En Francia quedaron fortunas desaparecidas, una gran deflación, precios desplomados, negocios menguantes, un paro creciente y un recelo duradero contra todos los bancos.

Sin realizar Reformas estructurales, ¿se mantendrá el Estado del Bienestar? II

(CONTINUACIÓN)

Sin Reformas no habrá Prosperidad, ni Paz social, ni Permanencia en Europa.

El problema de las Reformas estructurales al que nos enfrentamos en España, para mantener nuestro Estado del Bienestar.

No hemos hecho aún todas las correcciones y ajustes oportunos en la economía y en la estructura social. En el orden fiscal es necesario armonizar los impuestos y las tasas a nivel nacional y ajustar los gastos reales de las administraciones públicas a ellos. Todos hemos sufrido los ciclos de la actividad económica. Entre otros, existe el ciclo de Juglar, que dura unos 8 o 9 años. Durante él hay tiempos de alta y de baja actividad. Para garantizar los servicios y funciones esenciales es necesario endeudarse en los malos tiempos hasta el porcentaje que acuerden los políticos lúcidos (circa 3 o 4 % del PIB). Y durante las bonanzas podemos buscar un superávit fiscal del 1,5 o 2% del PIB. Con esto guardamos en el granero y protegemos a las “siete vacas gordas” de la Biblia, de ser devoradas por las siguientes e inevitables “siete vacas flacas”. Esto sirve además como moderador y acelerador de la actividad económica y suaviza las brusquedades (como las que padecemos) de los ciclos poco conocidos o desbocados miserablemente.

Tenemos un enorme paro estructural, que pesa como una roca infernal sobre la generación mejor preparada de nuestra juventud, que tiene cerca de un 45% de personas en paro. No sólo hay que tomar medidas laborales y fiscales para facilitar el empleo. Porque ningún empresario, si no ve perspectivas a su negocio o a su futuro negocio y si no tiene posibilidades de obtener unos créditos necesarios a coste razonable, no va a contratar a nadie. ¿Cuál es, entonces, nuestro “nudo gordiano” económico? Que no producimos (y vendemos y cobramos, por supuesto) una cantidad suficiente de productos, bienes y servicios de muchas clases, para ocupar a todos los que desean trabajar. Y, afinando más, para que todos puedan utilizar apropiadamente sus habilidades y formaciones en sus empleos.

Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento. En Alemania ha tenido muy buenos resultados la combinación simultánea de subsidio y formación teórica, a cargo del Estado, y de prácticas remuneradas en empresas durante parte de la semana.

El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico en sus distintos sectores productivos. Es necesario que el Estado aborde seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están sus diversos “escalones”) los costes de aquéllos al consumidor final. Todo debido a unas estructuras pesadas y excesivas.

Todo esto, que es tan fácil en teoría de implementar, no se hace. Y no se actúa por razones electoralistas y populistas. Hacen falta estadistas maduros (no necesariamente viejos) y honestos y dirigentes (por qué usar “leaders”) conocedores y firmes. Nos toca, por algún tiempo, lo de “sudor y esfuerzos”.

El “quid” de todo a lo que nos enfrentamos primeramente, es no estrangular la economía. A la vez que hacemos la tarea de los ajustes fiscal y de la deuda general. Porque sin su funcionamiento, no podremos pagar ese “apalancamiento crónico pernicioso”, ni poco, ni mucho, sólo nada. Y, al mismo tiempo, imponer una conducta pública de honestidad, ahorro y eficacia. Y mantener una continua y franca comunicación con el pueblo. E incluso, movilizarlo contra los felones y los vendepatrias en esta hora grave de la Patria.

Concretando medidas, aunque Europa nos exija ahora alcanzar este año un déficit del 5,3%, pues nos podemos “quedar” a fin de año en el 5,7 o 5,8% (que ya ofreció el actual presidente del Gobierno). Y que es prácticamente a lo que estaba comprometido el gobierno español anterior. Y que incumplió escandalosa, subrepticia y flagrantemente. Y no lo manifestó al público en general, ni a la oposición, ni a todos los afiliados de su partido. El déficit público en 1911 era del 8,5% del PIB nacional. Otra posibilidad, cuya probabilidad de llevar a la práctica aumentará con los meses transcurridos, es “negociar” con Bruselas, el FMI y el BCE, escalonar más en el tiempo, el año en el que deberemos tener un déficit público de “sólo” un 3%. Y conseguir que sea el 2014 o el 2015, con lo que las medidas de ajuste necesarias se suavizarían un montón. A pesar de partir de un 8,5% y no de un 6%, en 2011. Todo esto siempre será mejor para Europa, que nuestra quiebra pública en cualquier forma y momento.

La base social nacional para mantener el Estado del Bienestar en una nación orgullosa de serlo. Una regeneración social necesaria, que se percibe como innecesaria. O que es muy difícil de acometer. Por tratar de parámetros y ambientes anímicos, difíciles de medir y abordar para lograr el éxito. Sólo pensamos o abordamos los problemas «extra anima» de las Reformas Estructurales. 

¿Es que faltan educación, espíritu y coraje físico y mental en nuestros pueblos? El único camino que conozco para conseguirlos o afianzarlos es el retorno animoso y activo del colectivo a las “virtudes de la nación”. Éstas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por nuestra sociedad. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por las sociedades, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas. Las virtudes son aportadas por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental.

Entre las diversas virtudes están: Aprecio y apoyo de la familia, de la sociedad, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos. Éste es nuestro “humus social” más o menos elaborado. La necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales. Para evitar la venganza excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños y reformar las conductas erradas. La valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. La valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una “ilusión razonable”.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los “dirigentes sociales” de todo tipo. Que están presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. Y que en los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. El gran fallo de nuestros estudiados y sesudos políticos es su incapacidad de comunicación social, su falta de empatía, bien por educación o por respeto humano, su cristalización anímica en posturas y visiones ciertas, pero sesgadas siempre más o menos. Los valores y las virtudes no pueden verse por el pueblo como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos vivos que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde una cúspide moral e intelectual de la sociedad.

Sin realizar Reformas estructurales, ¿se mantendrá el Estado del Bienestar?

Sin Reformas no habrá Prosperidad, ni Paz social, ni Permanencia en Europa

Los corifeos, voceros y beneficiarios de la “izquierdona decimonónica acarrozada” nos anuncian machacónamente que las reformas estructurales necesarias (no hablamos de su mayor o menor profundidad), nos llevarán a la pérdida de los beneficios del Estado del Bienestar y de la paz sociales.

Aquí solamente es opinable, como dijimos, el momento (con muy poco margen) y su velocidad de aplicación. Sabemos que la alternativa a corto plazo a la no implantación de una serie de reformas económico sociales, sería la quiebra. Por no poder pagar por nosotros mismos nuestras enormes deudas pública empresarial y privada, los intereses debidos a ellas y no poder renegociarla con la mermada credibilidad de nuestra solvencia.

¿Es esto verdaderamente cierto o nos están abriendo el camino al abismo? Donde los “partidos obstruccionistas radicales” (los PRI de este lado del Atlántico) de TODO el espectro político, encuentran un terreno trabajado y abonado para extender su proselitismo eficaz atractivo e ilusorio.

Una Reforma para asegurar el Estado del Bienestar. De las Deudas en general: su pago y sus intereses y su refinanciación, si no podemos pagarlas a sus vencimientos escalonados.

Nuestras deudas particulares, empresariales e institucionales o públicas alcanzan más de 3 billones de Euros. Y seguirán nominadas en esa moneda común europea, en la que nos prestaron los inversores privados y públicos en su momento. Pero, nuestra nueva moneda, la peseta fuerte, la peseta dolorosa o hasta la peseta virtual, como la queramos llamar y tengamos que padecer, estaría bastante por debajo de la par con el euro. Así, tendríamos que hacer un esfuerzo cualitativamente complementario, para hacer frente a los pagos sucesivos del principal y sus intereses. Si es que queremos que nos sigan financiando desde fuera, porque no generamos el ahorro nacional suficiente para ello. A diferencia de Alemania, que es un ahorrador nato y neto. Y, así, puede prestar a otros países solventes y serios.

Podemos suspender aquellos pagos, por supuesto. Entonces volveríamos a una autarquía obligatoria, cercana a la miseria perniciosa recalcitrante. Que originaría, de entrada, un feroz racionamiento de todos los productos de importación (la energía viene de fuera–comprada o sus materias primas–en un 80%) y de aquéllos que consiguiéramos vender en el extranjero (en condiciones tercermundistas).

Una de las pérdidas de nuestro Estado del Bienestar, sin realizar Reformas estructurales. De nuestro “tesoro financiero” como “depósitos de valor”, que se iría directamente al sumidero.

Nuestros depósitos bancarios, en forma de cuentas a la vista, de ahorros, a plazos y pagarés, todos los planes de pensiones, todos los fondos de inversión, toda la deuda pública y de las empresas, quedarían nominadas en nuestra flamante moneda española. Que sería menos fuerte, importante y segura (con las garantías de una sólida economía), que el euro, el dólar, el yen, etc. Y así quedaríamos encerrados, por decirlo gráfica y claramente, en un “corralito financiero” ineludible. Es decir, una “trampa saducea”, que nos pagaría el valor real anterior de los ahorros y depósitos, en una moneda devaluada (y despreciada) en un 30, 40 o 60% de su valor antes del cambio monetario. El resultado es extender la pobreza, la frustración y la rabia por toda la sociedad. No sólo sobre aquellos especuladores del cuento de la izquierdona decimonónica.

Otra pérdida de Bienestar sin nuestras Reformas debidas. De las subidas de precios en cascada y del deterioro generalizado (la pobreza perniciosa recalcitrante) del valor de las rentas, salarios, subvenciones y pensiones.

Los precios en general subirían como consecuencia inicial de los incrementos de costes de “los productos terminados y de las materias primas” de todas clases de importación. Cuando los precios se elevan, sin mediar un mayor valor añadido en los productos, esto no es más que inflación o deterioro del valor de la “nueva peseta”. Moneda en la que todos los salarios, subvenciones, pensiones, deuda nacional, etc., serían pagados tras el cambio.

Esto lleva a un empobrecimiento general, por pérdida súbita y aguda del poder adquisitivo. Que probablemente se siga produciendo durante un tiempo, hasta que todo se pueda ajustar a la baja. Y que sería más grave e injusto en las personas que no pudieran repercutir en sus rentas o salarios el necesario “ajuste al alza compensador”. Y ésas son precisamente algunas de las más débiles de la sociedad: pensionistas, pequeños ahorradores, bonistas y agricultores, funcionarios bajos, etc.

Y ahora toca, ¿es lícito y moral Devaluar las Monedas, sin Compensación a sus Usuarios?

El carácter distintivo de la teología católica hispana ha sido históricamente la exposición y la defensa del dogma y de la moral. Entre los siglos XIII y XVII, los estudios de teología moral estuvieron en paralelo con los de la teología dogmática. Nuestra teología, como tantas ciencias y artes, tuvo un florecimiento esplendoroso y superior durante los siglos XVI y XVII, que corresponden al período del Siglo de Oro español. En un esfuerzo intelectual singular realizado por los escolásticos españoles, que trataban de conciliar y aunar la fe y la razón, partiendo de la filosofía tomista.

Pues bien, la escuela teológica escolástica de Salamanca estableció en esta última etapa que “con la inflación (o con la devaluación) se robaba el dinero del bolsillo del pobre”. Y que esto era tan grave y criminal, que “su evitación justificaba el magnicidio”. La muerte del poderoso que cometía esa injusticia, general y abusiva; el “infame latrocinio”, que decía el Padre Juan de Mariana. Este mismo teólogo también añadía que “el excesivo gasto público es la causa esencial de la depreciación de la moneda”. Pedro Fernández de Navarrete enseñaba que “la moderación de los gastos públicos es el mejor medio para engrandecer el Reino”. Y Domingo de Soto escribía que “la moneda, al igual que las leyes, debe permanecer lo más fija posible”.

¿Por qué eran tan rigurosas estas opiniones teológicas? ¿Era debido a la tenebrosidad anímica que “algunos” atribuyen a esos tiempos de la Alta Edad Media?

No. Se trataba de que, con la devaluación o la inflación los gobernantes compensaban sobre todo el pueblo, sus errores, fallos, dilaciones, despilfarros, vaguedades y mezquindades en el cuidado y gestión de los negocios públicos. Y si la autoridad terrena procedía en último término de Dios, también sobre ella caía la responsabilidad de sus culpas en su ejercicio.

¿No resultan estos temas, muy modernos, es más, actualísimos y conocidísimos?

Sin realizar reformas, quedamos en miseria y soledad. De la política monetaria, que ya estaría en nuestras manos. Tan deseada por algunos, ¿¿qué bien??

La capacidad de compra de la nueva moneda y su calidad como “unidad de valor” económico, estaría en consonancia con la capacidad real de nuestra economía.

Para controlar la inflación subirán los tipos de interés. Los tipos de interés son los “valores de uso” que se le dan a la moneda en distintos casos: interbancario, clientes preferentes, valor legal del dinero, etc. En los primeros años de la década de losa 90 aquéllos llegaron al quince %. ¡Eso sí que fueron costes de financiación!

Otro medio de ejercer la “soberanía monetaria” es devaluar la moneda. Los productos a exportar y los servicios a los turistas serían más competitivos. Pero, ni exportaríamos tanto y nuestra balanza corriente de pagos es crónicamente deficitaria. Y esto bajaría aún más la capacidad intrínseca de la “nueva peseta libre soberana”.

También la soberanía monetaria nos permite no depender de un banco central europeo (BCE). Que no quiere darnos toda la liquidez que pedimos, el muy malo. Para favorecer las transacciones en general: préstamos, tesorería, deuda pública y privada, para pagar inversiones, salarios, gastos al consumo, impuestos, etc. Pero el resultado será: a más “dinero libre”, para un conjunto dado de transacciones a efectuar, más inflación. Porque nadie se arriesgará a “emprender e invertir eficazmente”, en medio de una vorágine de falta de confianza e “insolidaridad defensiva cainita” sociales.

(CONTINUARÁ)

LA RUINA ECONÓMICA DE GRECIA

Hace ahora algo más de un año, la troika implacable del BCE (oh, el soso de Trichet), el FMI (el banco del orden financiero internacional de los países ricos) y la Comisión Europea (los superfuncionarios supranacionales intocables), echó sobre la economía de Grecia un dogal corredizo de acero. Y la está llevando a su ruina económica y social.

¿Dónde nos hemos metido, Dios mío?

Desde la creación del euro y al rebufo de la política expansiva del crédito, con tipos de referencia muy por debajo del 3,5 o 4% y amplias líneas de descuento, Grecia abusó por mucho tiempo de su calidad de “país miembro” de la Comunidad Europea y del euro. Incluso se dijo que su Gobierno había contratado los servicios de una de esas casas de banca e inversiones anglosajonas, uno de esos expertos en ingeniería financiera, para maquillar favorablemente las estadísticas y datos que presentaba regularmente a la Comunidad. La ingeniería financiera juega con los números y las transacciones, creando valor liberatorio y anotatorio. Se sostiene y prospera con los apuntes inevitables. Por contra, está la economía real que genera con las finanzas y otros medios de producción: bienes, servicios, prosperidad y ahorros para la inversión y el mañana. Es decir, que, durante un tiempo, Grecia nos engañó a todos, en relación a su cumplimiento del Pacto de Estabilidad del euro. En el cual se basa la riqueza de todos los que lo utilizamos como unidad y patrón monetario.

Por otra parte, su economía tampoco era capaz de generar la riqueza necesaria para elevar el nivel de vida y la renta disponible de los griegos. Y esto, a la velocidad que pretendían sus gobiernos, tanto los de una orientación ideológica como los de otra. Los griegos, en este contexto, pedían créditos a otros países, en su calidad de “país miembro”, lo que les daba el marchamo de seriedad y solvencia. Que eran para mantener aquél ritmo de crecimiento que sus recursos no permitían. Y que, por tanto, tampoco merecían en puridad económica, financiera y moral.

El dinero procedía del ahorro en general de las personas y entidades. En efecto, cuando los bancos e instituciones prestan de cualquier modo, al Estado, a a las entidades públicas, a las corporaciones y al público, lo hacen fundamentalmente con el dinero de sus depositantes de todo tipo: a la vista, a plazo y tomadores de sus bonos. Y los bancos e instituciones tienen el sacrosanto deber de custodiar y proteger razonablemente ese todo dinero ajeno confiado a ellos. Y a veces, por su uso, también dan a sus depositarios una pequeña remuneración. La intermediación bancaria compra deuda pública o de empresas y da préstamos a particulares y empresas con los dineros depositados. Su buen hacer y su beneficio empresariales se basan en estudiar los riesgos de cada caso y valorar el mayor rédito que dan las inversiones, en función de su riesgo y posibilidades. La deuda griega era más apetecible que otras, porque ella daba algo más de interés. Ojo, no eran los sobrecostes especulativos post crisis. Y todos contentos y felices, haciendo negocios.

El dogal pernicioso, no sólo corrector, de Grecia.

Damos un resumen general de las medidas impuestas a la economía y a la sociedad griegas, para concederles las ayudas internacionales de apoyo y saneamiento financiero de su “economía en euros”. Las pensiones están congeladas. Los años de cotización para percibirlas han subido de 37 a 40 años. Las nuevas prestaciones concedidas son hasta un 18% menores. Se han reducido el salario mínimo de referencia y las indemnizaciones laborales por despido. El IVA general ha subido del 19% al 23% y también lo han sido los impuestos especiales sobre el tabaco, el alcohol y los derivados petroleros. El número de ayuntamientos y entidades locales se está reduciendo dramáticamente desde 1300 a la cuarta parte. Los funcionarios tienen el sueldo congelado por 3 años y se han reducido sus complementos. La oferta pública de empleo es nula. Diversas empresas del Estado, como la Lotería, serán privatizadas para allegar fondos. No pueden devaluar su moneda, porque no la tienen. Pero les han depauperado seriamente en euros. Es decir, en su faltriquera y por mucho tiempo, tendrán muchos menos euros que antes.

Algunos sesudos economistas se han atrevido a decir que la reestructuración de su deuda es necesaria. Algo así, diría Joseph A. Schumpeter, como una «destrucción creativa». El precio sería dejar de pagar para siempre un 10, 20, 30% de la deuda griega, adquirida anteriormente por organismos, bancos, países y particulares. ¿Y los derechos de los prestamistas? ¿Y su efecto sobre las deudas soberanas de otros países? Esto es como cuando dicen que es bueno que salgan del euro y ya devaluaran el dracma. Pero, ¿es que exportar es la única actividad económica? ¿Y el empobrecimiento general de la población griega, con una unidad de valor y de pago decrecida y recortada?

