La inteligencia. El desequilibrio y la incapacitación del enemigo. El ritmo o velocidad relativa de las operaciones y de los combates. La organización logística y su soporte físico o línea de abastecimientos. El sentido correcto del propio mando. La transitabilidad del terreno (en toda la dimensión geográfica de la naturaleza de los terrenos, clima, estación y hora del día). La capacidad de combate (medios militares concretados en hombres, equipos, apoyos y vehículos de combate) propia. La capacidad de movimiento operativo (transportes de grande y pequeño tonelaje, los repuestos de todo tipo y combustibles y los depósitos y parques accesibles en la zona) propia. La libertad de acción. Las “interfases de acción” favorables sobre el enemigo (que existen y que se pueden también crear siempre, mediante la ampliación o disminución del “campo de acción” sobre aquél, como un zoom táctico operativo, o mediante su cambio a otro sector del frente o en la profundidad de la zona enemiga). Con estos 2 últimos “sistemas” podemos actuar siempre según nuestro criterio e interés y no simplemente reaccionar a las acciones del enemigo.
De esta manera los citados 10 “sistemas operativos” realizan el empleo y el funcionamiento de todos los niveles de la defensa nacional. Y van a partir de la concepción y la gran creación de objetivos, intereses y recursos disponibles, recibidas del mando y de la nación, hasta la realización práctica final. Implicando en ésta también a los necesarios y a los inevitables e impuestos por el enemigo, empleos tácticos de los medios militares, como etapas para la consecución óptima de aquellos objetivos encomendados.