Gran esfuerzo pusieron los organismos internacionales en corregir los graves defectos de las finanzas griegas. Pero, casi han anulado su capacidad de generar recursos, casi llevaron a la caquexia económica a su estructura productiva, casi han asfixiado la iniciativa, la creatividad y el estímulo al riesgo productivo de su población. Las protestas sociales en las calles griegas, las mayores en nuestra zona económica internacional, advertían espasmódica e intuitivamente a todos que, “no es éste, no es éste el camino correcto”. Los directores de la troika prefirieron la solución rápida, quirúrgica y radical para resolver y equilibrar el apalancamiento público y privado de Grecia. Tenían prisa por garantizar a sus instituciones financieras el cobro de las deudas helenas. “La cura va bien; el miembro, se pierde”, dice un refrán popular español, referido a las curas de caballo.

Una conclusión y una solución.

La misma prisa exagerada, por encima de sus capacidades productivas, que pusieron los griegos en crecer con el dinero ajeno, la pone ahora la troika implacable para cobrar los apalancamientos. Ambas conductas forzadas no respetan ni respetaron la estructura económica griega y las posibilidades de ese pueblo. Si antes se empacharon por glotonería y pillería, ahora languidecen en una anorexia de medios de pago. Y una economía necesita un volumen mínimo y una velocidad de circulación adecuada de sus medios de pago. Y ello para facilitar todas las transacciones que se generan en su funcionamiento extenso y complejo.

Y cuando la economía está sana y regulada adecuadamente, en un equilibrio que los rectores extranjeros no son capaces de fijar y de controlar, ya producirá los salarios, los rendimientos de capital, los impuestos y las tasas, los bienes y servicios y las compras al exterior y los pagos de las deudas proporcionales a ella. Para satisfacer las necesidades económicas de sus habitantes y prosperar en paz social. ¡Qué buenos siervos, si tuvieran buenos señores!, dice otro adagio castellano.

ESPAÑA, LA CRISIS Y LA INFLACIÓN

La stagflación sintetiza la coexistencia de 2 procesos perniciosos para una sana y sostenida actividad económica: una crisis con inflación. Por un lado, la economía está en su fase deprimida. Que se caracteriza por la disminución relativa de la demanda externa y/o externa por los bienes y servicios que nuestra economía produce. A este proceso se une una etapa de crecimiento excesivo de todos o casi todos los precios. Esto deteriora la competitividad de la economía. Y empobrece a las rentas pasivas y a los empleados menos formados. Y nos exige reducir costes de producción a corto plazo, bien por el despido parcial y la reducción de salarios, bien por los estímulos fiscales, bien echando mano parcial y temporalmente al estrecho margen admisible de deterioro de la bondad de los bienes y servicios. Las acciones de formación, innovación e inversión son más profundas y lentas, aunque más eficaces y consistentes.

Historia Contemporánea de la Stagflación.

La “stagnflation” es la combinación de las dos palabras inglesas que resumen esos procesos. Stagnant quiere decir estancado, paralizado, inactivo. La inflación es la subida perniciosa durante un tiempo del nivel general de precios de los productos, materias básicas y servicios de un país. La combinación de ambas desgracias realiza un efecto de corte y de desgarro sobre el tejido económico nacional afectado.

La stagflación surge incipiente y repentinamente en octubre de 1973, cuando la guerra del Yom Kippur. Entre otras medidas de su estrategia total, los países árabes productores suben unilateralmente el precio de su petróleo, multiplicándolo por 10 en los nuevos contratos. El light Arabian o Arabia ligero, un crudo parafínico, era, junto con el ya escaso de Pennsilvania, la referencia en el negocio al mejor crudo del mundo. En su punto de mira estaban los países europeos y los EEUU, simpatizantes con el Estado de Israel. Singularmente estaba Holanda. Las fotos de la época ilustraban a los habitantes de Amsterdam y Roterdam, utilizando sus bicicletas, en respuesta al boicot árabe. A partir de entonces, la Organización de Países Exportadores de Petróleo descubrió su fuerza económica y su poder político de persuasión a nivel global. Y, como ocurre con cualquier “sistema de armas” que se diseña y fabrica, la OPEP nunca renunció a su uso o a su amenaza, en su provecho. Durante más de 2 lustros, con 2 crisis puntuales intermedias, el precio de la energía fue un dogal inmisericorde y férreo en el cuello de todas las economías nacionales, desarrolladas o no.

Tanto fue así, que hubo que hacer amplio uso de los “derechos especiales de giro”. Éstos fueron creados en 1969 por el Fondo Monetario Internacional, para sustituir el empleo del oro como medio de pago en las transacciones internacionales. La finalidad ahora de esos activos fue facilitar créditos blandos a los países en desarrollo, destinados a pagar en divisas fuertes sus compras de petróleo extranjero. Este “oro negro” llegó a ser tan caro y tan condicionante para todos, que se acuñó el término de “petrodólares”. Para significar su importancia y su coste usurero y la exuberante riqueza económica de quienes lo vendían. Como ejemplo recordaremos que sólo en 1977 el Índice del Coste de Vida en España subió un 26,4%, en incremento interanual.

La Crisis.

Explicar que España sufre una fase de depresión económica importante sería algo innecesario y redundante. Pero, ¿por qué en épocas de expansión somos la Meca de todos los desempleados de allende los mares (poco cualificados)? Y, ¿por qué ahora tenemos un 20% de paro? Porque nuestra economía se basa en tres grandes áreas de producción: Atender al turismo y construir casas e infraestructuras son sectores productivos que utilizan proporcionalmente en su actividad mucha mano de obra poco cualificada. Por último, nuestro sector de automoción se sitúa en las últimas fases de la producción: el ensamblaje de los modelos y la producción de piezas. El estudio, la investigación y el diseño de vehículos y de plantas productoras se realizan allende nuestras fronteras.

Y el corregir esta grave deficiencia estructural y básica, social y económica lleva bastante tiempo. Capital productivo o dinero, parece que tenemos. No hay más que ver lo activas que son nuestras grandes empresas, invirtiendo en el extranjero. Pero la formación específica de la gran masa de personas, para dar trabajo a todas, es una labor lenta y paciente. Que tendría que ir unida y estar basada en la educación. Para reaprender el necesario equilibrio entre los deberes y derechos del individuo y de la colectividad; en la unidad y coherencia de una sociedad variopinta; en el esfuerzo como ingrediente imprescindible de la superación y del mérito entre los hombres; en el ahorro de lo superfluo, innecesario o banal como semilla de la riqueza futura, etc.

Varias son las áreas económicas donde hay que actuar para impulsar la economía y llevarla a una fase de expansión sana y sostenida. Para ello se hace necesaria también una comunicación vertebrada veraz, fluida y continua entre el pueblo y los políticos. Éstos dirigen y controlan las administraciones públicas en todos los niveles de actuación. Pero también pueden sesgarlas y dañarlas en grados variables.

La reforma laboral tiene que facilitar la formación continua de los excedentes laborales potenciales y actuales de todas clases. Más de un 33% de nuestros jóvenes no terminan sus estudios medios. Porcentaje que es superior a la media de los países de nuestro entorno. Y sin formación no hay investigaciones básicas y específicas, ni valor añadido en los productos, ni competitividad en los mercados, ni ciudadanos responsables ni exigentes. Hay que supeditar la recepción de subsidios al aprovechamiento en los cursos subvencionados recibidos. Es necesario repartir inteligentemente entre los trabajadores de una empresa sus necesidades de mano de obra: evitando su cierre y el despido total, a cambio de un menor salario, menos horas de trabajo y algunas subvenciones. Los convenios colectivos deben ser flexibles, para adecuarse al mercado cambiante, y establecerse más por tipos de empresas que por grandes sectores. Los trabajadores jóvenes son los que más temporalidad soportan (la mitad de ellos, según el Instituto de la Juventud); y las personas con contratos temporales son las primeras en ser despedidas. Aguantan porque el tejido familiar social tiene en España una raigambre y una resistencia superiores al de otros países del entorno económico. Un 60% de los menores de 30 años vive con los padres, y en la Unión Europea son sólo un 40% del total. Las ayudas oficiales deben concretarse en los colectivos de difícil ubicación: mayores de cierta edad, parados de larga duración, jóvenes poco formados, etc.

La racionalización fiscal debe buscar varias cosas: La reducción de la deuda pública y la limitación de su crecimiento. El pago y la eficaz y óptima administración de los servicios públicos esenciales. Éstos van desde la sanidad y la enseñanza, hasta la defensa y la diplomacia, pasando por la recogida y tratamiento de los residuos, un servicio de administradores eficaces y suficientes, la meteorología y el cuidado y la gestión de los bosques. La homologación fiscal real con los países de nuestro entorno económico. Ésta garantizaría una mayor racionalidad del uso de los recursos públicos (el juego de sus activos y pasivos) y la sostenibilidad en el tiempo. Un parámetro básico para el buen hacer en estas áreas es considerar a los ingresos públicos como: unos bienes escasos y ajenos (de los que hay que dar cuenta), que hay que convertir en servicios y bienes públicos repartidos, eficaces y suficientes. La Administración Pública es juez y parte en la gestión pública. Un país no puede gastar permanentemente por encima de sus posibilidades de recaudación, como función de su actividad económica y de su economía de costes. Éstas son las 2 riendas de la gestión del gasto público universal, productivo y eficaz. De su importancia y de su posibilidad, cuando existe la voluntad política y la urgencia social para ello, dan fe los planes combinados de ajuste e impulso económico presentados en 2011 del presidente Obama. Así, él apuesta por lograr un ahorro de 400 mil millones de dólares en los gastos de su Administración durante 10 ejercicios fiscales, incluyendo los recortes militares. Y lo conseguirá trabajando en aquélla de una forma más racional y eficaz.

El reajuste moderno, científico e innovador de la estructura financiera nacional y sus normas de funcionamiento es un área económica de imprescindible actuación. Recordemos que, todas las 17 crisis estructurales detectadas en los últimos decenios, vinieron precedidas por una “burbuja financiera”. Causada por una “plétora indebida” de concesión de créditos. Y que los intereses gravados a los potenciales “clientes morosos” eran mucho más altos que los aplicados a los créditos estándares. Aquéllos son los que la rentabilidad de sus negocios en época de bonanza está muy cerca de sus costes brutos de explotación. O las personas para las que los pagos de sus hipotecas concedidas, superan el 35-40% de sus ingresos estables en etapas de bonanza. Hay que regular y controlar las prácticas de ingeniería financiera, para aumentar las rentabilidades de los activos mediante los “pelotazos financieros”. El núcleo esencial de su corrosiva actuación es la separación y el alejamiento físicos de las actividades de los prestamistas y sus prestatarios. Esto permite la ocultación y la titulación en cascada de las deudas buenas, regulares y malas, según su riesgo razonable de pagos. E impide el seguimiento y el control sobre los impagos de los prestatarios.

Es necesario terminar la afloración (su aparición en el activo a sus valores de mercado razonables) en los balances de las empresas de los “activos tóxicos” o préstamos y otros activos, ya incobrables o de muy dudosa realización. Hay que recapitalizar las instituciones, especialmente las cajas de ahorros. El capital privado no acudirá a ellas mientras no se saneen sus balances y se reestructuren sus medios productivos. Es necesario reorientar en ellas sus dos actividades: la financiera y la acción social. Sus normas de funcionamiento legal deben impedir que los políticos cercanos participen en las decisiones empresariales. Evitando así la financiación de empresarios regionales, con escasos recursos propios, de empresas públicas innecesarias o inviables, de aeropuertos de escasa rentabilidad, ya en sus proyectos, etc.

La Inflación Asoma sus Orejas.

Estamos asistiendo a la iniciación de un proceso inflacionario. Que se caracteriza por la subida de los precios de las materias primas (singularmente, minerales, petróleo y derivados de los bosques) y de los alimentos. La de éstos está impulsada por la demanda emergente, su empleo en piensos y por algunos fenómenos naturales adversos, como la ola de calor exagerada y duradera que padeció Rusia en el verano de 2010.

Contra los precios crecientes internacionales podemos hacer poco. Tampoco hemos hecho mucho por librarnos de la dependencia del extranjero en el sector energético. Un 70% de la energía consumida es importada. Porcentaje que es muy superior a la media de los países europeos. Prácticamente, todo el petróleo y el gas que consumimos es importado. A pesar de ello, tenemos aversión fóbica a la energía nuclear. No se pueden comparar en seguridad, en desarrollo y en eficiencia, la tecnología soviética de Chernobil, centrada en la reducción de costes en un entorno social opaco y dictatorial, de las tecnologías europeas nucleares modernas. Además, gran parte de la electricidad francesa que recibimos, proviene de sus centrales nucleares junto a los Pirineos. Lo cual es, al menos, un ejercicio de hipocresía y de aveztrusismo reivindicativos.

Nuestro “mix energético”, la cesta ponderada de los recursos energéticos que utilizamos, tiene una huella ambiental grande (gases tipo invernadero) por estar basada en el consumo de biomasa no renovable (combustibles fósiles sólidos, líquidos y gaseosos). No sabemos de ecologistas activistas que estén dispuestos a disminuir su nivel de vida adquirido por usarlos menos (en transportes, electricidad, calefacción, bienes y servicios que los emplean en su producción). Un consumo mayor de energía nuclear reduciría el impacto natural que causamos con esos consumos.

          Los precios de los alimentos están hoy nuevamente en los máximos alcanzados en 2008. Y lejos de los que tenían antes de la crisis alimentaria de entonces. Según un estudio de la FAO, ya en mayo de 2010 los precios estaban un 24% de media por encima de los del año 2006. Y señala también que, como consecuencia de ese encarecimiento, unido a la desaceleración económica, más de 100 millones de personas han sido empujadas a la pobreza y al hambre en el mundo.

          El Banco Central Europeo mantiene sus tipos de interés desusadamente bajos (2%) desde hace bastantes meses. Pero, en enero de 2011, el Sr. Trichet ha avisado de que se mantiene vigilante y que no es de descartar que en unos meses suba el tipo básico del precio del dinero. ¿Por qué se comportan diferentemente la Reserva Federal y el BCE? La razón reside en sus “mandatos” de gestión. La Fed está más orientada a promover el crecimiento económico, que a contener una inflación no exagerada. Una de sus últimas medidas ha sido decidir comprar deuda estadounidense en el mercado secundario. Lo hará por más de 700 mil millones de dólares, a razón de unos 60 mil millones al mes. A Bernanke le conocen sus colegas como el “helicóptero”. Cuando era profesor de universidad, declaró que “él era capaz de tirar billetes verdes desde un helicóptero, si era necesario para estimular la economía”. Por su parte, el BCE tiene un mandato serio para tener la inflación de la Eurozona controlada en valores cercanos al +2% anual. Y España, con un 10% de participación en el PIB europeo, ha llegado al 2,3% en 2010.

El impacto del demonio de la inflación, que empobrece a todo el colectivo social, sobre la economía, que intenta dar trabajo a más personas y crecer, puede ser dramático en los próximos meses. Produciendo, junto con la maldita crisis, un efecto de corte y de desgarro simultáneos en el tejido económico de toda la nación.

LA CRISIS DEL EMPLEO Y LAS DEUDAS

En las naciones occidentales en “estado del bienestar”, las cosas van bien cuando el erario público atiende las necesidades de los funcionarios superfluos, haraganes o ineficaces, de los desempleados recostados en las subvenciones y de los pensionistas que cotizaron, según cálculos actuariales, por menos “valor” de lo que cobran. Y la “res economica” va mal cuando todos los funcionarios, todos los desempleados y todos los pensionistas tienen que arrimar sus faltriqueras, sus ahorros e inversiones, para apuntalar la ruina de los estados ineficaces, tendenciosos y, por tanto, tercos, y botarates.

La Crisis Anterior.

Las convulsiones de la crisis financiera de 2007 y 2008 amenazaron gravemente con destrozar los sistemas financieros nacionales. Éstos son los circuitos de generación y flujo del “dinero bancario”, que supone el 90% de la masa monetaria real útil en cada país. Circuitos que crean y mueven, como intermediarios entre los depositantes y los prestatarios de todas clases y tamaños, el dinero necesario para el funcionamiento normal de cualquier economía moderna. Y para su desarrollo sano y progresivo.

Sin la presencia de los bancos y cajas de ahorros, tendríamos que servirnos del trueque y de las mesas de los cambistas para realizar nuestras transacciones, adquiriendo lo que necesitamos y ofertando lo que tenemos de sobra: trabajo, bienes, cultivos, etc. Por eso no se podían dejar arruinar los sistemas bancarios. Lo que sí se podía hacer, especialmente con los bancos de inversión, es dejar caer alguno, doblemente como síntoma del mal y como castigo ejemplar. Éste fue el caso de Lehman Brothers.

Los bancos y sociedades inversoras no estaban debidamente controlados por las autoridades monetarias y políticas correspondientes. Porque no realizaban la clásica actividad bancaria comercial. Sino que se dedicaban a invertir el dinero de sus depositantes en sociedades (acciones) y otros activos (bonos simples y complicados o estructurados de mil modos, de deuda soberana (de los Tesoros) o de corporaciones). Los mayores beneficios y, por tanto, los mayores riesgos, los daban las deudas complicadas y poco respaldadas y las inversiones dudosas (donde los beneficios generados no cubrían consistentemente sus gastos de explotación y deudas).

El dejar hacer y que el mercado regule, corrija, premie y ponga a cada uno en su lugar, no vale aquí. Por mucho que lo digan los economistas neo conservadores o lo condenen los socialdemócratas.

Y no vale porque la “gasolina” que alimenta los motores de creación y flujo del dinero son nuestros depósitos. Los dineros que, salvo lo necesario para las transacciones inmediatas, pequeñas y diarias u oportunas (el pago al contado de una obra de arte puede ser ventajoso), todos entregamos a los bancos y cajas de ahorro. Y los entregamos para su fiel custodia y protección. Ésta es una premisa básica de todo el sistema bancario. Y de igual calidad y valor que la necesidad económica de su crédito suficiente. Y luego, sólo luego, en las cuentas vinculadas a los “money markets” y a plazo, para cobrar un magro interés por su uso por los bancos.

Y no tienen autoridad moral las condenas de los otros. Porque con el dinero público, muy poco eficientemente administrado, generan un “estado del bienestar” que tiende a costar y a crecer más de lo debido. La hipertrofia de la función pública, prolongada en múltiples autonomías sin embridar; el exceso del funcionariado en algunas áreas, a pesar de la automatización y la racionalización del trabajo burocrático; el clientelismo o la vinculación interesada de parte del pueblo con los políticos cercanos, mediante subvenciones e intercambio de favores; y la proliferación de altos cargos políticos y funcionariales, tienden a crecer por encima de las necesidades del pueblo y de la estructura racional y eficiente del Estado. Y a ocupar todo el elástico espacio público que les resulta accesible y no disputado.

¿Por qué se extendió por otros países su efecto pernicioso e imprevisto? Por la actividad voraz, miope y desmedida de determinadas sociedades financieras y bancarias, singularmente anglosajonas. En efecto, fue en los EEUU y Gran Bretaña donde primero y más grave y bruscamente se manifestaron sus efectos de ruina y quiebra de toda clase de instituciones financieras: bancos, financieras inmobiliarias y aseguradoras. Y por el efecto de seguimiento y contagio del mal que esas sociedades financieras, con sus “looks” corporativos y el dominio de nuevas “técnicas” de ingeniería financiera, ejercieron casi hipnóticamente en muchos otros bancos, fondos de inversión y de pensiones y aseguradoras de numerosos países occidentales. Porque la crisis casi se circunscribió al hemisferio occidental norte capitalista.

¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo. Realmente, no. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la detección y la corrección de inevitables desviaciones, de una manera continua, relativamente sencilla y muy ágil. Luego hay que dejar operar a los “agentes” económicos, que somos todos. Actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos “mercados” parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. Y, ¿por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir las actividades comunes generales, en nombre de todos, y por encima de personas y entidades privadas.

La Crisis del Empleo.

¿Por qué tenemos ahora tanto paro? Porque no producimos, vendemos y cobramos los suficientes bienes y servicios para emplearnos a todos. Esto es muy fácil de enunciar. Y aún de comprender. Pero es complicado de desarrollar. E incluso es contradictorio de explicar. Por las connotaciones ideológicas que, como filtros o lentes antepuestos, interponen muchas personas para observar un fenómeno tan evidente y próximo.

Hemos tenido una etapa de casi un lustro de crecimiento económico importante. El “motor” principal fue la construcción de viviendas. Él tomaba el dinero (la energía económica) de compradores y de bancos y cajas de ahorro prestamistas y, luego lo repartía a muchos trabajadores, promotores, intermediarios comerciales, notarios, instituciones públicas, fabricantes de electrodomésticos, decoradores, ladrilleros, cementeros, etc.

Otros “motores” importantes de la economía española, que hacían circular el dinero por ella, satisfaciendo “deseos”, no siempre eran “necesidades”, y pagando bienes y servicios recibidos, fueron el turismo y la industria. Los servicios de hostelería y los comercios entregan a varias decenas de millones de turistas, el “consumo” equivalente que realizarían varios millones de españoles y residentes en un año. También nosotros compramos y exportamos coches, bienes de equipo, ropa, calzado, electrodomésticos, alimentos, minerales, etc. fabricados u obtenidos aquí.

Por último, estos 3 “motores” de la energía económica, del dinero, alcanzaban a grandes sectores de la sociedad. Que luego seguirían llevándolo, transmitiéndolo, como “motores” auxiliares, a los demás sectores de segunda oportunidad. Desde barberos a vendedores de lotería, pasando por las comunicaciones, la agricultura, los comercios minoristas y las cadenas de distribución, el agua y las energías, y volviendo a alcanzar al Estado central, las autonomías y los municipios.

Ahora dicen que la economía es global. Siempre lo fue. Siempre hemos exportado coches ligeros, aceite, vinos, naranjas, productos de la huerta y flores. Y hemos recibido turistas. Hoy en día, lo que ocurre es que muchos millones de personas han accedido a un nivel de vida superior, de mayor poder de compra. Hay mucha mayor demanda y una oferta suficiente, sin cupos o contingentes, de gran variedad de artículos. Y, además, la velocidad de las transacciones externas e internas, incluyendo los flujos físicos de viajeros y mercancías, están facilitados por las comunicaciones de todo tipo, la falta de fronteras y aranceles, los acuerdos comerciales y las instituciones estatales y supranacionales.

Y no sólo tenemos que poner a funcionar los “motores” económicos de nuevo. Sino que tenemos que ser competentes en ello. Porque si no, nos empobreceremos colectivamente. Gran parte de lo que tengamos saldrá del país, para comprar bienes extranjeros. Por ejemplo, coches caros, de marca y grandes, electricidad y petróleo. ¿Por qué creen que Alemania contribuyó gustosa a los Fondos de Integración y de Desarrollo Regional europeos? Porque el mayor nivel de vida nos haría suspirar por los productos de calidad, solamente elaborados allí.

La Crisis de la Vivienda.

El problema de fondo del “motor” económico de la construcción era doble. Teníamos unos 25 millones de viviendas fabricadas y somos unos 45 millones de habitantes. ¿No parecen muchas casas? La reposición natural de aquéllas, para unos 50 años de vida útil media, exige unas 450 mil viviendas nuevas al año. Hemos estado levantando durante varios años hasta 700 mil casas por ejercicio. Ahora, dicen, hay un millón de casas sin vender. Así es difícil que arranque y habría que pensar si merece la pena al país, no a las constructoras, a las inmobiliarias, a los bancos y a las instituciones públicas, dedicar de nuevo importantes recursos a este sector saturado.

Además, el precio final de la vivienda elevaba en 3, 4 o 5 veces el coste real de su producción. Éste es uno de los fenómenos perversos de la economía libre sin regular. Cuando la demanda de un bien se tensa y en épocas de crecimiento económico y, por tanto, de una cierta inflación, los productores y los comercializadores de ese bien tienden a elevar su precio lo que pueden. ¿Qué buscan en el fondo? Aumentar su “participación” en el “pastel” total, que es el valor de la producción nacional o PIB. Cuando la economía es débil (por ejemplo, en los países en las etapas primeras del desarrollo) y esta actitud se generaliza entre los agentes económicos, aparece una inflación más o menos desbocada, recalcitrante y perniciosa. En España los entes públicos, por su parte, ganaban con las recalificaciones de los terrenos, con el IVA en cascada, con las transmisiones y plusvalías.

Una respuesta a las dificultades de subidas de precio de las viviendas fue el abaratamiento de los costes de producción por los constructores y los promotores. Esto se reflejó directa y permanentemente en la extendida disminución de las calidades de los materiales y de la capacidad profesional de la mano de obra empleada en la construcción. Y se aprecia en la aparición casi inevitable de las necesidades de reformas importantes en las viviendas, a partir de los 15 o 20 años de construidas.

La Crisis de Todas Nuestras Deudas.

Surge ahora una nueva crisis. Le llaman algunos otro tsunami económico, como podrían llamarle la réplica de un terremoto económico anterior. El núcleo de esta crisis es quizás más sencillo que el de la anterior. Pero su extensión es más amplia y profunda. Se trata de la crisis de las deudas.

En los años de bonanza anteriores, el crédito se extendió vertical (desde el ciudadano, pasando por las empresas, hasta el Estado central y periférico) y longitudinalmente (alcanzando a “todos” los agentes económicos). Todos estamos endeudados hasta las cejas. Aunque usted haya manejado sus dineros con seriedad y eficacia y no pidiera préstamos que le fueran difíciles de pagar y devolver, aún debe mucho. Porque su estado o su comunidad o su ayuntamiento deben con total seguridad.

Por ejemplo, el ayuntamiento de Madrid debe más de 7000 millones de euros; casi los 2000 euros por habitante; a pesar de ello, las obras de peatonalización de numerosas vías céntricas han continuado hasta hace poco y la torre de Colón se ha desplazado un poquito en su plaza; así, las pocas calles que han dejado para circular ahí están atascadas permanentemente y las nuevas calles peatonales, llenas de vehículos de reparto aparcados, que circulan entre los viandantes. Sin embargo, la Gran Vía madrileña nunca hubiese alcanzado su porte, importancia y monumentalidad, si no se hubiese dedicado doblemente, desde hace más de 100 años, al tránsito de vehículos y de peatones, en igualdad de derechos y usos. Otro dato municipal nacional, hemos gastado unos 13 mil millones de euros el año 2009 con el plan E de empleo nacional temporal (mientras duraran las obras). Para construir rotondas, aceras, polideportivos, etc., y anunciarlo a pie de obra con cartelería costosa y ostentosa.

Keynes preconizaba que se emplease el gasto público para generar empleos en la época de la Gran Depresión. Pero a Keynes, como a Clausewitz, se les cita sin leerlos, sin entenderlos y sacándolos de contexto. En aquella época de casi subdesarrollo en el mundo occidental, había muchas cosas útiles por hacer. Y el Estado se podía endeudar más, con tal de crear empleo. Y aquí tenemos muchas obras públicas donde se podría haber gastado mejor el dinero. O haberlo ahorrado para no tener que quitárselo a los funcionarios todos y a los pensionistas todos. Así, por fin, vía exacciones, tasas, multas e impuestos nos tienen que sacar el dinero necesario para pagar sus deudas “colectivas” y su catarata de intereses.

Incluso, durante los dos años citados de la crisis anterior, los estados occidentales echaron mano del gasto público para apoyar e impulsar sus economías nacionales. Y lo hicieron desde una posición individualizada y, generalmente, sin coordinación con sus “socios” extranjeros directos. Eso ocurrió entre los europeos y entre los EEUU y Europa. Y así, Alemania y Francia, que alcanzan el 45% del PIB de la zona euro, incumplieron durante dos años el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (base financiera de la moneda única), que limita al 3% el déficit nacional permanente aceptable sobre cada PIB. Su déficit superó el 5% y el 8% de su PIB, respectivamente. Ahora, que ya pueden embridar sus presupuestos, apremian a tirios y troyanos, más rezagados en sus resultados, para que con sus gastos desaforados, no perjudiquen el valor del euro.

A las cifras de deuda generadas por las instituciones públicas, se unen las deudas de las empresas y las deudas del personal. Las empresas, para crecer, usan el dinero bancario, con tal de que su “coste de uso” sea inferior al beneficio marginal logrado por esa inversión. Así emplean en su negocio más número recursos, que los generados en él. Esto, que es también muy fácil de enunciar, se pervierte en la práctica cuando se quiere crecer perversamente. Que es por encima de las oportunidades reales (no ilusiones codiciosas) y capacidades de generación de caja y beneficios. No quiero señalar a nadie. Las noticias con las que nos bombardean diariamente, les darán ejemplos evidentes de empresas en apuros por estas causas.

Propongo, para no extenderme más, que el inteligente lector extrapole al caso de nuestras deudas excesivas personales y familiares, el caso recién citado de las empresas temerarias y de sus empresarios faltones.

Los únicos Pocos que Visitaron las Cárceles: Estadounidenses de Oficio y Horca.

Bernnie Madoff. Es el más hábil y eficaz. En 1960 creó en los EEUU una firma de inversiones. Al crecer mucho, adquirió una estructura piramidal: pagaba buenos réditos con los capitales que iba recibiendo y que no se rescataban. Un ejemplo, para muchos, por su solvencia, seriedad y eficiencia. Periódicamente cerraba la entrada a nuevas inversiones. Esto hacía que sus babeantes clientes le suplicaran literalmente para que admitiese nuevas inversiones. Llegó a dilapidar y evaporar inversiones del orden de los 50 mil millones de dólares de bancos, grandes fortunas, aseguradoras y fondos. Debidamente reeducado y reinsertado socialmente, nos podría sustituir con ventaja a algunos de los ministros de Hacienda o de Economía que padecemos.

Raj Rajaratnam. Estableció una compleja trama de información privilegiada sobre la renta variable estadounidense. Compraba y recibía chivatazos sobre unas 20 “blue chips” de la bolsa neoyorquina, que usaba para realizar compras y ventas con su empresa de inversiones Galeon. Se le juzgará en octubre de este año, si se termina de instruir su proceso.

Allen Standford. En la línea de Madoff. Vendió por Suramérica unos 7000 millones de dólares en certificados de depósitos high yield. Su valor era nulo. Sus abogados quieren sacarlo de la cárcel, porque dicen que “no recuerda las conversiones, se quedó tuerto y ha enloquecido”.

Bernnie Ebbers. ¡El nombre de Bernardo me asusta! Ex presidente de WorldCom. Protagonizó la mayor quiebra de la burbuja de las telecoms a primeros de siglo. Cumple una sentencia de 25 años de cárcel.

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad. Por otro lado, las autoridades monetarias y aún estatales también se lo están exigiendo.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una “ilusión razonable”.

De la crisis económica mundial hay que salir fortaleciéndonos en nuestros valores y virtudes. Éstas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento y veneración del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos vivos que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

ESPAÑA FUERA DEL EURO.

Las Peticiones para que España esté fuera del Euro.

Desde que comenzó la falta de confianza en la capacidad económica de Grecia para superar su crisis económica, a primeros de febrero, se oyen voces de algunos sesudos economistas, abogando por esta “solución” para España. Y el respetado (¿es respetable?; ahora lo veremos) Wall Street Journal apuntaba el 24 de febrero la posibilidad de que España estuviera fuera del euro.

Según el diario, a España se le presentan tres alternativas: no hacer nada, emprender reformas serias (lo han intentado ya el jueves 25 los políticos reunidos con la comisión gubernamental) o abandonar el euro. El periódico señala que las dudas sobre la solvencia griega, se han extendido a los miembros más debilitados de la zona euro. Y que España será el próximo campo de batalla de las especulaciones internacionales y de los esfuerzos y ayudas de los demás copartícipes de la moneda única. Así, los resultados “podrían determinar si la moneda compartida por los 16 países europeos se mantiene o no”.

La posición del diario se esfuerza por presentarse condicional y posible, no próxima ni probable. Pero el Wall Street Journal no ha tenido pelos en la lengua ni escrúpulos para llenar un espacio con estas ideas perjudiciales y antieuropeas.

Las Justificaciones para que España pida estar fuera del Euro.

Una de las “buenas” razones que se aducen para que España esté fuera del euro, es que ahora la política económica de la Unión Europea está eso, unida. Y reside en el euro, a través de las acciones rectoras del Banco Central Europeo. Que debe velar, según su mandato, por los intereses de todos los países miembros. Pero, en la práctica, sigue muy de cerca los intereses de Alemania y Francia, que suponen más del 45% de la potencia comunitaria económica.

Y la política económica, con sus “cambios de valor de la moneda”, vía devaluación y revaluación y tipos de interés regulados, es de las más eficaces y rápidas en sus efectos, para actuar sobre las crisis económicas:

Para contener el valor de una deuda pública, pagadera en moneda nacional. Así, los alemanes, en los años 20 del pasado siglo, se liberaron del dogal de hierro que el Dictado de Versalles impuso a su economía. En forma de indemnizaciones de guerra que la ahogaban. Una forma más de humillación innecesaria, que creó el caldo de cultivo para el florecimiento del totalitarismo imperialista. En 1920, a fines de febrero, Hitler proclamó en una cervecería bávara, en Munich, los 25 puntos programáticos del Partido Obrero Alemán. Luego se revaluó fuertemente el marco, con una adecuada proporción de viejos y nuevos marcos para su cambio. Creando un nuevo Deutsche Mark, emitiendo una moneda seria, estable y con valor, necesaria para impulsar todas las transacciones económicas alemanas.

Para aumentar la competitividad industrial, comercial y de servicios y las exportaciones, ya que los precios comparativos en moneda nacional se vuelven ventajosos, por valer menos. Para frenar las importaciones, equilibrando las balanzas de pago de los países que las tienen deficitarias, que son la mayoría. Para favorecer las inversiones en general y el turismo extranjero en particular, que comprarán más baratos los bienes y servicios nacionales.

¿Qué es lo que no nos dicen, los que piden o aconsejan que España esté fuera del Euro?

El gran tema y problema mayor es que si se baja el valor de una moneda, se empobrecen todos sus tenedores y usuarios. Es decir, todos los moneda tenientes, el pueblo teniente. Y esa sería la única “causa” de España para estar fuera del Euro.

Este expolio sangrante se da por aceptable y hecho. Los llamados “profesionales” lo consideran un mal menor o, como mucho, un mal necesario. Pero su efecto es literalmente quitar el dinero, los ahorros (a través del menor valor de todas las cosas tasadas por aquél) del bolsillo, de la faltriquera, de los extractos financieros o económicos del pobre, de las clases medias ahorradoras, de los jubilados, de sus nacionales, en fin.

Este efecto equivale a una fuerte inflación impuesta desde la política por los gobernantes. En los años 20 del siglo XX, sufriendo una terrible inflación, el papel moneda alemán llegó a valer menos que el papel para las paredes. Y con los billetes millonarios en marcos empobrecidos, se empapelaron muchas casas alemanas durante un tiempo. En su futuro, recordando estos tremendos años, los alemanes apreciaron sobre todo el valor y la estabilidad de su moneda. Y esta idea firme está subyacente en toda la política monetaria del nuevo banco Central Europeo. Por eso Trichet tardó en introducir correctiva y anticipadamente un exceso de liquidez o una disminución del valor de uso del dinero (el tipo de interés), cuando en 2007 se vislumbraba la actual crisis económica sistémica.

¿Es lícito y moral Devaluar las Monedas, Empobreciendo sin Compensación a sus Usuarios?

El carácter distintivo de la teología católica hispana ha sido históricamente la exposición y la defensa del dogma y de la moral. Entre los siglos XIII y XVII, los estudios de teología moral estuvieron en paralelo con los de la teología dogmática. Nuestra teología, como tantas ciencias y artes, tuvo un florecimiento esplendoroso y superior durante los siglos XVI y XVII, que corresponden al período del Siglo de Oro español.

En un esfuerzo intelectual singular realizado por los escolásticos españoles, que trataban de conciliar y aunar la fe y la razón, partiendo de la filosofía tomista.

Pues bien, la escuela teológica escolástica de Salamanca estableció en esta última etapa que “con la inflación (o con la devaluación) se robaba el dinero del bolsillo del pobre”. Y que esto era tan grave y criminal, que “su evitación justificaba el magnicidio”. La muerte del poderoso que cometía esa injusticia, general y abusiva;

el “infame latrocinio”, que decía el Padre Juan de Mariana. Este mismo teólogo también añadía que “el excesivo gasto público es la causa esencial de la depreciación de la moneda”. Pedro Fernández de Navarrete enseñaba que “la moderación de los gastos públicos es el mejor medio para engrandecer el Reino”. Y Domingo de Soto escribía que “la moneda, al igual que las leyes, debe permanecer lo más fija posible”.

¿Por qué eran tan rigurosas estas opiniones teológicas? ¿Era debido a la tenebrosidad anímica que parecen envolver a esos tiempos de la Alta Edad Media?

No. Se trataba de que, con la devaluación o la inflación los gobernantes compensaban sobre todo el pueblo, sus errores, fallos, dilaciones, despilfarros, vaguedades y mezquindades en el cuidado y gestión de los negocios públicos. Y si la autoridad terrena procedía en último término de Dios, también sobre ella caía la responsabilidad de sus culpas en su ejercicio.

¿No os resultan estos temas, queridos lectores, muy modernos?

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad. Por otro lado, las autoridades monetarias y aún estatales también se lo están exigiendo.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una “ilusión razonable”.

De la crisis económica mundial hay que salir fortaleciéndonos en nuestros valores y virtudes. Éstas son las “bondades y cualidades” humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las “cualidades y bondades” humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza excesiva o desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer en justicia las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento y veneración del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva y justa de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Éstos son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos vivos que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

LA CRISIS DE LAS MARCAS COMERCIALES

Introducción.

Las marcas comerciales tienen en estos momentos una gran dificultad para competir ventajosamente en los mercados. Y ello a pesar de que, de toda la vida, hemos buscado los productos de marca para adquirirlos. ¿De qué marca es esto? ¿Cuál es la marca? Eran preguntas con las que buscábamos la seguridad de una calidad, de una garantía de fabricación y de un servicio postventa, en nuestras adquisiciones de innumerables productos comerciales. ¿Por qué las marcas comerciales son ahora dejadas de lado en muchos casos? Esta crisis no financiera, sino comercial, que sufren los productos comerciales reconocidos, merece nuestra reflexión.

El público tiene en general muy poca fidelidad a marcas y productos comerciales, si no existe una diferencia observable y cualitativa, que los destaque y distinga. Veamos algunas cualidades de los productos comerciales. Y cuáles son su repercusión y efectividad para crear diferencia y valor añadido en los clientes.

Las Cualidades Intrínsecas de las Marcas Comerciales de los Productos y su Aportación Cualitativa a los Clientes.

La Imagen Conocida. Es una cualidad neutra. Es necesaria, pero no suficiente, para destacar en el mercado competitivo.

La Calidad Reconocida y Aceptada. No siempre es medible por los usuarios. Lo son, por ejemplo, la textura del grano y el sabor de Nescafé. En la leche normal, son casi imposible de apreciar las diferencias. Y, por tanto, seleccionar. ¿Tiene los suplementos vitamínicos o minerales que anuncia?

Para una cadena de distribución, la reputación cuidada y mantenida de algunas líneas de productos (cosmética, limpieza, vinos) extiende y amplía esa cualidad reputada a otras de sus líneas o referencias. Éstas deben de cumplir las expectativas transmitidas. Aquí la transmisión de la experiencia de uso entre el público es un parámetro decisivo. Para la cadena misma, ésta es la mejor inversión en conocimiento público y notoriedad.

Una Buena Distribución. Que esté a mano. Es una cualidad neutra y necesaria. Para las marcas de distribución, cada cadena tiene el interés de exponer y anunciar (en catálogos y en todas sus tiendas) sus productos. De ellos obtiene más ventajas comerciales: atrae al público a sus establecimientos, desplaza a su competencia industrial y comercial, le permite aumentar la facturación y le genera más beneficio industrial (fabricante) y comercial (como tienda).

Los Envases. Destacan sus cualidades de calidad, litografía, colores, información y accesibilidad limpia y cómoda para el cliente. Son la tarjeta de presentación de la marca. Pueden ser una cualidad diferencial importante, que compense bastante una diferencia de precio. En artículos de gran consumo y orientados a la gente joven, el envase bien logrado, atractivo y expresivo puede ser definitivo: los cereales Kellogs, aparte de su mejor sabor, conservación y textura, exhiben envases alegres, distintivos y favorecedores.

Las marcas de distribución o blancas deben tenerlos, al menos, dignos, igual de cómodos y fáciles en su uso (los derrames y las manchas al usuario son graves inconvenientes para su aceptación), de colores y litografía atractivos (aunque sean monocolores). Y con la información necesaria y la que desea encontrar el consumidor. Si tienen varios colores, en recuerdo de alguna marca, éstos no deben ser mortecinos. Porque esto se compara y se equipara directamente con una menor calidad.

Aportación Cualitativa al Cliente. Pocas marcas acreditadas aportan a los clientes algo que las diferencie de las marcas nuevas o de distribución. No existe fácilmente una clara distinción técnica. Que sería cara de obtener y difícil de igualar, como en el caso de las maquinillas Gillette, que van por delante en innovación y calidad.

A las marcas nuevas parece que siempre les cuesta trabajo hacerse con una cuota de mercado rentable. La razón no son las cualidades o la simpatía del público hacia las marcas existentes. El público no conoce aún las marcas nuevas. La inversión de lanzamiento, logística y comercialización es importante. Las cadenas de establecimientos no tienen ningún interés especia en promocionarlas: sus lineales son caros y escasos, ya que las referencias existentes y sus ventas son numerosísimas.

El Precio. Debe estar en línea con el mercado y con una tendencia al alza, en períodos económicos normales, suave. Los artículos de élite deben ser más caros que la media. El precio los destaca por su calidad, originalidad, prueba su exclusividad y garantiza su distinción social. Los gastos de distribución o comercialización (comisiones, rappeles y descuentos) y de propaganda de selección y exclusividad, tienen una alta participación en los costes totales de los productos caros selectos. El público lo quiere así…

Las cadenas de establecimientos y las tiendas ponen las distintas marcas en sus lineales y escaparates, porque son productos que se venden y que les dejan un margen adecuado. Esto va excluyendo del mercado a los más débiles, menos atractivos y menos conocidos.

La Publicidad. Busca el “recuerdo” y la notoriedad. Las campañas de publicidad son una relativa pérdida de recursos. Zara, por ejemplo, no hace publicidad sistemática y no carece de implantación, penetración y éxito nacional e internacional. Una excepción es que anuncien una nueva ventaja, un cambio en los productos o servicios, un precio temporal favorable, una inauguración.

El único efecto de la publicidad, para los productos de gran consumo y de precios controlado-limitados, probablemente sea “recordar” y “refrescar” su existencia a los consumidores. A un público abrumado y cansado por la información y los datos de muy diversas índoles y procedencias, esta “reaparición” de un deseo o de una necesidad, a través de un producto satisfactorio, es lo que hace que, con la campaña, aumenten temporalmente las ventas.

O sea, que las campañas podrían ser limitadas, recortadas y más selectivas y aligeradas, para conseguir los mismos efectos deseados. El estudio de esto y su análisis (Nielsen, etc.) suele estar en manos de las compañías de medios. Con lo cual, un análisis riguroso y objetivo es difícil, porque va directamente contra sus intereses vitales. Y siempre podrían esgrimir cualitativa y emocionalmente, el citado aumento de ventas. O de la notoriedad y el mantenimiento de las exclusivas, calidades excelentes y distinciones sociales para los artículos de élite, donde sí son imprescindibles.

Las Ofertas y los Regalos Periódicos. Buscan atraer y predisponer al cliente con la rebaja oportuna y el regalo apetecible. Son refuerzos de la notoriedad. Resultan interesantes los descuentos directos o para la siguiente compra (vale), los regalos atractivos (con creatividad) y de calidad (que no sean despreciables). No son buenos los regalos caros, al menos reiterados, porque le tocan a muy pocos y en rifas distantes. El crear premios importantes a la creatividad, la filantropía, etc. es útil para las marcas de élite.

Las muestras gratuitas sirven para dar a conocer el producto. Deben ir dirigidas a su clientela potencial. Wrigley, hace casi 60 años, dio a conocer sus chicles en EE.UU., con gran éxito, regalando muestras por todo el país. En cosmética y perfumería son casi necesarias: endulzan, en parte, la compra de otros productos, quizás de la competencia, hecha en la tienda. Así, las perfumerías demandan las muestras y los fabricantes transigen. Porque también así se dan a conocer directa y eficazmente a su clientela potencial, sin costes de publicidad o distribución. Es un ejemplo de una buena simbiosis comercial.

Cualidades Selectivas y Distintivas para los Clientes. Son la distinción, la elegancia, el refinamiento en su uso, la exclusividad y el lucimiento social.

Forman un conjunto de características distintivas importantísimo, que genera en gran medida las ventas de los productos suntuarios de toda clase de líneas: relojes, joyas de marca, coches, ropa y complementos.

Así, los productos de gran consumo, de uso amplio y extendido y a precios más ajustados a sus costes totales, carecen en gran parte de estas distinciones. Estas distinciones se señalan y se mantienen necesariamente en el público potencial, con una campaña de publicidad cuidada, destacable, intermitente, incisiva, costosa e indefinida.

Resumen.

Vemos que son pocas las marcas comerciales que pueden verdaderamente destacarse de sus competidoras, ante sus potenciales clientes. Y que la razón es la falta de cualidades y ventajas perceptibles por su mercado. Cuando posee una ventaja técnica destacable y favorable, la marca se encuentra en un nicho protegido, frente a rebajas de precio o de calidad de sus competidores. Por otra parte, en los productos de élite, las marcas se aprovechan del sentimiento de elegancia, exclusividad y distinción que subyace en sus potenciales pudientes usuarios. A la espera de ser aflorado, recogido y concretado en aquéllas. Y mediante una acción comercial de precio, información y calidad suficiente, que son puestas a la vista de todos para ser admiradas y deseadas, aunque no alcanzadas por todos.

Economía Fácil III.

Y Tercera Parte. 

(continuación)

Todo negocio debe contar con un período de iniciación, de arranque, cuya duración es variable en función del tipo de empresa, de su localización y de la situación económica. Y durante el cual se acumulan los gastos y las deudas, y los ingresos son relativamente escasos. He visto cerrar a algún comercio de barrio porque no pudo esperar a hacerse con una clientela y carecía de fondo financiero para mantenerse. En un comercio, la localización y la vía pública son fundamentales. A veces, incluso, las ventas son muy diferentes de una acera a otra en una calle comercial. Acabo de visitar una bisutería, que va a cerrar a los 5 meses de su apertura. Y situada en un callejón, a unos 50 ms. del centro de Madrid. Su público (el target) no pasaba por el callejón, lo orillaba a derecha e izquierda. Me dijeron que habían aprendido. 

También hay que considerar que hay sectores, mercados, rígidos y muy cerrados a la competencia de nuevos ofertantes. Por ejemplo, el transporte de larga y corta distancias cuenta con un enorme número de transportistas y agencias de transportes. Frente a una demanda concentrada en relativamente pocos grandes cargadores y cadenas de distribución o comerciales. Esto hace que los precios no se puedan formar libremente, que los transportistas sean, entre ellos, sus segundos peores enemigos y que los cargadores (o sus empleados!!!) abusen de su posición de dominio.

Sin embargo, un emprendedor inteligente y entusiasmado con su trabajo, logró superar con gran éxito, para ejemplo de todos, los contratiempos que le presentaron un sector tan duro y la burocracia administrativa. Juan Jesús Alegría, un empresario de Vitoria, con 47 años, quedó fuera del sector con la aprobación de la Ley de Ordenamiento del Transporte Terrestre. Juan Jesús no se arredró. Tras el lógico período de desorientación y dolor, sólo pensaba en cómo darle la vuelta a un negocio de familia, ya sin futuro. Por todas partes veía oportunidades y cambios, que él podía ofrecer a los potenciales y no atendidos usuarios de variantes elaboradas del transporte común. Pero no fue fácil la iniciación, el nuevo arranque del negocio. Su travesía por el desierto duró 3 años, en los que no vendió nada. En París tiene en marcha un autobús destinado a persuadir a los vecinos de que es bueno aprovechar bien el agua. Ganó el concurso frente a otras dos empresas francesas finalistas, ante un tribunal de adjudicación formado por doce mujeres. En Dubai diseñó un autobús para uso del sheik o jeque (el jefe), dotado de 12 plazas delanteras y una popa, donde se localizan los servicios particulares y lujosos para el mandatario y sus invitados. Tiene todo lo que puedan necesitar. Y envuelto en el lujo exquisito propio de un jeque petrolero. Cuando los dubatíes le sugerían 4 ideas, a Juan Jesús se le ocurrían otras 28 para el especial diseño.

Una falacia que debe tener siempre en cuenta el pequeño empresario es la llamada experiencia de la «mano de obra». Permítanme tratarla con un toque de ironía, suavizada por la broma. El humor es una de las «haches» que debe tener todo emprendedor individual. Las otras serían ser hábil (con cualidades para su función), hacendoso (trabajador y diligente en su oficio), humilde (conocedor de sus propias e inevitables limitaciones) y humano (justo con todos y compasivo con los desfavorecidos y los que reclaman su ayuda). La «mano de obra» suele blasonar de su experiencia laboral. Presentándola como un atributo. Que resulta mejorador y acrisolador de las propias cualidades, aprendidas e ignatas, a través del tiempo. Todo esto es cierto. El fallo está en el bagaje y la calidad de la experiencia esgrimida. La verdadera experiencia supone un aprender casi continuo con el estudio, en el oficio, en la vida. Así, realmente, la gran mayoría de los ofertantes de trabajo, lo que tienen son 2 o 3 o 5 años de experiencia, y 18, 22 o 27 años de repetición cómoda del oficio y de las relaciones adquiridas. En mi época, a esa experiencia mantenida en un oficio, se la premiaba y reconocía con los años de antigüedad. Ojo, con los experimentados.

El Estado como agente económico es regulador de actividades varias, modificador de las rentas disponibles, cobrador de impuestos y tasas y prestador de los servicios públicos.    

El Estado es la institución que se supone debe controlar y regir, en nombre de todos y por encima de personas y entidades privadas, en los temas y cosas comunes, generales y públicos. Una misión esencial de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación económica práctico, justo, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de inevitables desviaciones. Sea a través del Banco nacional, las comisiones nacionales de los mercados, etc. Y de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego, tienen que dejar actuar a los agentes económicos. Que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos mercados «parciales»: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, de trabajo, etc.

Una función, ya antigua, del Estado era actuar subsidiariamente (para reforzar o sustituir) y por excepción, como empresario. Actuaba en las áreas económicas deprimidas o importantes para el país. En aquéllas en que la iniciativa privada no lo hacía, generalmente por falta de rentabilidad o de recursos suficientes. En España esta actuación dio lugar a la creación del Instituto Nacional de Industria (el INI), verdadero holding estatal y el primer empresario de España, por su extensión y medios.

Tenemos en España unos tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 35 años había del orden de 1 millón de empleados públicos. Y no tenían los avances actuales de la informática y de la domótica. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos bastante más del doble de funcionarios. Desgraciadamente, además, el trabajo de los funcionarios, ejecutando «funciones» antiguas y nuevas mediante «documentos» externos e internos, soportados en ordenador, papel, fotos, etc., tiende a ocupar todo su tiempo «disponible». Y que no es necesariamente todo su horario «oficial».

Hay que mantener y costear a los ayuntamientos, a las comunidades autónomas y a la administración central, que forman el Estado. Los dineros para satisfacer sus múltiples necesidades, los recauda el Estado de los impuestos directos e indirectos, de sus rentas del Patrimonio nacional, de nuestras multas y recargos, de la colocación de la deuda pública a diferentes plazos (que ya pagaremos más tarde), del beneficio del Banco nacional y de las tasas por servicios. Esto, sin contar los ingresos de la Seguridad Social nacional. Cerca del 40% de nuestra vida (los pensionistas también pagan), la dedicamos a sostener un complejo Estado. Que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, ejemplar, sensato, creativo y eficiente de la «cosa pública» y sus dineros. Aunque se llame a sí misma y con mayúscula, como dando ejemplo y diciendo, más allá de mí, nada, la Administración.

Con los impuestos directos, que son progresivos o crecientes en función del aumento de la base imponible, el Estado recauda más de los de rentas más altas o más pudientes. Con ello modifica su renta disponible, rebajándola progresivamente. Los organismos públicos nos cobran tasas, a precios fijados por ellos, por los permisos, actuaciones y servicios públicos que nos prestan. Los permisos de circulación de vehículos y de obras, los costes de los documentos de identidad o de conducción, las tasas de basuras y de vados en aceras, son algunos ejemplos. Sus precios suelen ser más alto de lo debido. Porque también constituyen un impuesto indirecto. Porque lo pagan inevitablemente todos los usuarios, ciudadanos y habitantes.

Periódicamente se pone de moda referirse a John Maynard Keynes, el economista de la Gran Depresión. Y es porque, en los ciclos económicos largos, a la fase próspera de los 7 años de vacas gordas, le sucede, desde los tiempos del Faraón, la fase deprimida de los 7 años de vacas flacas. Que, además, en los sueños del faraón del libro de José, se comían algunas de las vacas gordas, desandando parte del avance logrado. Keynes propuso, para reactivar la economía deprimida, aumentar el gasto de las instituciones públicas. Pero en el contexto en el que se encontraba la economía de su época, aún había muchas cosas útiles y oportunas por hacer. Se podían realizar numerosas obras públicas necesarias, nuevas, no repetidas: carreteras, autopistas, vías férreas, presas, puentes, aeropuertos, urbanización de zonas a desarrollar, etc. Esto es lo que están haciendo ahora en China, para mantener un ritmo «razonable» y suficiente (para crear empleo) del 6-8% de crecimiento anual, cuando sus mercados exteriores flaquean. Habiendo sido China, durante el último lustro, la fábrica polivalente del mundo. El estado totalitario chino está aplicando correctamente a Keynes, promoviendo un desarrollo sostenido, a través de la construcción de toda clase de infraestructuras y mercados internos, entre otras acciones y apoyos. Y sirviéndose de sus propios medios de pago (sus reservas de divisas y activos realizables son incontables) para financiarse sin inflación.

El problema surge cuando aplicamos a Keynes en un estado moderno desarrollado. La oportunidad y la conveniencia de las obras públicas en general que realiza el Estado u otros organismos públicos, porque no son incumbencia de nadie, pero benefician a todos son su novedad, singularidad y utilidad. Veamos un ejemplo de una actuación inversa y perversa. Es normal que en los distintos países, a lo largo de la historia, se vaya construyendo sobre los restos destruidos dejados por los antecesores. En Madrid, no. El firme profundo y de calidad del primer tramo de la calle Alcalá, se está levantando. Y está dejando al descubierto el adoquinado de hace más de 60 años, que lleva engarzadas las vías del tranvía, que circuló por aquí entre 1871 y 1972. La calle Fuencarral está prácticamente levantada entre gran Vía hasta casi llegar al Tribunal de Cuentas. Lo mismo ocurre con calles transversales como Pérez Galdós o San Onofre. Simultáneamente en la Puerta del Sol, bajo el anuncio del Tío Pepe, se rompen aceras y placas de granito de casi 2 m. de profundidad para acceder a las canalizaciones de las «utilities». ¿Son necesarias estas obras «sobre obras» para reordenar el tráfico de la zona? ¿Aportan novedad, diferencia y utilidad a los ciudadanos? ¿Qué ganamos con pagar temporalmente «peonadas» a un grupo de personas, si su calidad temporal y su competitividad siguen siendo bajas?

Ésta es una gestión demasiado frecuente de las instituciones públicas modernas: miopes, electoralistas, despilfarradoras, prepotentes (porque sí), poco útiles. Que deberíamos poder evitar.

LA ACCIÓN PARA TIEMPOS DE CRISIS

Presentaremos sucesivamente un «recorrido» por los tiempos de crisis que estamos viviendo. Que nos tienen desorientados, por no percibir claramente dónde está la salida o cómo superarlos. Daremos luego una lista de medidas asépticas, técnicas, para superar los tiempos de crisis económica. Unas pueden gustar más que otras. Algunos gobiernos débiles e incapaces, ni siquiera pueden considerar algunas.

Por último, tocaremos el aspecto humano, donde residen los valores y las virtudes del hombre. Creemos que los tiempos de crisis se han generado económicamente. Pero su duración y profundidad se debe al virus de la desconfianza entre los agentes económicos, y al del pesimismo y la astenia anímica. Que se han enquistado firmemente en los hombres, impidiendo su superación y salir reforzados y experimentados. La simple penicilina de la liquidez y un bajo valor del dinero no es condición suficiente para alcanzarlos en el interior del alma humana.

Causas, Orígenes y Mecanismos Económicos de la Crisis.

Los tiempos de crisis no se han presentado solos. ¿Se deben los tiempos de crisis a una deficiencia estructural del capitalismo moderno? Que se manifestaría periódicamente, nunca igual, y con más o menos fuerza y extensión en cada ciclo económico. El fallo del sistema lo producen las conductas desordenadas, egoístas y codiciosas o descuidadas y prevaricadoras de muchos empresarios y mandos de las sociedades.

Los culpables de los actuales tiempos de crisis son un número importante de banqueros de muchas naciones, junto con las autoridades de éstas. Su profesionalidad es dudosa, imperfecta e ineficaz. Son imprevisores, necios y ávidos y ciegos de dinero y poder. En una amalgama siniestra y delictiva, generada en un «caos nacido de sí mismo». Las autoridades son responsables de no haber establecido un marco de vigilancia y regulación del entramado financiero moderno, cada vez más sofisticado y complejo. Que sea adecuado a una actividad tan evidente, importante y vital para las economías modernas, como es la garantía razonable de los depósitos de los clientes y la generación del crédito bancario suficiente para la economía.

¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo. Realmente, no. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de inevitables desviaciones, de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego hay que dejar actuar a los «agentes» económicos, que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, prestatarios, empleados, instituciones, etc., en los distintos «mercados» parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. Y, ¿por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir las actividades comunes generales, en nombre de todos, y por encima de personas y entidades privadas.

La gestión bancaria es vital para cualquier economía moderna. ¿A alguien le gustaría que su dinero entregado en depósito a una institución financiera, sea prestado a un insolvente? Que sea cedido a uno sin patrimonio o nóminas y que difícilmente pueda devolver lo que recibe. Esa garantía de custodia, tan deseada por los depositantes, la dan los bancos autorizados. No los chiringuitos o los estafadores financieros. ¿Alguien necesita dinero para una inversión nueva o para aumentar su negocio? Ese dinero, recibido y reunido de muchos pequeños depositantes anónimos, se lo prestan los bancos. Con tal de que la actividad que propone pueda llegar a ser viable económicamente en un plazo razonable. ¿Alguien necesita dinero para un préstamo al consumo o para una hipoteca? El banco se lo presta, con tal de que sus ingresos futuros razonables le permitan hacer atender a los pagos sucesivos del préstamo y sus intereses, hasta su liquidación final. Esta intermediación bancaria suministra «medios de pago» a los agentes económicos que los necesitan, para permitir las «transacciones» económicas de una sociedad, facilitando e impulsando su funcionamiento, crecimiento y prosperidad.

La razón fundamental de la aparición de las hipotecas de difícil cobro en los EEUU fue la ruptura de la relación normal y continua entre el prestamista y el prestatario. Para poder crecer más, algunos bancos «titulizaron» parte de sus préstamos. Primero fue con los mejores préstamos, al menos en apariencia. Convirtieron en bonos o deuda a medio plazo, los préstamos que daban. Y cedieron esos bonos por dinero a otros bancos o instituciones financieras, con exceso de liquidez y ganas de invertir. Y, por tanto, dispuestos a pagar un poco más. Al ver lo fácil que parecía el proceso, donde todos ganaban y se encontraban con más medios de pago o inversión, se felicitaron de su inteligencia y habilidad.

El proceso aumentó y, sobre todo, se extendió, incluso allende los mares. A ello ayudaron, como no, los malabarismos de la ingeniería financiera. Y se degradó, al perderse la vigilancia y el control del prestatario, sobre cuyos pagos puntuales hasta la liquidación del préstamo, residían la viabilidad y la honestidad de la transacción «titulizada» y vendida. Y esos polvos contaminantes, trajeron estos barrizales económicos, que nos percuden a todos, en los que nadie sabe bien lo que vale ahora lo que compró o conserva en sus activos.

Luego tenemos las cajas de ahorros, también llamadas antes «montes de piedad». Su función, en una época en que los bancos eran los negocios de familias pudientes financieras, era ayudar a los menos favorecidos en sus periódicas necesidades económicas. Pronto los verdaderos pobres o inopes fueron desapareciendo. Ya casi todos tenemos un «patrimonio» o algo permanente que podemos perder. Surgen las cajas de ahorros, superpuestas al «negocio» filantrópico de los montes de piedad. La ausencia, muy relativa, de interés económico directo, las lleva a ser tuteladas y protegidas por los estados, las regiones y los municipios. Sus beneficios van destinados, en parte, a servicios y ayudas sociales de las comunidades donde están establecidas. Pero la presencia política en sus consejos de administración las contamina indefectiblemente. Son centros de poder económico que se comparten y reparten por las autoridades y los partidos. El negocio inmobiliario, que funciona últimamente a puro crédito (los «promotores» trabajan con dinero ajeno), es un flujo principal de ingresos para las administraciones públicas, por las recalificaciones de los suelos, de rústico o industrial a urbano (urbanizable), por los impuestos sobre la propiedad o IBI, etc. Y las cajas financian ampliamente el negocio inmobiliario. El problema es que lo hacen con los depósitos a la vista de sus clientes de pasivo (con vencimiento a corto plazo). Y que las inmobiliarias necesitan financiación a medio y largo plazo. Cuando las ventas de casas caen, y tenían que caer porque hay construidas más de 26 millones de viviendas en España, las inmobiliarias necesitan renegociar sus deudas, buscando demorar más aún en el tiempo los pagos parciales a las cajas. Y esta financiación asimétrica cruje, arrastrando a las cajas más imprudentes a una endeblez financiera muy preocupante.

Algunas medidas económicas para resolver la crisis.

Un problema es contener la inflación, que ahora aparece lejana y difusa. Es decir, que no suba el nivel general de precios. Éste incluye los costes de las energías, ahora depreciados. Pero también los de los alimentos y las tasas de los servicios públicos, mucho más alcistas, además son casi imposibles de sustituir por otros bienes o servicios privados. Y evitar que se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.

Hay también que estimular la Economía y evitar su frenazo más o menos brusco. Su detención total llevaría a lo contrario: a la deflación. Pero el exceso de liquidez a muy bajo precio que están aplicando los bancos centrales de muchos países, parece que aleja el peligro de esta última.

Esta actuación múltiple, doble en sus fines, forma un par de opuestos complementarios, no antagónicos. Son como el sistema nervioso vegetativo: con el simpático y el parasimpático. O las dos riendas de un coche de caballos.

Damos algunas medidas posibles. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique temporalmente a un sector de la población.

El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes, las comunicaciones o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un suave superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.

O para rebajar los impuestos a las empresas, situadas en la primera fila de creación de empleo y generación de riqueza. Y favoreciendo, según los casos, los sectores más creativos, modernos o que utilicen más mano de obra por unidad de producción.

Hay un problema del que nadie quiere tratar en España. Tenemos del orden de tres millones de funcionarios, pagados con nuestros impuestos. Hace 30 o 35 años había del orden de 1 millón largo de empleados públicos. Y eso que no tenían los avances de la informática y de la domótica que tenemos hoy. Tenían que trabajar más a mano y dedicarle más tiempo a las labores burocráticas. Actualmente somos unos 10 millones más de habitantes y tenemos más del doble de funcionarios. Los partidos no hablan de esto, por los votos que suponen ellos y sus familias y porque los mandatarios también son funcionarios. Y los ciudadanos (votantes) no lo comentan, ni discuten, se achantan y pagan y pagan. Más de un tercio de la vida laboral, los dedicamos a sostener un Estado, que no es precisamente un administrador sobrio, honesto, creativo y eficiente.

Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, pilotos civiles, rentas personales del capital).

Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.

El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus distintos sectores productivos.

Es necesario que el Estado aborde seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están sus diversos «escalones») los costes de aquéllos al consumidor final, debido a unas estructuras pesadas y excesivas.

Las cualidades y calidades personales como fuerza anímica decisiva para resolver los tiempos de crisis y salir fortalecidos.

La verdadera, profunda y eficaz acción en tiempos de crisis procede de las personas, que, además, somos los auténticos agentes económicos.

Tras las medidas de liquidez y valor del dinero ya tomadas profusamente desde septiembre de 2008, ¿por qué no funciona el sistema económico según su capacidad? En 2001 y 2002 incluso las condiciones de flujo de dinero a los bancos y su coste eran algo peores.

Porque está restringida la acción de los agentes económicos.

En parte financieramente, porque el dinero no se da tan fácil y alegremente. Está volviendo rápidamente la mala costumbre de los bancos de querer cobrar los préstamos de todo tipo y darlos con una cierta seguridad.

El sistema aún necesita y debe producir más purgas para la eliminación de los otros agentes incompetentes, corruptos o botarates.

Y también es necesario restablecer la confianza de los agentes económicos entre ellos. Si pido un préstamo y me entrampo un tiempo, obligándome a un esfuerzo superior laboral, financiero y síquico, será porque veo oportunidades razonables de trabajo o de inversión. Y porque tengo la natural ambición de prosperar y crecer.

Esta confianza es un parámetro anímico, no se mide por en monedas y no se intercambia o transmuta con la ambición. Su verdadero motor serán la ilusión y el entusiasmo. Sin ilusión y entusiasmo no se pueden emprender ni realizar empresas de provecho. El entusiasmo es una fuerza del espíritu, que vence a la entropía moral e ideológica generada casi inevitablemente en las sociedades (es el conjunto del decaimiento y la molicie espirituales), iluminada por una «ilusión razonable».

De la crisis económica mundial hay que salir apoyados en nuestros valores y virtudes. Éstas son las «bondades y cualidades» humanas de referencia, apreciadas y valoradas permanentemente por las sociedades y los grupos humanos. Las virtudes humanas son muy estables en el tiempo. Los valores son las «cualidades y bondades» humanas, estimadas de forma temporal y/o local por algunas sociedades o grupos humanos, y, principalmente, en virtud de su idiosincrasia, condiciones de vida y presiones recibidas desde el exterior. Los valores culturales y sociales suelen ir evolucionando con las contingencias, los desplazamientos y las fortunas de las sociedades humanas.

Las virtudes son aportadas principalmente por las religiones más elaboradas, y por los discursos de Cicerón y los Diálogos de Platón, dentro de nuestra extensa cultura occidental. Podemos citar las principales y evidentes, sin buscar ser exhaustivos, embebidas en el alma humana:

Aprecio de la familia, el clan, la tribu, la amistad y los forasteros amables y curiosos que llegan a nuestro entorno. Es el entorno vital que nos sustenta y es soportado por todos, nuestro humus social.

Necesidad de punición de las conductas que se aparten suficientemente de las normas sociales, para evitar la venganza desordenada, disuadir a los posibles contraventores, satisfacer las injurias y los daños y reformar las conductas erradas.

Aprecio del respeto y del culto a la divinidad, como reconocimiento del Ser Necesario que nos crea, nos sostiene y, en algunos casos, nos ayuda. Esto se concreta según la educación, la cultura y el ambiente social vividos.

Valoración de los distintos deberes a cumplir como contrapartida necesaria, vital y social de los varios derechos a recibir. Valoración de la sobriedad, el esfuerzo, el ahorro, el compromiso, el estudio o la formación y el trabajo como factores y parámetros necesarios para la consecución progresiva de los objetivos personales y colectivos humanos.

Son nuestros valores y virtudes reconocidos, retomados y reafirmados, los que verdaderamente nos darán la fuerza y la ilusión para superar estos tiempos de crisis.

Y no olvidemos la función esencial de mando, gestión, impulso y ejemplo de los mandos sociales (lo prefiero a líderes) de todo tipo, presentes en los hogares las escuelas, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, los centros de trabajo, las asociaciones en general, etc. Ya que son los núcleos de la actividad colectiva de la sociedad. En los tiempos de crisis deben actuar mucho más desde el ejemplo. Los valores y las virtudes no pueden verse como algo artificial y remoto, sin conexión real con un código práctico, vivido y conocido. Tienen que ser percibidos y aceptados por los ciudadanos con ejemplos reales que puedan seguirse. No con imposiciones de códigos y reglamentos fríos, dictados desde la cúspide moral e intelectual de la sociedad.

 

 

 

 

  

   

    

  

 

 

 

 

LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL

La crisis económica mundial surge en el verano de 2007 con el afloramiento de las hipotecas “hard to value”, difíciles de valorar, en los Estados Unidos. Que pesaban como el plomo en los activos de los bancos, especialmente los hipotecarios. Clinton desreguló (quitó trabas legales y operativas y sus controles) el mercado financiero en 1998. Este presidente también dijo que todos los estadounidenses tenían derecho a su casa en propiedad. No habló nada de que tendrían la obligación de pagarla. Y el inefable Greenspan facilitó a partir de 2001 las cesiones de liquidez a los bancos estadounidenses. Hubo entonces liquidez en el sistema y a precios bajos, por bastante tiempo. Es decir como ahora, a fines de 2008. ¿Estaremos alimentando la crisis económica mundial o resolviéndola?
 

La Maldita Inflación. ¿A quiénes afecta?

La inflación es el aumento del precio de un bien, materia prima o intermedia, servicio cualquiera, cuando aquél no se corresponde con un aumento proporcional de su valor real, de su cantidad o de su utilidad. El bien no recibe un incremento de su valor añadido, que justifique la subida del precio. No te dan más cantidad, ni dura más, ni es más bonito el producto, ni te atienden mejor que antes los camareros.
Con tu dinero total, sueldos o pensiones, rentas del capital (dividendos y cupones de los bonos y letras del tesoro), plusvalías de ventas, alquileres como casero, comprarás menos bienes y servicios totales. La inflación agrede y empobrece a todos. Y lo hace especialmente con las capas sociales más débiles o desfavorecidas: los pensionistas, los perceptores de subsidios sociales (parados, mayores de 52 años, etc.), los rentistas de más edad, etc.
La inflación se ceba con todos aquéllos que por su “actividad o no actividad”, según se mire, no pueden trasladar a los otros los mayores costes de los bienes que producen o de sus derechos adquiridos. La actividad de un militar, de un cura, de un campesino no les ayuda a que puedan, en tanto agentes económicos, aumentar los precios de los productos o bienes (seguridad nacional, paz y salvación del alma, productos alimenticios perecederos) que nos ofrecen a los demás. La no actividad de las clases pasivas, los que cobran pensiones o subsidios, pagados con la actividad económica de las otras personas, frena mucho cualquier aumento de éstos. La razón es que esas pensiones proceden de un reparto generacional. Las pensiones de los que ya no trabajan las pagan las nuevas generaciones. Por eso hacen falta muchos trabajadores en activo. Porque con las cotizaciones de varios se paga una pensión y la asistencia sanitaria de ese grupo pequeño imaginario.

Las Cotizaciones a la Seguridad Social. Previsiones según su Estructura de Funcionamiento.

Las cotizaciones a la Seguridad Social son entonces como un impuesto social añadido, que pagamos todos, trabajadores y empresas. Ya que haber cotizado durante todo nuestro período laboral, no nos garantiza que cuando nos jubilemos, disfrutaremos indefinidamente de la pensión que nos correspondería. Se podría tener un régimen de capitalización. Con las aportaciones que realmente cotizara cada cual durante su vida laboral, crear un ahorro y añadirle su crecimiento económico progresivo hasta la jubilación. Un gran problema es quién gestionaría el mantenimiento y el crecimiento de esos ahorros cuantiosos de tanta gente. El Estado es reconocido como un no óptimo administrador y gestor de bienes. El Estado tendría que aportar rentas, procedentes de los impuestos de todos, para complementar hasta un mínimo las pensiones más bajas, garantizando a sus perceptores una “renta social”.
Solamente el Japón mantuvo durante un tiempo un sistema de pensiones basado en la capitalización. Durante su crisis financiero inmobiliaria de los años 90, contra la cual sigue luchando, tuvo que abandonar el método: sus tipos de interés (que marcan lo que pagan por los ahorros) eran muy bajos o cero y la deflación existente contrajo la actividad económica y, por tanto, las cotizaciones aportadas al sistema. Cortados severamente los dos grifos de ingresos, el sistema ya no se sostenía.

El Nivel General de Precios es una Medida más Ilustrativa de la Inflación.

El nivel general de precios engloba el valor (o coste) de todos los bienes y servicios producidos (incluyendo agua, energías y comunicaciones varias) y de los factores de producción (trabajo, capital y tierras, tecnología, financiación, materias primas y productos auxiliares, gerencia y administración, investigación y desarrollo, comercialización y logística).
El precio de mi trabajo, de un kilo de arroz, de un corte de pelo, de una entrada a espectáculos, de un litro de gasóleo, todo está representado en él. El nivel general de precios mide mi “participación”, mi “cupo”, en el reparto general de la producción de una sociedad.
Los gobernantes nos dicen que, en unos meses, la inflación se moderará. Y tienen seguramente razón. Es probable que los precios dejen de subir agudamente, por moderación de la demanda y porque los tramos iniciales de la curva de precios alcistas son más pendientes. Entonces, la inflación comparada, con un mes o trimestre o año anterior, se frenará mucho. ¿Han desaparecido así nuestros problemas de empobrecimiento?
El nuevo “nivel general de precios” alcanzado, que mide lo que con mi sueldo o rentas puedo comprar, me dice que he perdido poder de compra y, lo peor, que esa pérdida se mantiene. Ha bajado sustancialmente los costes del petróleo y sus derivados, pero, ¿han bajado los precios de los artículos de consumo o de la electricidad?
Y aún hay un efecto más perverso de la subida de la inflación o del nivel de precios. Que ocurre invariablemente en épocas de inflación alta o con tensiones alcistas de cierta importancia o extendidas a muchos productos. Pero que también puede ocurrir en momentos de cambio de las monedas o de su paridad con otras. Es un fenómeno emocional, permanente y general. Todo el mundo quiere entonces aprovechar el momento económico para aumentar su “trozo” del pastel, su “parte” en el reparto de la renta total generada.
Un ejemplo claro, cercano y vivido por todos: la instauración del “euro” como moneda común de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Y su efecto general sobre los precios previos en monedas nacionales, de forma casi inmediata o muy rápida y sin aumento del valor real de los productos ofrecidos.
¿Cuál es la razón de que actuemos así? La ambición es uno de los estímulos personales necesarios para la actividad económica. El no fomentarla sanamente llevó a la bancarrota a los países comunistas. Nadie trabaja colectivamente por amor al prójimo. Pero cuando la ambición se desboca y se exacerba, se vuelve mala e incluso, al final, contraproducente hasta para su autor. Aparece entonces una codicia, más o menos ciega, rapaz e insaciable, que arrambla con todo lo que puede. A la que es muy fácil encontrarle personalmente razones para ejercerla: “los demás hacen lo mismo”; “si no lo cojo yo, otro lo hará”; “estoy perdiendo dinero”, etc. Incluso algo tan manido como “es el pan de mis hijos”. Como si no necesitaran ellos más calorías que un niño.

El Mecanismo Económico de la Aparición de la Inflación.
 
¿Cuál es el mecanismo directo de la inflación? El mismo que el del funcionamiento normal de la economía. Sólo que aquí va recalentado, pasado de vueltas. Como iría un motor de un automóvil al que le pidiéramos más revoluciones de las que puede dar con su diseño. Con el dinero a disposición, compramos toda clase de bienes, productos intermedios y servicios, tanto nosotros como el Estado y las empresas. Los vendedores, que reciben el dinero, de las compras e impuestos, a su vez compran salarios, bienes y servicios. Una parte se deposita en cuentas más o menos a la vista, tanto temporalmente como parte de una reserva de futuro. Y vuelta a empezar. Esto sería un ciclo elemental e ilustrativo de la actividad económica.
El número de veces que esto se repite, con el dinero a disposición, el M2 (véase más abajo su composición en medios de pagos), indica la velocidad de circulación del dinero en un período dado. La velocidad por el M2, daría el valor total de los bienes y servicios de todo tipo producidos por una sociedad en ese período, el famoso Producto Interior Bruto. Si a éste le quitamos las amortizaciones que hay que hacer para recuperar un capital invertido, al final de la vida de un bien de producción, tenemos el producto interior neto. Si un camionero no va amortizando (ahorrando) parte de lo que gana transportando cosas, al final de la vida de su camión se encontrará sin vehículo y no podrá continuar su profesión de autónomo. La amortización de los bienes de capital es una obligación legal y vital de todos sus poseedores.
Cuando el número de transacciones es proporcionalmente grande, cuando la velocidad de circulación o el M2 son altos, los agentes económicos (personas, empresas, estado) tendemos a elevar los precios, por la alta demanda de nuestros trabajos, bienes y servicios que detectamos en el mercado. Cuando este fenómeno es razonable y proporcional, la economía se ve estimulada. La tendencia a una suave inflación es buena, deseable e inevitable. Cuando aparecen las desviaciones y aún perversiones indicadas antes, es cuando todo se degrada y cuando surgen los peligros para la buena economía de todos.
Quiero hacer aquí un inciso. Los economistas clásicos, que no quiere decir viejos, piensan que la economía va de equilibrio en equilibrio. Aquella aparición de la inflación indica un desequilibrio, que hay que vigilar al menos. Yo creo que la economía, como toda actividad natural o humana, procede por tanteos iniciales, comprobación de los caminos ofrecidos o a la vista y decisiones de seguirlos. Que siempre está en marcha y en acción. Y siempre avanza hacia una dirección. Y que un equilibrio puede ser una “foto” de un momento dado de su andar. Pero no su estado “normal” o habitual.    

Algunas Medidas para Destruir el Fenómeno de “Precios Crecientes sin Valor Añadido” y Activar también la Economía.

El problema es contener la inflación, que no suba el nivel general de precios y que no se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada. Hay también que estimular la Economía y evitar su frenazo más o menos brusco. Su detención total llevaría a lo contrario: a la deflación. Pero el exceso de liquidez a muy bajo precio que están aplicando los bancos centrales, parece que aleja el peligro de esta última.
Esta actuación conjunta, doble en sus fines, forma un par de opuestos complementarios, no antagónicos. Son como el sistema nervioso vegetativo: con el simpático y el parasimpático. O las dos riendas de un coche de caballos.
Daremos algunas medidas a tomar. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique a un sector de la población.
El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes, las comunicaciones o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un suave superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.
O rebajar los impuestos a las empresas, situadas en la primera fila de creación de empleo y generación de riqueza. Y favoreciendo, según los casos, los sectores más creativos, modernos o que utilicen más mano de obra por unidad de producción.
Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, almirantes, pilotos civiles).
Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.
El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus sectores productivos.
Es necesario que el Estado seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están) los costes al consumidor final de aquéllos, debido a sus estructuras pesadas y sucesivas.

La Crisis Económica de 2007 y 2008.

Tenemos un exceso de liquidez y el valor de uso del dinero (oficialmente, los tipos de interés) en mínimos en EEUU y bajo en Europa. Pero esto no nos resuelve las cosas.
Cuando se descubrieron las minas de Potosí, y gracias a las patatas se podía alimentar debidamente a los indígenas que las explotaban, llenamos de plata a Europa. El dinero era contante y sonante en esa época y se llevaba en faltriqueras y talegos. Pero ese exceso de dinero no se podía absorber ni utilizar con unas transacciones muy limitadas. Los medios de producción y la tecnología no evolucionaban tanto. Y se producía artesanalmente. Por ello no se necesitaba tanta financiación de capital ni de consumo. Y tampoco había ni tantos soldados ni tantas guerras, donde gastar en muchas soldadas (incluso, fuera del país).
Entonces, todos los precios de los bienes se dispararon escandalosamente. Y el valor de la plata (el real), convertido en bien abundante, innecesario, superfluo y aún escupiscible, bajó. La economía es dolorosa e implacablemente la gran niveladora. Y eso que era entonces primitiva, artesana, desestructurada y su medio de pago, pesado y de valor intrínseco. Como la nivelación le duele a la mayoría, le achacan que no tiene corazón, que hay que regularla, que no se entiende.
Por eso bajará sin parar el dólar. Eso pasa cuando solamente se tiran billetes verdes desde el helicóptero. A Bernanke le llaman el del helicóptero porque cuando estaba en la University (ésa es su experiencia profesional) dijo que para dar liquidez al sistema financiero, si hacía falta, él tiraba billetes desde un helicóptero. Esto es lo moderno y tecnológico del sistema financiero actual, el helicóptero.
La crisis de ahora es originariamente financiera y de la credibilidad o confianza (el respeto perdido) de sus instituciones y surgió a mediados de 2007. Pero, el consumo en general (bienes de equipo, de consumo y depósitos de valor) se está ya contrayendo, que es lo mismo práctica y cuantitativamente que cuando no se producía. No tenemos relativamente tantas transacciones buscadas, para todo el circulante que hay. Pues ahora, hace falta purgar los excesos y destruir a los incapaces de competir y producir rentablemente. Esto es la fiebre y los dolores de la lucha contra la infección espuria. Para producir rentable y permanentemente hay que hacerlo siempre bien.
Los bancos no pueden usar nuestros ahorros en financiar a gentes que no pueden devolver sus préstamos, por su precariedad económica o la inviabilidad de sus proyectos. Esto es la perversión de un sistema financiero. Pero como esos préstamos se dan a mayores intereses, los malos banqueros caen en su concesión fácilmente. Más que banqueros son bancarios, de ventanilla y de pacotilla.
Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Alguien dirá que con los cereales, la leche, está actuando una inflación de demanda, que es la responsable de las subidas elevadas. ¿Saben que las patatas producen por unidad de superficie 4 veces la cantidad de carbohidratos, de alimento energético, de los cereales? El problema con las patatas es que son muy dependientes de la industria química. Y esto no es muy ecológico. Sus enfermedades tienen que ser vencidas con pesticidas y fungicidas. No tenemos variedades resistentes a sus enfermedades. Pero sí se pueden utilizar como biomasa, como materia prima para los biocombustibles, los recortes de podas en general, las cáscaras de frutos de todas clases, las basuras orgánicas, etc. Todo aquello que, conteniendo celulosa o almidones, podamos hidrolizar a hidratos de carbono simples. Y luego fermentarlos controladamente a alcoholes. Hemos empezado torpemente a emplear alimentos para producir combustibles. Haciéndole la competencia por su uso al sustento de las personas.

La Bolsa y la Vida.

Creo que en estos momentos los soportes (mínimos actuales, que fueron las últimas resistencias al alza en su día) de las principales bolsas a medio y largo plazo están rotos. Y los valores buscan nuevos soportes imposibles y escuálidos, derivados de las resistencias de más antaño. Por ello se acabó la esperanza de una recuperación relativa pronta, seguida de una estabilización de trayectoria lateral. Hasta que se aclaren los fundamentales estadounidenses y los resultados trimestrales de las principales empresas.
Creo que se están exagerando las pérdidas, como antes se exageraron muchas subidas. Pero esto es, el mercado en acción…, nunca mejor dicho.
Cuando MacArthur estaba casi de virrey estadounidense en el Japón ocupado, le trajeron la queja de que una dama de vida airada, que se presentó para representante en la Dieta, había sido elegida. MacArthur señaló: «Hay que pensar que la señorita tendrá otras cualidades. Pero, en todo caso, esto es la democracia en acción…»

Los Tipos y la Liquidez. La inversión y el Consumo.

Se está diciendo que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto. Pues no.
Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el listón de los costes financieros, me puedo entrampar mejor o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una medida relativa del valor (oficial) de los medios de pago obligatoriamente aceptados.
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (circa 8% PIB) y el cuasidinero: depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a más del 10% en los últimos meses) y los tipos están que se vierten (ojo, una gran parte de la financiación española es externa). ¿Qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. O que vemos en más peligro el puesto de trabajo y eliminamos los gastos excesivos o superfluos. Que pueden llegar a ser bastantes. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar los promotores, sin un marco regulador asegurado. Hay 25 millones de casas construidas en España. ¿hacen falta muchas más? Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. Y desde hace 30 0 35 años, la calidad de la construcción inmobiliaria ha caído en picado. No sólo nos cobran cada vez más por las casas, sino que éstas son peores, utilizan en ellas materiales más baratos y durarán menos. Pregunten a alguien que conozcan, las reformas que necesitan las casas modernas a partir de los 20 años de construídas. 

LOS ACTIVOS TÓXICOS.

¿Cómo se convierte en un activo tóxico, un préstamo al consumo o un crédito hipotecario? ¿Cuál es el papel de los activos tóxicos en la aparición y el desarrollo de la crisis económica? No nos gusta el término “activo tóxico”, porque no son mcrobios patógenos, ni son un veneno natural o químico. Los llamamos mejor activos financieros perjudicados, depreciados o devaluados.

Un Ciclo Financiero Teórico Elemental.
Los bancos reciben múltiples depósitos y prestan el efectivo recibido a sus distintos prestatarios: instituciones, empresas y particulares. Una parte de esos préstamos retorna de nuevo al banco, en forma de nuevos depósitos. Ya que nadie guarda el dinero en casa o en la empresa o en el negociado estatal o provincial, salvo para los pagos inmediatos de menor cuantía o en los casos de catástrofe social real o amenazadora.
Se supone que los bancos vigilan y controlan los sucesivos pagos parciales de sus prestatarios, por el principal y sus intereses, a sus vencimientos. Pero he aquí que surgen los “ingenieros” financieros, que Bill Clinton en 1998 realiza una importante desregulación de las prácticas financieras y que Greenspan es un irresponsable botarate titulado. En efecto, en Abril de 2000 sube innecesariamente al 6% el interés legal básico. Cuando la recesión estaba incoándose y la crisis de las empresas de telecomunicaciones e informáticas, en marcha. Y luego lo tiene que bajar, quizás demasiado, para estimular la economía. Y la FED facilita las cesiones de liquidez a los bancos estadounidenses. Hay entonces liquidez en el sistema y a precios bajos, por bastante tiempo.

Los Nuevos Caminos Financieros, Incontrolados y Perturbadores.
Muchos bancos, quizás demasiados, comienzan a “titulizar” sus préstamos. Convirtiéndolos en bonos a medio plazo. Y venden esos títulos de activos a otros bancos y a fondos de inversión o de pensiones, de su país y de allende los mares. Que buscan ganar más que invirtiendo en las letras o bonos del Tesoro de sus países o en préstamos sencillos.
Complique todo esto con las rápidas comunicaciones “on line”, con las transacciones internacionales, con el desconocimiento del alcance real de unos títulos generados en ultramar y con las diferencias de tipos de interés entre naciones y grupos de naciones. Mézclelo perniciosa y malévolamente con factores exógenos, foráneos al sistema financiero: las “pasiones” o apetitos desordenados o deseos desorbitados. Que son difíciles de conocer y de controlar por los hombres. Surgen y se desbocan entonces la codicia, el miedo y el egoísmo. Que perturban, contaminan y degeneran el sistema financiero. Pero desde las personas y no por su funcionamiento cabal y limitado a su ámbito natural.
Y tenemos entonces un problema grande, en forma de un caos nacido de sí mismo. Donde nadie sabe bien la calidad de los activos que tiene. Tendría, para ello, que desenredar una complicada madeja de cesiones e intercambios de activos, de alambicada creación. Destinada en parte a ocultar culpas y posibles orígenes espurios y vergonzantes de los activos. Y esto ocurre básicamente porque se rompió la relación habitual entre prestamista y prestatario. Éste, por la cuenta que le tiene, si se tiene que quedar con el préstamo, como activo de su balance, ya lo dará a quien razonablemente pueda pagarle. Y se preocupará también de seguir el curso de sus pagos hasta la liquidación final. Y como la situación financiera perturbada se complica y se tensa, los posibles morosos, los más al límite de su capacidad financiera, se convierten fácilmente en fallidos reales. Y el torbellino continúa alimentándose, extendiéndose y perjudicándonos a todos.

Algunos Resultados Empresariales Fantásticos.

El asunto, el quid era captar y acaparar poder, influencia y crecimiento inorgánico. Éste es aquél que es externo a la actividad empresarial interna, propia. Y surgen los despropósitos. Como que empresas de la construcción se hagan con paquetes importantes de acciones de empresas petrolíferas (Pepsol) o de electricidad (Endesa, Fenosa, Iberdrola). O que compren en una sola vez empresas de su ramo, con su tamaño o mayores; como la orden pública de adquisición (OPA) de Martinsa por el 100% de Fadesa, a 35 E por acción (el precio era lo de menos, había préstamos bancarios en abudancia). Que dejó libre, tranquilo y muchimillonario al empresario inmobiliario ortodoxo gallego Jove, a su hija y a sus familias. 

¡¿ UN MERCADO IRRACIONAL?!

A diferencia de un mercado sano, ¿cómo se comporta un mercado irracional? Los precios de las materias primas, especialmente el petróleo, y de las acciones o participaciones en las empresas, ¿se están formando en un mercado irracional? Es curioso señalar, que las caídas más abruptas, que las diferencias más acusadas entre precio y valor real se están formando en los mercados más especulativos, menos maduros, menos seguros jurídicamente, más débiles financiera o socialmente. ¿Es así un mercado irracional?

Introducción.

Desde primeros de octubre, estamos asistiendo a una abrupta caída del valor de los activos de renta variable en todos los mercados del mundo: desde Nueva York hasta Tokio, pasando por Europa y los llamados mercados emergentes. Éstos parecían relativamente inmunes a esas depreciaciones, iniciadas a primeros de 2008, pero ya se han incorporado tarde e intensamente a las mismas. La cercanía amenazadora de la crisis bancaria mundial, ha afectado con bríos inusitados al desplome de sus bolsas y a la huida de los inversores foráneos, alterando unas economías más sensibles y frágiles .

El mercado libre, sus características y propiedades y su funcionamiento.

El mercado en general es el encuentro efectivo de los agentes económicos, que somos todos los ciudadanos, como instituciones, empleados, consumidores, empresas, pensionistas, etc., para realizar las transacciones económicas. El mercado como filosofía, como institución económica, como idea, se concreta y materializa en los numerosos mercados especializados activos: de trabajo, de crédito, de abastos, lonjas y tiendas, de servicios, de acciones y bonos, de transportes de larga y corta distancias, etc. En cada mercado los agentes se dividen en compradores, prestatarios, pujadores, empleados, etc. y vendedores, prestamistas, asentadores, empresarios, etc.
El dinero es el medio de pago aceptado que permite subdividir el “valor” o coste de los bienes y servicios, en un número adecuado y manejable de unidades y subunidades. De manera que, referido a él, los precios, medidos en múltiplos y submúltiplos de la unidad monetaria, sean más precisos y aceptables, que las relaciones de valor que permiten establecer los trueques. Ésta es una de las principales funciones del dinero. Y, por eso, ocurren las reclamaciones para su aumento (liquidez) en estos momentos de crisis económica y bancaria. Realmente el dinero está ahí, no se ha ido, ni se ha esfumado. Si el dinero se disipara o se corrompiera, sin más, como el humo o las semillas, no podría ser dinero. Lo que ocurre es que no circula como debiera, no facilita las transacciones; está detenido, bien guardado o atesorado, esperando tiempos económicos más benignos y despejados. Por ejemplo, ni el hierro ni los diamantes, con valores específicos extremos, valen como dinero. El hierro se oxida y su valor unitario es tan poco que su transporte y exhibición serían unos problemas. Los diamantes tienen un valor que no es proporcional a su peso, sino al cuadrado o algo más del mismo. Así, uno grandote vale alrededor del doble de todos sus pedazos juntos.
La economía tradicional presupone que los agentes actuantes están absolutamente informados de sus posibilidades de selección de bienes, que compran y venden racionalmente, que no actúan influenciados por sus emociones o sentimientos, etc. Esto ocurre como la ley fisicoquímica de los gases ideales, que considera que las moléculas que los forman, carecen de volumen o peso apreciables y que no interactúan en su comportamiento aparentemente errrático. Ésta fue la manera que tuvo la Economía de acercarse en sus orígenes a la Ciencia. Trasladando sus planteamientos, asumiendo y adaptando las fórmulas simplificadoras establecidas en los primeros momentos de las investigaciones científicas empíricas. Los agentes económicos actúan en los mercados por aproximación, por tanteos sucesivos. Buscando más, en general, realizar la transacción aceptable, que lograr continuas “oportunidades” o conseguir “ganar el último duro”. Si una transacción supone una ventaja adecuada para las dos partes, generalmente se acepta.

¿Cuáles son los factores operativos que intervienen en la creación y en el funcionamiento correcto de los mercados?

Veamos una lista suficiente, pero no exhaustiva, de ellos. Con ella tendremos otra idea del mercado. La que dan sus cualidades o necesidades.

La proximidad y accesibilidad de los agentes a aquéllos.
La ganancia económica, la utilidad o la eficacia que ofrecen el bien o servicio y su remuneración.
La existencia de una logística eficaz, lo menos compleja posible (esto puede encarecer innecesaria e inevitablemente, porque ahí están, la intermediación), que entregue en tiempo, lugar, cantidad y clase los productos o servicios demandados (para hacer la previsión) y comprados. Tener los medios de almacenaje y manipulación suficientes, adecuados y bien localizados. Poseer unos medios, informatizados o no, de control, seguimiento y gestión; que sean suficientemente modernos y adaptados al volumen y la diversidad de los artículos y servicios.
La existencia de las suficientes variedades en clase y cantidades, para permitir las transacciones de una manera fluida y continua. Como corolario, la necesidad de suficientes transacciones, según la oferta y los medios de pago.  
La ausencia de monopolios u oligopolios de oferta y de demanda. Por ejemplo, los pequeños transportistas no pueden mantener unas tarifas, ni siquiera las legales y mínimas, por la excesiva atomización de su sector, frente a los cargadores compradores del servicio.
La existencia de unos códigos civil y de comercio suficientemente desarrollados, con sus leyes y reglamentos complementarios, que den seguridad jurídica a las transacciones. Como corolario, la existencia de una burocracia estatal y regional eficaz y colaboradora, que, al menos, no estruje excesivamente a los ciudadanos, ni sea indolente.
La existencia de una infraestructura viaria y de una red de comunicaciones alámbricas e inalámbricas suficientes y seguras. Como corolario, que exista paz social en el país.

El mercado irracional: las perturbaciones exógenas en el funcionamiento del mercado.

No hemos mencionado aún los factores extraños al mercado. Aquéllos que anidan, crecen y aún se pueden desbocar en el alma humana, racional, sensitiva y emocional. A pesar de la economía tradicional, los agentes económicos son personas, sujetas a los sentimientos y aún a las pasiones o apetitos y deseos desordenados o muy vehementes. Y los sentimientos son el motor o la dínamo que genera la energía humanizada, para bien o mal. Una idea pura puede informar el alma, pero sola es fría y no la impulsa o pone en marcha.
Cuando el mercado se perturba por factores externos, que en este caso son emocionales, que pervierten su función natural, concretada en “facilitar y atender las transacciones”, se alteran sus reglas sencillas y básicas. Si en los mercados, y por tanto en las transacciones, actúan agentes alterados por la codicia, el miedo y el egoísmo, su funcionamiento se perturba y aún se degrada. Los agentes suelen anticipar el futuro que vislumbran, el goce de un objeto o ente y la desgracia amenazadora. Pero los alterados los magnifican hasta el punto de que afectan o se apoderan de sus ánimos. El goce se convierte en demasiado grande o absorbente y la amenaza posible se vuelve una catástrofe casi segura.    
Se comprará y venderá para especular, o por encima de necesidades reales presentes y aún futuras, o para atesorar, o para alterar los precios, alejándolos del verdadero valor de las cosas, que se forman en un mercado sano y suficiente. Es entonces cuando podemos hablar con propiedad, como los de antes, del «juego de la bolsa». Porque se compran y venden acciones temerariamente, en el filo de la navaja, sin red debajo. Pero no se invierte e incluso se toman riesgos calculados, como en toda inversión emprendedora y creativa. 
Nos hemos salido del mercado sano, que ya no existe, al incumplir sus reglas y características. Y entramos, sin casi darnos cuenta, en un mercado irracional, falso, malsano, quizás aún libre. Éste es un seudo mercado, un baratillo, la reunión libre de gente ruin en la vía pública, ocultando intenciones, para comprar y vender con engaño entre ellos. Es un magma comercial amorfo, indiferenciado, con reglas de vorágine y remolino, que atraen a todos y a todo, en un caos nacido de sí mismo. Y con resultados y consecuencias impredecibles siempre. Esto es lo que ocurre en Hidrodinámica, con el flujo laminar, que se convierte en torbellino al aumentar su velocidad, al circular los fluidos líquidos y gaseosos. Y lo que ocurre en Mecánica cuando elevamos de vueltas, por encima de las características técnicas de diseño, el régimen de un motor. Y en unas pocas decenas de Km. lo podemos gripar.

 

LA CRISIS BANCARIA MUNDIAL

Tenemos en marcha una crisis bancaria a escala desconocida. Esta crisis bancaria actual, ¿es culpa de las teorías de los llamados nuevos conservadores o “neocons”?. ¿Obedece la crisis bancaria mundial a una deficiencia estructural del capitalismo?, que se manifestaría periódicamente, nunca igual, y con más o menos fuerza y extensión en cada ciclo.
 
¿O los culpables de la crisis bancaria mundial son más bien un número importante de banqueros de muchas naciones, junto con las autoridades de éstas? Los primeros, más que banqueros, son “bancarios de ventanilla y de pacotilla”. Y son imprevisores, necios y ávidos de dinero y poder, en una amalgama siniestra y delictiva, generada en un “caos nacido de sí mismo”. Las autoridades son responsables de no haber establecido un marco de vigilancia y regulador del entramado financiero, cada vez más sofisticado y complejo. Y que sea adecuado a una actividad tan evidente, importante y vital para las economías modernas, como es la garantía razonable de los depósitos y la generación del crédito bancario suficiente. El necio es aquél que ignora lo que debiera saber.

¿Supone esto una vuelta a las ideas de la economía socialista? ¿Necesitamos a un Gran Hermano financiero estatal?, otro mecanismo oficial pesado, costoso, lento, poco productivo, sujeto a corrupciones continuas. Nooo. La misión de los poderes públicos es establecer un marco o método de actuación financiero práctico, legal y moderno. Y los medios para su observación y la corrección de las inevitables desviaciones, de manera continua, relativamente sencilla y ágil. Luego hay que dejar actuar a los agentes económicos, que somos todos, actuando como consumidores, empresarios, empleados, prestatarios, instituciones, etc., en los distintos mercados parciales: de crédito, de transportes, de abastos, de valores, etc. ¿Por qué tiene que ser el Estado?, porque es la institución que se supone debe controlar y regir, en nombre de todos, por encima de personas y entidades privadas.

¿Por qué no pueden ser el FMI o el Banco Mundial, nacidos en los pactos de Breton Woods y con larga historia, los organismos supranacionales que realicen esas nuevas labores de inspección y corrección? Creo que porque carecen de los medios legales, y aún coactivos, para imponer sus criterios económicos a estados soberanos diferentes. La prueba es que la actitud concertada de los estados europeos contra la crisis bancaria mundial, se concreta en acciones específicas, individualizadas, diferentes, para cada estado participante. Por mucho que, en su origen, se llamase Mercado Común Europeo. Cuando los estados son demasiado pesados jurídica, histórica y socialmente, la unanimidad es muy difícil y laboriosa.  

Veremos el mecanismo de la creación y de la contracción del crédito, a partir del mecanismo de la creación y de la retirada de depósitos de un sistema económico. La razón es que ambos son el núcleo del origen del actual caos financiero, en desarrollo progresivo y avanzado…

¿Cómo funciona la actividad bancaria? ¿Por qué y para qué se solicitan créditos a la banca? ¿Por qué es muy importante que los “activos” bancarios sean sanos y cobrables a su tiempo? ¿Son sanos los parámetros de la actual actividad financiera: liquidez del sistema (M2 europeo); volumen relativo de impagos vencidos; mantenimiento de los depósitos bancarios; control del nivel general de precios; confianza y credibilidad de los distintos agentes económicos, etc.?

La banca recibe depósitos de todas clases del público: a la vista, de ahorros, a plazos. E incluso emite cédulas o bonos con su garantía, que vende a grandes instituciones, empresas e inversores. También los bancos se prestan entre ellos “efectivo” e incluso acuden al Banco central de sus sistemas para pedir fondos a distintos plazos. Todo este dinero la banca se lo “debe” al público en general. Por ello las partidas que lo representan figuran en su “pasivo”. Por el uso de ese dinero, los bancos pagan unos intereses a sus depositarios (más bien poco) o a sus prestamistas y bonistas (algo más). En este “pasivo” se integrarían también los fondos propios de la banca, siempre una fracción pequeña de aquél, representados por sus acciones y beneficios no distribuidos, que pertenecen (se deben) a sus dueños o accionistas. Llamamos “banca” al conjunto del sistema bancario de un sistema económico integrado. Y, “bancos” al conjunto de estos organismos especializados públicos y privados de aquél.
Una parte de aquel dinero, la banca lo conserva en sus ventanillas y cajas fuertes, formando su tesorería y sus reservas legales y voluntarias. Supongamos que los bancos mantienen como “efectivo” una de cada 5 unidades monetarias recibidas. Las otras 4 unidades de dinero las prestan a diferentes plazos y precios (tipos) a sus “clientes de crédito” o prestatarios: empresas, organismos públicos, bancos y personas, tanto nacionales como extranjeros. Incluso lo hacen comprando bonos y pagarés de empresas y sus acciones y ampliaciones de capital. Aquéllos las usan para sus necesidades y decisiones de inversión, tesorería, circulante y compras al consumo a corto y largo plazo. Las cuales suelen estar por encima de sus posibilidades de reunir medios de pago propios.
Las hipotecas sobre casas las consideraremos dirigidas a una inversión, especialmente en ciertos países. Ya que las personas que las toman creen que si tienen que vender las casas, “siempre” les pagarán más de lo que les costó. Y su valor de uso real, si están bien hechas, se mantiene razonablemente a lo largo de la vida de sus propietarios primeros. Esto significaría que España tendría una tasa de ahorro muy superior a la atribuida por las estadísticas oficiales. Ya que una parte del público estaría ahorrando, incluso por encima de sus posibilidades en un bien del tipo “depósito de valor”. ¿Por qué la diferencia con la estadística? Por una diferencia de criterio, como casi siempre ocurre. Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Y no lo es un coche, incluso bueno y caro, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Además, una parte del dinero prestado retorna a los bancos, en forma de depósitos nuevos de sus prestatarios. Porque nadie utiliza inmediatamente todo el dinero recibido, manteniendo sólo a mano la cantidad de efectivo necesario para los pagos menores inmediatos. Ni tampoco lo esconde en casa o en la empresa, salvo en períodos sociales catastróficos. Esto va a generar más reservas y nuevo efectivo disponible para prestar o invertir a la banca.
En los libros de Economía general, donde puede acudir nuestro amable lector para ver el cálculo, demuestran que con aquella reserva inicial citada de 1 unidad monetaria de cada 5 recibidas, el conjunto de los bancos puede llegar a dar a crédito hasta 5 unidades monetarias. Más que crear dinero bancario, lo que hacen real y más propiamente los bancos es multiplicar el crédito posible a la sociedad, a la que sirven y de la que se benefician, con su actividad de intermediarios financieros. Nuestro lector habrá intuido que, asimismo, cuando la banca tiene que atender pagos y realiza activos para ello, el conjunto de éstos se contraen entonces en la proporción 5 a 1. Y como una cualidad intrínseca del dinero es que no se puede disipar sin más, por eso llamamos creación de crédito y no de dinero bancario, como le gusta a algunos especialistas, a este proceso esencial.  
Aquellos préstamos en general forman, junto con sus magras reservas dinerarias, el “activo” de un banco. La parte de su balance que él puede utilizar inmediatamente, exigir, realizar o vender a otro en los mercados secundarios o interbancarios. Es muy importante que estos activos sean seguros, cobrables en su momento, buenos. Ya que si ocurre una retirada anómala puntual de dinero por parte de sus depositarios o se le presenta una oportunidad buena de inversión o préstamo, el banco tiene que recuperar el dinero contante, liquidando una parte de estos “activos” o pagar con activos sanos. Además, los banqueros están usando bienes ajenos y deberían actuar en su importante labor con respeto a esta cualidad esencial de su «pasivo«. Si el banco presta dinero para proyectos inviables (los beneficios brutos nunca superarán a los costes de funcionamiento de la empresa) o a gente insolvente razonablemente (al empeñarse por encima de cierto porcentaje de sus ingresos). Cuyo peligro siempre se materializa al endurecerse las condiciones crediticias o económicas, que son cíclicas. ¿Por qué los bancos se aventuran con estos activos y otros compran paquetes de derechos referenciados a ellos, e incluso se los venden a los partícipes de sus fondos de inversión? Porque por ellos se cobran intereses muy por encima de lo habitual o normal del mercado. Es la codicia y el ansia de poder o de crecimiento (el llamado orgánico, sin fusiones o absorciones), en manos de bancarios a los que se les vuelve grande la actividad y el puesto. Y que corrompe y pervierte la función bancaria. Se convierten ésos en «garroteros«, los usureros de nuestro pueblo hispano llano. Pero sin tener los arrestos y los medios convincentes para cobrar como lo hacen ellos.

¿Cómo están ahora los parámetros actuantes de la actividad bancaria? La inmensa mayoría del crédito en general concedido por los bancos es bueno y cobrable. El número real de fallidos de morosos declarados es bajo y controlable. El público en general (empresas. Instituciones y personas) mantiene sus depósitos en la banca y atiende a los pagos, escalonados en el tiempo, de sus préstamos en general o de sus pasivos (pago de servicios, a proveedores, deudas). La liquidez del sistema, el M2 europeo o su equivalente estadounidense, es alta e incluso ligeramente inflacionaria. Y es más que suficiente para permitir realizar todas las transacciones económicas necesarias, que es una de las funciones principales del dinero. Nadie tiene dinero “per se”, sino para utilizar en un futuro más o menos próximo o, al menos, con la esperanza o intención de hacerlo. Otra cosa es que se retenga, que se guarde bajo la cama, se entierre o se encierre en las cajas fuertes de las sucursales. ¿Por qué? Por miedo y desconfianza, que son los demonios del anticrédito. En efecto, este último punto o parámetro, el que falla estrepitosa y esencialmente, consiste en que la confianza, la garantía, la solvencia y la respetabilidad entre los agentes del sistema tienden a 0 aceleradamente.
Y la prolongación de una crisis bancaria, caracterizada por el deterioro y la perturbación de sus actividades esenciales, convertirá progresivamente a los morosos potenciales en reales, restringirá la creación de depósitos bancarios y extenderá en ondas de conmoción los daños por todo el sistema financiero. 
No hay buenas cabezas pensantes escuchadas. Los mandos (no tenemos que escribir leaders) sociales que se arriesgan, no andan con paños calientes, se comprometen y siempre se equivocan algo, son arrinconados, ignorados o no se les deja surgir y actuar. Porque no son políticamente correctos, llenos de talante, buenismo, expertos en comunicación y manipulación de emociones, y usando palabras anestésicas de la acción, el revulsivo y el esfuerzo concertado. Las sociedades nacionales se enfrentan a un problema increíble, impensable hace pocos meses. Y están privadas en estos momentos de una ideología social rectora y orientadora y de unos mandos útiles, servidores y cumplidores.

Los Tipos de Interés y la Liquidez. Otra visión de las Razones íntimas de la Crisis.

Se dice que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto. Pues no. Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el listón de los costes financieros, me puedo entrampar mejor, puedo atender mejor a los pagos de una hipoteca a tipo variable o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una «medida relativa» del valor oficial de los medios de pago aceptados. El Euribor es el tipo del dinero prestado en el mercado interbancario. Y está más alto que el oficial, hoy a 3,75%, porque lleva una prima de riesgo, ante la duda de su cobro a tiempo a mi «colega». 
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (alrededor del 8% PIB) y el cuasi dinero: los depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a alrededor del 11-12% en los últimos meses) y los tipos están muy bajos. La acción concertada del día 8 de octubre de los principales bancos centrales mundiales, los ha dejado en el 1,5% estadounidense y el 3,75% de la zona monetaria del euro. Entonces, ¿qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar, sin un marco regulador asegurado. Hay 25 millones de casas construidas en España. ¿faltan muchas más? Y, muchas han sido compradas a precios excesivos, pensando en que su precio siempre crecería. Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. Aunque no hubiese sobrevenido la crisis económica externa, ¿la construcción podía producir a los ritmos anteriores por más tiempo?

Algunos corolarios o consecuencias de enorme importancia.

La liquidez absoluta no existe, porque no hay dinero en reservas, o en existencias en los bancos centrales, para atender simultáneamente a todos los depositantes. Ni en ningún banco, ni en ningún país, ni en ningún sistema económico. Esto le pasó al Northern Rock británico, que tenía colas en las ventanillas. En España hay del orden de 2,2 billones de Euros en depósitos bancarios. Las recientes acciones concertadas europeas suponen unos 2,5 billones de Euros para todo el sistema euro. Los estadounidenses movilizan apenas una cuarta parte de esto: 750 mil millones de dólares.

Cuanto más grande o extenso sea un banco es más fácil y probable que gran parte del dinero que presta, retorne a sus ventanillas y sucursales en forma de nuevos depósitos de sus prestatarios. Esto da poder e influencia a un banco. Y no sólo beneficia su cuenta de resustados, ya que las operaciones financieras por las que cobra a sus clientes, tienden a realizarse sin salir el efectivo de sus cajas. Y, así, gratifica con un plus las fusiones y concentraciones bancarias dentro de un sistema económico.
Hay que reinstaurar la confianza en el sistema bancario de cada país. Entonces habrá credibilidad y dinero monetario y crédito en general de sobra. Esto es más difícil en estos momentos, que hace unos meses. Porque el público se está empezando a dar cuenta que su dinero no lo tienen en el sótano de la sucursal. De hecho la morosidad real es mínima aún. Otra cosa es que los prestatarios sean todos morosos potenciales, sobre todo si las economías se deterioran. Y los bancos con los activos cautivos y depreciados no pueden hacen nada. Esto sí que es papel mojado…

Es necesario regular y vigilar que la vocación bancaria emprendedora y socialmente útil no se corrompa y altere, con un comportamiento rapaz, desbocado y codicioso, para el que siempre tendrá múltiples tentaciones. Que exista el importante y necesario equilibrio sano entre su pasivo ajeno y sus inversiones y préstamos, impulsores de la riqueza, el bienestar y el progreso de la sociedad a la que sirven.

 

LA ECONOMÍA EN ACCIÓN.

La Maldita Inflación.
 

Introducción. ¿A quiénes afecta?

La inflación es el aumento del precio de un bien, materia prima o intermedia, servicio cualquiera, cuando aquél no se corresponde con un aumento proporcional de su valor real, de su cantidad o de su utilidad. El bien no recibe un aumento de su valor añadido, que justifique la subida del precio. No te dan más cantidad, ni dura más, ni es más bonito el producto, ni te atienden mejor que antes los camareros.
Con tu dinero total, sueldos o pensiones, rentas del capital (dividendos y cupones de los bonos y letras del tesoro), plusvalías de ventas, alquileres como casero, comprarás menos bienes y servicios totales. La inflación agrede y empobrece a todos. Y lo hace especialmente con las capas sociales más débiles o desfavorecidas: los pensionistas, los perceptores de subsidios sociales (parados, mayores de 52 años, etc.), los rentistas de más edad, etc.
La inflación se ceba con todos aquéllos que por su “actividad o no actividad”, según se mire, no pueden trasladar a los otros los mayores costes de los bienes que producen o de sus derechos adquiridos. La actividad de un militar, de un cura, de un campesino no les ayuda a que puedan, en tanto agentes económicos, aumentar los precios de los productos o bienes (seguridad nacional, paz y salvación del alma, productos alimenticios perecederos) que nos ofrecen a los demás. La no actividad de las clases pasivas, los que cobran pensiones o subsidios, pagados con la actividad económica de las otras personas, frena mucho cualquier aumento de éstos. La razón es que esas pensiones proceden de un reparto generacional. Las pensiones de los que ya no trabajan las pagan las nuevas generaciones. Por eso hacen falta muchos trabajadores en activo. Porque con las cotizaciones de varios se paga una pensión y la asistencia sanitaria de ese grupo pequeño imaginario.
Las cotizaciones a la SS pueden llegar a ser como un impuesto social añadido, que pagaríamos todos, trabajadores y empresas. Ya que haber cotizado durante todo nuestro período laboral, no nos garantiza que cuando nos jubilemos, disfrutaremos indefinidamente de la pensión que nos correspondería. Se podría tener un régimen de capitalización. Con las aportaciones que realmente cotizara cada cual durante su vida laboral, crear un ahorro y añadirle su crecimiento económico progresivo hasta la jubilación. Un gran problema es quién gestionaría el mantenimiento y el crecimiento de esos ahorros cuantiosos de tanta gente. El Estado es reconocido como un no óptimo administrador y gestor de bienes.

Solamente el Japón mantuvo durante un tiempo un sistema de pensiones basado en la capitalización. Durante su crisis financiero inmobiliaria de los años 90, contra la cual sigue luchando, tuvo que abandonar el método: sus tipos de interés (que marcan lo que pagan por los ahorros) eran muy bajos o cero y la deflación existente contrajo la actividad económica y, por tanto, las cotizaciones aportadas al sistema. Cortados severamente los dos grifos de ingresos, el sistema ya no se sostenía.
Ese régimen de capitalización es el que hoy llevan a cabo los suscriptores y beneficiarios de los planes de pensiones, como complemento casi indispensable del régimen oficial de reparto.
El nivel general de precios como una medida más ilustrativa de la inflación.
El nivel general de precios engloba el valor (o coste) de todos los bienes y servicios producidos (incluyendo agua, energías y comunicaciones varias) y de los factores de producción (trabajo, capital y tierras, tecnología, financiación, materias primas y productos auxiliares, gerencia y administración, investigación y desarrollo, comercialización y logística).
El precio de mi trabajo, de un kilo de arroz, de un corte de pelo, de una entrada a espectáculos, de un litro de gasóleo, todo está representado en él. El nivel general de precios mide mi “participación”, mi “cupo”, en el reparto general de la producción de una sociedad.
Los gobernantes nos dicen que, en unos meses, la inflación se moderará. Y tienen seguramente razón. Es probable que los precios dejen de subir agudamente, por moderación de la demanda y porque los tramos iniciales de la curva de precios alcistas son más pendientes. Entonces, la inflación comparada, con un mes o trimestre o año anterior, se frenará mucho. ¿Han desaparecido así nuestros problemas de empobrecimiento?
El nuevo “nivel general de precios” alcanzado, que mide lo que con mi sueldo o rentas puedo comprar, me dice que he perdido poder de compra y, lo peor, que esa pérdida se mantiene.
Y aún hay un efecto más perverso de la subida de la inflación o del nivel de precios. Que ocurre invariablemente en épocas de inflación alta o con tensiones alcistas de cierta importancia o extendidas a muchos productos. Pero que también puede ocurrir en momentos de cambio de las monedas o de su paridad con otras. Es un fenómeno emocional, permanente y general. Todo el mundo quiere entonces aprovechar el momento económico para aumentar su “trozo” del pastel, su “parte” en el reparto de la renta total generada.
Sólo un ejemplo claro, cercano y vivido por todos: la instauración del “euro” como moneda común de la mayor parte de los países de la Unión Europea. Y su efecto general sobre los precios previos en monedas nacionales, de forma casi inmediata o muy rápida y sin aumento del valor real de los productos ofrecidos.
¿Cuál es la razón de que actuemos así? La ambición es uno de los estímulos personales necesarios para la actividad económica. El no fomentarla sanamente llevó a la bancarrota a los países comunistas. Nadie trabaja colectivamente por amor al prójimo. Pero cuando la ambición se desboca y se exacerba, se vuelve mala e incluso, al final, contraproducente hasta para su autor. Aparece entonces una codicia, más o menos ciega, rapaz e insaciable, que arrambla con todo lo que puede. A la que es muy fácil encontrarle personalmente razones para ejercerla: “los demás hacen lo mismo”; “si no lo cojo yo, otro lo hará”; “estoy perdiendo dinero”, etc. Incluso algo tan manido como “es el pan de mis hijos”. Como si no necesitaran ellos más calorías que un niño.
 

El mecanismo económico de la aparición de la inflación. La economía en acción…
¿Cuál es el mecanismo directo de la inflación? El mismo que el del funcionamiento normal de la economía. Sólo que aquí va recalentado, pasado de vueltas. Como iría un motor de un automóvil al que le pidiéramos más revoluciones de las que puede dar con su diseño. Con el dinero a disposición, compramos toda clase de bienes, productos intermedios y servicios, tanto nosotros como el Estado y las empresas. Los vendedores, que reciben el dinero, de las compras e impuestos, a su vez compran salarios, bienes y servicios. Una parte se deposita en cuentas más o menos a la vista, tanto temporalmente como parte de una reserva de futuro. Y vuelta a empezar. Esto sería un ciclo elemental e ilustrativo de la actividad económica.
El número de veces que esto se repite, con el dinero a disposición, el M2 (véase más abajo su composición en medios de pagos), indica la velocidad de circulación del dinero en un período dado. La velocidad por el M2, daría el valor total de los bienes y servicios de todo tipo producidos por una sociedad en ese período, el famoso Producto Interior Bruto. Si a éste le quitamos las amortizaciones que hay que hacer para recuperar un capital invertido, al final de la vida de un bien de producción, tenemos el producto interior neto. Si un camionero no va amortizando (ahorrando) parte de lo que gana transportando cosas, al final de la vida de su camión se encontrará sin vehículo y no podrá continuar su profesión de autónomo. La amortización de los bienes de capital es una obligación legal y vital de todos sus poseedores.
Cuando el número de transacciones es proporcionalmente grande, cuando la velocidad de circulación o el M2 son altos, los agentes económicos (personas, empresas, estado) tendemos a elevar los precios, por la alta demanda de nuestros trabajos, bienes y servicios que detectamos en el mercado. Cuando este fenómeno es razonable y proporcional, la economía se ve estimulada. La tendencia a una suave inflación es buena, deseable e inevitable. Cuando aparecen las desviaciones y aún perversiones indicadas en la Segunda parte de estos párrafos sobre la inflación, es cuando todo se degrada y cuando surgen los peligros para la buena economía de todos.
     

Algunas medidas para destruir el fenómeno de “precios crecientes sin valor añadido”. Más sobre la economía en acción…
El problema es contener la inflación, que no suba el nivel general de precios y que no se desboquen las ambiciones y se tornen en desmedidas e injustas. Esto es como una dieta más o menos severa. Pero que promete salud y energía económica renovada.
Daremos algunas medidas a tomar, durante el menor tiempo posible. Creemos que si el público ve un grupo armónico de actuaciones, impulsadas por el Estado, las aceptará en su conjunto, aunque alguna concreta perjudique a un sector de la población.
El gasto público debería contenerse todo lo posible. Por ejemplo, recortando los funcionarios públicos o limitando los nuevos nombramientos y limitando las obras públicas nuevas a las estructuras directamente relacionadas con la producción de bienes o la educación. Un corolario de lo anterior sería buscar o mantener un superávit en los ingresos totales del Estado. El mismo podría emplearse para amortizar deuda pública nacional o externa, por ejemplo.
Las subidas generalizadas de sueldos y pensiones deberían estar contenidas. El quid es no permitir jamás una espiral equívoca de subidas sucesivas de precios y salarios. Aquí tienen que dar ejemplo social los salarios más altos (ejecutivos, altos cargos públicos, almirantes, pilotos civiles).
Es necesario dar una formación adecuada a los parados más jóvenes, procedentes de sectores en crisis, para que puedan ser ocupados en otras labores. El cobro de los subsidios de paro estaría ligado a recibir esta formación, al menos con interés y, deseablemente, con aprovechamiento.
El Estado debe fomentar la investigación y el desarrollo generales. Y favorecer que las empresas realicen la investigación y el desarrollo específico de sus sectores productivos.
Es necesario que el Estado seriamente el problema de la compleja intermediación comercial y la logística de muchos productos de gran consumo. Desde las carnes y pescados, pasando por la llamada distribución comercial, a los combustibles a granel. Las cuales encarecen indebida y casi inevitablemente (porque ahí están) los costes al consumidor final de aquéllos, debido a sus estructuras pesadas y sucesivas. Hay que dejar ganar a cada uno, en función de su aporte al valor añadido del producto. Es decir, cuando perfecciona el servicio a su «cliente» (puede ser al siguiente escalón intermediario) al entregarle en cantidad, calidad, número de artículos, ayuda en la descarga, control de su proceso de distribución y momento de entrega deseados y solicitados.

LA CRISIS ECONÓMICA DE 2007. ¿Dónde nos trajo la economía en acción…


Veamos qué pasa:
Tenemos un exceso de liquidez y el valor de uso del dinero (oficialmente, los tipos de interés) en mínimos en EEUU y bajo en Europa. Pero esto no nos resuelve las cosas.
Cuando se descubrieron las minas de Potosí, y gracias a las patatas se podía alimentar debidamente a los indígenas que las explotaban, llenamos de plata a Europa. El dinero era contante y sonante en esa época y se llevaba en faltriqueras y talegos. Pero ese exceso de dinero no se podía absorber ni utilizar con unas transacciones muy limitadas. Los medios de producción y la tecnología no evolucionaban tanto. Y se producía artesanalmente. Por ello no se necesitaba tanta financiación de capital ni de consumo. Y tampoco había ni tantos soldados ni tantas guerras, aunque alguno lo crea, donde gastar en muchas soldadas (incluso, fuera del país).
Entonces, todos los precios de los bienes se dispararon escandalosamente. Y el valor de la plata (el real), convertido en bien abundante, innecesario, superfluo y aún escupiscible, bajó. La economía es dolorosa e implacablemente la gran niveladora. Y eso que era entonces primitiva, artesana, desestructurada y su medio de pago, pesado y de valor intrínseco. Como la nivelación le duele a la mayoría, le achacan que no tiene corazón, que hay que regularla, que no se entiende.
Por eso baja sin parar el dólar y sube sin parar el petróleo. Eso pasa cuando solamente se tiran billetes verdes desde el helicóptero. La crisis de ahora es financiera y de la credibilidad o confianza (el respeto perdido) de sus instituciones. El consumo en general (bienes de equipo, de consumo y depósitos de valor) se contrae, que es lo mismo práctica y cuantitativamente que cuando no se producía. No tenemos relativamente tantas transacciones buscadas, para todo el circulante que hay. China tiene cerca de los 2 billones de dólares en deuda pública, dólares y bonos de empresas norteamericanas; todo realizable en un corto tiempo. Hace poco dije que Bernanke estaba limitando demasiado sus opciones, al bajar muy rápidamente los tipos de interés, el valor de uso oficial del dinero. En el 2000 fue la crisis de las telecos: de los chiringuitos de telecomunicaciones e industrias proveedoras.
A Bernanke le llaman el del helicóptero porque cuando estaba en la University (ésa es su experiencia profesional) dijo que para dar liquidez al sistema financiero, si hacía falta, él tiraba billetes desde un helicóptero. Esto es lo moderno y tecnológico del sistema financiero actual, el helicóptero.
Pues ahora, como entonces, hace falta purgar los excesos y destruir a los incapaces de competir y producir rentablemente. Esto es la fiebre y los dolores de la lucha contra la infección espúrea. Para producir rentable y permanentemente hay que hacerlo siempre bien.
Y nuestros bancos parecen haber hecho muy bien sus deberes en este caso. Sin usar nuestros ahorros en financiar a gentes que no pueden devolver sus préstamos, por su precariedad económica o la inviabilidad de sus proyectos. Esto es la perversión de un sistema financiero. Pero como esos préstamos se dan a mayores intereses, los malos banqueros caen en su concesión fácilmente. Más que banqueros son bancarios, de ventanilla y de pacotilla.
Llamo depósitos de valor a los bienes en los que éste se puede concentrar y mantener y aún usar, sin un deterioro apreciable. Las casas (bien construidas y localizadas), las joyas y las monedas antiguas (a su verdadero valor), el dinero (en épocas de inflación moderada) son bienes generalmente utilizados como depósitos de valor por las personas. Así, no lo es un coche, incluso bueno, cuyo valor se deprecie exageradamente tras la compra.
Alguien dirá que con los cereales, la leche, está actuando una inflación de demanda, que es la responsable de las subidas elevadas. ¿Saben que las patatas producen por unidad de superficie 4 veces la cantidad de carbohidratos, de alimento energético, de los cereales? El problema con las patatas es que son muy dependientes de la industria química. Y esto no es muy ecológico. Sus enfermedades tienen que ser vencidas con pesticidas y fungicidas. No tenemos variedades resistentes a sus enfermedades. Pero sí se pueden utilizar como biomasa, como materia prima para los biocombustibles, los recortes de podas en general, las cáscaras de frutos de todas clases, las basuras orgánicas, etc. Todo aquello que, conteniendo celulosa o almidones, podamos hidrolizar a hidratos de carbono simples. Y luego fermentarlos controladamente a alcoholes. Hemos empezado torpemente a emplear alimentos para producir combustibles. Haciéndole la competencia por su uso al sustento de las personas.

LA BOLSA O LA VIDA. La economía en acción casi pura…
Un conocido bolsista, banquero de profesión, me preguntaba hace días que cómo veía la cosa.
Creo que en estos momentos los soportes (mínimos actuales, que fueron las últimas resistencias al alza en su día) de las principales bolsas a medio y largo plazo están rotos. Y los valores buscan nuevos soportes imposibles y escuálidos, derivados de las resistencias de más antaño. Por ello se acabó la esperanza de una recuperación relativa pronta, seguida de una estabilización de trayectoria lateral. Hasta que se aclarasen los fundamentales estadounidenses y los resultados trimestrales de sus principales empresas.
Le dije al bolsista: «Hace unos meses hablábamos de lo bien que había manejado Botín la compra de ABN y la venta inmediata del Antoneveta. Pues bien el banco es el mismo, el presidente, también y los resultados son firmes para varios trimestres.» Y cómo está la acción…
Creo que se están exagerando las pérdidas, como antes se exageraron muchas subidas. Pero esto es, el mercado en acción…, nunca mejor dicho.
Cuando MacArthur estaba casi de virrey estadounidense en el Japón ocupado, le trajeron la queja de que una dama de vida airada, que se presentó para representante en la Dieta, había sido elegida. MacArthur señaló: «Hay que pensar que la señorita tendrá otras cualidades. Pero, en todo caso, esto es la democracia en acción…»
Salud, suerte y calma.

LOS TIPOS Y LA LIQUIDEZ. LA INVERSIÓN Y EL CONSUMO. Uno de los principales mecanismos de la economía en acción.

Se está diciendo que con la bajada de tipos se inyecta liquidez al sistema financiero, arrugado por la falta de confianza en el prestatario institucional o final. Y todo resuelto, a la espera de que el soso y bobo de Trichet haga lo mismo. Pues no.
Con la bajada de tipos se facilitan los negocios. Los privados, los empresariales y los públicos. Al bajarme el liston de los costes financieros, me puedo entrampar mejor o igual me arriesgo a otra inversión con menor rendimiento marginal (el rendimiento adicional que la nueva inversión me dará). El tipo es una «medida relativa» del valor (oficial) de los medios de pago obligatoriamente aceptados.
La liquidez es el M2 europeo o su equivalente estadounidenses: el dinero (circa 8% PIB) o el cuasidinero: depósitos y títulos de deuda fácilmente realizables (sin depósitos a plazo). Si no hay medios de pago, aunque estén baratos (tipo de interés) no puedo gastar ni invertir. Donde no hay harina, todo es mohina, dice la sabiduría popular.
Pero ya tenemos liquidez (el M3 (que incluye al M2) está creciendo (a alrededor del 11-12% en los últimos meses) y los tipos están que se vierten (ojo, una gran parte de la financiación española es externa). ¿Qué nos pasa? Pues que no tenemos confianza en la inversión posible o nos asusta que tengamos dificultades para pagar el préstamo. Y el miedo se extiende como el aceite. La gente maneja números, pero no sabe manejar sentimientos o intuiciones. Porque no se dejan medir. Y se carece de coraje moral y de educación para caminar por esos caminos aparentemente desconocidos.
Los tipos son como el motor y la liquidez, el combustible. ¿Por qué no anda el auto? Porque no tiene piloto: la voluntad del conductor experimentado que lo guíe. Aparte que una inversión productiva no cuaja de inmediato. Una central nuclear se toma 15 años desde que empiezan los trabajos de planificación y decisión. Cuatro legislaturas. Y no se pueden arriesgar, sin un marco regulador asegurado.

Hay 25 millones de casas construídas. Contando los emigrantes somos 44 millones de personas viviendo en España. ¿faltan muchas más? Yo calculo en 450 mil la reposición normal (50 años de vida media). Hemos estado construyendo 650-700 mil durante tres o cuatro años. ¿De verdad que la construcción tiene que ser el motor de la economía? ¿Y no pueden serlo la inversión productiva, el consumo responsable de bienes y servicios, la tecnología y la formación especializada, la expansión exterior de las empresas competitivas y la exportación de bienes, servicios y asesoramiento y tecnología nacional?

A TRABAJAR, SEÑORES.